El baúl del amor
![[Img #51705]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2020/6333_mercedes-escanear0085.jpg)
Voy recuperando mi capacidad física y sobre todo mental (que es la que más me preocupa) después de este paréntesis vital que el pendenciero covi19 me ha obsequiado.
Hace tiempo que vengo pensando que debería organizar, y archivar adecuadamente, los innumerables escritos que he ido acumulando a lo largo del tiempo que he tenido capacidad para pensar, sentir y escribir. Cartas, diarios, papelujos, papeles, cuadernos, ordenadores…, cualquier formato y soporte posible ha sido víctima de la necesidad de plasmar en palabras mis pensamientos; incluidos también documentos y papeles familiares. Todos guardados aquí y allá, sin orden ni concierto.
Voy siendo más consciente de que en cualquier momento viene otro virulento virus, o cualquier otro desajuste de salud, y me voy al otro mundo dejando detrás de mí un montón de papeles desordenados que seguramente se tirarán a la basura sin ningún interés por la caótica información. Por eso he decidido ordenar y archivar lo interesante de permanecer, para que a mis hijos no les dé pereza afrontarlos y la chimenea no sea el primer destino elegido. Por lo menos que tantas consideraciones, reflexiones, preocupaciones, asuntos…, y todo lo que una vida da de sí en palabras, tengan una pequeña resonancia familiar. Qué menos que una mínima gloria futura.
Y… en este arranque de orden y deseo de trascendencia me he decidido abrir un pequeño arcón árabe, tallado primorosamente, que en algún momento traje del país árabe vecino, y entonces descubro un tesoro de palabras, pensamientos y deseos cordiales, afectuosos, tiernos, apasionados, efusivos, enamorados, entrañables… acumulados en folios, en cartas de bonitos papeles y en papeles con bonitas palabras.
Al levantar la tapa un olor suave y dulce sale liberado del arcón como el humo de la lámpara de Aldino; es el aroma de la madera de cedro, con la que está hecho el arcón, que se ha concentrado durante tanto tiempo cerrado. Dentro encuentro varios paquetes de cartas de distintos enamorados impregnados con ese delicado olor de la madera que colocan a mi espíritu en una disposición muy placentera. Es el baúl del amor.
Comencé a abrir los paquetes y a afrontar la lectura de alguna de sus cartas con un inevitable espíritu de revival. “Huy, este chico qué retórico, qué cosas me dice tan poco creíbles. Puff, qué torpe, no me extraña que no llegáramos a ningún lado.”“Ah, F….., siempre con unas bonitas palabras para mí; era el eterno poeta; qué cantidad de bonitos y amorosos poemas me ha dedicado siempre; qué jóvenes éramos cuando nos conocimos, qué buena época aquella, cómo disfrutábamos. Qué suerte tenemos de seguir estando cerca” “Huy W…… dice cosas cariñosas pero no corresponden para nada a cómo se comportaba. Palabra, mucha palabra vana. Como dice la canción italiana Parole, parole, parole.”“Este otro era un poco patán, un personaje sin sal, un carácter de gominola, qué poco me conocía para escribirme esto, ¿qué pude verle en ese momento?”“¿Y… este paquete enorme? No reconozco la letra, ¿quién es este hombre que me escribe estas cosas tan bonitas y tan bien escritas y con unos pensamientos tan profundos? más de cuarenta cartas, madre mía.” Una placida y ausente sonrisa se instala en mi rostro, descubro al emisor.
Me detuve leyendo las bonitas cartas de T….. , tan enamorado, tan entregado, tan cómplice, tan empático, tan comprensible, tan admirado de mis encantos… Qué encantadora y halagadora correspondencia. Y a mi espíritu le entró la melancolía con las sutilezas del lenguaje, la fuerza de las palabras y las bondades de su significado. Qué tiempos aquellos en los que disfrutábamos de tal disposición de espíritu que una dulces palabras nos hacían vibrar el alma casi hasta el éxtasis. El cuerpo y el espíritu entraban en una dinámica de excitación amorosa tal que el mundo se cubría de color de rosa, rosa de amanecida, rosa de atardecida, y una exaltación de felicidad guiaba el día a día.También enajenaba.
Recuerdos maravillosos, sobre todo el recuerdo de bonanza de vida y plenitud de optimismo tan difícil de alcanzar, pero en aquella apasionada relación hubo tantos “te quieros” que acabaron por rebosar y… después sobraron.
Sentirse querida y deseada aporta siempre suficiente alegría como para tener una mirada radiante de la vida, pero sin exagerar. Reflexiono ahora mientras recuerdo.
Momentos como estos en la vida son tan intensos que no duran mucho tiempo porque la puritita realidad es que en estos arrebatos amorosos hay mucho de ‘aire fresco’ que llega, nos hace respirar aceleradamente, pero sigue su camino, se va. Tienen mucho de ilusorio como las sugestivas y fascinantes pompas de jabón flotando en el aire;tan frágiles que al querer retenerlas entre las manos desparecen, ¡OH! Querer retener lo que tiene que fluir es osado y poco acertado.
