Literatura venezolana en vuelo rasante (III)
Chavistas y allegados. El ensayo    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        			        			        			        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        			        			        			        			        	
                                
                    			        			        
        
                
        
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Un inciso necesario debe ser la literatura en el campo santo del chavismo. Luego del arribo del chavismo al poder su prioridad primera fue la creación de un partido de masas, que a larga operaría como una fábrica de obsecuentes con el régimen chavista. Este partido era una especie de Caballo de Troya (si me permiten en el percudido tópico) y en él se introdujeron todos los militantes de esos otros partidos agonizantes, tanto de la derecha como de la izquierda, que se habían rifado las cuotas de poder, indistintamente, durante bastante años.
 
A este grueso grupo de vividores de partidos se unió la tropa de guerrilleros ortodoxos derrotados que vieron su oportunidad de revancha y venganza. Este caballo era halado, puertas adentro de la mal parapetada Democracia, por los militares, que por fin harían sus grandes negociados a costa del Estado. Dentro ya de las entrañas del enemigo comenzó su destrucción sistematizada. No implantas un nuevo sistema político si antes no vuelves polvo cósmico el existente.
 
Poco a poco el chavismo desmanteló las instituciones democráticas, destruyó los aparatos productivos y aniquiló las industrias del aluminio y la gran petrolera estatal. En esto de volver añicos al país han sido exitosos y como los cerdos de la granja orwelliana ha destruido todo. Para hacer todo esto más comprensible Ana García Julio en su texto Entre la novedad y la fractura: una aproximación al campo literario venezolano en la década de 2000 escribe: “A partir de 1999 y hasta mediados de la década siguiente, Venezuela vivió acontecimientos de gran trascendencia histórica; algunos ajenos a la voluntad humana, como el deslave que arrasó con buena parte del estado Vargas en 1999; y otros, no menos graves a la larga, como consecuencia de las acciones de los operadores políticos: la elección de una Asamblea Constituyente y la redacción de un nuevo texto constitucional, también en 1999; el paro nacional de 2001, convocado por la Confederación Nacional de Trabajadores de Venezuela y Fedecámaras, en protesta por la promulgación de un conjunto de leyes relacionadas con la administración de tierras; el paro de 2002-2003, al que se sumó la industria petrolera y que culminó con un fallido golpe de Estado; el referéndum revocatorio de 2004 y los eventos electorales de 2005 y 2006. A esta convulsión siguió una estabilidad no exenta de tensiones y una polarización en aumento entre bandos políticos, que llegó a terrenos de la cotidianidad privada”.
 
Como es lógico la cultura y el arte va sufrir este desmantelamiento sistemático. García Julio acota que “todo lo construido en el pasado prerrevolucionario –instituciones, autoridades, modelos de gestión cultural, e incluso, creadores y obras– se consideraba ‘elitesco’, en claro contraste con la opción encarnada en el poder vigente, que planteaba ‘democratizar’ la creación, difusión y acceso a la cultura en todas sus modalidades”. Por supuesto artistas, escritores, poetas y todo camaleón cultural eligió su bando respectivo y comenzó una guerra silenciosa de desplazamientos y resistencia.
 
Un fenómeno real es que en las primeras de cambio el nuevo gobierno de los cerdos, perdón de los chavistas, asumieron el desarrollo editorial. Crearon una editorial, a la cultura le dieron un rango de ministerio y trató de descentralizar la actividad cultural hacia los estados. Creó concursos, revistas y abrió las puertas editoriales a un sin fin de autores que se arrastraban en las sombras de las gavetas. Se publicó mucho. Y los escritores y poetas proliferaron como moscas. Por eso en esta masificación de autores surgieron buenos escritores, pero de igual modo se publicaron muchos libros chatarras, a todo esto se le adosaba edición de libros a bajo costo y la recuperación de las librerías del gobierno que abrieron sus puertas en casi veintantos estados. A esto se le añadían las imprentas regionales, cuya función sería la de editar a esos autores subterráneos de los distintos estados del país.
 
En este delirio editorial se editó la novela Los Miserables de Víctor Hugo en tres tomos; libro que se distribuyó de manera gratuita en las plazas de muchas ciudades del país. De igual modo editó una versión mutilada del Quijote con prólogo de José Saramago.
 
Este estallido de libros y autores desembocó en eso que se llamó La Basuratura, pero que ya se escribía mucho antes de que los chavistas la publicaran en cantidades industriales. El panfleto contra esa literatura de pacotilla fue escrito por Chevige Guayke y estaba repleto de comentarios incendiarios: “…hay escritores que sólo escriben sobre los Relámpagos del Catatumbo, que sólo escriben sobre paisajes, sobre vainas que no los comprometan, sobre vainas que no vayan a dañar su imagen, sobre vainas que no compliquen su vida, sobre vainas barrocas, sobre vainas muy lindas, sobre vainas muy decentes, sobre vainas muy pacíficas, sobre vainas muy mariconas, porque son unos escritores sin cojones, porque son unos escritores serviles, porque son unos escritores deslechados, porque son unos escritores que sólo piensan en su gloria, en su inmortalidad, en su currículum inmaculado, y su literatura es todo un compendio de complacencias…”
 
