El peor discurso de Aznar
![[Img #51540]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2020/3555_europapress_2618031_el_presidente_del_partido_popular_pablo_casado_i_20200128135542-kpmg-u4731952663353fe-992x558lavanguardia-web.jpg)
El salón de plenos del Congreso ha acabado por perder todo su interés desde que se ha sumido en esa espiral en la que se escuchan insultos y descalificaciones y se presencian patadas a la espinilla como mejor muestra del juego sucio que practican los diputados. Nada de ideas o argumentos propios de un debate. Solo se lleva la gresca con el beneplácito de los palmeros, que se comportan como espectadores de una pelea de gallos.
Todavía no se ha perdido el eco ni el impacto de la sesión de la moción de censura de Vox al Gobierno, que llevaba implícito a Santiago Abascal como candidato a la presidencia del gobierno. ¡Tamaña osadía y despropósito con cincuenta diputados! Limitada al Gobierno de España. ¿Por qué no al de los EE.UU. que tanto les cuesta encontrarlo?
No hubo lugar a que el líder de Vox pudiera hacer ninguna propuesta, ni se supo si la tenía, de lo que iba a hacer con el País, España, si lo hubiera tenido en sus manos. Le cerró el camino y le quitó tan remota posibilidad Pablo Casado en su intervención de respuesta, negándole el pan y la sal a Abascal y descalificándole de forma grosera como sólo se hace en las peleas de navajeros con los peores enemigos cuando se busca acabar con ellos.
Le atacó con tal pasión y encono, de una forma impropia, porque el líderdel PP rompió el juego a Vox y desveló que la moción no era contra el PSOE ni contra Pedro Sánchez, sino contra el PP para arrebatarle el liderazgo de la derecha, que el propio Casado arrastra en penuria, y apropiarse de la voz cantante de las tres derechas. Contra eso fue contra lo que se opuso Pablo Casado y desarmó al líder de Vox y le machacó y le dejó destruido a los pies de los caballos.
El líder del PP, cual otro Pablo de Tarso, recibió la iluminación, después de dos años de juego sumiso y carantoñas a Vox, y le desmontó con fiereza para evidenciar que el que mandaba era el PP y dentro de este su líder. Lo hizo con tal contundencia que en su réplica obligada el líder de Vox apareció claramente noqueado y como los púgiles solo pudo balbucir que el ataque que había sufrido por parte de Casado era tan personal como inmerecido. A él que le había dado la fuerza a la derecha y los gobiernos autónomos de tres comunidades. No era de recibo semejante trato y amenazó con que habría que atenerse a las consecuencias.
Casado no se amilanó, sino que ensoberbecido y transmutado ya en ese momento en el más puro Aznar, siguió golpeando a Abascal por los flancos. Con el furor de los conversos, de la fidelidad de los malos discípulos a los maestros, los que se supeditan a estos en todo porque no tienen pensamiento propio, de ahí viene lo de malos. Con la virulencia de quienes viven la venganza.
Abascal se mantenía en el cuadrilátero para no acabar de perder lo que le quedaba de bolsa, con todos los demás partidos descolocados. El propio Vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, así lo evidenció, limando sus asperezas argumentales en las que incurre por su incontinencia verbal y la inmadurez propia de su juventud, que tanto le pueden. Se pasó al otro bando, al del halago, y ensalzó la capacidad intelectual de Casado y hasta se animó a darle consejos profesionales desde su maestría en la ciencia política, comparándole absurdamente con el nuevo Cánovas y con Donoso Cortés.
Casado no había descubierto el Pacífico, sino que había saltado como una pantera ante la amenaza real de lo que ocurría. Abascal iba a arrebatarle el liderazgo y eso un líder de derechas de toda la vida no lo podía consentir. Por eso desmontó a Abascal y como consecuencia a Vox. Porque ese era el juego que se jugaba y Casado, tan fiel servidor de Aznar, se vistió con la piel de él, y sacó toda su contundencia para acabar con el contrario. ¡Váyase señor Abascal! Fue su mantra guerrero. Cuando es el propio Aznar el que sigue sin irse, el que impone la estrategia de la confrontación sin aceptar la democracia y cortando el bacalao. Tan a destiempo que este no fue el mejor discurso de Casado, sino el peor, con mucho tiempo de retraso, de Aznar. Al futuro inmediato nos remitimos y lo veremos.
