Fragmento del Diario de la Selva (Segunda parte)
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Fragmento / B I
Lunes 23 de septiembre. Me levanto de la cama empapado en sudor, apenas rompe el amanecer y me baño largamente. Es el único lujo que puedo permitirme ahora en casa. Lo poco que gano lo gasto casi todo en pagar la factura telefónica. Apenas si me queda para comprar azúcar y café. Ahora no tengo alimentos, ni papel para imprimir (el sanitario también se acabó). Tampoco tengo tinta en la impresora. El casero amenaza con lanzarme nuevamente a la calle y tiene razón (Ya lo ha intentado 7 veces sin éxito). No creo que pueda permanecer aquí un mes más y no sé qué haré cuando el momento llegue. Sin embargo, mi mente continúa siendo el mismo sistema cuántico holístico que Dios creó y fluye conforme a las órdenes del caos.
Sé que debo permanecer aquí, que la hora de irme de estas cuatro paredes no ha llegado, porque en realidad no tengo para dónde ir. También sé que el tiempo de la buena cosecha está entrando a la Casa de Piscis. Sé que está por llegar (el horóscopo dice que para el año que viene), que es posible que mañana o pasado mañana o dentro de seis meses, por simple aplicación de la estadística, llegará el azar favorable que me levantará del polvo y me proyectará hacia una realidad más amplia y luminosa. Ojalá. Amén.
Así como estoy, casi hambriento, pero con unas ganas inmensas de seguir escribiendo en esto que no sé qué forma tendrá (ni me interesa saber, yo sólo escribo), hundo mis ojos en el espacio de los signos cabalísticos.
Como si fuera Edipo frente a la Esfinge intento una vez más resolver el acertijo penetrando la Gran Tela de Araña: fina, densamente tejida que cubre el planeta. (Uno es un títere que va y viene, según los dictados del destino. Nunca vemos el hilo de donde colgamos (del cielo a la tierra), pero sabemos que cuando la Parca lo corta se nos acaba la vida).
Fragmento / B II
Generalmente comienzo con el mismo recorrido: Entro de sopetón y paseo entre las vitrinas de equipos electrónicos para ver las novedades. Dicen los entendidos que las mejores marcas son japonesas, aunque hay un mercado paralelo chino de imitaciones cuyos productos, dicen, son superiores, a pesar de lo evidentemente falsificado. ¿Podrán algún día los chinos falsificar a Dios? May be.
Veo las maravillas de la Telefonía Inalámbrica: Teléfonos satelitales, súper inteligentes (los hay más inteligente que uno), que pueden conectarte con cualquiera en cualquier parte del mundo y hasta pueden verte mientras hablas; aparaticos ultramodernos conectados a la web para llevar en la muñeca como hace más de siete mil llevaban los annunakis; tricomponentes comunicacionales multifuncionales que fotocopian, mandar fax, imprimen, espían, te graban, mandan mensajes, archivos, fotos personales, libros y canciones on line. Los hay que funcionan con energía solar. Y luego encuentras esas maravillas de computadoras y laptops, tan modernos y equipados que sería imposible describirlas aquí, abarcarlas en un concepto, aunque cabe mencionar la Ideal, ensamblada pieza por pieza, según las necesidades y deseos y posibilidades del usuario, diseñada para usar en el futuro, con aplicaciones para irte a otra parte, vivir en otra parte, tener una familia también on line que en realidad no exista. Sería como mini computador que sustituya al hombre y a la mujer, que se perfile igual que el súper hombre que describiera Nietzsche, con un cerebro desarrollado y que tenga una extensión de mano y controle hasta nuestra voluntad. (Dicen que en un futuro no muy lejano el hombre estará sometido a una Computadora Central que lo controlará y le impondrá hasta la hora de morir. ¿Será Dios como esa computadora que vendrá?).
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Fragmento / B III
Uno se conforma con tocar con la punta del ratón las partes más íntimas, con verlas desplegar sus poderes, mostrarse seductoras en el largo show de danzas, imágenes, juegos de letras, de ropas y potencialidades de arte. Entonces, en plena frustración, escojo el momento a seguir: Paso a una Galería cualquiera, donde lo que se ofrece como arte moderno son frutas pegadas a la pared con cintas adhesivas (cuyos precios sobrepasan los cien mil dólares), vasenillas viajas preferiblemente una que ofrezca Arte Clásico y Antigüedades, y voy marcando elemento por elemento, mirando cómo aparecen en la pantalla sus historias, sus características, acordándome de lo que decía un ensayo leído en días pasados, de que hay casas que se hacen solamente con los objetos de sus ocupantes, de que hay gente que siempre está mudándose, que va acumulando cosas y cosas y en cada mudanza pierde alguna o gana otra, pero que en líneas generales construye su casa, su hábitat, su espacio vital, de esa manera: con cosas distintas, concretas, a lo mejor no siempre valiosas, cosas que van fundando relaciones y coexistencias: un entramado de valores y memorias, la historia personal objetualizada de forma tal que cada cosa es un signo, un símbolo, un ícono y conforma el código de entrada, el archivo de respaldo y también el directorio básico de alguien.
Voy acariciando cada elemento del conjunto con el ratón, demorándome. Hasta que aparece el aviso de que si no va a comprar nada, por favor abandone el archivo, y el número para conectarse si uno quiere usar su tarjeta de crédito y me recuerda que la mía -no de crédito- tiene apenas lo suficiente como para no cerrar definitivamente la cuenta. Acabo de colar café. La cafetera eléctrica lo hizo por mí, para evitar distraerme de la pantalla mágica. Conservo algunos de esos lujos, de esos rezagos de prosperidades anteriores. Claro que he ido vendiendo o empeñando muchas cosas y llegará el momento en que no tenga nada. Entonces no tendré casa siquiera. Ni siquiera esa hecha de objetos de que hablaba el ensayo en cuestión. No sé si me animaré al vagabundeo. A la intemperie. Esas mutaciones, desajustes y transformaciones son los componentes de todo orden, dicen. El que no se adapta es expulsado. El asunto es sobrevivir. Pero, como decía el poeta Efraín Huerta: Sobrevivir: ¿para qué?