Pero, a pesar de la reflexión anterior, encandilada yo por tanto sentimiento dulce expuesto con tan acertadas palabras, y excitada mi hedonista curiosidad por saber si quedaba algún rescoldo de aquel fuego,se me pasa por la cabeza en este momento, la posibilidad de contactar aquí y ahora con aquel gentil y entregado enamorado.
Pensé, ha pasado algún tiempo, sí, pero no tanto, seguramente algo todavía tiene que sentir. Sería curioso saber lo que queda de aquel amor apasionado que simplemente se diluyó en la distancia. Como tengo una memoria muy flaca eché mano de las cartas para ver las fechas y… oh sorpresa, hacía más de 15 años de aquellos amores ¿tanto? Sí, tanto.¡Es muchísimo!
Dicen que el tiempo no existe pero la primera vez que me miré al espejo viéndome, una vez pasado el meridiano de los 50, impresionada, reconocí al tiempo en mi cara. La imagen interiorizada de mi misma era la de las fotos de joven que tengo distribuidas estratégicamente en alguna librería. El tiempo no existe, nos dicen los sabios,pero yo le veo en las arrugas de la cara, la caída del pelo, en la falta de agilidad, en que mis hijos están pendientes de mí en lugar de que esté yo de mis hijos, en que me llaman ‘abuela’… El tiempo no existe pero es implacable en hacerse notar.
Me contento con pensar que como el alma no se refleja en el espejo el tiempo no puede envejecerla y por eso siempre seguirá joven.
Consideradas las consideraciones sobre el tiempo, y sus pocos simpáticos efectos físicos, decido frenar el impulso de ponerme en contacto con el autor de estos magníficos recuerdos y considerar la historia definitivamente cerrada; la mando de vuelta a macerar en el suave olor de cedro del baúl primorosamente tallado. Me quedo con la salud emocional que me ha proporcionado esta historia y sigo archivando otras historias que pasaron y conformaron la intensidad de la mirada y las arrugas de mi rostro.
El tiempo y el amor son dos elementos tan escasos como la poesía en esta pragmática vida, y tan valiosos como los fichajes de Messi. Por eso estas cartas me confortan, me alegran el alma, y las guardo como tesoros.
O témpora o mores
![[Img #51705]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2020/6333_mercedes-escanear0085.jpg)
Voy recuperando mi capacidad física y sobre todo mental (que es la que más me preocupa) después de este paréntesis vital que el pendenciero covi19 me ha obsequiado.
Hace tiempo que vengo pensando que debería organizar, y archivar adecuadamente, los innumerables escritos que he ido acumulando a lo largo del tiempo que he tenido capacidad para pensar, sentir y escribir. Cartas, diarios, papelujos, papeles, cuadernos, ordenadores…, cualquier formato y soporte posible ha sido víctima de la necesidad de plasmar en palabras mis pensamientos; incluidos también documentos y papeles familiares. Todos guardados aquí y allá, sin orden ni concierto.
Voy siendo más consciente de que en cualquier momento viene otro virulento virus, o cualquier otro desajuste de salud, y me voy al otro mundo dejando detrás de mí un montón de papeles desordenados que seguramente se tirarán a la basura sin ningún interés por la caótica información. Por eso he decidido ordenar y archivar lo interesante de permanecer, para que a mis hijos no les dé pereza afrontarlos y la chimenea no sea el primer destino elegido. Por lo menos que tantas consideraciones, reflexiones, preocupaciones, asuntos…, y todo lo que una vida da de sí en palabras, tengan una pequeña resonancia familiar. Qué menos que una mínima gloria futura.
Y… en este arranque de orden y deseo de trascendencia me he decidido abrir un pequeño arcón árabe, tallado primorosamente, que en algún momento traje del país árabe vecino, y entonces descubro un tesoro de palabras, pensamientos y deseos cordiales, afectuosos, tiernos, apasionados, efusivos, enamorados, entrañables… acumulados en folios, en cartas de bonitos papeles y en papeles con bonitas palabras.
Al levantar la tapa un olor suave y dulce sale liberado del arcón como el humo de la lámpara de Aldino; es el aroma de la madera de cedro, con la que está hecho el arcón, que se ha concentrado durante tanto tiempo cerrado. Dentro encuentro varios paquetes de cartas de distintos enamorados impregnados con ese delicado olor de la madera que colocan a mi espíritu en una disposición muy placentera. Es el baúl del amor.
