José N. Fuertes Celada
Sábado, 14 de Noviembre de 2020

Las 25 paradas del viaje en autobús de la migrante Violeta Serrano

Violeta Serrano. Poder migrante; Editorial Ariel; 2020

 

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‘Poder migrante’ comienza en un viaje de autobús de la autora, también migrante, a su lugar de origen. En el autobús viajan unos africanos que se han negado a pagar el billete y con ellos se embarca su maldito a olor caucho revenido. Violeta nos conduce por un periplo imaginario a través de los distintos aspectos de la inmigración hasta que recalar en su ciudad de origen. Ellos continuarán hasta no sabemos dónde, pues esa es su condición de búsqueda.

 

Las paradas del autobús corresponderían con cada uno de los veinticinco capítulos. En cada uno de los cuales la autora nos aproxima a las variadas situaciones en las que se insertan los sujetos migrantes, Siempre a través de alguien que la vive, un experto que conoce la situación, un obispo, un guardia civil, un educador, o cualquiera de los migrantes mismos. Otras veces son las situaciones: Las escuelas del cinturón de Barcelona, los centros de acogida de menores en Cataluña, la crisis de los refugiados y el papel hipócrita de Europa, el desencanto de la juventud española, los MENAS y "la situación de desamparo de los menores emigrados mayormente de Marruecos", unos jóvenes que por su apego a los móviles parecen "incapaces de alejarse de su propia nostalgia". Un ensayo también muy confesional, pues acude de forma expresa a la propia experiencia.

 

Todas estas paradas imaginarias de autobús vendrán aderezadas con reflexiones diversas, algunas de profundo calado hermenéutico: "Los otros somos ya nosotros (...) Somos de nuevo nómadas (...) Asumir el abismo como parte de tu vida (...) ¿No está caminando el mundo hacia una especie de Pangea global en la que la estabilidad se perfila como una leyenda del pasado? (...) ¿No seremos entonces los migrantes seres aventajados?" (...)

 

También aborda el argumento de los populismos de corte fascista: "La insensibilización moral ante quienes huyen del hambre o de la persecución, los naufragios, las mafias, la trata de mujeres y niños". Temor también a que en la "época de incertidumbre e inestabilidad en la que nos ha tocado vivir creemos un chivo expiatorio auspiciado por los populismos." Nos acerca también a los problemas identitarios de los musulmanes de segunda generación.

 

Las propuestas son abundantes aunque no muy bien definidas y apuntan a la generación de un relato global que valore las diferencias: "Las diferencias son el motor de la potencia de avance y abre el resquicio a la posibilidad cooperativa en un mundo de diferencias donde los migrantes irán de avanzadilla en el manejo de estrategias de cooperación." Propone a este respecto "conformar sociedades de llegada que no pongan en cuestión su identidad de origen (…)"; tarea que asigna las instituciones y a sus representantes. En ello la educación tendría un importante papel siempre que pudiera encauzarse la realidad virtual, en la intención de reconstruir un relato contrario al que ahora difunden los populistas.

 

El último capítulo consiste en el desembarco de Violeta en Astorga, su lugar de origen, un destino que convierte en alegoría del mundo en que vivimos, una ciudad silenciosa, despoblada, tranquila, monumental, envejecida, llena de jubilados. Solo en un extremo, al borde de la muralla medieval, en un parque infantil, retoza la alegría; niños de diversas procedencias, de lenguas inconmensurables, juegan entre sí, se abrazan, se comunican y se entienden.

 

Y un final que suena como una proclama, como un inmenso deseo: “El poder migrante será imparable. La estrategia no es el freno, sino la incorporación en sus diversas identidades (...) ¿Por qué continuar peleando por parar una avalancha que ya forma parte de nuestra misma esencia como seres de un mundo global?"

 

 

Un problema de honor, de reconocimiento

 

Después de leer 'Poder migrante', un libro necesario para cambiar la actitud con respecto a la inmigración en España, cuya tesis principal insiste en que la mentalidad migrante está pre-adaptada al siglo XXI en la que nadie seremos de ningún lugar ni terruño, y que por coherencia con los derechos humanos autoproclamados en Occidente y por dignidad y por la paz social, lo mejor para España y Europa sería reconocer estas identidades múltiples en lo que tienen de riqueza. En caso contrario prenderíamos la hoguera de ISIS.

 

Insisto en que después de leer ‘Poder migrante’ no puedo estar más de acuerdo con las propuestas de Violeta Serrano, aunque a veces sean un tanto vagas, por ello me pregunto por lo que ha sucedido donde habiendo una gran presión migratoria ya se han aplicado las políticas que se deducirían de las tesis de este libro.

