Sutilezas del lenguaje
![[Img #51541]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2020/8394_mercedes-dsc_0032.jpg)
Max Alonso nos hablaba las semanas pasadas de los problemas del vocabulario y aunque su desarrollo iba por otros derroteros el tema me hizo recordar que hace tiempo estuve tentada en escribir un libro sobre Sonoridad y detonación del lenguaje. Mi empeño radicaba en abordar un tema que podría ser de interés ‘comunitario’ especialmente para nuestros comunes socios franceses. La ocurrencia consistía en presentar la enorme diferencia que existe en el lenguaje entre: lo que quiere expresar el parlante y lo que interpreta el escuchante.
Una necesaria reflexión sobre la armonía entre la voz y el sonido, la emisión y la recepción, la explosión y la audición. El fundamento empírico del tema se sustentaría sobre la percepción de un constante equívoco que venía yo experimentando a lo largo de los años en la reacción de ciertos sonidos castellanos en oídos ‘comunitarios’ (esencialmente franceses) y la equívoca interpretación de los mismos.
Como es bien sabido hay consonantes en nuestro idioma castellano cuya explosión audible se efectúa apoyando la superficie de la lengua contra la parte posterior de los dientes (como la d). Son vocales con un sonido sutil, cadencioso, reconfortante. Y es importante no confundir estas delicadas consonantes con aquellas algo más audaces cuyo sonido es provocado por la vibración de la lengua contra el paladar (como la r). Estas consonantes, a pesar de que el origen de su detonación es ineludiblemente distinto y por lo tanto su sonoridad es así mismo diferente, tienen un ‘son’ que suele ser confundido por oídos inexpertos, poco acostumbrados a las sutilezas de nuestro lenguaje, confusión que altera forzosamente el intencionado significado de la palabra pudiendo dar lugar a garrafales equívocos en la comprensión del mensaje.
Pensaba yo entonces en la importancia de que en nuestra gran Comunidad Europea no se dieran errores de expresión, en la necesidad de evitar confusiones de significado. Especulaba sobre la posibilidad de que en alguna frase, cuya importancia tuviera el peso de un trascendental negociado internacional, pudiera llegar a comprenderse una cosa por otra y resultar, por culpa de una palabra mal entendida, un grave fracaso parlamentario.
Dentro de esa hipótesis de incomprensión imaginaba, por ejemplo, la posibilidad de que a un diputado español en el Parlamento Europeo tuviera que decir una frase tal como: “El pero que España pone a la moción expuesta anteriormente por el señor diputado francés…”, y este señor francés entendiera equivocadamente la conjunción ‘pero’ por el sustantivo ‘pedo’ (cosa que a los franceses les suele ocurrir con frecuencia por aquello de que no consiguen articular nuestra ‘r’ por lo que no distinguen bien entre la ‘r’ y la ‘d’ y suelen confundir estas dos consonantesdebido a su sonoridad parecida), la frase cambiaría absolutamente de sentido y realmente quedaría un tanto insultante. Al oído del francés llegaría: “El pedo que España pone a la moción del diputado francés…” La situación podría llegar a entenderse como un insulto de Estado y podría acarrear graves consecuencias internacionales.
Est-ce que ce monde est sérieux? (*)
La ‘erre’ con la lengua en el paladar. La ‘de’ con la lengua en la parte posterior de los dientes. Entre ‘pero’ y ‘pedo’ hay muy poca diferencia de sonido pero grande de significado. Una pequeña muestra de un desentendimiento léxico.
No sé si la libertad de audición francesa puede ser equiparable a su libertad de expresión, pero cabe tal posibilidad. Hablando de libertades ya sabemos que los franceses las abanderan todas y son muy sensibles en su defensa. “La libertad ante todo y sobre todo”, y ningún ‘pero’ (que no ‘pedo’) a ese sentimiento tan arraigado en su espíritu desde que a base de guillotina lo conquistaron hace unos doscientos años.