Fragmento / B IV
Me asomo al balcón. Es domingo y allá afuera un hombre limpia con gestos amorosos un viejo carro azul. Tiene ordenados los utensilios de limpieza. Divide el carro en sectores. Pasa primero una esponja jabonosa, restriega con suavidad. Luego seca con un trapo grisáceo y finalmente pule con otro, amarillo, de textura más delicada. No puedo ver bien desde aquí, pero el proceso me parece como el de alguien que bañara a un elefante muy amado. Hay gente que ama a los elefantes, como la hay que ama las arañas. Ayer en la mañana vi a una señora bien vestida, de esas tempranamente jubiladas por el Ministerio de Educación, besar a una perrita también bien trajeada. La besaba en la boca, la acariciaba. Entonces me acordé de mi paso por Londres. Aquel día, también era domingo, vi a muchas gentes pasear con sus perros. No llevaban niños, llevaban perros, hablaban con ellos, entraban a comer con ellos, pedían comida a la carta para ellos. En la televisión vi un programa donde un hombre se casaba por la iglesia con su perra a quien dijo querer mucho. Se acostaba con ella, se bañaba con ella. El día de la boda fueron los amigos de la pareja y celebraron en grandes, se rieron, gozaron y después, pasadas las tres de la madrugada, dejaron a los recién casados solos en su alcoba matrimonial. No sé en qué pararía la cosa.
También vi en televisión una película donde el enano de un circo se robaba el elefante para evitar que siguieran maltratándolo. El enano fue enjuiciado por robo, pero fue absuelto y los dueños del circo fueron enjuiciados por maltrato al elefante. Todo el asunto se transformó en un pretexto lujoso para que los políticos hicieran campaña. Los políticos conocen el arte de aprovechar los sentimientos del público para obtener poder. Para ellos es lo mismo el amor a los elefantes, a las arañas, a los perros o a los niños abandonados. En días pasados ocurrió un caso en uno de esos pueblos perdidos en la provincia: un muchacho de escuela secundaria fue asesinado por un grupo de policías porque llevaba el nombre de alguien que ellos estaban buscando: lo pusieron contra un paredón y dispararon sobre él siete veces, aunque el muchacho juró y perjuró que no era el que ellos creían que estaban matando. El problema fue que hubo testigos: detrás del paredón, una doñita, de esas fisgonas de oficio que no faltan, aterrorizada escuchó las voces, sintió los disparos, el ruego del muchacho, su grito desgarrador. Detrás de muchas ventanas cerradas, otras mujeres atisbaron también. Era temprano en la mañana o tarde en la noche, pero allí estaban. Las Erinnias. Y entonces se cayó el argumento usual del enfrentamiento y la resistencia al arresto. Hubo comentarios en el pueblo. Rumores y rumores. El Alcalde al principio respaldó a los policías: eran aquellos guardianes de su Orden, sacrificados y leales servidores del Justo y la Justicia. Pero cuando sus medidores de opinión le dijeron lo que había en la calle, se desdijo sin excusarse: el discurso usual de todo el peso de la Ley salió a relucir. Los que formaron el pelotón, héroes al principio, delatados luego por sus compañeros y execrados, fueron vestidos de villanos y presentados en la plaza pública. ¿Cuál era la verdad y cuál la máscara? Toda verdad y toda máscara. Eterno Teatro del Mundo. Comedia o Tragedia o ambas, como en Shakespeare.
El Alcalde, sin duda haciendo uno de sus mejores papeles, pagó los gastos fúnebres, permitió que la madre llorara en su hombro cinco minutos, se hizo tomar una adecuada fotografía, que por supuesto luego saldría en los periódicos locales.
Ahora una mujer canosa sale del edificio. Pasa frente al hombre que lava amorosamente el carro azul como si fuera un elefante. Cada vez hay más mujeres canosas. Ellas dicen que es la nueva moda: el rescate de la edad digna. No disfrazarse de jóvenes sino destacar su experiencia, iluminando de plata la cabellera antaño oscura o clara, según el estilo. Sin embargo, yo creo que es más bien un asunto económico: no sobra el dinero para ir a salones de belleza o para comprar los (al)químicos menjurjes conque se nutren las agencias de cosméticos. Las mujeres son sabias. Ellas administran la casa y saben. Combaten la inflación con trucos que vienen en su código genético. Los especialistas en modas se vuelven sus cómplices. Interpretan los signos. No al revés, como se cree. La mujer del cabello canoso se pierde en el recodo. El hombre del carro azul aún se regodea en sus caricias. Besa el carro, le da vuelta una y otra vez buscando alguna manchita. A su alrededor todo es un charquero. La manguera abierta y estopas sucias.
Una imagen de calle solitaria con casas de columnatas, donde destaca un reloj con grandes números romanos. Una mano levantada, un dedo, señalan el letrero: ¿adónde quiere ir? Abro el menú de entretenimientos. Hay un viejo burdel en Cork, de acceso libre, creado por un solidario Kilcoman desde un Notebook, dice la leyenda. Primero, vista de Cork: bruma allí también, mas no de humo. Humedad que asciende desde el mar. Las calles que rodean el puerto son estrechas y no rectas. Luego, la casa, típica irlandesa de piedra, de madera, con techo de pizarra inclinado. Dicen que Sir Walter Raleigh frecuentaba ese lugar: La Casa de María La Reina, lo llaman.
Uno puede acercar la parte que le interesa: un pezón de suave violeta sobre una carne cremosa acariciado por índice y pulgar de una mano más bien pequeña y tierna como de niña. Uñas cortas. Cuadros paralelos de copas de helado de mantecado coronados de fresas.
Y el poeta con su cara de muchacho hosco, sensualizando sus facciones. La Water Music de Handel como fondo: el minueto para corno francés, claro, apropiadamente. Mis erecciones son gloriosas en esos casos, pero suceden rápidamente porque es muy difícil mantener referencias culturales y juegos eróticos. Por lo menos para mí. Si yo supiera hacer un programa, trasladaría las historias de María La Reina a un burdel en Tumeremo, donde dicen que los empresarios canadienses han establecido una red del placer para satisfacer los deseos de sus técnicos de oro, encerrados en campos de concentración productivos. Elevados sueldos cobrados y poco gastados, porque en aquellos espacios selváticos ¿dónde se gastarían? Lo cierto es que no sé hacer un programa. Estoy absolutamente incapacitado para ganarme la vida en este mundo traidor. Apenas si escribo poesía, y nada de ensayos rigurosos y académicos por los que malpaguen las escasas revistas culturales que aún sobreviven, como pegadas de las piedras: musgo, terquedad de la hiedra. Y mucho menos puedo hacer un artículo visual para INTERNET, lo que sería maravilloso, porque entraría al sistema del sabor. Ah, qué sabor. Mi artículo entre el oleaje: puerto alterno para cualquier internauta, moviéndose, deslizándose mi artículo, y yo feliz.
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Fragmento / B V
Así estoy: como si me postrara durante años ante el ojo de una cerradura enloquecido, espiando todo eso que está abierto para siempre como si jadeara ante la reja de un confesionario toda una noche. (Veo su piel melada, sus omoplatos perfectos y los campos de trigo de su espalda pasando a través de la ancha cerradura de su vestido. Veo una ventana encarando la profunda suerte del sur abierto, y yo inhalando, desde la orilla del mar, la belleza de la tierra. Veo florecitas que están arqueadas y cerradas cuando por las noches el frío se eleva sobre sus tallos y se abren tan pronto como sienten la luz del sol).