 
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En estas euforias iniciales también se trató de constituir La red de escritores de Venezuela. En varias oportunidades se hicieron buenas plenarias de escritores de todas las tendencias políticas. Jóvenes, viejos, consagrados y resabiados escritores participaron en estos encuentros. Pero no se llegó a nada debido a que sólo querían un brazo intelectual prochavista e incluso querían que se llamara Red de escritores socialistas de Venezuela. Durante el poco tiempo que funcionó editó una revista y se impartieron algunos talleres, pero cuando escritores y poetas se percataron que sólo eran tontos útiles de politicastros de oficio, metidos en la burocracia cultural, salieron en estampida. Los vestigios del naufragio de dicha red anda por ahí perdida en el limbo de la Internet.
 
Se editaron, cuando todavía había papel, dos sendas antologías poéticas: Palabras en confluencias, cincuenta y un poetas venezolanos modernos y Amanecieron de bala. Hay un texto del poeta Ramón Ordaz titulado Desvíos y extravíos en la actual poesía venezolana, que analiza en detalle el significado de ambas antologías. En un aparte de dicho texto se puede leer: “Ocurre que mientras más publican a pseudo poetas, a rimadores, a escribidores, debido a la palabra en descenso y a la brusca caída del buen decir en nuestra lengua, la media docena de poetas oficiales se sienten con derecho a pontificar desde el reino intangible del premio y la gloria transitoria que ostentan. Que la demagogia y el oportunismo de un político los cite en la tribuna pública, es para ellos la consagración definitiva. De esta manera se han repartido entre ellos premios nacionales y regionales, aparecen como eternos jurados de los concursos literarios, se canjean anualmente una codiciada agenda de viajes al exterior, gozan de las milagrosas canonjías, se editan y reeditan hasta el descaro sus libros, sacan del cajón de sastre sus intentos fallidos de escritura, retazos de poemas trasnochados y tienen el santo brío de publicarlos en las imprentas del Estado como pulquérrima donación espiritual al pueblo”.
 
El saldo final es que ya no editan revistas literarias, las librerías son sólo depósitos de estantes vacíos, polvo y telarañas. Los premios literarios aupados por el régimen se han desprestigiado tanto que ya lo escritores no los necesitan, sino que es todo lo contrario: los premios necesitan a los escritores. Pero este desaguisado cultural está lejos de terminar.
 
*  *  *
 
Como ensayista emblema elegiré a un borroso fraile franciscano llamado Juan Antonio Navarrete (1749-1814), quien dejó algunos libros[i] manuscritos en la que su autor nos descubre, a través de una bella caligrafía, un universo de erudición extravagante. Hoy una mínima parte de esos libros reposa en la sección de libros raros de la Biblioteca Nacional. Blas BruniCelli[ii], que fue un estudioso con una de las mentes mejor organizada de nuestras letras, presenta una edición crítica y exhaustiva de Arca de Letras y Teatro Universal, libro que ha fascinado a José Balza: “…sencillamente, alucinante. Clasificaciones borgianas, diccionarios que remiten a lo imposible, exactitud y fantasía, conocimientos, curiosidad sexual: todo vibra con nerviosa prisa: el fraile apunta la vida, es decir, sus ideas, y carece de tiempo para desarrollarlas, porque la realidad y su propia psique ya le imponen otras novedades. Y sin embargo todo está hondamente meditado, ordenado. La fragilidad  de lo profundo”. Otra cualidad de Navarrete como escritor es que juega con la escritura. En el segundo tomo del libro hay dos libros que tienen el juego como eje y hacen que el lector se convierta en un participante activo. Navarrete escribió: “Yo no escribo sino para mi utilidad. Quémese todo después de mi muerte, que así es mi voluntad en este asunto; no el hacerme autor o escritor para otros”. Un adelantado, para que agregar más. 
 
Paulette Silva Beauregard Profesora e investigadora de la Universidad Simón Bolívar. Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela. Realizó la Maestría en Literatura Latinoamericana (1991). Su libro Las tramas de los lectores. Estrategias de la modernización cultural en Venezuela. Es una pesquisa sobre esa sacralización del libro en el siglo XIX; libro profundo y de gran belleza estilística.
 
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Julio Rafael Silva Sánchez Historiador, ensayista, narrador, profesor universitario de postgrado. Premio Nacional de Ensayo.
 
Enriqueta Arvelo Larriva Unellez (1988), Premio Nacional de Crónicas Literarias Centro Nacional del Libro Red de Escritores de Venezuela (2008).
 
Mariana Libertad Suárez Doctora en Filología hispánica y Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Desde finales de los años noventa, se ha dedicado al estudio del pensamiento feminista y la literatura latinoamericana escrita por mujeres. Entre sus publicaciones destacan: Sin cadenas, ni misterios: representaciones y autorrepresentaciones de la intelectual venezolana 1936-1948 (2009); La loca inconfirmable: apropiaciones feministas de Manuela Sáenz (2014), A través de su obra ensayística y de investigación ha tratado de visibilizar a un conjunto de autoras y escritoras que fueron como borradas de las antologías y de la histografía de la literatura nacional.
 