Ese derecho a la libertad lo abanderan, lo proclaman y lo defienden con los dientes. Hicieron una Revolución con muchas muertes por él y están a punto de provocar otra gran revolución, con otras muchas muertes, por defender esa facultad de elección que también lleva implícita la falta de sujeción. Sujeción es lo que en estos momentos levantiscos con nuestros congéneres musulmanes sería muy necesaria. Las ofensas no se pueden justificar por el derecho a la libertad, como insiste el presidente francés Macrón con una gran ausencia de estética de vida.
Liberté, c'est tout ce qui nous reste (*), dice una de sus canciones.
Por eso considero muy importante ser consciente de la receptividad de los sonidos, estar alerta a los matices de la musicalidad léxica, y sobre todo, sobre todo, ser tierno y compasivo con las moléculas de nuestro más preciado sistema de comunicación: el lenguaje.
Evidentemente no es lo mismo perro que pero ni pero que pedo, pero a nuestros vecinos franceses les cuesta llegar a la sutiliza de su distinción. Las ‘erres’ y las ‘des’ las tienen todas en el mismo saco auditivo. Quizás el motivo por el que nos han tratado antiguamente, y nos seguirán tratando eternamente, con ese gran desdén ‘tan francés’, y, quizás,ese enorme desprecio que nos han mostrado siempre mirándonos ‘de rabillo’ por encima del hombro de los Pirineos, se deba a que vienen entendiendo esa palabra poco grata de ‘pedo’ cuando les ponemos algún ‘pero’ en nuestra refinada, ingeniosa y versátil lengua castellana.
Y quizás por esas pequeñas diferencias sutiles pero importantes del lenguaje en la Comunidad Europea cueste tanto a los parlamentarios internacionales entenderse, y quizás por ello la EU pueda acabar como acabó la torre de Babel , en un ‘cisco’, que podría entenderse como ‘circo’ y no cambiaría mucho el sentido de la frase en este caso.
O témpora o mores
* Es que este mundo es serio
* Libertad, es lo único que nos queda
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Max Alonso nos hablaba las semanas pasadas de los problemas del vocabulario y aunque su desarrollo iba por otros derroteros el tema me hizo recordar que hace tiempo estuve tentada en escribir un libro sobre Sonoridad y detonación del lenguaje. Mi empeño radicaba en abordar un tema que podría ser de interés ‘comunitario’ especialmente para nuestros comunes socios franceses. La ocurrencia consistía en presentar la enorme diferencia que existe en el lenguaje entre: lo que quiere expresar el parlante y lo que interpreta el escuchante.
Una necesaria reflexión sobre la armonía entre la voz y el sonido, la emisión y la recepción, la explosión y la audición. El fundamento empírico del tema se sustentaría sobre la percepción de un constante equívoco que venía yo experimentando a lo largo de los años en la reacción de ciertos sonidos castellanos en oídos ‘comunitarios’ (esencialmente franceses) y la equívoca interpretación de los mismos.
Como es bien sabido hay consonantes en nuestro idioma castellano cuya explosión audible se efectúa apoyando la superficie de la lengua contra la parte posterior de los dientes (como la d). Son vocales con un sonido sutil, cadencioso, reconfortante. Y es importante no confundir estas delicadas consonantes con aquellas algo más audaces cuyo sonido es provocado por la vibración de la lengua contra el paladar (como la r). Estas consonantes, a pesar de que el origen de su detonación es ineludiblemente distinto y por lo tanto su sonoridad es así mismo diferente, tienen un ‘son’ que suele ser confundido por oídos inexpertos, poco acostumbrados a las sutilezas de nuestro lenguaje, confusión que altera forzosamente el intencionado significado de la palabra pudiendo dar lugar a garrafales equívocos en la comprensión del mensaje.
