Sobre la violencia machista y sus causas, para poder prevenirla
![[Img #51737]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2020/2606_126443810_3576120412446102_594868866889514288_n.jpg)
El desprecio y la devaluación como germen de violencia conta las mujeres.
Las cosas que esta sociedad patriarcal ha decidido que son más importantes, son casualmente las que por tradición y machismo se decide que hagan los hombres y que les da beneficios extra de dinero, de prestigio y de poder. ¿Las hacen los hombres porque son funciones y tareas más valoradas, o son más valoradas porque las hacen los hombres?
Las dos cosas
¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
¿Qué fue antes: el desprecio por las funciones y producciones de las mujeres y su devaluación –peor pagadas, ridiculizadas, mantenidas en el trastero de la historia e incluso negadas- o el desprecio por las mujeres y en consecuencia por todo lo que tocan crean, piensan o hacen? ¿Se desprecia a las mujeres porque se dedican a tareas que los hombres desprecian y no valoran y no quieren para sí? O en orden inverso ¿Se desprecian tareas, ideas y creaciones de gran importancia social y económica porque el orden mundial masculino se las ha adjudicado a las insignificantes mujeres por mandato? ¿Se minusvalora lo llamado “femenino” porque es de mujeres o a las mujeres porque están obligadas a encarnar “lo femenino”?
Las cocineras y costureras que alimentan y visten a una generación tras otra en todo el mundo y con escasos medios, valen menos que los cocineros y modistos,que son bien pagados, derrochan medios, y cocinan y visten para el escaparate o para una minoría rica. Lo que hacen ellas se valora menos porque lo hacen ELLAS, o ELLAS se valoran menos porque hacen lo que ni se muestra, ni se reconoce, ni se paga o se paga menos.
El valor hoy más que nunca lo da el dinero o la publicidad y no coincide precisamente con el valor real, con el aporte a la vida, al bienestar y ala belleza. Lo que hacen ELLAS no es apreciado porque se ha decidido que lo hacen de forma “natural”, sin esfuerzo y sin necesidad de pensar, de proyectar, de crear, capacidades estas que en todo el mundo y a lo largo de milenios se ha negado al conjunto de mujeres, considerando que las excepciones son obra de mujeres que son “como los hombres”, que no son mujeres-mujeres.
Los centros oficiales y reconocidos de producción de arte, ciencia, ycultura han estado vedados a las mujeres, aquí mismo hasta no hace mucho. Y al mismo tiempo se han perseguido o ridiculizado los saberes empíricos acumulados y transmitidos por las mujeres.
Cuando y donde las mujeres por primera vez pueden acceder y acceden en igualdad, o casi, a los lugares del saber reconocido y titulado, el sistema de valoración cambia notablemente y un curioso populismo lleva a despreciar, a quienes detentan los saberes.Ya no se valora en los medios mayoritarios, supuestamente democráticos, el escribir bien, el tener buenos expedientes, el conocimiento que une el estudio y la teoría a la práctica. Estamos sumergidas en una supuesta democracia del “todo vale” precisamente cuando las mujeres alcanzan mejores resultados o tan buenos como los hombres en formación y conocimientos.
El rey Midas de la leyenda –hombre, claro- convertía en oro todo lo que tocaba. Las mujeres somos como el rey Midas al revés, convertimos en plomo o humo lo que tocamos. Se ve así devaluado, porque nosotras hemos sido y somos seres devaluados, ya que si hacemos obras excelentes es por inspiración divina (Teresa de Cepeda o Hildegarda de Bingen) o porque tenemos un ramalazo masculino, o porque otros hombres nos han servido de ejemplo y ayudado; como si a pensadores y artistas hombres no les sirvieran de guía y ayuda otros hombres y muchas, muchas mujeres que les apoyan.
¿Qué es antes, la ausencia, o la escasez de las mujeres en los altos niveles en los espacios públicos, que son los espacios del ejemplo, el reconocimiento y el poder, o la lengua sexista que niega la presencia de las mujeres cuando ocupan esos espacios, la historia que las oculta y la violencia que las castiga?