Me distraigo buceando las historias, entrando por aquí y por allá. Allá afuera, subdesarrollados vecinos tiran puertas y gritan en el pasillo. El ascensor se abre con un sonido de metales desajustados y los gritos se van. Un heladero pasa bajo mi balcón. Es demasiado temprano, pienso. Y ya el calor es como un líquido donde vivimos sumergidos. Sudo a mares. Tengo hambre y me preparo un vaso de agua azucarada con afrecho. Sigo teniendo hambre, pero no tengo muchas opciones: un escritor es en este tiempo una excrecencia del sistema: no produce: no puede dar clases, ni puede hacer reportajes ni crónicas para los periódicos, porque las leyes de colegiación se lo impiden, no puede publicar su obra, porque las editoriales trabajan a duras penas, con esta crisis económicas, con esta recesión es muy poco lo que se puede hacer para sobrevivir. Las editoriales ya casi ni publican y aun si publicaran nada les garantiza a los autores el pago correcto y puntual de sus derechos. En este país el escritor no es nadie: no tiene tarjeta de crédito, no puede adquirir los productos que le ofrecen por TV o por Correo Electrónico: nadie lo considera importante, ni útil, y entonces tal vez sería mejor que en algún momento le inocularan uno de esos virus que los países civilizados y desarrollados han ido creando para eliminar el problema del hambre y la pobreza en Africa.
Fragmento / B VI
Buen trabajo. Limpio y claro. Me inocularán un virus algún día, cuando vaya al Hospital General demostrando así mi imposibilidad de ir a una higiénica Clínica Privada. Me lo inocularán cuando lean en la planilla de ingreso eso que diga: Profesión: Poeta. O tal vez las estadísticas hayan ya demostrado que la mayoría del 68,5% de los improductivos de este país sufre de asma y enfermedades respiratorias de toda índole y entonces a alguien se le ocurrió que la humareda sería una buena solución. Suponiendo que muriera solamente la mitad, ya sería bueno rebajar la carga parasitaria del Sistema a [¿cuánto?] busco la calculadora de energía solar en mi gaveta y realizo la simple operación: 34,25%. Eso contribuiría a mejorar incluso la imagen del gobierno, pues esos muertos naturales y no epidémicos son invisibles. No necesitan fosas colectivas, ni hogueras sospechosas, ni escándalo internacional. Me baño nuevamente. Bajo la ducha, bajo el chorro fuerte me siento revivir, me siento liberándome de la densa humedad atmosférica, del oleaginoso calor, del olor del humo que parece haberse retirado hasta formar tan solo una película azulada bajo el esplendoroso sol. Regreso a la sala y en la pantalla encuentro mensajes entrecruzados: fugaces imágenes de comerciales: tenga lista su tarjeta de crédito: anote nuestro número o imprima: como fuegos artificiales estallan en colores, en movimiento. Sonido, también. Tentaciones desde el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. La Serpiente (Emplumada esta vez, como bailarina de samba diseñada en bytes y líneas de LOCATE 1, 2, 3)
Nada que hacer. Aparece el mensaje de alguna organización feminista: La Mujer es Hermosa: rezago de los sesentas, pienso ante la supuesta ingenuidad del título. Pero no es tan ingenuo: imágenes: mujeres trabajando en enormes talleres: industrias de artículos de alta precisión; mujeres manejando tractores en campos frutecidos: verde y oro; mujeres en aulas de clase: maestras y alumnas en grado mayoritario; mujeres sentadas en escritorios ejecutivos o en ronda de lluvia de ideas alrededor de una mesa ovalada; mujeres con cascos de seguridad en construcción de edificios, dirigiendo ejércitos de hombres; mujeres con uniformes militares o conduciendo camiones; mujeres cocinando o amamantando criaturas; mujeres preñadas, desnudas y preñadas: cerca, más cerca, más cerca: close-up del vientre redondo y sobre él, iluminado en azul verdoso, fundido imaginariamente, el globo terráqueo visto desde satélites. La Gran Madre. MadreTierra. Un aviso muy destacado. Negro sobre fondo fucsia: letras ámbar: Mujer: Denuncia Cualquier Maltrato Físico o Psicológico ante Amnistía Internacional. Oh, Mujer, Mujer Divina. Seguramente Agustín Lara sería denunciado hoy día por cualquiera de estos cargos: subestimar la condición humana de la mujer convirtiéndola en objeto; usar sus imágenes con fines comerciales, y maltratarlas física y psicológicamente, pues se aprovechaba de lo que le daban voz, canciones y pantalla del cinematógrafo para amarlas y dejarlas: cualquier argumento. Ya ni se le puede pegar a la mujer propia tranquilamente, para sacudir tensiones, como hacían nuestros felices antepasados. Claro que no todas las mujeres tienen acceso a la red, ni a la información de alta vía, y si ven algo por la TV no siempre saben cómo hacer. Pero están aprendiendo y eso es grave. Porque exageran y nos dirigimos hacia el matriarcado celeste. Hay un lapso de comerciales y luego, algún usuario abrumado por la Mujeridad o no, lanza un alarido: La Mujer es un Artículo Higiénico y Profiláctico, salvo cuando está en Menstruación. Batería de anuncios. Ninguna respuesta. Es un error creer que caerán en discusiones sub-alternas: ellas lo que quieren es controlar el Menú Principal. Anuncian portacondones de plata diseñados por un tal Svevo. También cajitas para toallas sanitarias y tampones. Botellitas para llevar un trago de brandy o de whisky, depende de los gustos y necesidades. Todo del noble metal. Argéntea con Esmeraldas. Y luego: El Parto es un Peligro Evitable: únase para evitar el desgaste energético de la producción ovárica y fomentar las Madres Electrónicas. Sanas y seguras. Uteros artificiales S.A. le ofrece su extraordinario surtido: fertilización in vitro garantizada al primer intento, implantación del embrión en nidos de pólipos de polímeros bioenergetizados, alimentación mediante un Sistema de Placentas Múltiples, procesadoras de nutrientes libres de químicos. A las 41 semanas, entrega del producto: fetos a término. Sin riesgo de prematureces, preclampsias y otros imponderables. Para uso de mujeres modernas y parejas incapacitadas para la procreación. Las células son naturales: usted puede proveerlas o nosotros se las proporcionaremos de nuestros Bancos de Semilla Humana Certificada. Llame al código escrito abajo para más información: ¿será posible?