Pensaba yo entonces en la importancia de que en nuestra gran Comunidad Europea no se dieran errores de expresión, en la necesidad de evitar confusiones de significado. Especulaba sobre la posibilidad de que en alguna frase, cuya importancia tuviera el peso de un trascendental negociado internacional, pudiera llegar a comprenderse una cosa por otra y resultar, por culpa de una palabra mal entendida, un grave fracaso parlamentario.
Dentro de esa hipótesis de incomprensión imaginaba, por ejemplo, la posibilidad de que a un diputado español en el Parlamento Europeo tuviera que decir una frase tal como: “El pero que España pone a la moción expuesta anteriormente por el señor diputado francés…”, y este señor francés entendiera equivocadamente la conjunción ‘pero’ por el sustantivo ‘pedo’ (cosa que a los franceses les suele ocurrir con frecuencia por aquello de que no consiguen articular nuestra ‘r’ por lo que no distinguen bien entre la ‘r’ y la ‘d’ y suelen confundir estas dos consonantesdebido a su sonoridad parecida), la frase cambiaría absolutamente de sentido y realmente quedaría un tanto insultante. Al oído del francés llegaría: “El pedo que España pone a la moción del diputado francés…” La situación podría llegar a entenderse como un insulto de Estado y podría acarrear graves consecuencias internacionales.
Est-ce que ce monde est sérieux? (*)
La ‘erre’ con la lengua en el paladar. La ‘de’ con la lengua en la parte posterior de los dientes. Entre ‘pero’ y ‘pedo’ hay muy poca diferencia de sonido pero grande de significado. Una pequeña muestra de un desentendimiento léxico.
No sé si la libertad de audición francesa puede ser equiparable a su libertad de expresión, pero cabe tal posibilidad. Hablando de libertades ya sabemos que los franceses las abanderan todas y son muy sensibles en su defensa. “La libertad ante todo y sobre todo”, y ningún ‘pero’ (que no ‘pedo’) a ese sentimiento tan arraigado en su espíritu desde que a base de guillotina lo conquistaron hace unos doscientos años.
Ese derecho a la libertad lo abanderan, lo proclaman y lo defienden con los dientes. Hicieron una Revolución con muchas muertes por él y están a punto de provocar otra gran revolución, con otras muchas muertes, por defender esa facultad de elección que también lleva implícita la falta de sujeción. Sujeción es lo que en estos momentos levantiscos con nuestros congéneres musulmanes sería muy necesaria. Las ofensas no se pueden justificar por el derecho a la libertad, como insiste el presidente francés Macrón con una gran ausencia de estética de vida.
Liberté, c'est tout ce qui nous reste (*), dice una de sus canciones.
Por eso considero muy importante ser consciente de la receptividad de los sonidos, estar alerta a los matices de la musicalidad léxica, y sobre todo, sobre todo, ser tierno y compasivo con las moléculas de nuestro más preciado sistema de comunicación: el lenguaje.
Evidentemente no es lo mismo perro que pero ni pero que pedo, pero a nuestros vecinos franceses les cuesta llegar a la sutiliza de su distinción. Las ‘erres’ y las ‘des’ las tienen todas en el mismo saco auditivo. Quizás el motivo por el que nos han tratado antiguamente, y nos seguirán tratando eternamente, con ese gran desdén ‘tan francés’, y, quizás,ese enorme desprecio que nos han mostrado siempre mirándonos ‘de rabillo’ por encima del hombro de los Pirineos, se deba a que vienen entendiendo esa palabra poco grata de ‘pedo’ cuando les ponemos algún ‘pero’ en nuestra refinada, ingeniosa y versátil lengua castellana.
Y quizás por esas pequeñas diferencias sutiles pero importantes del lenguaje en la Comunidad Europea cueste tanto a los parlamentarios internacionales entenderse, y quizás por ello la EU pueda acabar como acabó la torre de Babel , en un ‘cisco’, que podría entenderse como ‘circo’ y no cambiaría mucho el sentido de la frase en este caso.
O témpora o mores
* Es que este mundo es serio
* Libertad, es lo único que nos queda