Diana Gámez Licenciada en Letras por la UCV. Maestría en Historia de Venezuela por la UC. Profesora de la. UNEG. Además es periodista, locutora y columnista. Ha sido conductora y productora de varios programas radiales. También es promotora cultural y una articulista de garra y fervor inteligente. Su libro Para más (re)señas se pasea por los temas más diversos. Plenos de humor  y de una exquisita y cuidada prosa acerca al lector a ese universo de cultura como hecho sociológico y como estética.
 
Mirla Alcibíades es una de esas ensayistas polifónicas, una investigadora implacable y acuciosa. Libros como Publicidad, comercialización y proyecto editorial de la empresa de cigarrillos El Cojo (1997), La heroica aventura de construir una república (2004), Periodismo y literatura en Concepción Acevedo de Tailhardat (2006), Ensayos y polémicas literarias venezolanas (2007), entre otros, hablan de su visión de revalorar/actualizar el pasado mediante esos hechos relevantes de la cultura y la literatura.
 
Diego Rojas Ajmad ensayista, profesor e investigador. Su libro Mundos de tinta y papel, la cultura del libro en la Venezuela colonial. Es una pesquisa de ratón de biblioteca; especie de mapa para ubicar al libro y su impronta para perfilar las líneas maestras de un país que buscaba su afirmación como nación.
 
María Narea Porte. Poeta, narradora y actriz. Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Central de Venezuela, 1981. Su libros de ensayos: Pedro Emilio Coll, un excéntrico del Hamlet Club (1999). Diez al azar, antología periférica de la nueva poesía venezolana (2002). Hemisferio Imposible (2006). Su discurso ensayístico se pasea por el escrito argumentativo libre y la crítica literaria.
 
 
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Juan Martins Poeta y dramaturgo. Crítico teatral. Editor. Destacado con varios premios. Su libro Novelas son nombres, ensayos inexactos, le permite explorar el género ensayístico. Conformado por 8 ensayos que descienden hasta los subterráneos de  la escritura de autores con estilos diversos (Paul Auster, Roberto Bolaño, Amos Oz, Enrique Vila-Matas, Amélie Nothomb, Alberto Hernández, Pola Oloixarac y John Maxwell Coetzee). Escritores pertenecientes a diferentes geografías, pero que tienen en común una escritura que se mueve un poco al margen de los moldes tradicionales y las etiquetas sumarias, a las que son proclives los críticos y los redactores de tesis.
 
Ángel Romero Cabrera, se le conoció por su heterónimo de guerra como ‘Romerito’. Docente, cronista, fundador-presidente de la Casa de la Cultura María Cova Fernàndez, y Presidente también de la Asociación de Cronistas del Estado Bolívar, colaborador de la revista ‘Cuadernos de la memoria’  coordinada por el poeta Pedro Suárez y defensor del patrimonio cultural de Guayana. Diana Gámez escribe: “Romerito tenía exacta conciencia del valor del documento, de la palabra escrita, de lo impreso, del testimonio oral vertido en negro sobre blanco para paliar la devastación del olvido”.
 
Leopoldo Villalobos fue un reconocido comunicador social egresado de la Universidad Central de Venezuela, desde joven manifestó interés por la historia del estado Bolívar, por lo que hizo importantes investigaciones y entrevistas que posteriormente fueron reflejadas en los medios de circulación regional y nacional de la época. Fue durante bastante tiempo cronista emérito, de Ciudad Guayana. Escribió la letra del Himno de Gusipati, su tierra natal. La primera impresión que se tiene al leer las crónicas de Leopoldo Villalobos, es que este curtido periodista trabaja la prosa periodística con exacto malabarismo literario y algunos arcaísmos, herencia de la vieja escuela del escribir bien; escritura muchas veces austera, que va a lo suyo con enorme pericia y una buena proporción de cultura. Su actitud ante el quehacer de escritura posee un componente comunicacional subrayado de cordialidad, sabiduría y vitalidad.
 
Rafael Victorino Muñoz Narrador, ensayista y profesor. Ha publicado los relatos: Pre-textos (1996), Alba para dos ciegos y otras maniobras (1997), Relatos (2004), Retablos (2006), así como los ensayos: Notas y digresiones (2000) y Compás mayor (2009). Su libro Apuntes de sobremesa (2011), es una compilación de ensayistas del siglo XX, en la confluyen distintas maneras de abordar el ensayo.
 
 
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Rafael Rattia Poeta y ensayista. Licenciado en Historia. Escritor de ensayos y articulista incansable de revistas y periódicos.
 
José Carlos de Nóbrega (Caracas, 1964). Narrador, ensayista y traductor. Es licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura. Culminó la maestría de Literatura Latinoamericana de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Ha publicado los ensayos: Sucre, una lectura posible, Textos de la prisa (1996), Derivando a Valencia a la deriva. Escrutadores de almas esquivas. A bonustrack de ensayos dispersos sobre literatura venezolana (2018) y El Anticanon literario de Carabobo(2018).
 