El lenguaje que no nombra a las mujeres ocultándolas bajo un supuesto masculino pretendidamente neutro en singular y en plural, en los artículos, en los pronombres, y en las terminaciones de palabras, es producto del desarrollo de la lengua en sociedades patriarcales, ¿es solo el reflejo de una realidad que expulsó a las mujeres de los espacios valorados o que las subordinó y ocultóen ellos?, ¿o es también un medio y un refuerzo para que esa realidad continúe siendo discriminatoria y para que se siga ocultando la participación de la mitad de la población en el trabajo común de la construcción social?
¿Obedece ese empeño,de no ver en las mujeres más que el complemento sexual, reproductor y doméstico de los hombres, a un desprecio de las mujeres, o bien al deseo de convertirlas en despreciables o inapreciables? Siendo inapreciables o despreciables es más fácil que se resignen a aceptar que los hombres gocen de mucha mayor parte del pastel de los recursos sociales y familiares,de los recursos económicos, pero también de la autoridad, del poder, del respeto y de lo que es fundamental, ventajas en el reparto del tiempo y del espacio.
Es necesaria una buena dosis de violencia mantenida de baja intensidad, o arranques brutales de violencia bien dosificados, para que una persona –y todas las de su clase a quienes se dirige el mensaje y la amenaza- se someta. Es necesaria esa violencia psicológica, social y física para que aceptemos las mujeres ese ninguneo histórico, y no percibamos ese escamoteo de la participación social de las mujeres y la devaluación de todo lo que las mujeres hacen que no sea alimentar el ego y disfrute de los hombres, por doma o por educación. Es necesaria la violencia para mantener esta inmensa mentira, este inmenso atropello. Así es que no nos echemos las manos a la cabeza con asombro si las consecuencias son malos tratos, violaciones y asesinatos. Aceptando la devaluación de las mujeres reafirmamos la utilidad e impunidad de la violencia contra ellas que algunos llevan a extremos que no queremos aceptar; somos cómplices de la violencia.
Correo electrónico de la plataforma: plataformaciv@gmail.com
El desprecio y la devaluación como germen de violencia conta las mujeres.
Las cosas que esta sociedad patriarcal ha decidido que son más importantes, son casualmente las que por tradición y machismo se decide que hagan los hombres y que les da beneficios extra de dinero, de prestigio y de poder. ¿Las hacen los hombres porque son funciones y tareas más valoradas, o son más valoradas porque las hacen los hombres?
Las dos cosas
¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
¿Qué fue antes: el desprecio por las funciones y producciones de las mujeres y su devaluación –peor pagadas, ridiculizadas, mantenidas en el trastero de la historia e incluso negadas- o el desprecio por las mujeres y en consecuencia por todo lo que tocan crean, piensan o hacen? ¿Se desprecia a las mujeres porque se dedican a tareas que los hombres desprecian y no valoran y no quieren para sí? O en orden inverso ¿Se desprecian tareas, ideas y creaciones de gran importancia social y económica porque el orden mundial masculino se las ha adjudicado a las insignificantes mujeres por mandato? ¿Se minusvalora lo llamado “femenino” porque es de mujeres o a las mujeres porque están obligadas a encarnar “lo femenino”?
Las cocineras y costureras que alimentan y visten a una generación tras otra en todo el mundo y con escasos medios, valen menos que los cocineros y modistos,que son bien pagados, derrochan medios, y cocinan y visten para el escaparate o para una minoría rica. Lo que hacen ellas se valora menos porque lo hacen ELLAS, o ELLAS se valoran menos porque hacen lo que ni se muestra, ni se reconoce, ni se paga o se paga menos.
El valor hoy más que nunca lo da el dinero o la publicidad y no coincide precisamente con el valor real, con el aporte a la vida, al bienestar y ala belleza. Lo que hacen ELLAS no es apreciado porque se ha decidido que lo hacen de forma “natural”, sin esfuerzo y sin necesidad de pensar, de proyectar, de crear, capacidades estas que en todo el mundo y a lo largo de milenios se ha negado al conjunto de mujeres, considerando que las excepciones son obra de mujeres que son “como los hombres”, que no son mujeres-mujeres.
