David Bowie ll
![[Img #52615]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2021/4175_aidan-pulpoparasito-042.jpg)
Perdonad por el retraso: resulta que me quedé atrapado en mi juventud durante una semana. La comunidad de mi imaginación – los recuerdos están siempre confeccionados - está dotada de un amplio dispositivo de máquinas ‘quitanostalgias’, pero con la música nunca hay avisos previos.
El gran antropólogo de la virilidad McKinley Morganfield cantó en 1977 the blues had a baby and theynamedit rock and roll/los blues tuvieron un bebe y lo llamaron rock and roll, y el verso nos recuerda que el rock nace en Estados Unidos o, como diría WimWenders, el siglo veinte nace en ese país. Desde el jazz hasta el microondas. ¡Y mucho más! (Como bien saben Isabel Allende, Edward Snowden y Julian Assange, entre otros).
El rock británico es el producto y el resultado de la influencia musical americana más esa fascinante rama del capitalismo también procedente de EEUU: el consumo juvenil o la adolescencia con una paga semanal a cambio de dejar a los padres en paz.
Cuando yo era más joven - crecí entre Londres y Los Ángeles, culturalmente hablando, o entre la Bahía de Cochinos y la caída del Muro de Berlín en términos de efemérides - había dos iglesias, la del sueño y la del ensueño.
Todos los jueves para escapar del mundo real (el peligroso y el aburrido) había que asistir en el televisor al rito (como los paisanos con sus quinielas) de la cuenta atrás de los cuarenta principales. Por otra parte, yo no era muy creyente en el sentido fanático popular, ya que había crecido escuchando álbumes de todo tipo de género desde los Conciertos de Brandemburgo a The Dark Side Of The Moon. Los cuarenta, el mundo de los singles, era cosa de aficionados: yo ya había conocido a Dios de manera directa sin la ayuda de sus representantes terrenales, los singles y sólo aguantaba las citas televisadas casi obligatorias para estar al día (Londres, en esa época, le sacaba diez años a Irlanda) y por mi adicción a la curiosidad. Acudía al show de la BBC por si acaso. Me explico: con once años (1975) ya había tenido acceso a todos los discos (editados hasta la fecha, naturalmente) de Los Beatles, Los Rolling Stones y Bob Dylan. ¿Fui precoz? En absoluto. La suerte existe: las famosas circunstancias de Ortega, en mi caso, eran propicias por dos hechos muy poco metafísicos: un lugar concreto y una época determinante. Y la generosidad, a veces accidental, de mis amistades.
Cuando leo las biografías de mis cantantes preferidos encuentro anécdotas entre sus recuerdos juveniles con las que me identifico o en las que me reconozco. Por ejemplo, lo de coger la bicicleta y luchar contra el viento durante ocho kilómetros para ver una guitarra con doce cuerdas y, de paso, explorar la colección de discos de su dueño.
Me doy cuenta de que esta columna me está dando risa por una ironía de doble fila: por una parte, la podría haber titulado de otra manera para captar lectores no afines al mundo de David Bowie (¿Soy tonto? O ¿me está saliendo mi vieja alma roquera anárquica?), y por otra, estoy frustrando a los que sí están aquí… por no ir al grano. Así que saco provecho de la coyuntura y recurro a mi vena moralista: no se puede tener todo en esta vida… pero sí bastante si tienes una hora o dos libres, de manera habitual. Y de paso refuto a uno de los ingleses más prestigiosos de todos los tiempos, el lexicógrafo Samuel Johnson, quien afirmó que sólo un necio escribe sin cobrar. Yo escribo para no volverme necio. Es una droga sana.
Bowie editó 27 álbumes de estudio, o sea todo un vago al lado de Andrés Trapiello, y luego, por supuesto, tenemos las versiones grabadas en directo de sus canciones, según las interpretaciones de los músicos de los grupos que iba formando a lo largo de su trayectoria. Pero no voy a enrollarme porque no hay tiempo y porque está casi todo dicho por ahí.
Yo llegué un poco tarde a Bowie, con 13 años. Pero eso también fue una suerte. En la parte más temprana y dócil de la pubertad (11,12…o en términos reguetoneros de este siglo, 8 o 9) bastaba I want to hold your hand de Lennon y McCartney. Pero con Bowie había que ser fuerte, había que ser valiente y estar preparado: “Quita a este maricón de mi vista”, fue la frase que espetó la madre de mi amigo Ross cuando nos sorprendió con una bandeja de tazas de té y un plato de galletas sabor a natillas mientras organizamos unas transacciones complicadas de préstamos y devoluciones de discos y cientos de cintas BASF en su dormitorio: la carátula era del álbum Aladdin Sane del año 1973 y lo escuché enterito de una sentada en la primavera del año 1977 y me quedé hipnotizado, y me volví agnóstico por completo: empecé a cuestionar casi científicamente (era Irlanda) la Santa Trinidad de Beatles/Stones/Dylan. Fue muy duro. Tenía ganas de confesarme con Beethoven. Me volví filosófico. Me preguntaba cosas nuevas como: ¿Pero qué coño es una galleta sabor a natillas, de todos modos?