Pedro Téllez ensayista, médico y psiquiatra. Fue miembro del equipo de redacción de las revistas Poesía y La tuna de oro, ambas de la Universidad de Carabobo; de la última también fue director. Ha escrito Añadir comento (1991), Fichas y remates (1998), Tela de araña (1999), La última cena del ensayo (2005), Un naipe en el camino de El Dorado (2007), Elogio en cursiva del Libro de Bolsillo (2014), Valencia-Sulaco (2019) todos de ensayo.
 
En nuestro país el ensayo ha tenido excepcionales autores. No obstante es un ensayo sometido al corsé académico o de la escritura políticamente correcta para ocupar su espacio en los suplementos culturales y las revistas arbitradas. Se da el caso de algunos ensayistas que intentaron escribir novelas y cuentos (a veces es el otro lado de la moneda y entonces poetas y novelistas se desdoblan en impecables ensayistas, pienso en Montejo, Oliveros o Luis Brito García) como tratando de salir del anonimato el cual los hundió el ensayo. Los más arriesgados intentan escribir poesía. Se asegura que al ensayo van los incompetentes del verso o la narración. No obstante el ensayo requiere de otra ingeniería estilística para que una página se convierta en un cielo estrellado. Se necesita mucha lectura, escepticismo en grandes dosis y un caradurismo a lo Bacon. De allí que comparta lo escrito por Pedro Téllez para definir el ensayo: “Judas como Mesías. Salir con blancas o con negras; elogiar a los caníbales, ironía por delante; la escritura ensayística nada contra la corriente o no es nada. Ese esfuerzo necesario, adicional, lo aporta un lector particular, el lector de ensayos. En la lectura ensayística se da un paso más allá del sentido común; o como en el ajedrez, se trata de ver una jugada más que el adversario”.
 
En lo personal creo que el ensayo debe asumir el rol de invitado indeseable, de ese personaje irrespetuoso que dice lo más inoportuno en el momento más desgarrador, de ese aguafiestas que en el instante más lúgubre y solemne cuenta un chiste (y de paso malo). El ensayo desde ese margen pagano, desde esa orilla maldita de la acera para saltar e ir siempre en contra, sea lo que sea que forme parte de la discusión, o aquello que sea el epicentro de la disputa.
 
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Un ensayo no es un artículo de opinión a pesar que sea una isla rodeada de opiniones por todas partes, no es una crónica aunque busque ordenar la vida (o las lecturas) de manera cronológica; tampoco es una reseña de libro a pesar que las citas de otros escritores cuelgan de todas partes, mucho menos es una columna de prensa a pesar su verticalidad discursiva; por supuesto no es un cuento a pesar de relatar a veces esas formas sobrantes de vivir literariamente y menos que menos es una novela aunque desfilen por sus párrafos personajes de todo tipo. En suma que el ensayo es ideal para ese vuelo sin motor que planea sobre cualquier tema de manera torcida sin hacer distinciones entre lo superficial y lo profundo, cuidando siempre esa subjetividad interesada y movida por los caprichos más conspicuos. Que el ensayo sea un cóctel  estrambótico y que se apegue a eso escrito por Michel de Montaigne: “Digo libremente mi opinión sobre cualquier cosa, y aún sobre aquella que supera tal vez mi capacidad y que de ninguna manera considero de mi jurisdicción. Cuanto opino, lo opino además para declarar la medida de mi vista, no la medida de las cosas”.
 
 
 
[i] Si nos atenemos a las frecuentes citas que de sus propias obras Navarrete hace en el Arca, debió haber escrito no menos de 30 libros más. De todos ellos han llegado hasta nosotros sólo dos: el Arca de Letras y el Cursus Philosophicus, que él mismo había clasificado respectivamente como tomo 7 y tomo 14 de sus Obras. Otra de sus pequeñas piezas, la Novena de Santa Efigenia nos ha llegado editada en Caracas en 1851. Todas las demás obras están hasta ahora perdidas. Su obra, Urna Scholastica, philosophica, theologicaque doctrina compectens, Manuscrito, 4®., 1793, figuraba todavía bajo el N® 6.818 en el Catálogo de la Biblioteca Nacional, pág. 203, que se hizo en 1875, bajo la dirección de Adolfo Ernst. Este último libro no está hoy en los fondos de nuestra Biblioteca Nacional.
 
[ii] A mediados de la década de los 60, cuando el Profesor José Antonio Calcaño, de muy grata recordación, se incorporó a la Academia Nacional de la Historia, solíamos conversar extensamente antes o después de las Juntas. (…) Un día le pregunté el porqué la edición que él había dirigido del Arca de Letras y Teatro Universal del Fray Juan Antonio Navarrete, la había presentado incompleta y con muy pocos comentarios. La respuesta no se hizo esperar y recuerdo sus palabras más o menos textuales, dichas con sincera humildad: esta es una edición muy compleja, dada la multitud y variedad de temas que se abordan en la obra; a ello se agrega la profusión de citas bíblicas y latinas, la tremenda bibliografía citada y la inmensa información sobre temas de la antigu?edad. Recuerdo que después de una breve pausa, agregó: estoy de acuerdo en que Navarrete debe editarse completo y con un aparato crítico exhaustivo. La persona que creo que lo puede y debe hacer es Ud”.
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                                                                            	
                                        