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Fragmento / B VII
Husmeo en la cocina, buscando algo. Arqueo de alimentos: ¿qué hay en la alacena? Un cuarto de paquete de harina de trigo leudante de marca que alude a los Bosques de Sherwood, un paquete de un kilogramo de arroz con el 1,5% de granos partidos, medio litro de aceite de cocinar extraído de las semillas del girasol, medio kilogramo de afrecho de trigo, dos latas de sardinas nacionales, un pote casi entero de condimentos para carne, un cuarto de kilo aproximado de leche en polvo, una bolsa de lentejas, una bolsa de sal, algo así como medio kilogramo de azúcar.
En la nevera hay más o menos una docena de huevos, cuatro tomates, dos papas, un calabacín grande, una auyama, una bolsa con tamarindos, cinco mangos maduros, media cebolla grande, medio limón grande y una paila de sopa de avena. ¿Hay mantequilla? Pequeña, pero hay. Y un pote de cerveza vacío. Con eso deberé soportar hasta el viernes, cuando me pagarán el discurso que le hice al presidente de un Club Internacional, que quería impresionar a sus compañeros con una entrada de lujo en la Cena Anual. Yo, por mi parte, quería impresionarlo a ÉL para que me contratara como escritor de los discursos del candidato a gobernador. En tres meses de campaña podría ponerme al día con las deudas por pagar. El presidente del Club Internacional es el Director Estratégico de la Campaña. Seguramente habrá uno Táctico, porque la política es la continuación de la guerra por otras vías, como decían aquellas viejas tesis con citas de chinos y alemanes y franceses y quizá ingleses y todos esos señores bélicos. Si yo le escribiera los discursos al candidato y si al candidato le gustaran mis discursos y si él llegara a ser gobernador por obra de mis discursos y sus gracias y sus tácticas y estrategias, quizá se interesaría en darme un puesto permanente en la administración. Eso me daría un respiro económico de tres años, pienso, quizá seis, si nos soportamos mutuamente y si lo reeligen, y como no hay ley todavía que colegie a los escritores de discursos políticos, ni sindicato que los agrupe, no sería una actividad ilegal y amenazada. Pero para ello debo esperar el resultado del discurso del presidente del Club Internacional: que él y sus colegas perciban el toque de sensibilidad, que sientan y analicen la impresión que pudo haber causado en la gente: poético, pero histórico y práctico. Breve, pero sonoro. Eficaz, pero idealista. Si funcionó, quizá estoy en la vía. De todas maneras, el tipo me pagará el viernes con un cheque del gobierno, previa presentación de la factura personalmente: nada de faxes ni de correos electrónicos, por un concepto de asesorías y servicios y un monto aceptable. Ni sospechoso, ni miserable, ni lleno de mala intención. Comienzo a preparar un almuerzo nutritivo. Mientras se cuecen las lentejas (no me gustan las habas, aunque de ellas hay, dicen, en todas partes) me doy un paseo por la pantalla: hay un letrero. Cita de Teilhard de Chardin, ideólogo de algunos todavía:
Y ahora veo mejor que la totalidad debe ser entretejida entre cuatro elementos y no tres: -lo cósmico -lo humano -lo crístico -lo femenino aunque no estoy seguro de donde ubicar el cuarto elemento, el cual de cierta manera parece actuar menos como un elemento en sí mismo que como una esencia sutil que vincula a todos los otros: el espíritu de la unión.
Oh: el Feminismo Contrataca. Gigabytes dedicados a la jerarquización del poder, a la manipulación de las opiniones y a la revalorización de la mujer: bucles y bucles de respuestas posibles en los diagramas de flujo y programas en METAVISUAL-BASIC, como me dijo un amigo que se llamaba la Lengua Materna de casi todos y todas, para metonimizar hacia Lo Mujeril el curso de la historia. La Lógica es la misma: lo que cambia son los lenguajes. Podría llamar a un amigo en este momento. Diálogo sin cuitas para matizar la soledad. Es ya mediodía. Aunque quizá se encuentren ocupados mirando Galerías Virtuales, resolviendo Crucigramas, jugando cualquier Larry más o menos porno, o en el Simulador de Vuelos o de Guerras, o interactuando con una película, acompañados de sus hijitos que ya no creen en Hadas ni en Duendes ni en el Niño Jesús, pero que todavía corren carreras en sus triciclos tridimensionales, aunque sea en pistas virtualizadas, porque salir al Parque resulta caro, sucio y peligroso, sobre todo con tanto humo. Me da un acceso de tos. Toso y toso y toso. Teresa de La Parra odiaba la tos. Ella, tan bella, tan fina, tan elegante, tan educada en el Colegio del Sagrado Corazón, tan discretamente amante, detestaba esa vulgaridad de la tos. Se me tranca el pecho. Se me acumula el moco. Encajes de moco en las fosas no oceánicas, en los vericuéticos bronquios y bronquiolos donde toda asma tiene su asiento. Toso porque mi organismo quiere librarse de esa delicada redecilla. Seguramente algunos vasos capilares se están rompiendo allá adentro. Pero no es tuberculosis. Ahora bastan dos o tres o diez inyecciones de antibióticos de amplio espectro, unos días en el Hospital, y nada de Sanatorios en Suiza o en Los Teques, modestamente. Lástima. Uno podría ser más clásicamente poeta si se enfermara de esas cosas. Pero no: o es el asma vulgar que obliga a la gente a andar con los inhaladores grises. O es un infarto provocado por stress, aunque uno sea joven y acostumbre a caminar, aunque no sea más que por falta de carro. O es alguna de esas enfermedades que no se atreven a decir su nombre y que seguramente Oscar Wilde no habría vacilado en poner en la escena, a dos guineas la entrada. Antes del Juicio Final, por supuesto.
Fragmento / B VIII
A los poetas nos han arrancado hasta la posibilidad de morir poéticamente. Yo creo que hasta la posibilidad de escribir poéticamente. Voy a ver las lentejas, no sea que se pierdan, quemadas y requemadas en el fondo de una olla. No es que yo esté dispuesto a vender mi primogenitura, si la tuviera, por un plato de tan exquisito manjar, pero no es cosa de dejarse morir de hambre. Desfallecer pegado a la máquina. Hacer que a uno lo encuentren aferrado a las luces cambiantes de los anuncios comerciales de la Tela de Araña.