Mi primo, un ultraortodoxo, citando a John Lennon, me dijo: Bowie es meramente el rock and roll de toda la vida, pero con pintalabios. Yo, de momento, no iba a discutir con mi primo por dos motivos muy potentes: a) Me llevaba 16 meses y b) me había regalado para mis cumpleaños (11), pagado de su bolsi?lo - tal intensos eran su devoción y su celo evangélico – el disco Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band.
Y su actitud – un buen mentor facilita la discrepancia- fue una suerte también. Por fin me había independizado de los colegas y en seguida sabía que tendría que convivir – la independencia es sencillamente otra dependencia – con mis propios pensamientos heréticos.
A mí me apasionaba la música a pesar de: su moda, su política, su protesta, las letras (con excepciones), su rebeldía (a veces justificada y convincente) las carátulas y, sobre todo, como digo, esa pandilla de influencers y coaches que es el entorno de la adolescencia. Un día casi me dan una paliza por celebrar la obra auténtica de Genesis (1970 a 1980), avisándome que Peter Gabriel era demasiado burgués para ser cool.
- ¿Eres de Los Rolling o de Los Beatles?
- Es la pregunta más boba del universo. Una aparición es lo que es, da igual que sea Fátima o Lourdes… mis pasiones no son tribales sino artículos de fe. Sin embargo, para fastidiar, diré que los primeros 49 segundos de Gimme Shelter (Jagger/Richards) vale diez canciones de Los Fab Four de las compuestas entre 1962 y 1964. Pero tampoco estoy dispuesto, por razones de fidelidad, a nombrarlas.
Por eso nunca tragué todas las leyendas y las interpretaciones exhaustivas alrededor de tipos como Bowie. O la canción me gustaba o me aburría. Y ¿mis criterios? La voz, la melodía, los arreglos, la energía, la actitud, la satisfacción emocional…
Te sientes a gusto en el abrazo de la religión alternativa, es decir, el arte - y, muy a menudo, te entran ganas de cantar.
Además, yo tenía un comodín a diferencia de mi primo: había empezado a tocar la guitarra (española) con diez años y la eléctrica con trece. No digo que esas destrezas te capaciten para apreciar la música, pero en mi caso me hicieron exigente. Y Bowie cumple en dos sentidos: la excelencia y la variedad.
Empleando la jerga atroz de los críticos profesionales, ofrezco una lista de temas indispensables. Gracias a la red, o como a mí me gusta llamarla: el DDD (el Disco Duro de Dios), los lectores pueden buscarse la vida musical en Youtube.
La lista de sugerencias (abajo) representa sólo un fragmento de lo que me gusta, pero no es del todo subjetiva ya que algunas son muy populares y familiares. Está ordenada solamente de manera cronológica. No incluye nada de cuatro álbumes- dos de los años ochenta, su primero y su último. En el caso del último confieso que todavía no lo he escuchado: cuando salió me estaba enamorando de ArvoPärt y Bowie ya me estaba cansando con su obsesión con la palabra STAR desde ZiggyStardust y Starman - hasta siempre… Blackstar.
Llamaré a los amigos, como en los años setenta, para pedir y escuchar sus opiniones. Las buenas noticias son que las de esta lista me siguen gustando con la misma frescura y potencia que sentía cuando las iba descubriendo a lo largo de las décadas. Qué suerte no haber crecido con Operación Triunfo etc.
…
Los 70
Memory Of A Free Festival
The Man Who Sold The World
Rock and Roll Suicide
Moonage Daydream
Star
Lady Grinning Soul
Time
Drive In Saturday
Cracked Actor
Sweet Thing
We Are The Dead
Rebel Rebel
Young Americans
Station To Station
A New Career In A New Town
Sound and Vision
Be My Wife
Heroes
Joe The Lion
Blackout
…
Los 80
Ashes to Ashes
Let’s Dance
China Girl
Absolute Beginners (endirecto, La BBC, 2000)
…
Los 90
Amlapura (Tin Machine)
The Wedding
Jump They Say
Outside
Dead Man Walking
Telling Lies
Thursdays Child
…
Los 2000
Slip Away
I would Be Your Slave
5.15 The Angels Have Gone
A Better Future
New Killer Star
Never Get Old
…
Los 2010
Where Are WeNow? (con una coda magistral gracias a su “George Martin” de diez discos, es decir Tony Visconti.)
