Daniel Franco
Domingo, 29 de Septiembre de 2013
La incertidumbre del músico borracho
Mañana todos estaremos muertos. Todo lo demás…es incertidumbre. Puede que nos escupan en la cara el punto y final dentro de cuarenta años o dentro de cuarenta minutos. La incertidumbre se inicia con el desconocimiento de la fecha de ese ‘mañana’. El mundo es cambiante. La economía tiene mucho que ver en la composición de la música que nos sirve para probar nuestros pasos de baile. Las puntuales (o no tan puntuales) crisis económicas se asemejan a un músico borracho que intentara tocar con un instrumento desafinado. La sobriedad en ocasiones no se consigue con una cama y una ducha y los instrumentos rebeldes existen.
La incertidumbre está presente en la realidad que nos vamos a encontrar cuando la orquesta esté en plenas condiciones. Las crisis económicas son máquinas que generan o impulsan debates. Que generan o impulsan cambios. A partir de la década de los años treinta, con el mundo pasando la severa resaca de los últimos meses de los felices años veinte, el intervencionismo estatal en la economía aumentó y el Estado de Bienestar, hasta entonces en estado de gestación, se desarrolló. Con la crisis del petróleo de los años setenta nos volvemos a encontrar con la mano moldeadora. La preocupación por el déficit público se extiende por el mundo desarrollado (el tratado de Maastricht de 1992 sirve como prueba de ello para el caso de la Unión Europea) y la preocupación por la sostenibilidad de algunas partidas del Estado del Bienestar, como es el caso del sistema público de pensiones, generan que las medidas estén encaminadas a la contención o reducción del gasto
Hoy estamos plantados en una calle sin nombre, en una ciudad desconocida y en un país que cada día se parece más a un árido desierto. La incertidumbre nacional es compañera de pupitre de la incertidumbre europea. Una compañera que seguirá sus pasos aunque el precipicio convierta el sendero en un hilo muy fino. Hay que poner la mirada sobre las decisiones que se están tomando en los países de alrededor. Hay que poner atención en las palabras que recorren el continente. Las palabras, como la crisis ha demostrado, mueven el mundo. Hace una semana el nuevo rey de Holanda, en su primer discurso, abogaba por sustituir “el Estado de Bienestar de la segunda mitad del siglo XX por una sociedad participativa”. Algo se está moviendo, no hay duda. Aunque en el inicio de la crisis (hace 5 años, ¡cómo pasa el tiempo!) se intuía que el futuro iba a caminar por otras direcciones, parece que, en los últimos años, la línea que se está siguiendo es la naciente con la crisis de los años setenta.
¿Dónde hay trabajo?, gritaba un tipo en la calle en el verano de hace cuatro años. Hoy, sigue gritando. Las aceras que ayer quemaban, hoy están siendo bañadas por una lluvia fina. La incertidumbre, la misma incertidumbre pero ya con canas, sigue presente. Aquel que hoy termina sus estudios, no sabe en qué gastará las horas la próxima semana cuando la pantalla del ordenador se canse de tanta oferta de empleo deprimente. Incertidumbre. El emprendedor que se tira al mar y busca financiación para su proyecto no encuentra cómo salir del ‘no’. Incertidumbre. Aquel tipo de la esquina, despedido con 55 años después de trabajar veinte en la misma empresa, no sabe cómo enfrentarse a un mercado laboral que inexplicablemente lo excluye. Incertidumbre. La incertidumbre siempre ha existido pero hoy es más cierta que nunca. Es difícil encontrar salida en una habitación que como puerta tiene un hueco de veinte centímetros de largo por treinta de ancho.
Adentrarse entre la niebla. El futuro consistirá en intentar ver el camino con claridad. Tanto desde el punto de vista general, la Unión Europea y España, como particular. Aunque la tarea es complicada, y posiblemente larga, es una oportunidad para poner las bases sólidas que consigan que la historia no se vuelva a repetir. Lo más difícil en este ring de boxeo es no tirar la toalla y, una vez vencido el combate, no olvidar los hechos que nos colocaron frente a este cruel paso del tiempo. Se conseguirá, se conseguirá…se puede hablar a través de la ingenuidad. No hay duda, la primera parte se cumplirá. La incertidumbre que impregna las previsiones económicas algún día se reducirá. La segunda parte, la cualidad de no olvidar, no se cumplirá. Ya hay personas, como estamos viendo diariamente, que han olvidado el inicio de la crisis antes de que esta concluya.
El etílico músico algún día volverá a tocar con un instrumento en perfectas condiciones. Volveremos a bailar. La niebla, aunque siempre presente, será percibida más tenuemente y nuestros pasos dejarán de moverse al borde del precipicio. Sólo espero que al músico, en estos próximos meses, no le dé por probar drogas más duras. No está claro que pueda contenerse.