                                                                                                                                                                                                    
    
    
	
    
![[Img #52545]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2021/181_navarrete.jpg)
Un inciso necesario debe ser la literatura en el campo santo del chavismo. Luego del arribo del chavismo al poder su prioridad primera fue la creación de un partido de masas, que a larga operaría como una fábrica de obsecuentes con el régimen chavista. Este partido era una especie de Caballo de Troya (si me permiten en el percudido tópico) y en él se introdujeron todos los militantes de esos otros partidos agonizantes, tanto de la derecha como de la izquierda, que se habían rifado las cuotas de poder, indistintamente, durante bastante años.
A este grueso grupo de vividores de partidos se unió la tropa de guerrilleros ortodoxos derrotados que vieron su oportunidad de revancha y venganza. Este caballo era halado, puertas adentro de la mal parapetada Democracia, por los militares, que por fin harían sus grandes negociados a costa del Estado. Dentro ya de las entrañas del enemigo comenzó su destrucción sistematizada. No implantas un nuevo sistema político si antes no vuelves polvo cósmico el existente.
Poco a poco el chavismo desmanteló las instituciones democráticas, destruyó los aparatos productivos y aniquiló las industrias del aluminio y la gran petrolera estatal. En esto de volver añicos al país han sido exitosos y como los cerdos de la granja orwelliana ha destruido todo. Para hacer todo esto más comprensible Ana García Julio en su texto Entre la novedad y la fractura: una aproximación al campo literario venezolano en la década de 2000 escribe: “A partir de 1999 y hasta mediados de la década siguiente, Venezuela vivió acontecimientos de gran trascendencia histórica; algunos ajenos a la voluntad humana, como el deslave que arrasó con buena parte del estado Vargas en 1999; y otros, no menos graves a la larga, como consecuencia de las acciones de los operadores políticos: la elección de una Asamblea Constituyente y la redacción de un nuevo texto constitucional, también en 1999; el paro nacional de 2001, convocado por la Confederación Nacional de Trabajadores de Venezuela y Fedecámaras, en protesta por la promulgación de un conjunto de leyes relacionadas con la administración de tierras; el paro de 2002-2003, al que se sumó la industria petrolera y que culminó con un fallido golpe de Estado; el referéndum revocatorio de 2004 y los eventos electorales de 2005 y 2006. A esta convulsión siguió una estabilidad no exenta de tensiones y una polarización en aumento entre bandos políticos, que llegó a terrenos de la cotidianidad privada”.
Como es lógico la cultura y el arte va sufrir este desmantelamiento sistemático. García Julio acota que “todo lo construido en el pasado prerrevolucionario –instituciones, autoridades, modelos de gestión cultural, e incluso, creadores y obras– se consideraba ‘elitesco’, en claro contraste con la opción encarnada en el poder vigente, que planteaba ‘democratizar’ la creación, difusión y acceso a la cultura en todas sus modalidades”. Por supuesto artistas, escritores, poetas y todo camaleón cultural eligió su bando respectivo y comenzó una guerra silenciosa de desplazamientos y resistencia.
Un fenómeno real es que en las primeras de cambio el nuevo gobierno de los cerdos, perdón de los chavistas, asumieron el desarrollo editorial. Crearon una editorial, a la cultura le dieron un rango de ministerio y trató de descentralizar la actividad cultural hacia los estados. Creó concursos, revistas y abrió las puertas editoriales a un sin fin de autores que se arrastraban en las sombras de las gavetas. Se publicó mucho. Y los escritores y poetas proliferaron como moscas. Por eso en esta masificación de autores surgieron buenos escritores, pero de igual modo se publicaron muchos libros chatarras, a todo esto se le adosaba edición de libros a bajo costo y la recuperación de las librerías del gobierno que abrieron sus puertas en casi veintantos estados. A esto se le añadían las imprentas regionales, cuya función sería la de editar a esos autores subterráneos de los distintos estados del país.
En este delirio editorial se editó la novela Los Miserables de Víctor Hugo en tres tomos; libro que se distribuyó de manera gratuita en las plazas de muchas ciudades del país. De igual modo editó una versión mutilada del Quijote con prólogo de José Saramago.
Este estallido de libros y autores desembocó en eso que se llamó La Basuratura, pero que ya se escribía mucho antes de que los chavistas la publicaran en cantidades industriales. El panfleto contra esa literatura de pacotilla fue escrito por Chevige Guayke y estaba repleto de comentarios incendiarios: “…hay escritores que sólo escriben sobre los Relámpagos del Catatumbo, que sólo escriben sobre paisajes, sobre vainas que no los comprometan, sobre vainas que no vayan a dañar su imagen, sobre vainas que no compliquen su vida, sobre vainas barrocas, sobre vainas muy lindas, sobre vainas muy decentes, sobre vainas muy pacíficas, sobre vainas muy mariconas, porque son unos escritores sin cojones, porque son unos escritores serviles, porque son unos escritores deslechados, porque son unos escritores que sólo piensan en su gloria, en su inmortalidad, en su currículum inmaculado, y su literatura es todo un compendio de complacencias…”