Perdonad por el retraso: resulta que me quedé atrapado en mi juventud durante una semana. La comunidad de mi imaginación – los recuerdos están siempre confeccionados - está dotada de un amplio dispositivo de máquinas ‘quitanostalgias’, pero con la música nunca hay avisos previos.
El gran antropólogo de la virilidad McKinley Morganfield cantó en 1977 the blues had a baby and theynamedit rock and roll/los blues tuvieron un bebe y lo llamaron rock and roll, y el verso nos recuerda que el rock nace en Estados Unidos o, como diría WimWenders, el siglo veinte nace en ese país. Desde el jazz hasta el microondas. ¡Y mucho más! (Como bien saben Isabel Allende, Edward Snowden y Julian Assange, entre otros).
El rock británico es el producto y el resultado de la influencia musical americana más esa fascinante rama del capitalismo también procedente de EEUU: el consumo juvenil o la adolescencia con una paga semanal a cambio de dejar a los padres en paz.
Cuando yo era más joven - crecí entre Londres y Los Ángeles, culturalmente hablando, o entre la Bahía de Cochinos y la caída del Muro de Berlín en términos de efemérides - había dos iglesias, la del sueño y la del ensueño.
Todos los jueves para escapar del mundo real (el peligroso y el aburrido) había que asistir en el televisor al rito (como los paisanos con sus quinielas) de la cuenta atrás de los cuarenta principales. Por otra parte, yo no era muy creyente en el sentido fanático popular, ya que había crecido escuchando álbumes de todo tipo de género desde los Conciertos de Brandemburgo a The Dark Side Of The Moon. Los cuarenta, el mundo de los singles, era cosa de aficionados: yo ya había conocido a Dios de manera directa sin la ayuda de sus representantes terrenales, los singles y sólo aguantaba las citas televisadas casi obligatorias para estar al día (Londres, en esa época, le sacaba diez años a Irlanda) y por mi adicción a la curiosidad. Acudía al show de la BBC por si acaso. Me explico: con once años (1975) ya había tenido acceso a todos los discos (editados hasta la fecha, naturalmente) de Los Beatles, Los Rolling Stones y Bob Dylan. ¿Fui precoz? En absoluto. La suerte existe: las famosas circunstancias de Ortega, en mi caso, eran propicias por dos hechos muy poco metafísicos: un lugar concreto y una época determinante. Y la generosidad, a veces accidental, de mis amistades.
Cuando leo las biografías de mis cantantes preferidos encuentro anécdotas entre sus recuerdos juveniles con las que me identifico o en las que me reconozco. Por ejemplo, lo de coger la bicicleta y luchar contra el viento durante ocho kilómetros para ver una guitarra con doce cuerdas y, de paso, explorar la colección de discos de su dueño.
Me doy cuenta de que esta columna me está dando risa por una ironía de doble fila: por una parte, la podría haber titulado de otra manera para captar lectores no afines al mundo de David Bowie (¿Soy tonto? O ¿me está saliendo mi vieja alma roquera anárquica?), y por otra, estoy frustrando a los que sí están aquí… por no ir al grano. Así que saco provecho de la coyuntura y recurro a mi vena moralista: no se puede tener todo en esta vida… pero sí bastante si tienes una hora o dos libres, de manera habitual. Y de paso refuto a uno de los ingleses más prestigiosos de todos los tiempos, el lexicógrafo Samuel Johnson, quien afirmó que sólo un necio escribe sin cobrar. Yo escribo para no volverme necio. Es una droga sana.
Bowie editó 27 álbumes de estudio, o sea todo un vago al lado de Andrés Trapiello, y luego, por supuesto, tenemos las versiones grabadas en directo de sus canciones, según las interpretaciones de los músicos de los grupos que iba formando a lo largo de su trayectoria. Pero no voy a enrollarme porque no hay tiempo y porque está casi todo dicho por ahí.
Yo llegué un poco tarde a Bowie, con 13 años. Pero eso también fue una suerte. En la parte más temprana y dócil de la pubertad (11,12…o en términos reguetoneros de este siglo, 8 o 9) bastaba I want to hold your hand de Lennon y McCartney. Pero con Bowie había que ser fuerte, había que ser valiente y estar preparado: “Quita a este maricón de mi vista”, fue la frase que espetó la madre de mi amigo Ross cuando nos sorprendió con una bandeja de tazas de té y un plato de galletas sabor a natillas mientras organizamos unas transacciones complicadas de préstamos y devoluciones de discos y cientos de cintas BASF en su dormitorio: la carátula era del álbum Aladdin Sane del año 1973 y lo escuché enterito de una sentada en la primavera del año 1977 y me quedé hipnotizado, y me volví agnóstico por completo: empecé a cuestionar casi científicamente (era Irlanda) la Santa Trinidad de Beatles/Stones/Dylan. Fue muy duro. Tenía ganas de confesarme con Beethoven. Me volví filosófico. Me preguntaba cosas nuevas como: ¿Pero qué coño es una galleta sabor a natillas, de todos modos?