Comencé a abrir los paquetes y a afrontar la lectura de alguna de sus cartas con un inevitable espíritu de revival. “Huy, este chico qué retórico, qué cosas me dice tan poco creíbles. Puff, qué torpe, no me extraña que no llegáramos a ningún lado.”“Ah, F….., siempre con unas bonitas palabras para mí; era el eterno poeta; qué cantidad de bonitos y amorosos poemas me ha dedicado siempre; qué jóvenes éramos cuando nos conocimos, qué buena época aquella, cómo disfrutábamos. Qué suerte tenemos de seguir estando cerca” “Huy W…… dice cosas cariñosas pero no corresponden para nada a cómo se comportaba. Palabra, mucha palabra vana. Como dice la canción italiana Parole, parole, parole.”“Este otro era un poco patán, un personaje sin sal, un carácter de gominola, qué poco me conocía para escribirme esto, ¿qué pude verle en ese momento?”“¿Y… este paquete enorme? No reconozco la letra, ¿quién es este hombre que me escribe estas cosas tan bonitas y tan bien escritas y con unos pensamientos tan profundos? más de cuarenta cartas, madre mía.” Una placida y ausente sonrisa se instala en mi rostro, descubro al emisor.
Me detuve leyendo las bonitas cartas de T….. , tan enamorado, tan entregado, tan cómplice, tan empático, tan comprensible, tan admirado de mis encantos… Qué encantadora y halagadora correspondencia. Y a mi espíritu le entró la melancolía con las sutilezas del lenguaje, la fuerza de las palabras y las bondades de su significado. Qué tiempos aquellos en los que disfrutábamos de tal disposición de espíritu que una dulces palabras nos hacían vibrar el alma casi hasta el éxtasis. El cuerpo y el espíritu entraban en una dinámica de excitación amorosa tal que el mundo se cubría de color de rosa, rosa de amanecida, rosa de atardecida, y una exaltación de felicidad guiaba el día a día.También enajenaba.
Recuerdos maravillosos, sobre todo el recuerdo de bonanza de vida y plenitud de optimismo tan difícil de alcanzar, pero en aquella apasionada relación hubo tantos “te quieros” que acabaron por rebosar y… después sobraron.
Sentirse querida y deseada aporta siempre suficiente alegría como para tener una mirada radiante de la vida, pero sin exagerar. Reflexiono ahora mientras recuerdo.
Momentos como estos en la vida son tan intensos que no duran mucho tiempo porque la puritita realidad es que en estos arrebatos amorosos hay mucho de ‘aire fresco’ que llega, nos hace respirar aceleradamente, pero sigue su camino, se va. Tienen mucho de ilusorio como las sugestivas y fascinantes pompas de jabón flotando en el aire;tan frágiles que al querer retenerlas entre las manos desparecen, ¡OH! Querer retener lo que tiene que fluir es osado y poco acertado.
Pero, a pesar de la reflexión anterior, encandilada yo por tanto sentimiento dulce expuesto con tan acertadas palabras, y excitada mi hedonista curiosidad por saber si quedaba algún rescoldo de aquel fuego,se me pasa por la cabeza en este momento, la posibilidad de contactar aquí y ahora con aquel gentil y entregado enamorado.
Pensé, ha pasado algún tiempo, sí, pero no tanto, seguramente algo todavía tiene que sentir. Sería curioso saber lo que queda de aquel amor apasionado que simplemente se diluyó en la distancia. Como tengo una memoria muy flaca eché mano de las cartas para ver las fechas y… oh sorpresa, hacía más de 15 años de aquellos amores ¿tanto? Sí, tanto.¡Es muchísimo!
Dicen que el tiempo no existe pero la primera vez que me miré al espejo viéndome, una vez pasado el meridiano de los 50, impresionada, reconocí al tiempo en mi cara. La imagen interiorizada de mi misma era la de las fotos de joven que tengo distribuidas estratégicamente en alguna librería. El tiempo no existe, nos dicen los sabios,pero yo le veo en las arrugas de la cara, la caída del pelo, en la falta de agilidad, en que mis hijos están pendientes de mí en lugar de que esté yo de mis hijos, en que me llaman ‘abuela’… El tiempo no existe pero es implacable en hacerse notar.
Me contento con pensar que como el alma no se refleja en el espejo el tiempo no puede envejecerla y por eso siempre seguirá joven.
Consideradas las consideraciones sobre el tiempo, y sus pocos simpáticos efectos físicos, decido frenar el impulso de ponerme en contacto con el autor de estos magníficos recuerdos y considerar la historia definitivamente cerrada; la mando de vuelta a macerar en el suave olor de cedro del baúl primorosamente tallado. Me quedo con la salud emocional que me ha proporcionado esta historia y sigo archivando otras historias que pasaron y conformaron la intensidad de la mirada y las arrugas de mi rostro.
El tiempo y el amor son dos elementos tan escasos como la poesía en esta pragmática vida, y tan valiosos como los fichajes de Messi. Por eso estas cartas me confortan, me alegran el alma, y las guardo como tesoros.
O témpora o mores