Una carita asoma en la pantalla y desaparece. ¿Qué fue eso?¿Inadvertido golpe de ratón? Me quedo vigilando el espacio que ahora es largamente azul. Un silencio azul de minutos. Va corriendo el tiempo hecho de impulsos, tal y como lo decía Bergson, o eso dicen. Y estoy espiando la aparición de la carita en ese silencio, corriendo el riesgo de que se quemen las lentejas. Nada. Nada. Hay muchos seres extraños que viven en el ciberespacio y los que se adentran en él lo saben. No todo es compras y ventas y tarjetas de crédito y visitas con amigos a cafés y restaurantes virtuales. Hay seres extraños que se asoman de repente. Criminales. Virus. Fantasmas que se insertan on line y que emiten mensajes. Sirenas. Hijos del onanismo. Cluster perdidos y jamás recuperados ni fijados. Logicless chains. A veces fantaseo con descubrir un secreto, un crimen cometido mediante el computador por agentes de alguna Agencia ahora al servicio de la Organización de las Doce Hermanas, por ejemplo. Un mensaje vía correo electrónico: carta-bomba que haga estallar la pantalla del destinatario y lo electrocute. Mala noticia para provocarle un ataque cardíaco o un cáncer instantáneo en el hígado. Cosas así. Y me imagino interceptando el canal, salvando a la víctima señalada, o no salvándola, pero denunciando a las Policías del Mundo que el criminal es el número tal y tal y tal de INTERNET o cualquier otra tela del telar.
Y me imagino convertido en un héroe, vendiendo la historia a la prensa o la televisión o a algún productor de cine que se interesara, siendo pagado vía correo electrónico: depositen en la cuenta de ahorros (pero ¿cómo?¿usted todavía usa una cuenta de ahorros?¿y cómo puede vivir en este mundo moderno? muchos bancos/banqueros del cibercash me enviarían anuncios e informaciones: abra su cuenta aquí y le ofreceremos: tarjeta de crédito, libreta de cheques, si la desea y un interés del 0.75% calculado sobre su saldo diario, lo que le da 8 puntos por encima de la inflación calculada diariamente por los sabios técnicos del Banco Central. Y el agregado: el dinero pronto desaparecerá: adscríbase al mundo de la tarjeta y adelántese al futuro).
Todo el mundo enviará anuncios, tratando de que gaste el dinero obtenido por mi astucia y heroicidad, como siempre lo han hecho. En News dirán: Un poeta demuestra que también puede ser exitoso. Los periodistas y los policías, sin embargo, consultarán a los asesores legales de sus gremios para ver si no incurrí en ejercicio ilegal de sus respectivas y activas profesiones. No. Todo estará bien. Y yo podré gastar parte del dinero para contratar al Chino Meléndez o al Chamo Atahualpa para que me hagan el Poemario Audiovisual e Interactivo que he venido soñando (literalmente), no importa cuántas Gigas tenga, para meterlo en la Tela de Araña y cobrar derechos después de tres minutos de gancho: use su clave y su password si quiere seguir disfrutando de estos poemas, dirá el anuncio. Use su tarjeta de crédito. Ah, qué maravilla: alguien habrá allá, estoy seguro, en cualquier lado del ciberespacio, al que le gustará la poesía. Claro que serán poemas donde trabaje más la resonancia: el asunto fonético respaldado por una estructura semiótica de imagen y música que se aleje de lo gramaticalmente tradicional: morfología y sintaxis, fonología y semántica (polisémica o no) del Castellano. No, ni del Esperanto, ni del Inglés, ni del Francés tampoco, sino del lenguaje ciberespacial: virtualización de la palabra. Juego, además, porque el receptor podrá explorar menúes de múltiples opciones: ¿te gusta la metáfora, corazón? No te me quiebres, entonces. Y si no te gusta, quizá te complazca la severidad del trazo que dice lo mismo en otro tono. La Lógica es la misma, lo que varía es ¿qué?:
Ahora comienza la tarea del equilibrista que yace casi en el fondo del mar. No tener más que ver con el mundo sería una buena solución, pero todavía estoy ocupado, ejercitándome, escribiendo. Lo importante es tener ocupadas las manos, ganarle tiempo al tiempo que me deshace y me va quitando más chances, más oportunidades. Sé que no ganaré la ventaja que me ofrece la muerte.
"Él está en el lugar de las computadoras y de las ciencias infalibles. Pero de pronto se evapora y se hace invisible".
Esta epígrafe del cuate José Emilio Pacheco me viene al pelo para volver al hilo. Me lancé de la proa del buque del lenguaje y doy vueltas dentro del remolino. Y todo por no haber terminado. No acerté, no di en el blanco y no acertaré escribiendo estas cosas. ¿Cómo puede atinar el que nunca ha dado en el busilis, el que jamás ha tenido la solución de un problema, el que recibe golpes y se enconcha escribiendo para no ver más el mundo que lo patea? Yo no sé emplear otro giro que sea pisar en lo blando. Por eso me pegan bien. Los dioses me la tienen jurada y más temprano que tarde terminarán el negocio, pondrán punto y final a este asunto de mi vida. Por discusión pierdo la riña, porque eso es lo que he hecho a lo largo de estos tiempos: discutir, defenderme, excusarme por tantos errores cometidos.
Mi lengua no canta claro. Y eso no me hace llevarle ninguna ventaja a los falsos, a los mentirosos. Uno no tiene la Verdad, no sabe nada. Tiene puesto un traje que no le pertenece. Al fin y al cabo todo va contra uno. El Destino nos tiene vigilado, no nos pierde de vista. Desde que nacemos nos echó el ojo de águila que tiene y no nos salvaremos de la Muerte. Y no es porque uno tenga la culpa de vivir. No. No es por eso. No es tampoco por hacer uno lo que quiera en el mundo, sin apartarse de la Ley, pues de alguna manera todos cumplimos la santa palabra de la Ley como si fuera la Palabra de Dios. Todos cumplimos el Contrato. El Sumo Sacerdote puede expulsarnos de todos los paraísos. Uno tiene el deber de vivir de acuerdo a la Ley de la Naturaleza: dejarse someter. Cumplir con lo que establece la Norma: El Código: La Constitución. Y para eso están las Autoridades y las Instituciones. Para hacernos cumplir las leyes establecidas. ¿Cómo podríamos hacer y saber algo contra la Institucionalidad? ¿Cómo podríamos salirnos del Sistema sin tener que ver con el Sistema? Todo trata de.., versa sobre..., está dentro de.... Y bien quiso la suerte, mi mala suerte que así fuera. Que yo también me pusiera en el borde para ver el Centro, para sentirme como expulsado de la Gran Tierra de la Comodidad. Y es lo que deseo: estar fuera, estar en otra parte que no sea en el Punto más Céntrico. En el Vientre del Sistema donde todos aseguran que es la Verdad.