![[Img #52541]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2021/6778_descarga.jpg)
En estas euforias iniciales también se trató de constituir La red de escritores de Venezuela. En varias oportunidades se hicieron buenas plenarias de escritores de todas las tendencias políticas. Jóvenes, viejos, consagrados y resabiados escritores participaron en estos encuentros. Pero no se llegó a nada debido a que sólo querían un brazo intelectual prochavista e incluso querían que se llamara Red de escritores socialistas de Venezuela. Durante el poco tiempo que funcionó editó una revista y se impartieron algunos talleres, pero cuando escritores y poetas se percataron que sólo eran tontos útiles de politicastros de oficio, metidos en la burocracia cultural, salieron en estampida. Los vestigios del naufragio de dicha red anda por ahí perdida en el limbo de la Internet.
Se editaron, cuando todavía había papel, dos sendas antologías poéticas: Palabras en confluencias, cincuenta y un poetas venezolanos modernos y Amanecieron de bala. Hay un texto del poeta Ramón Ordaz titulado Desvíos y extravíos en la actual poesía venezolana, que analiza en detalle el significado de ambas antologías. En un aparte de dicho texto se puede leer: “Ocurre que mientras más publican a pseudo poetas, a rimadores, a escribidores, debido a la palabra en descenso y a la brusca caída del buen decir en nuestra lengua, la media docena de poetas oficiales se sienten con derecho a pontificar desde el reino intangible del premio y la gloria transitoria que ostentan. Que la demagogia y el oportunismo de un político los cite en la tribuna pública, es para ellos la consagración definitiva. De esta manera se han repartido entre ellos premios nacionales y regionales, aparecen como eternos jurados de los concursos literarios, se canjean anualmente una codiciada agenda de viajes al exterior, gozan de las milagrosas canonjías, se editan y reeditan hasta el descaro sus libros, sacan del cajón de sastre sus intentos fallidos de escritura, retazos de poemas trasnochados y tienen el santo brío de publicarlos en las imprentas del Estado como pulquérrima donación espiritual al pueblo”.
El saldo final es que ya no editan revistas literarias, las librerías son sólo depósitos de estantes vacíos, polvo y telarañas. Los premios literarios aupados por el régimen se han desprestigiado tanto que ya lo escritores no los necesitan, sino que es todo lo contrario: los premios necesitan a los escritores. Pero este desaguisado cultural está lejos de terminar.
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Como ensayista emblema elegiré a un borroso fraile franciscano llamado Juan Antonio Navarrete (1749-1814), quien dejó algunos libros[i] manuscritos en la que su autor nos descubre, a través de una bella caligrafía, un universo de erudición extravagante. Hoy una mínima parte de esos libros reposa en la sección de libros raros de la Biblioteca Nacional. Blas BruniCelli[ii], que fue un estudioso con una de las mentes mejor organizada de nuestras letras, presenta una edición crítica y exhaustiva de Arca de Letras y Teatro Universal, libro que ha fascinado a José Balza: “…sencillamente, alucinante. Clasificaciones borgianas, diccionarios que remiten a lo imposible, exactitud y fantasía, conocimientos, curiosidad sexual: todo vibra con nerviosa prisa: el fraile apunta la vida, es decir, sus ideas, y carece de tiempo para desarrollarlas, porque la realidad y su propia psique ya le imponen otras novedades. Y sin embargo todo está hondamente meditado, ordenado. La fragilidad de lo profundo”. Otra cualidad de Navarrete como escritor es que juega con la escritura. En el segundo tomo del libro hay dos libros que tienen el juego como eje y hacen que el lector se convierta en un participante activo. Navarrete escribió: “Yo no escribo sino para mi utilidad. Quémese todo después de mi muerte, que así es mi voluntad en este asunto; no el hacerme autor o escritor para otros”. Un adelantado, para que agregar más.
Paulette Silva Beauregard Profesora e investigadora de la Universidad Simón Bolívar. Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela. Realizó la Maestría en Literatura Latinoamericana (1991). Su libro Las tramas de los lectores. Estrategias de la modernización cultural en Venezuela. Es una pesquisa sobre esa sacralización del libro en el siglo XIX; libro profundo y de gran belleza estilística.
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Julio Rafael Silva Sánchez Historiador, ensayista, narrador, profesor universitario de postgrado. Premio Nacional de Ensayo.
Enriqueta Arvelo Larriva Unellez (1988), Premio Nacional de Crónicas Literarias Centro Nacional del Libro Red de Escritores de Venezuela (2008).
Mariana Libertad Suárez Doctora en Filología hispánica y Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Desde finales de los años noventa, se ha dedicado al estudio del pensamiento feminista y la literatura latinoamericana escrita por mujeres. Entre sus publicaciones destacan: Sin cadenas, ni misterios: representaciones y autorrepresentaciones de la intelectual venezolana 1936-1948 (2009); La loca inconfirmable: apropiaciones feministas de Manuela Sáenz (2014), A través de su obra ensayística y de investigación ha tratado de visibilizar a un conjunto de autoras y escritoras que fueron como borradas de las antologías y de la histografía de la literatura nacional.
