Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 13 de Febrero de 2021

Homenaje a San Valentín. Dos cartas de amor y una petición de mano, y cien años de diferencia

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Dos cartas de amor, dos estilos muy diferentes pero un mismo sentimiento. El amor navega por las profundidades emocionales de los sentimientos sin tener en cuenta tiempos o culturas. El estremecimiento y la pasión cuando surge el amor no tienen temple y su manifestación brota por distintos caudales creativos. Aquí expongo dos muestras de caudal literario muy distintas porque corresponden a  épocas de modos, costumbres y pensamientos muy diferentes, pero el excitado torrente del sentimiento amoroso es bastante similar.

 

Carta de un enamorado en el 2020

 

“Hola mi querida gaviota. Estos días he sentido la sensación de que te había perdido en nuestro paradisiaco vuelo a gran altura, sin duda alguna niebla momentánea. Necesito con urgencia volver a establecer contacto anímico contigo y seguir creciendo interiormente a tu lado.

 

Recibí tu brindis de la luna con ternura similar a la que me provocaste en nuestro primer encuentro, al verla confirmé otra vez que te tenía a mi lado, tanta belleza, tanto romanticismo… es propio de ti, me has acostumbrado. Contemplando la luna anoche veía tu cara reflejada en ella, con una sonrisa algo triste pero con el corazón lleno de mí y yo me unía a ti para compartir silenciosas y ocultas ilusiones.

 

Estás de viaje disfrutando de otro entorno y amistades, envidia me dan por no poder acaparar tu dedicación y amor. Siento celos de todo lo que te rodea, quisiera respirarte sólo yo, que tu destello sea sólo para mí. Ya, ya lo sé, pero quizás me cueste aceptar mis propias limitaciones.

 

Mi vida, me paso el día soñando contigo, deseando volver a estar contigo, deseando seguir recibiendo tu pasión y tu amor. Quiero verte y oír tus risas y contagiarme de tu alegría y de seguir vibrando con frases y susurros salidos del alma, me he acostumbrado y se me hace difícil prescindir de todo ello.

 

Mi amor, quiero compartir tantas cosas a tu lado, disfrutar de cada segundo contigo, hablando, riendo, filosofando, en silencio, escuchando música, leyendo, amándote, mirándote fijamente para no dudar jamás de mi soledad sobre tu cara, tu pelo, tu sonrisa, tus labios, tu perfil tu nariz, tu frente, tu…, tantos rasgos a retener en mi mente…, eso me llevará mucho tiempo, ¡tengo necesidad de empezar ya!

 

 

Me encanta oírte, escuchar tus expresiones, reírme como un tonto por cualquier comentario sin trascendencia, eso es compartir felicidad con la persona ideal, sin retorcimientos mentales, sin recelar de dobles sentidos, aceptar el reírse de uno mismo, de sus defectos y sus limitaciones, de mostrarnos tal como somos sin adornos ni disfraces.

 

Mi amor, llama, llama, vivo en vilo desando el timbre que despierta mi corazón y que con sólo su sonido hace vibrar todo mi ser. Tu voz  al otro lado colma mi corazón de paz y alegría. Te quiero, mi amor, te quiero.”

 

 

Carta de un enamorado en 1892

 

“Etelvina. Bella y modesta cual la flor nacida, en medio del Edén te hizo el Eterno; más pura que la gota suspendida, de fragancia azucena en cáliz tierno.

 

Tus mejillas a Febo arrebataron sus colores impar, su luz hermosa; las gracias con sus dones te dotaron. Dios no te hizo mujer te hizo Diosa.

 

Qué se dijera si al ver tu cara, tu candor, virtud y gentileza; mi ansioso corazón no palpitara y no admirase tu singular belleza?

 

De un corazón de fuego menguara fuerza,del que sabe amar hermosa mía, si en mí tal sucediera.Del pecho el corazón me arrancaría, siendo tu tan bella y yo tan sensible.

 

El mirarte tranquilo un crimen fuera si al mirarte mi corazón apacible no fuera corazón si no latiera.

 

Bella te quiero yo, siempre dichosa, más que el aura que al trono de Dios sube cual virgen laureada y venturosa, feliz y encantadora cual querube.

 

Seamos felices como mi alma ansía.”

 

 

Una petición de matrimonio en 1902

 

“Mi distinguida amiga. Me permito dirigirme a V. para manifestarle que habiendo fallecido mi esposa (q.e.p.d.) y pensando en el deseo de contraer matrimonio, me he acordado de V. a quien conozco hace tiempo y dada su esmerada educación no dudo haría V. mi felicidad.

 

Con el fin de que haga V. su composición de lugar y pueda determinar lo que sea de su conveniencia voy a exponer a V. mi situación que es la siguiente: Tengo tres niños, dos de ellas niñas de ocho y tres años, y el niño de cinco, los tres muy bonitos y buenos para poderles manejar bien. No molestan para nada, todo el día están en el colegio y se acuestan muy temprano.

 

Yo tengo un sueldo en mi carrera de 41 duros mensuales. Con respecto a mi conducta, aunque cuando muchacho, como V. sabe era algo revoltoso, hoy he cambiado por completo, siendo amigo de la formalidad y de la consideración de todos mis convecinos y amigos, como yo también la guardo para ellos, así también muy querido de mis jefes.

 

Si V. determina a darme una contestación favorable a mi pretensión, he pensado que su mamá no se separe de nosotros viviendo en nuestra compañía.

 

Dispénseme V. si le molesta mi decisión y disponga como guste de su aftmo amigo y s.s. q.b.s.p. (seguro servidor que besa sus pies)”

 

Esta petición de matrimonio deriva, como se ve, de un arreglo vital, de una querencia, no de un amor profundo. Quizás estos matrimonios sean los más duraderos porque los intereses suelen ser eternos mientras que el amor pasional acostumbra a tener principio y fin.

 

Con las cartas boca arriba, y los intereses claros, una unión matrimonial tiene más visos de perdurar, y, además, es mucho más fácil sopesar la decisión del casamiento. Esta carta es una clara muestra de la ventaja de la razón sobre la emoción a la hora de elegir compartir la vida con otra persona. Todo lo contrario de las cartas amorosas anteriores. Claro que estas no hablaban de matrimonio, sino tan sólo de pasión. Y la pasión amorosa es como la espuma que tiene mucho flu-flu, se eleva rápido y con mucha intensidad si se la trata adecuadamente, pero su permanencia en las alturas es limitada y desciende a la misma velocidad y con el mismo brío con el que subió.Así le pasa a la pasión, cabalga vivamente sobre los intensos principios de la relación pero esa vehemencia es efímera porque se sustenta en impetuosas emociones difíciles de sostenerse en el tiempo, acaban desvaneciéndose. Al final ese ardiente fuego inicial puede que, con suerte, quede reducido a una pequeña hoguera, quizás a algún rescoldo, pero lo más probable es que tan sólo queden cenizas. Je m’excuse San Valentín.

 

Aun así yo prefiero mil flu-fluses efímeros antes que un buen contrato vital. Es lo que tiene el romanticismo y la necesidad de mantener siempre un ‘pulso vital’.

 

 

 

 

 

O témpora o mores

 

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