![[Img #5541]](upload/img/periodico/img_5541.jpg)
Mañana todos estaremos muertos. Todo lo demás…es incertidumbre. Puede que nos escupan en la cara el punto y final dentro de cuarenta años o dentro de cuarenta minutos. La incertidumbre se inicia con el desconocimiento de la fecha de ese ‘mañana’. El mundo es cambiante. La economía tiene mucho que ver en la composición de la música que nos sirve para probar nuestros pasos de baile. Las puntuales (o no tan puntuales) crisis económicas se asemejan a un músico borracho que intentara tocar con un instrumento desafinado. La sobriedad en ocasiones no se consigue con una cama y una ducha y los instrumentos rebeldes existen.
La incertidumbre está presente en la realidad que nos vamos a encontrar cuando la orquesta esté en plenas condiciones. Las crisis económicas son máquinas que generan o impulsan debates. Que generan o impulsan cambios. A partir de la década de los años treinta, con el mundo pasando la severa resaca de los últimos meses de los felices años veinte, el intervencionismo estatal en la economía aumentó y el Estado de Bienestar, hasta entonces en estado de gestación, se desarrolló. Con la crisis del petróleo de los años setenta nos volvemos a encontrar con la mano moldeadora. La preocupación por el déficit público se extiende por el mundo desarrollado (el tratado de Maastricht de 1992 sirve como prueba de ello para el caso de la Unión Europea) y la preocupación por la sostenibilidad de algunas partidas del Estado del Bienestar, como es el caso del sistema público de pensiones, generan que las medidas estén encaminadas a la contención o reducción del gasto
![[Img #5542]](upload/img/periodico/img_5542.jpg)
Hoy estamos plantados en una calle sin nombre, en una ciudad desconocida y en un país que cada día se parece más a un árido desierto. La incertidumbre nacional es compañera de pupitre de la incertidumbre europea. Una compañera que seguirá sus pasos aunque el precipicio convierta el sendero en un hilo muy fino. Hay que poner la mirada sobre las decisiones que se están tomando en los países de alrededor. Hay que poner atención en las palabras que recorren el continente. Las palabras, como la crisis ha demostrado, mueven el mundo. Hace una semana el nuevo rey de Holanda, en su primer discurso, abogaba por sustituir “el Estado de Bienestar de la segunda mitad del siglo XX por una sociedad participativa”. Algo se está moviendo, no hay duda. Aunque en el inicio de la crisis (hace 5 años, ¡cómo pasa el tiempo!) se intuía que el futuro iba a caminar por otras direcciones, parece que, en los últimos años, la línea que se está siguiendo es la naciente con la crisis de los años setenta.
¿Dónde hay trabajo?, gritaba un tipo en la calle en el verano de hace cuatro años. Hoy, sigue gritando. Las aceras que ayer quemaban, hoy están siendo bañadas por una lluvia fina. La incertidumbre, la misma incertidumbre pero ya con canas, sigue presente. Aquel que hoy termina sus estudios, no sabe en qué gastará las horas la próxima semana cuando la pantalla del ordenador se canse de tanta oferta de empleo deprimente. Incertidumbre. El emprendedor que se tira al mar y busca financiación para su proyecto no encuentra cómo salir del ‘no’. Incertidumbre. Aquel tipo de la esquina, despedido con 55 años después de trabajar veinte en la misma empresa, no sabe cómo enfrentarse a un mercado laboral que inexplicablemente lo excluye. Incertidumbre. La incertidumbre siempre ha existido pero hoy es más cierta que nunca. Es difícil encontrar salida en una habitación que como puerta tiene un hueco de veinte centímetros de largo por treinta de ancho.
![[Img #5543]](upload/img/periodico/img_5543.jpg)
Adentrarse entre la niebla. El futuro consistirá en intentar ver el camino con claridad. Tanto desde el punto de vista general, la Unión Europea y España, como particular. Aunque la tarea es complicada, y posiblemente larga, es una oportunidad para poner las bases sólidas que consigan que la historia no se vuelva a repetir. Lo más difícil en este ring de boxeo es no tirar la toalla y, una vez vencido el combate, no olvidar los hechos que nos colocaron frente a este cruel paso del tiempo. Se conseguirá, se conseguirá…se puede hablar a través de la ingenuidad. No hay duda, la primera parte se cumplirá. La incertidumbre que impregna las previsiones económicas algún día se reducirá. La segunda parte, la cualidad de no olvidar, no se cumplirá. Ya hay personas, como estamos viendo diariamente, que han olvidado el inicio de la crisis antes de que esta concluya.
El etílico músico algún día volverá a tocar con un instrumento en perfectas condiciones. Volveremos a bailar. La niebla, aunque siempre presente, será percibida más tenuemente y nuestros pasos dejarán de moverse al borde del precipicio. Sólo espero que al músico, en estos próximos meses, no le dé por probar drogas más duras. No está claro que pueda contenerse.