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Fragmento / B IX
No he tocado puerto todavía. Podría decirse que floto. Pero en verdad estoy girando dentro del remolino del lenguaje que me lleva y me trae. No tocaré el fondeadero. Ni el fondo. El grito de la Cabra abre la puerta del abrigo y pone a esta persona (a esta máscara) sin recursos frente a frente con la cara del que da la orden de degüello. La cogotera se me hace más confusa y quiere más asilo. Pero el estrago también se hizo presente en la mochila asolada. No hay cacerola ni baya ni simiente en las tripas de la barjuleta. Y la nación ha sido taladrada por los saqueadores que hicieron estragos ayer y lo vuelven a hacer hoy bajo la mirada resignada de todos los que piensan que ya nada tienen que perder. Del espino blanco yo saco un palo para balbucear unos golpes de ciego. Y golpeteo a ciegas en la oscuridad. Vuelvo a la izquierda y voy de un lado a otro golpeando como si fuera tras una piñata que no se deja golpear ni coger. Es como si fuera tartamudeando, persiguiendo a los que no cesan de reírse, de carcajearse. Halcones, están arriba. Zopilotes, están abajo haciendo tabla rasa. Yo no soy gavilán ni lince. No soy animal de ojo de avizor. No soy ninguna esfinge, ni tengo la nariz aguileña, no soy autillo. Tampoco voy a cazar con halcón, ni pregono mercancías, no soy buhonero. Rompo la distancia con la palabra que uso como si fuera espada. Como pelosilla que vuela y arranca flema. Blanca espina que a veces se hace paja, cable, escobén, escoba, taco de los escobenes, estacha, hierba para forraje, bálago. Fiebre.
Fragmento / B X
Después del homo sapiens viene el homo ludens. Las lentejas comienzan a oler ligeramente a cosa quemada. Apago la candela. Me tomo un gran vaso de avena fría para aguantar el hambre mientras preparo el resto de mi almuerzo. La pantalla me llama. Ven. Ven. Ven. Hay una invitación para asistir a la Misa Electrónica. Oficiante: Presbítero Rigoberto Santucci. En Español. En honor a todos los Siervos de Dios. Programa Nacional: Apoya la tecnología de tu país. Sé patriota: tricolor y estrellas ¿Por qué no? Conecto la Misa. Canal Libre. Escucho desde la cocina los cánticos y las palabras del sacerdote. Pero no intervengo con acercamientos o alejamientos y la flecha del ratón permanece palpitante muy cerca del altar mayor. Preparo arroz y lo mezclo con calabacines y sardinas: Bendito seas, Señor, por este pan que nos diste / Fruto de la tierra y del trabajo de los hombres.
Me asomo al balcón y una niña entra al edificio, arrastrando una vieja patineta. Me sirvo el almuerzo justo cuando la Misa está terminando. Coloco el mantel, los platos, los cubiertos: no hay que perder la dignidad, ni el glamour, aunque uno se esté comiendo los hígados. Mamá estaría satisfecha, ella, que en la Gloria de Dios esté. No me estoy burlando, que conste, pienso, un poco picado por la culpa. Porque todos sabemos que Madre hay una Sola (¡por fortuna!). La pantalla sigue pasando imágenes, guiños y mensajes y yo la miro desde lejos, porque somos tan distintos, pienso: pero ¿lo somos?
Yo trabajo con el Verbo y en ella el Verbo se hace imagen y no carne. Daría la mitad de mi reino por un buen bisté medio cocido con papas fritas, ensalada, arroz y plátanos fritos. Pero está decretado que los poetas no podrán comer esos manjares a menos que participen en política, o se establezcan como pequeños o medianos comerciantes, o sean excelentes gerentes, o se casen con mujer adinerada que los mantenga, o hagan alguna cosa útil para el Sistema. De lo contrario, no. Y está bien. Así son las cosas. Todas metidas en su orden Lógico, binario. De lo contrario, el Sistema no funciona.
La tarde entra en su primera fase de decrecimiento. Aparece en la pantalla información sobre el Mal de la Humareda: SMQ: Sensibilidad Múltiple a los Químicos que puede ser también sígno de psicosis. Síntomas: náusea, dolores en los músculos y las coyunturas, dolor de garganta y carraspera, indigestión, congestión nasal y sensación de neblina en el cerebro. Leo brevemente, mientras recojo los platos sucios y los llevo a la cocina y los friego con cuidado. Pero ahora estoy amodorrado por la combinación de calor, humareda y estómago lleno, así que la pantalla deja de ser tan atractiva y prefiero tenderme en el diván donde yacen aún sin borrar los rastros de la noche. De tanto tragar el humo, pienso, tengo humo en el cerebro: luego existo. Hay humo en todas partes. La luz del sol se ve color ambar y siento que el sueño me va tragando como una boa se traga una res. Tritura mi esqueleto para engullirme y digerirme. Macera mis carnes. Luego me absorbe y yo me dejo hacer, debilitado y casi feliz. Neblina cerebral. La pantalla palpita frente a mis ojos entrecerrados. Ven. Ven. Ven. Un 34 hermoso automóvil rojo conducido por una hermosa mujer se detiene frente a mí: el fondo es una pulcra autopista con relucientes hombrillos e hileras de sicus adornando el borde. La mujer me hace señas desde la puerta abierta: largas piernas cuyos vellos semejan ser vellocino dorado. Jugosa la mujer, parece un durazno: es la misma que tienta al cura en la cuña de los cauchos. Escote abismal. Cerca. Cerca. Más cerca. Peligrosamente.
Cierro los ojos y veo la carretera esplendorosa corriendo delante de mí que vuelo, simulando, al volante del carro rojo. Hay estructuras de metal por todas partes, gráciles. Lámparas secuenciadas como columnatas. Y el letrero: ¿adónde quiere ir? La mujer se echa agua en el escote mientras maneja: gotas de agua, tela húmeda pegándose a la frondosa carne, y la boa me tritura hasta el cuello. Sólo me queda libre la cabeza, facciones apenas divisables. Corro en el carro. El viento cálido agita mi cabello y me siento libre jineteando la máquina de cuatro ruedas perfectamente controladas. A lo lejos, un horizonte de ciudad con grandes fábricas y edificios y chimeneas. Fábricas. Humo. Neblina cerebral: nublo. Nublamiento. Demasiado calor.
La boa y el plato de lentejas. El aviso otra vez ¿adónde quiere ir? Adonde tú quieras, mami, digo, sueño. Menú de opciones. Tenga lista su tarjeta de crédito, pero si no, La Mujer es Hermosa. Vuelo por la autopista sideral, el cielo en el horizonte de un brilloso azul casi verde y veloz. La boa sólo me deja la cabeza afuera en medio de tanto humo, de tanta brumosidad y neblina. Quiero ir hacia allá, acceso libre. Descubrir el secreto del crimen y triunfar. Me voy quedando, me voy deslizando en la pantalla. Totalmente tragado por la boa, en pleno proceso de digestión, el domingo transcurriendo allá afuera y aquí dentro todo es como una fiesta de juegos de artificio. Todo veloz, transformado, distinto. Y de pronto sólo veo mi propia sala, con los tres cuadros enmarcados en negro, simétricos sobre el diván y la maceta con la planta artificial en el centro de la mesa oscura del comedor y el florero azul con la rosa marchita desde hace meses y mi cuerpo tendido entre el humo y la densa atmósfera húmeda. Calor y una mosca perdida circulando desde la puerta del balcón. Y oigo el ruido lejano, como un oleaje mezclado con músicas distintas, y soy yo nada más. Yo. Internauta. La carita.
