Luis Miguel Suárez Martínez
Domingo, 06 de Diciembre de 2020

El otro sueño de Luis Alberto de Cuenca

Luis Alberto de Cuenca, EL OTRO SUEÑO. Edición de Julio Vélez Sáinz, Madrid, Reino de Cordelia, 2020, 117 pp.

 

 

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La Biblioteca de Luis Alberto de Cuenca de la editorial Reino de Cordelia publica en su quinto volumen —el cuarto de su obra poética, pues el anterior incluía las Canciones completas al cuidado de Carlos Iglesias Díez— El otro sueño. Con este poemario aparecido en 1987 su autor corroboraba la línea iniciada dos años antes en La caja de plata, del que puede considerarse incluso una continuación, en especial de su última parte, ‘La brisa de la calle’. De hecho, el propio poeta en alguna edición de su obra reunida llegó a fundirlos en un solo libro. Quedaba así definida la “línea clara” que desde entonces caracterizaría su poesía.

 

Este nuevo volumen, al cuidado de Julio Vélez Sáinz, va precedido de un prólogo titulado «“La que viene de lejos”. Una poética de la ensoñación» (pp. 11-36). En la primera parte (pp. 11-25) se plantea el punto de partida de todo el libro: “Se trata de un abanico de poemas que, aunque toque todos los palos, mantiene una concepción unitaria: una especie de poética de la ensoñación” (p. 11). Tras señalar algunos precedentes (clásicos, medievales…) de esa poética analiza brevemente las distintas manifestaciones del sueño en los poemas. En la segunda parte del prólogo, ‘Una fiesta: contornos pop y culturalistas’ (pp. 25-36), examina las tradiciones cultas y populares que se funden en El otro sueño, deteniéndose en una de sus composiciones clave, la que lo cierra, ‘La fiesta’ (p. 117), que constituye, en palabras de Julio Vélez, una “mojiganga clasicista y posmoderna” (p. 34).

 

Lo cierto es que con este libro parecía marcar el distanciamiento definitivo de su poesía juvenil, que había tenido en Elsinore (1972) su expresión más radical. El distanciamiento era ostensible tanto en la forma —despojada del irracionalismo, del barroquismo expresivo y de la acumulación culturalista anteriores— como en el tono, ahora irónico, distanciado y optimista (en este último sentido, se acuñó para definirlo el calificativo de “matinal”). Sin duda alguna, la nueva fórmula, que fundía de manera original clasicismo y modernidad, certificaba que el poeta había encontrado definitivamente su voz propia.

 

Entre las treinta composiciones que integran El otro sueño se incluye algunas de las más conocidas y afamadas del autor: ‘Julia’ (pp. 49-50), ‘Soneto del amor atómico’ (pp. 53-54) —en la princeps ‘El poeta a su amada para que no le tire bombas’—, ‘Soneto del amor de oscuro’ (pp. 55-56) —en la primera edición ‘El poeta a su atracadora, pidiéndole que vuelva sucintamente vestida de negro’—, ‘Rita’ (p. 67), y sobre todo ‘La malcasada’ (pp. 69-70). Su apuesta por la claridad expresiva no implicaba, sin embargo, una renuncia a la inspiración culta que siempre había estado en la raíz su poesía… Así, a lo largo de estos poemas, que formalmente se adaptaban a un molde heredero del epigrama helenístico, resonaban ecos de Bécquer, Manuel Machado, Lorca, Lope de Vega, etc. De ese modo transformaba exitosamente el culturalismo externo y ostentoso de su primera etapa en una suerte de culturalismo interno.

 

A pesar de la aceptación de la nueva fórmula, que convirtió a De Cuenca en poeta de referencia para los más jóvenes, no faltaron tampoco en su momento ciertos reparos de detalle a El otro sueño, unos de carácter ideológico —por poemas como ‘Julio Martínez Mesanza’ (pp. 73-74), ‘El crucifijo de los invasores’ (p. 103), ‘España’ (p. 105)— y otros de carácter estético, por ejemplo, por el kavafismo de ‘Caída de Bizancio en poder de los godos (380 A. D.)’ (p. 97). Se trataba en este último caso de un culturalismo mínimo y ucrónico, pero el menor atisbo culturalista parecía considerarse entonces una reminiscencia de la estética novísima, y como tal reprobable. Era el signo de los nuevos tiempos, en los que una nueva línea realista y urbana había impuesto de manera clara su predominio en la poesía española de la segunda mitad de los ochenta. Con ella enlazaba también, con una modulación más personal, la ‘línea clara’ del poeta madrileño.

 

Esta nueva edición exenta del El otro sueño pone al día también el texto, pues incorpora las diversas correcciones —no muy numerosas y, en general, poco significativas— que el poeta ha ido realizando a lo largo de las más de tres décadas transcurridas desde su primera aparición. Las más reconocibles son algunos cambios de títulos, a los que ya nos hemos referido. Pero, entre otras modificaciones de menor calado, no deja de llamar la atención ese verso cuarenta de ‘Hoy he tenido un sueño con amigos’ (pp. 79-81), una vez más  corregido desde la última edición de Los mundos y los días, que se revela como uno de los versos más indómitos del autor, a juzgar por las innumerables variantes que acumula.

 

No cabe duda de que El otro sueño es un poemario fundamental en la obra de Luis Alberto de Cuenca. Ciertamente, por un lado, consagraba una fórmula personal ya inconfundible. Y, por otro, servía para cerrar el ciclo inicial —el de juventud— de su ‘línea clara’, pues el distanciamiento ahora tan ostensible de su primera poesía tenderá a aminorarse en sus siguientes libros, que marcarán el ciclo de madurez. 

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