Los centros oficiales y reconocidos de producción de arte, ciencia, ycultura han estado vedados a las mujeres, aquí mismo hasta no hace mucho. Y al mismo tiempo se han perseguido o ridiculizado los saberes empíricos acumulados y transmitidos por las mujeres.
Cuando y donde las mujeres por primera vez pueden acceder y acceden en igualdad, o casi, a los lugares del saber reconocido y titulado, el sistema de valoración cambia notablemente y un curioso populismo lleva a despreciar, a quienes detentan los saberes.Ya no se valora en los medios mayoritarios, supuestamente democráticos, el escribir bien, el tener buenos expedientes, el conocimiento que une el estudio y la teoría a la práctica. Estamos sumergidas en una supuesta democracia del “todo vale” precisamente cuando las mujeres alcanzan mejores resultados o tan buenos como los hombres en formación y conocimientos.
El rey Midas de la leyenda –hombre, claro- convertía en oro todo lo que tocaba. Las mujeres somos como el rey Midas al revés, convertimos en plomo o humo lo que tocamos. Se ve así devaluado, porque nosotras hemos sido y somos seres devaluados, ya que si hacemos obras excelentes es por inspiración divina (Teresa de Cepeda o Hildegarda de Bingen) o porque tenemos un ramalazo masculino, o porque otros hombres nos han servido de ejemplo y ayudado; como si a pensadores y artistas hombres no les sirvieran de guía y ayuda otros hombres y muchas, muchas mujeres que les apoyan.
¿Qué es antes, la ausencia, o la escasez de las mujeres en los altos niveles en los espacios públicos, que son los espacios del ejemplo, el reconocimiento y el poder, o la lengua sexista que niega la presencia de las mujeres cuando ocupan esos espacios, la historia que las oculta y la violencia que las castiga?
El lenguaje que no nombra a las mujeres ocultándolas bajo un supuesto masculino pretendidamente neutro en singular y en plural, en los artículos, en los pronombres, y en las terminaciones de palabras, es producto del desarrollo de la lengua en sociedades patriarcales, ¿es solo el reflejo de una realidad que expulsó a las mujeres de los espacios valorados o que las subordinó y ocultóen ellos?, ¿o es también un medio y un refuerzo para que esa realidad continúe siendo discriminatoria y para que se siga ocultando la participación de la mitad de la población en el trabajo común de la construcción social?
¿Obedece ese empeño,de no ver en las mujeres más que el complemento sexual, reproductor y doméstico de los hombres, a un desprecio de las mujeres, o bien al deseo de convertirlas en despreciables o inapreciables? Siendo inapreciables o despreciables es más fácil que se resignen a aceptar que los hombres gocen de mucha mayor parte del pastel de los recursos sociales y familiares,de los recursos económicos, pero también de la autoridad, del poder, del respeto y de lo que es fundamental, ventajas en el reparto del tiempo y del espacio.
Es necesaria una buena dosis de violencia mantenida de baja intensidad, o arranques brutales de violencia bien dosificados, para que una persona –y todas las de su clase a quienes se dirige el mensaje y la amenaza- se someta. Es necesaria esa violencia psicológica, social y física para que aceptemos las mujeres ese ninguneo histórico, y no percibamos ese escamoteo de la participación social de las mujeres y la devaluación de todo lo que las mujeres hacen que no sea alimentar el ego y disfrute de los hombres, por doma o por educación. Es necesaria la violencia para mantener esta inmensa mentira, este inmenso atropello. Así es que no nos echemos las manos a la cabeza con asombro si las consecuencias son malos tratos, violaciones y asesinatos. Aceptando la devaluación de las mujeres reafirmamos la utilidad e impunidad de la violencia contra ellas que algunos llevan a extremos que no queremos aceptar; somos cómplices de la violencia.
Correo electrónico de la plataforma: plataformaciv@gmail.com