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Fragmento / B I
Lunes 23 de septiembre. Me levanto de la cama empapado en sudor, apenas rompe el amanecer y me baño largamente. Es el único lujo que puedo permitirme ahora en casa. Lo poco que gano lo gasto casi todo en pagar la factura telefónica. Apenas si me queda para comprar azúcar y café. Ahora no tengo alimentos, ni papel para imprimir (el sanitario también se acabó). Tampoco tengo tinta en la impresora. El casero amenaza con lanzarme nuevamente a la calle y tiene razón (Ya lo ha intentado 7 veces sin éxito). No creo que pueda permanecer aquí un mes más y no sé qué haré cuando el momento llegue. Sin embargo, mi mente continúa siendo el mismo sistema cuántico holístico que Dios creó y fluye conforme a las órdenes del caos.
Sé que debo permanecer aquí, que la hora de irme de estas cuatro paredes no ha llegado, porque en realidad no tengo para dónde ir. También sé que el tiempo de la buena cosecha está entrando a la Casa de Piscis. Sé que está por llegar (el horóscopo dice que para el año que viene), que es posible que mañana o pasado mañana o dentro de seis meses, por simple aplicación de la estadística, llegará el azar favorable que me levantará del polvo y me proyectará hacia una realidad más amplia y luminosa. Ojalá. Amén.
Así como estoy, casi hambriento, pero con unas ganas inmensas de seguir escribiendo en esto que no sé qué forma tendrá (ni me interesa saber, yo sólo escribo), hundo mis ojos en el espacio de los signos cabalísticos.
Como si fuera Edipo frente a la Esfinge intento una vez más resolver el acertijo penetrando la Gran Tela de Araña: fina, densamente tejida que cubre el planeta. (Uno es un títere que va y viene, según los dictados del destino. Nunca vemos el hilo de donde colgamos (del cielo a la tierra), pero sabemos que cuando la Parca lo corta se nos acaba la vida).
Fragmento / B II
Generalmente comienzo con el mismo recorrido: Entro de sopetón y paseo entre las vitrinas de equipos electrónicos para ver las novedades. Dicen los entendidos que las mejores marcas son japonesas, aunque hay un mercado paralelo chino de imitaciones cuyos productos, dicen, son superiores, a pesar de lo evidentemente falsificado. ¿Podrán algún día los chinos falsificar a Dios? May be.
Veo las maravillas de la Telefonía Inalámbrica: Teléfonos satelitales, súper inteligentes (los hay más inteligente que uno), que pueden conectarte con cualquiera en cualquier parte del mundo y hasta pueden verte mientras hablas; aparaticos ultramodernos conectados a la web para llevar en la muñeca como hace más de siete mil llevaban los annunakis; tricomponentes comunicacionales multifuncionales que fotocopian, mandar fax, imprimen, espían, te graban, mandan mensajes, archivos, fotos personales, libros y canciones on line. Los hay que funcionan con energía solar. Y luego encuentras esas maravillas de computadoras y laptops, tan modernos y equipados que sería imposible describirlas aquí, abarcarlas en un concepto, aunque cabe mencionar la Ideal, ensamblada pieza por pieza, según las necesidades y deseos y posibilidades del usuario, diseñada para usar en el futuro, con aplicaciones para irte a otra parte, vivir en otra parte, tener una familia también on line que en realidad no exista. Sería como mini computador que sustituya al hombre y a la mujer, que se perfile igual que el súper hombre que describiera Nietzsche, con un cerebro desarrollado y que tenga una extensión de mano y controle hasta nuestra voluntad. (Dicen que en un futuro no muy lejano el hombre estará sometido a una Computadora Central que lo controlará y le impondrá hasta la hora de morir. ¿Será Dios como esa computadora que vendrá?).
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Fragmento / B III
Uno se conforma con tocar con la punta del ratón las partes más íntimas, con verlas desplegar sus poderes, mostrarse seductoras en el largo show de danzas, imágenes, juegos de letras, de ropas y potencialidades de arte. Entonces, en plena frustración, escojo el momento a seguir: Paso a una Galería cualquiera, donde lo que se ofrece como arte moderno son frutas pegadas a la pared con cintas adhesivas (cuyos precios sobrepasan los cien mil dólares), vasenillas viajas preferiblemente una que ofrezca Arte Clásico y Antigüedades, y voy marcando elemento por elemento, mirando cómo aparecen en la pantalla sus historias, sus características, acordándome de lo que decía un ensayo leído en días pasados, de que hay casas que se hacen solamente con los objetos de sus ocupantes, de que hay gente que siempre está mudándose, que va acumulando cosas y cosas y en cada mudanza pierde alguna o gana otra, pero que en líneas generales construye su casa, su hábitat, su espacio vital, de esa manera: con cosas distintas, concretas, a lo mejor no siempre valiosas, cosas que van fundando relaciones y coexistencias: un entramado de valores y memorias, la historia personal objetualizada de forma tal que cada cosa es un signo, un símbolo, un ícono y conforma el código de entrada, el archivo de respaldo y también el directorio básico de alguien.
Voy acariciando cada elemento del conjunto con el ratón, demorándome. Hasta que aparece el aviso de que si no va a comprar nada, por favor abandone el archivo, y el número para conectarse si uno quiere usar su tarjeta de crédito y me recuerda que la mía -no de crédito- tiene apenas lo suficiente como para no cerrar definitivamente la cuenta. Acabo de colar café. La cafetera eléctrica lo hizo por mí, para evitar distraerme de la pantalla mágica. Conservo algunos de esos lujos, de esos rezagos de prosperidades anteriores. Claro que he ido vendiendo o empeñando muchas cosas y llegará el momento en que no tenga nada. Entonces no tendré casa siquiera. Ni siquiera esa hecha de objetos de que hablaba el ensayo en cuestión. No sé si me animaré al vagabundeo. A la intemperie. Esas mutaciones, desajustes y transformaciones son los componentes de todo orden, dicen. El que no se adapta es expulsado. El asunto es sobrevivir. Pero, como decía el poeta Efraín Huerta: Sobrevivir: ¿para qué?