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El salón de plenos del Congreso ha acabado por perder todo su interés desde que se ha sumido en esa espiral en la que se escuchan insultos y descalificaciones y se presencian patadas a la espinilla como mejor muestra del juego sucio que practican los diputados. Nada de ideas o argumentos propios de un debate. Solo se lleva la gresca con el beneplácito de los palmeros, que se comportan como espectadores de una pelea de gallos.
Todavía no se ha perdido el eco ni el impacto de la sesión de la moción de censura de Vox al Gobierno, que llevaba implícito a Santiago Abascal como candidato a la presidencia del gobierno. ¡Tamaña osadía y despropósito con cincuenta diputados! Limitada al Gobierno de España. ¿Por qué no al de los EE.UU. que tanto les cuesta encontrarlo?
No hubo lugar a que el líder de Vox pudiera hacer ninguna propuesta, ni se supo si la tenía, de lo que iba a hacer con el País, España, si lo hubiera tenido en sus manos. Le cerró el camino y le quitó tan remota posibilidad Pablo Casado en su intervención de respuesta, negándole el pan y la sal a Abascal y descalificándole de forma grosera como sólo se hace en las peleas de navajeros con los peores enemigos cuando se busca acabar con ellos.
Le atacó con tal pasión y encono, de una forma impropia, porque el líderdel PP rompió el juego a Vox y desveló que la moción no era contra el PSOE ni contra Pedro Sánchez, sino contra el PP para arrebatarle el liderazgo de la derecha, que el propio Casado arrastra en penuria, y apropiarse de la voz cantante de las tres derechas. Contra eso fue contra lo que se opuso Pablo Casado y desarmó al líder de Vox y le machacó y le dejó destruido a los pies de los caballos.
El líder del PP, cual otro Pablo de Tarso, recibió la iluminación, después de dos años de juego sumiso y carantoñas a Vox, y le desmontó con fiereza para evidenciar que el que mandaba era el PP y dentro de este su líder. Lo hizo con tal contundencia que en su réplica obligada el líder de Vox apareció claramente noqueado y como los púgiles solo pudo balbucir que el ataque que había sufrido por parte de Casado era tan personal como inmerecido. A él que le había dado la fuerza a la derecha y los gobiernos autónomos de tres comunidades. No era de recibo semejante trato y amenazó con que habría que atenerse a las consecuencias.
Casado no se amilanó, sino que ensoberbecido y transmutado ya en ese momento en el más puro Aznar, siguió golpeando a Abascal por los flancos. Con el furor de los conversos, de la fidelidad de los malos discípulos a los maestros, los que se supeditan a estos en todo porque no tienen pensamiento propio, de ahí viene lo de malos. Con la virulencia de quienes viven la venganza.
Abascal se mantenía en el cuadrilátero para no acabar de perder lo que le quedaba de bolsa, con todos los demás partidos descolocados. El propio Vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, así lo evidenció, limando sus asperezas argumentales en las que incurre por su incontinencia verbal y la inmadurez propia de su juventud, que tanto le pueden. Se pasó al otro bando, al del halago, y ensalzó la capacidad intelectual de Casado y hasta se animó a darle consejos profesionales desde su maestría en la ciencia política, comparándole absurdamente con el nuevo Cánovas y con Donoso Cortés.
Casado no había descubierto el Pacífico, sino que había saltado como una pantera ante la amenaza real de lo que ocurría. Abascal iba a arrebatarle el liderazgo y eso un líder de derechas de toda la vida no lo podía consentir. Por eso desmontó a Abascal y como consecuencia a Vox. Porque ese era el juego que se jugaba y Casado, tan fiel servidor de Aznar, se vistió con la piel de él, y sacó toda su contundencia para acabar con el contrario. ¡Váyase señor Abascal! Fue su mantra guerrero. Cuando es el propio Aznar el que sigue sin irse, el que impone la estrategia de la confrontación sin aceptar la democracia y cortando el bacalao. Tan a destiempo que este no fue el mejor discurso de Casado, sino el peor, con mucho tiempo de retraso, de Aznar. Al futuro inmediato nos remitimos y lo veremos.






