Erudición y cultura
![[Img #52594]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2021/3559_0-copia.jpg)
De nuevo me viene a la mente una distinción que la vida me pone delante con demasiada frecuencia. La resumo brevemente. Entiendo por erudición el conocimiento de cosas, sean científicas, tecnológicas o literarias, y el saber manejar técnicas del tipo que sean. La cultura, en cambio, la concibo como un saber vivir humanamente, practicando unos valores socialmente constructivos y generando con ellos un mundo más vivible para todos.
Contando con esta distinción podemos descubrir en la vida cotidiana personas eruditas, pero que no son cultas, y personas cultas que no tienen conocimientos eruditos. También, claro está, hay quienes son eruditos y cultos, y, lamentablemente, quienes no son ni una cosa ni la otra, los que solemos denominar “tarugos”.
Si nos fijamos bien, podemos aplicar esta distinción a todas las situaciones que observamos cada día y descubrir quién tiende con su comportamiento hacia la cultura, hacia la creación un mundo mejor para todos, y quién pasa de tal intención y se contenta con hacer lo que le da la gana, pase lo que pase. Puede ser muy útil manejar estos conceptos, porque así más de un fantasmón puede revelarse como tal, y también más de un relegado a la nada social nos puede desvelar una buena dosis de humanidad, de cultura.
Pongamos algunos ejemplos. Conocí una vez a un profesor con un vastísimo conocimiento de las lenguas clásicas, especialmente del latín. En este terreno se podría decir que era un verdadero erudito. Sin embargo, tenía graves problemas con los alumnos: pocos lograban aprender latín y, consecuentemente, la mayoría suspendía. El profesor, por toda explicación de lo que ocurría, decía que a él le pagaban por exponer en clase, no por que el alumno se enterara de lo que exponía. Este erudito iba claramente a lo suyo: a cobrar, por encima de todo, y a cumplir el programa, pero no a dar las clases de manera eficaz y procurando que su labor produjese un mundo mejor para los alumnos. Era un erudito inculto.
Conocí, también en un pequeño pueblo de Andalucía, a un mecánico con escasos conocimientos eruditos. Sabía arreglar coches y no le interesaba demasiado el conocimiento de ninguna cosa más. Dada su pericia con los automóviles, sus servicios eran requeridos con mucho interés por todos. Alguno en el pueblo tenía todavía una mentalidad cercana al fascismo en el que había sido educado y ejercía, de hecho, de cacique. Este solía exigir al mecánico que le arreglara el automóvil antes que a los demás, prometiendo que le pagaría lo que fuese necesario. El mecánico, haciendo un alarde de arrestos y mostrando que creía en la igualdad de todos y en un mundo más justo, le decía que se pusiera en la cola, que su dinero valía igual que el del más pobre del pueblo. Dado que no había más mecánico que él en la zona, el cacique tenía que aceptar con mala cara el tener que aguardar su turno en la cola. El mecánico no pasaba por ser un erudito, salvo en el arreglo de coches. Sin embargo, en su actuación se mostraba como una persona culta.
Hoy tenemos, por desgracia, varios lamentables ejemplos de incultura alrededor del asunto de las vacunas contra el Covid-19. Así, a los cargos públicos, por el lugar que ocupan profesional o políticamente, se les supone un cierto nivel de conocimientos, de erudición, aunque esta les quede a un rimero de ellos excesivamente lejos. Sin embargo, algunos, como seres humanos, como ciudadanos demócratas y como supuestos creyentes en que las vidas de los seres humanos valen todas igual, independientemente del estatus que ocupen en la sociedad, dejan mucho que desear. Eso de vacunarse antes por ser quienes son, porque por sus cargos de servidores públicos se consideren más importantes que el público al que sirven, les deja en muy mal lugar ética, estética y culturalmente. El concepto de cultura tiene mucho que ver con el de cultivar, y estos seres humanos parecen ciertamente poco cultivados.
Me resulta descorazonador observar cómo en la actualidad, tanto en los planes de estudio como en las acciones educativas de muchas familias, parece mucho más importante generar eruditos capaces de ganar dinero que personas cultas que creen un mundo más humano. Así se va logrando que todo esté, cada vez más, embrutecido.