Diana Gámez Licenciada en Letras por la UCV. Maestría en Historia de Venezuela por la UC. Profesora de la. UNEG. Además es periodista, locutora y columnista. Ha sido conductora y productora de varios programas radiales. También es promotora cultural y una articulista de garra y fervor inteligente. Su libro Para más (re)señas se pasea por los temas más diversos. Plenos de humor y de una exquisita y cuidada prosa acerca al lector a ese universo de cultura como hecho sociológico y como estética.
Mirla Alcibíades es una de esas ensayistas polifónicas, una investigadora implacable y acuciosa. Libros como Publicidad, comercialización y proyecto editorial de la empresa de cigarrillos El Cojo (1997), La heroica aventura de construir una república (2004), Periodismo y literatura en Concepción Acevedo de Tailhardat (2006), Ensayos y polémicas literarias venezolanas (2007), entre otros, hablan de su visión de revalorar/actualizar el pasado mediante esos hechos relevantes de la cultura y la literatura.
Diego Rojas Ajmad ensayista, profesor e investigador. Su libro Mundos de tinta y papel, la cultura del libro en la Venezuela colonial. Es una pesquisa de ratón de biblioteca; especie de mapa para ubicar al libro y su impronta para perfilar las líneas maestras de un país que buscaba su afirmación como nación.
María Narea Porte. Poeta, narradora y actriz. Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Central de Venezuela, 1981. Su libros de ensayos: Pedro Emilio Coll, un excéntrico del Hamlet Club (1999). Diez al azar, antología periférica de la nueva poesía venezolana (2002). Hemisferio Imposible (2006). Su discurso ensayístico se pasea por el escrito argumentativo libre y la crítica literaria.
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Juan Martins Poeta y dramaturgo. Crítico teatral. Editor. Destacado con varios premios. Su libro Novelas son nombres, ensayos inexactos, le permite explorar el género ensayístico. Conformado por 8 ensayos que descienden hasta los subterráneos de la escritura de autores con estilos diversos (Paul Auster, Roberto Bolaño, Amos Oz, Enrique Vila-Matas, Amélie Nothomb, Alberto Hernández, Pola Oloixarac y John Maxwell Coetzee). Escritores pertenecientes a diferentes geografías, pero que tienen en común una escritura que se mueve un poco al margen de los moldes tradicionales y las etiquetas sumarias, a las que son proclives los críticos y los redactores de tesis.
Ángel Romero Cabrera, se le conoció por su heterónimo de guerra como ‘Romerito’. Docente, cronista, fundador-presidente de la Casa de la Cultura María Cova Fernàndez, y Presidente también de la Asociación de Cronistas del Estado Bolívar, colaborador de la revista ‘Cuadernos de la memoria’ coordinada por el poeta Pedro Suárez y defensor del patrimonio cultural de Guayana. Diana Gámez escribe: “Romerito tenía exacta conciencia del valor del documento, de la palabra escrita, de lo impreso, del testimonio oral vertido en negro sobre blanco para paliar la devastación del olvido”.
Leopoldo Villalobos fue un reconocido comunicador social egresado de la Universidad Central de Venezuela, desde joven manifestó interés por la historia del estado Bolívar, por lo que hizo importantes investigaciones y entrevistas que posteriormente fueron reflejadas en los medios de circulación regional y nacional de la época. Fue durante bastante tiempo cronista emérito, de Ciudad Guayana. Escribió la letra del Himno de Gusipati, su tierra natal. La primera impresión que se tiene al leer las crónicas de Leopoldo Villalobos, es que este curtido periodista trabaja la prosa periodística con exacto malabarismo literario y algunos arcaísmos, herencia de la vieja escuela del escribir bien; escritura muchas veces austera, que va a lo suyo con enorme pericia y una buena proporción de cultura. Su actitud ante el quehacer de escritura posee un componente comunicacional subrayado de cordialidad, sabiduría y vitalidad.
Rafael Victorino Muñoz Narrador, ensayista y profesor. Ha publicado los relatos: Pre-textos (1996), Alba para dos ciegos y otras maniobras (1997), Relatos (2004), Retablos (2006), así como los ensayos: Notas y digresiones (2000) y Compás mayor (2009). Su libro Apuntes de sobremesa (2011), es una compilación de ensayistas del siglo XX, en la confluyen distintas maneras de abordar el ensayo.
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Rafael Rattia Poeta y ensayista. Licenciado en Historia. Escritor de ensayos y articulista incansable de revistas y periódicos.
José Carlos de Nóbrega (Caracas, 1964). Narrador, ensayista y traductor. Es licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura. Culminó la maestría de Literatura Latinoamericana de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Ha publicado los ensayos: Sucre, una lectura posible, Textos de la prisa (1996), Derivando a Valencia a la deriva. Escrutadores de almas esquivas. A bonustrack de ensayos dispersos sobre literatura venezolana (2018) y El Anticanon literario de Carabobo(2018).
