Lorenzo López Trigal
Sábado, 21 de Noviembre de 2020

Libros de viajes a Portugal

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Siempre que tengo tiempo a la hora de visitar Oviedo, entro en la librería Cervantes como hice en días pasados. Entre las mesas de novedades encontré un librito con una postal coloreada en la portada que me llamó la atención por ser la ciudadela de Bragança, pero también en una segunda mirada por ser su autor Miguel de Unamuno y su título Portugal (Casimiro Libros, 2020).

 

 

La edición, en formato pequeño y un centenar de páginas que da para una lectura de algo más de una hora, es, en realidad, la revisión de una obra anterior de Unamuno, Por tierras de Portugal y España (1911 y en Colección Austral, 1941). Es lo que tiene que se haya editado ahora, transcurrido el periodo que marca la propiedad intelectual y con ello la tutela de los Herederos del Autor, una selección de textos redactados en 1908 y recogidos en esta obra conocida (La pesca de Espinho, Braga, O Bom Jesus do Monte, Guarda, La literatura portuguesa contemporánea, Un pueblo suicida, Alcobaça). A estos se añaden tres más publicados en su día como artículos periodísticos en fechas posteriores (Coimbra, Español-portugués. Nueva vuelta a Portugal).

 

 

En la literatura de viajes iniciada por europeos que recorren Portugal, destaca Hans Cristian Andersen a mitad del siglo XIX en su visita al país luso. Unamuno fue un asiduo visitante por motivos académicos en Lisboa o Coimbra o vacacionales en Figueira da Foz -donde veraneaba la burguesía salmantina de la época-, y en sus idas y venidas frecuentes hacía paradas en algunas otras ciudades, motivado por su afición al arte y la historia, pero condicionado por las dificultades del transporte de entonces. De modo que sus apuntes y reflexiones no giran en torno a un itinerario previamente, diseñado, sino al modo de cabos sueltos en los que aflora la visión de iberista, “interesado por la dependencia cultural mutua de ambos pueblos”, y un entrañable aprecio por el paisaje y sus gentes, si bien crítico, en particular sobre Braga y Guarda, no así tanto sobre Coimbra, su “bemquerida cidade”. Su último viaje a Portugal, a invitación de las nuevas autoridades a una representación de escritores europeos, es realizado en 1935, después de los avatares sufridos en los veinte años anteriores que le impidieron volver, lo cual le producirá “un despertamento de antiguas memorias” en el retorno.

 

 

Años más tarde, el escritor transmontano Miguel Torga es autor del opúsculo Portugal (1950) en la estela iberista de Unamuno, donde revisa, al modo de los geógrafos, las ciudades y espacios subregionales, con un texto de libre pensador que define cada uno de estos espacios con suma precisión, más propia de su profesión de médico, como se aprecia de forma conceptual y literaria (permitidme que lo cite en un idioma cercano como el portugués) desde su inicio en O Minho, “terra de monotonía do verde”; Trás-os-Montes, “um reino maravilhoso… (e) um mar de pedras… (onde) para cá do Marâo mandam todos”; O Doiro (sic) “começa em Miranda e acaba na Foz, este calvário”; A Beira, “sempre à rodada mesma força polarizadora, a (serra da) Estrela”; Coimbra, “uma linda cidade, cheia de significaçâo nacional”; O Litoral, “sempre Atlântico e praia aberta”; A Estremadura, “jardim nacional”; O Ribatejo, “planura fofa e ubérrima”; Lisboa “é bonita… (mas) a naçâo nâo morre de amores por Lisboa”; O Alentejo, “coisa grande pelo tamaño… planura armoniosa sem relevos”; O Algarve, “para mim,  é sempre um dia de féiras na patria… sinto-me libre, aliviado e contente”.

 

 

Descubrir y leer a Torga, autor central de la literatura del siglo XX portugués, es poco frecuente fuera del país. En cambio, todo lo contrario, el más conocido de los escritores lusos contemporáneos, José Saramago, de raíces rurales e iberistas como Torga. Viene aquí citarlo por uno de sus libros, Viagem a Portugal (1981), donde sigue el método propio de un viajero a lo largo del itinerario elegido, aunque no se trata de un “roteiro” o guía de viaje al uso, admitiendo en cada lugar o sitio visitado un deambular a la deriva, que desde el inicio del libro, traza rasgos de su ingenio en la tierra rayana (y leonesa) de Miranda do Douro, al predicar a los peces del río fronterizo y describir la imagen de las “pedras amarelas” en la pared escarpada del lado de España, hasta rematar su periplo en el “finisterre del sur”, en Sagres, donde termina el viaje a Portugal.

 

 

Libros de viaje, los citados y otros, que puede tener a mano el lector para ocupar su tiempo en estos tiempos de pandemia, a falta de poder moverse libremente, por un espacio próximo o lejano. Portugal, tierra hermana, invita a muchos itinerarios, nada más cruzar la raya, sea de forma real o literaria.

 

 

 

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