 

Acudo entonces al libro de Rosa María Rodríguez Magda 'De playas y espectros', donde nos detalla el caso sueco, con sus abiertas políticas de inmigración que está transformando su sociedad: "No solo es una sociedad multiétnica sino multicultural", donde "un 15 % de la población ha nacido fuera del país. La emigración no es solo laboral, sino principalmente de acogida de refugiados políticos de países en conflicto a los cuales se les facilita la reagrupación familiar, alojamiento y clases para que dominen el idioma, así como educación y sanidad (...)” Además "la población sueca es favorable a estas políticas". Sin embargo, "una parte de la población sueca no deja de estar dividida entre la voluntad de acoger en su tierra a refugiados y gozar de una sociedad multiétnica y el asombro ante la falta de integración y ciertos comportamientos comunitarios que causan rechazo. Todo ello implica una serie de replanteamientos sobre sus políticas de inmigración, las causas del fracaso de la integración, la voluntad moral de acogida y el mantenimiento de unos valores liberales que definen su democracia."

 

Parece claro que el problema fundamental no sería el económico, sino el problema del honor, un problema de reconocimiento que debería tener en cuenta las adscripciones de tipo religioso y cultural (esto no se aborda  detenidamente en el libro) con el consabido repliegue identitario, que amparándose en el respeto a la diferencia ahondan en la segregación de sus miembros. Algo muy difícil de reconocer desde un punto de vista moral (véanse las actitudes restrictivas para con sus mujeres)

 

Así que todo esto parece ser mucho más complejo, no bastaría solo con un cambio de actitud, con una modificación del discurso o de narrativas que invirtieran las populistas, conformando la emoción personal y social en un sentido contrario. Se trataría también de ser conscientes de que esto no evitará por sí solo la parcelación social en compartimentos estancos, no evita el control disciplinario sobre los individuos por parte de su comunidad, basada en esa ideología del honor y que se mantiene como forma de cohesión identitaria en los países de acogida. Además, ¿cómo articular normas de consenso para superar el conflicto normativo que surge en estas situaciones?

 

Decía Pierre Duhem que las teorías están indeterminadas por la evidencia, a lo que añadía Norman Russel Hanson que si lo que consideramos razonablemente cierto depende de lo que ya creemos, entonces no podemos comprobar la razonabilidad de nuestras creencias. Así que no hay nada irrazonable en la creencia en la ideología del honor, pero sí mejores materiales con los que reflexionar sobre el mundo. Esta es una ventaja de quienes hayan recibido una educación científica. No es solo una cuestión de paradigma, es una cuestión de consecuencias prácticas, sociales y de libertad. El relato, de acudir a la emoción para revertir el sentido del relato emocional de las derechas, puede que no nos sirviera por el diferente estatus ontológico de ambas actitudes. Como ya decían los agustinianos: el mal es privación, es falencia; mientras que el bien requiere comprensión fina (nada de 'esprit de finesse', que eso es una bagatela), es decir razón.

 

‘Comenta  Appiah en 'La ética de la identidad’ que los conceptos débiles de moralidad están presentes en todas las culturas - así el concepto de bueno, de correcto o de incorrecto -, pero que los conceptos morales más densos son característicos de sociedades particulares, y que el nivel más profundo de desacuerdo se da cuando una parte invoca un concepto que la otra no tiene. El desafío en este caso no puede ser el acordar, sino el comprender, en el sentido de llegar a sus causas. Esto no significa ni mucho menos estar de acuerdo y, ni siquiera moralmente hablando, ser capaces de tolerarlo, si no es que miraramos hacia otro lado o nos volvieramos contentadizos en aras de un multiculturalismo contradictorio que podría paradójicamente rayar en el racismo.

 

En cuanto a las declaraciones genéricas, no podría nadie no estar de acuerdo siempre que se use la razón menos mentirosa: hay que valorar positivamente y comprender la aportación cultural inmaterial de los inmigrantes, pero el problema está, como en tantas ocasiones, en la aplicación de esos términos axiológicos, lo cual pide un profundo debate.

 

Parece cierto que los relatos evaluatorios no solo configurarían nuestros actos, sino también nuestros pensamientos y sentimientos, por eso un cambio de relación institucional como dice la autora de 'Poder migrante', podría ser el comienzo de los cambios necesarios para el debate, para poder acudir al mismo con pensamientos y sentimientos ecuánimes, pero con la sola emotividad se sirve solo el manjar que se condena, la  irreflexividad, el control estatuido. Educación, pues, para la reflexión y la emoción, ambas serían indispensables, pues la sociedad del siglo XXI además de ser líquida y rápida (Gumbrech, argumenta que nuestro presente es lento), es también reflexiva (Ulrich Beck)

 

¿Con qué criterios podría modificarse una costumbre que pudiera considerarse buena o mala? Alguien, alguna instancia superior política o social tendrá que decidirlo, y tendrá que dar buenas razones para esa decisión, en caso contrario quedamos al albur de salvapatrias o del poder del Estado que exaltan el temor para proponerse como terpia.

 

“La razón como el habitante del corazón”, dice Adam Smith y en este sentido es la única solución sin que sea única.

 

 

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