Pedro Téllez ensayista, médico y psiquiatra. Fue miembro del equipo de redacción de las revistas Poesía y La tuna de oro, ambas de la Universidad de Carabobo; de la última también fue director. Ha escrito Añadir comento (1991), Fichas y remates (1998), Tela de araña (1999), La última cena del ensayo (2005), Un naipe en el camino de El Dorado (2007), Elogio en cursiva del Libro de Bolsillo (2014), Valencia-Sulaco (2019) todos de ensayo.
En nuestro país el ensayo ha tenido excepcionales autores. No obstante es un ensayo sometido al corsé académico o de la escritura políticamente correcta para ocupar su espacio en los suplementos culturales y las revistas arbitradas. Se da el caso de algunos ensayistas que intentaron escribir novelas y cuentos (a veces es el otro lado de la moneda y entonces poetas y novelistas se desdoblan en impecables ensayistas, pienso en Montejo, Oliveros o Luis Brito García) como tratando de salir del anonimato el cual los hundió el ensayo. Los más arriesgados intentan escribir poesía. Se asegura que al ensayo van los incompetentes del verso o la narración. No obstante el ensayo requiere de otra ingeniería estilística para que una página se convierta en un cielo estrellado. Se necesita mucha lectura, escepticismo en grandes dosis y un caradurismo a lo Bacon. De allí que comparta lo escrito por Pedro Téllez para definir el ensayo: “Judas como Mesías. Salir con blancas o con negras; elogiar a los caníbales, ironía por delante; la escritura ensayística nada contra la corriente o no es nada. Ese esfuerzo necesario, adicional, lo aporta un lector particular, el lector de ensayos. En la lectura ensayística se da un paso más allá del sentido común; o como en el ajedrez, se trata de ver una jugada más que el adversario”.
En lo personal creo que el ensayo debe asumir el rol de invitado indeseable, de ese personaje irrespetuoso que dice lo más inoportuno en el momento más desgarrador, de ese aguafiestas que en el instante más lúgubre y solemne cuenta un chiste (y de paso malo). El ensayo desde ese margen pagano, desde esa orilla maldita de la acera para saltar e ir siempre en contra, sea lo que sea que forme parte de la discusión, o aquello que sea el epicentro de la disputa.
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Un ensayo no es un artículo de opinión a pesar que sea una isla rodeada de opiniones por todas partes, no es una crónica aunque busque ordenar la vida (o las lecturas) de manera cronológica; tampoco es una reseña de libro a pesar que las citas de otros escritores cuelgan de todas partes, mucho menos es una columna de prensa a pesar su verticalidad discursiva; por supuesto no es un cuento a pesar de relatar a veces esas formas sobrantes de vivir literariamente y menos que menos es una novela aunque desfilen por sus párrafos personajes de todo tipo. En suma que el ensayo es ideal para ese vuelo sin motor que planea sobre cualquier tema de manera torcida sin hacer distinciones entre lo superficial y lo profundo, cuidando siempre esa subjetividad interesada y movida por los caprichos más conspicuos. Que el ensayo sea un cóctel estrambótico y que se apegue a eso escrito por Michel de Montaigne: “Digo libremente mi opinión sobre cualquier cosa, y aún sobre aquella que supera tal vez mi capacidad y que de ninguna manera considero de mi jurisdicción. Cuanto opino, lo opino además para declarar la medida de mi vista, no la medida de las cosas”.
[i] Si nos atenemos a las frecuentes citas que de sus propias obras Navarrete hace en el Arca, debió haber escrito no menos de 30 libros más. De todos ellos han llegado hasta nosotros sólo dos: el Arca de Letras y el Cursus Philosophicus, que él mismo había clasificado respectivamente como tomo 7 y tomo 14 de sus Obras. Otra de sus pequeñas piezas, la Novena de Santa Efigenia nos ha llegado editada en Caracas en 1851. Todas las demás obras están hasta ahora perdidas. Su obra, Urna Scholastica, philosophica, theologicaque doctrina compectens, Manuscrito, 4®., 1793, figuraba todavía bajo el N® 6.818 en el Catálogo de la Biblioteca Nacional, pág. 203, que se hizo en 1875, bajo la dirección de Adolfo Ernst. Este último libro no está hoy en los fondos de nuestra Biblioteca Nacional.
[ii] A mediados de la década de los 60, cuando el Profesor José Antonio Calcaño, de muy grata recordación, se incorporó a la Academia Nacional de la Historia, solíamos conversar extensamente antes o después de las Juntas. (…) Un día le pregunté el porqué la edición que él había dirigido del Arca de Letras y Teatro Universal del Fray Juan Antonio Navarrete, la había presentado incompleta y con muy pocos comentarios. La respuesta no se hizo esperar y recuerdo sus palabras más o menos textuales, dichas con sincera humildad: esta es una edición muy compleja, dada la multitud y variedad de temas que se abordan en la obra; a ello se agrega la profusión de citas bíblicas y latinas, la tremenda bibliografía citada y la inmensa información sobre temas de la antigu?edad. Recuerdo que después de una breve pausa, agregó: estoy de acuerdo en que Navarrete debe editarse completo y con un aparato crítico exhaustivo. La persona que creo que lo puede y debe hacer es Ud”.






 
                        
                        