De nuevo me viene a la mente una distinción que la vida me pone delante con demasiada frecuencia. La resumo brevemente. Entiendo por erudición el conocimiento de cosas, sean científicas, tecnológicas o literarias, y el saber manejar técnicas del tipo que sean. La cultura, en cambio, la concibo como un saber vivir humanamente, practicando unos valores socialmente constructivos y generando con ellos un mundo más vivible para todos.
Contando con esta distinción podemos descubrir en la vida cotidiana personas eruditas, pero que no son cultas, y personas cultas que no tienen conocimientos eruditos. También, claro está, hay quienes son eruditos y cultos, y, lamentablemente, quienes no son ni una cosa ni la otra, los que solemos denominar “tarugos”.
Si nos fijamos bien, podemos aplicar esta distinción a todas las situaciones que observamos cada día y descubrir quién tiende con su comportamiento hacia la cultura, hacia la creación un mundo mejor para todos, y quién pasa de tal intención y se contenta con hacer lo que le da la gana, pase lo que pase. Puede ser muy útil manejar estos conceptos, porque así más de un fantasmón puede revelarse como tal, y también más de un relegado a la nada social nos puede desvelar una buena dosis de humanidad, de cultura.
Pongamos algunos ejemplos. Conocí una vez a un profesor con un vastísimo conocimiento de las lenguas clásicas, especialmente del latín. En este terreno se podría decir que era un verdadero erudito. Sin embargo, tenía graves problemas con los alumnos: pocos lograban aprender latín y, consecuentemente, la mayoría suspendía. El profesor, por toda explicación de lo que ocurría, decía que a él le pagaban por exponer en clase, no por que el alumno se enterara de lo que exponía. Este erudito iba claramente a lo suyo: a cobrar, por encima de todo, y a cumplir el programa, pero no a dar las clases de manera eficaz y procurando que su labor produjese un mundo mejor para los alumnos. Era un erudito inculto.
Conocí, también en un pequeño pueblo de Andalucía, a un mecánico con escasos conocimientos eruditos. Sabía arreglar coches y no le interesaba demasiado el conocimiento de ninguna cosa más. Dada su pericia con los automóviles, sus servicios eran requeridos con mucho interés por todos. Alguno en el pueblo tenía todavía una mentalidad cercana al fascismo en el que había sido educado y ejercía, de hecho, de cacique. Este solía exigir al mecánico que le arreglara el automóvil antes que a los demás, prometiendo que le pagaría lo que fuese necesario. El mecánico, haciendo un alarde de arrestos y mostrando que creía en la igualdad de todos y en un mundo más justo, le decía que se pusiera en la cola, que su dinero valía igual que el del más pobre del pueblo. Dado que no había más mecánico que él en la zona, el cacique tenía que aceptar con mala cara el tener que aguardar su turno en la cola. El mecánico no pasaba por ser un erudito, salvo en el arreglo de coches. Sin embargo, en su actuación se mostraba como una persona culta.
Hoy tenemos, por desgracia, varios lamentables ejemplos de incultura alrededor del asunto de las vacunas contra el Covid-19. Así, a los cargos públicos, por el lugar que ocupan profesional o políticamente, se les supone un cierto nivel de conocimientos, de erudición, aunque esta les quede a un rimero de ellos excesivamente lejos. Sin embargo, algunos, como seres humanos, como ciudadanos demócratas y como supuestos creyentes en que las vidas de los seres humanos valen todas igual, independientemente del estatus que ocupen en la sociedad, dejan mucho que desear. Eso de vacunarse antes por ser quienes son, porque por sus cargos de servidores públicos se consideren más importantes que el público al que sirven, les deja en muy mal lugar ética, estética y culturalmente. El concepto de cultura tiene mucho que ver con el de cultivar, y estos seres humanos parecen ciertamente poco cultivados.
Me resulta descorazonador observar cómo en la actualidad, tanto en los planes de estudio como en las acciones educativas de muchas familias, parece mucho más importante generar eruditos capaces de ganar dinero que personas cultas que creen un mundo más humano. Así se va logrando que todo esté, cada vez más, embrutecido.