Mi primo, un ultraortodoxo, citando a John Lennon, me dijo: Bowie es meramente el rock and roll de toda la vida, pero con pintalabios. Yo, de momento, no iba a discutir con mi primo por dos motivos muy potentes: a) Me llevaba 16 meses y b) me había regalado para mis cumpleaños (11), pagado de su bolsi?lo - tal intensos eran su devoción y su celo evangélico – el disco Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band.
Y su actitud – un buen mentor facilita la discrepancia- fue una suerte también. Por fin me había independizado de los colegas y en seguida sabía que tendría que convivir – la independencia es sencillamente otra dependencia – con mis propios pensamientos heréticos.
A mí me apasionaba la música a pesar de: su moda, su política, su protesta, las letras (con excepciones), su rebeldía (a veces justificada y convincente) las carátulas y, sobre todo, como digo, esa pandilla de influencers y coaches que es el entorno de la adolescencia. Un día casi me dan una paliza por celebrar la obra auténtica de Genesis (1970 a 1980), avisándome que Peter Gabriel era demasiado burgués para ser cool.
- ¿Eres de Los Rolling o de Los Beatles?
- Es la pregunta más boba del universo. Una aparición es lo que es, da igual que sea Fátima o Lourdes… mis pasiones no son tribales sino artículos de fe. Sin embargo, para fastidiar, diré que los primeros 49 segundos de Gimme Shelter (Jagger/Richards) vale diez canciones de Los Fab Four de las compuestas entre 1962 y 1964. Pero tampoco estoy dispuesto, por razones de fidelidad, a nombrarlas.
Por eso nunca tragué todas las leyendas y las interpretaciones exhaustivas alrededor de tipos como Bowie. O la canción me gustaba o me aburría. Y ¿mis criterios? La voz, la melodía, los arreglos, la energía, la actitud, la satisfacción emocional…
Te sientes a gusto en el abrazo de la religión alternativa, es decir, el arte - y, muy a menudo, te entran ganas de cantar.
Además, yo tenía un comodín a diferencia de mi primo: había empezado a tocar la guitarra (española) con diez años y la eléctrica con trece. No digo que esas destrezas te capaciten para apreciar la música, pero en mi caso me hicieron exigente. Y Bowie cumple en dos sentidos: la excelencia y la variedad.
Empleando la jerga atroz de los críticos profesionales, ofrezco una lista de temas indispensables. Gracias a la red, o como a mí me gusta llamarla: el DDD (el Disco Duro de Dios), los lectores pueden buscarse la vida musical en Youtube.
La lista de sugerencias (abajo) representa sólo un fragmento de lo que me gusta, pero no es del todo subjetiva ya que algunas son muy populares y familiares. Está ordenada solamente de manera cronológica. No incluye nada de cuatro álbumes- dos de los años ochenta, su primero y su último. En el caso del último confieso que todavía no lo he escuchado: cuando salió me estaba enamorando de ArvoPärt y Bowie ya me estaba cansando con su obsesión con la palabra STAR desde ZiggyStardust y Starman - hasta siempre… Blackstar.
Llamaré a los amigos, como en los años setenta, para pedir y escuchar sus opiniones. Las buenas noticias son que las de esta lista me siguen gustando con la misma frescura y potencia que sentía cuando las iba descubriendo a lo largo de las décadas. Qué suerte no haber crecido con Operación Triunfo etc.
…
Los 70
Memory Of A Free Festival
The Man Who Sold The World
Rock and Roll Suicide
Moonage Daydream
Star
Lady Grinning Soul
Time
Drive In Saturday
Cracked Actor
Sweet Thing
We Are The Dead
Rebel Rebel
Young Americans
Station To Station
A New Career In A New Town
Sound and Vision
Be My Wife
Heroes
Joe The Lion
Blackout
…
Los 80
Ashes to Ashes
Let’s Dance
China Girl
Absolute Beginners (endirecto, La BBC, 2000)
…
Los 90
Amlapura (Tin Machine)
The Wedding
Jump They Say
Outside
Dead Man Walking
Telling Lies
Thursdays Child
…
Los 2000
Slip Away
I would Be Your Slave
5.15 The Angels Have Gone
A Better Future
New Killer Star
Never Get Old
…
Los 2010
Where Are WeNow? (con una coda magistral gracias a su “George Martin” de diez discos, es decir Tony Visconti.)