Fragmento / B IV
Me asomo al balcón. Es domingo y allá afuera un hombre limpia con gestos amorosos un viejo carro azul. Tiene ordenados los utensilios de limpieza. Divide el carro en sectores. Pasa primero una esponja jabonosa, restriega con suavidad. Luego seca con un trapo grisáceo y finalmente pule con otro, amarillo, de textura más delicada. No puedo ver bien desde aquí, pero el proceso me parece como el de alguien que bañara a un elefante muy amado. Hay gente que ama a los elefantes, como la hay que ama las arañas. Ayer en la mañana vi a una señora bien vestida, de esas tempranamente jubiladas por el Ministerio de Educación, besar a una perrita también bien trajeada. La besaba en la boca, la acariciaba. Entonces me acordé de mi paso por Londres. Aquel día, también era domingo, vi a muchas gentes pasear con sus perros. No llevaban niños, llevaban perros, hablaban con ellos, entraban a comer con ellos, pedían comida a la carta para ellos. En la televisión vi un programa donde un hombre se casaba por la iglesia con su perra a quien dijo querer mucho. Se acostaba con ella, se bañaba con ella. El día de la boda fueron los amigos de la pareja y celebraron en grandes, se rieron, gozaron y después, pasadas las tres de la madrugada, dejaron a los recién casados solos en su alcoba matrimonial. No sé en qué pararía la cosa.
También vi en televisión una película donde el enano de un circo se robaba el elefante para evitar que siguieran maltratándolo. El enano fue enjuiciado por robo, pero fue absuelto y los dueños del circo fueron enjuiciados por maltrato al elefante. Todo el asunto se transformó en un pretexto lujoso para que los políticos hicieran campaña. Los políticos conocen el arte de aprovechar los sentimientos del público para obtener poder. Para ellos es lo mismo el amor a los elefantes, a las arañas, a los perros o a los niños abandonados. En días pasados ocurrió un caso en uno de esos pueblos perdidos en la provincia: un muchacho de escuela secundaria fue asesinado por un grupo de policías porque llevaba el nombre de alguien que ellos estaban buscando: lo pusieron contra un paredón y dispararon sobre él siete veces, aunque el muchacho juró y perjuró que no era el que ellos creían que estaban matando. El problema fue que hubo testigos: detrás del paredón, una doñita, de esas fisgonas de oficio que no faltan, aterrorizada escuchó las voces, sintió los disparos, el ruego del muchacho, su grito desgarrador. Detrás de muchas ventanas cerradas, otras mujeres atisbaron también. Era temprano en la mañana o tarde en la noche, pero allí estaban. Las Erinnias. Y entonces se cayó el argumento usual del enfrentamiento y la resistencia al arresto. Hubo comentarios en el pueblo. Rumores y rumores. El Alcalde al principio respaldó a los policías: eran aquellos guardianes de su Orden, sacrificados y leales servidores del Justo y la Justicia. Pero cuando sus medidores de opinión le dijeron lo que había en la calle, se desdijo sin excusarse: el discurso usual de todo el peso de la Ley salió a relucir. Los que formaron el pelotón, héroes al principio, delatados luego por sus compañeros y execrados, fueron vestidos de villanos y presentados en la plaza pública. ¿Cuál era la verdad y cuál la máscara? Toda verdad y toda máscara. Eterno Teatro del Mundo. Comedia o Tragedia o ambas, como en Shakespeare.
El Alcalde, sin duda haciendo uno de sus mejores papeles, pagó los gastos fúnebres, permitió que la madre llorara en su hombro cinco minutos, se hizo tomar una adecuada fotografía, que por supuesto luego saldría en los periódicos locales.
Ahora una mujer canosa sale del edificio. Pasa frente al hombre que lava amorosamente el carro azul como si fuera un elefante. Cada vez hay más mujeres canosas. Ellas dicen que es la nueva moda: el rescate de la edad digna. No disfrazarse de jóvenes sino destacar su experiencia, iluminando de plata la cabellera antaño oscura o clara, según el estilo. Sin embargo, yo creo que es más bien un asunto económico: no sobra el dinero para ir a salones de belleza o para comprar los (al)químicos menjurjes conque se nutren las agencias de cosméticos. Las mujeres son sabias. Ellas administran la casa y saben. Combaten la inflación con trucos que vienen en su código genético. Los especialistas en modas se vuelven sus cómplices. Interpretan los signos. No al revés, como se cree. La mujer del cabello canoso se pierde en el recodo. El hombre del carro azul aún se regodea en sus caricias. Besa el carro, le da vuelta una y otra vez buscando alguna manchita. A su alrededor todo es un charquero. La manguera abierta y estopas sucias.
Una imagen de calle solitaria con casas de columnatas, donde destaca un reloj con grandes números romanos. Una mano levantada, un dedo, señalan el letrero: ¿adónde quiere ir? Abro el menú de entretenimientos. Hay un viejo burdel en Cork, de acceso libre, creado por un solidario Kilcoman desde un Notebook, dice la leyenda. Primero, vista de Cork: bruma allí también, mas no de humo. Humedad que asciende desde el mar. Las calles que rodean el puerto son estrechas y no rectas. Luego, la casa, típica irlandesa de piedra, de madera, con techo de pizarra inclinado. Dicen que Sir Walter Raleigh frecuentaba ese lugar: La Casa de María La Reina, lo llaman.
Uno puede acercar la parte que le interesa: un pezón de suave violeta sobre una carne cremosa acariciado por índice y pulgar de una mano más bien pequeña y tierna como de niña. Uñas cortas. Cuadros paralelos de copas de helado de mantecado coronados de fresas.
Y el poeta con su cara de muchacho hosco, sensualizando sus facciones. La Water Music de Handel como fondo: el minueto para corno francés, claro, apropiadamente. Mis erecciones son gloriosas en esos casos, pero suceden rápidamente porque es muy difícil mantener referencias culturales y juegos eróticos. Por lo menos para mí. Si yo supiera hacer un programa, trasladaría las historias de María La Reina a un burdel en Tumeremo, donde dicen que los empresarios canadienses han establecido una red del placer para satisfacer los deseos de sus técnicos de oro, encerrados en campos de concentración productivos. Elevados sueldos cobrados y poco gastados, porque en aquellos espacios selváticos ¿dónde se gastarían? Lo cierto es que no sé hacer un programa. Estoy absolutamente incapacitado para ganarme la vida en este mundo traidor. Apenas si escribo poesía, y nada de ensayos rigurosos y académicos por los que malpaguen las escasas revistas culturales que aún sobreviven, como pegadas de las piedras: musgo, terquedad de la hiedra. Y mucho menos puedo hacer un artículo visual para INTERNET, lo que sería maravilloso, porque entraría al sistema del sabor. Ah, qué sabor. Mi artículo entre el oleaje: puerto alterno para cualquier internauta, moviéndose, deslizándose mi artículo, y yo feliz.
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Fragmento / B V
Así estoy: como si me postrara durante años ante el ojo de una cerradura enloquecido, espiando todo eso que está abierto para siempre como si jadeara ante la reja de un confesionario toda una noche. (Veo su piel melada, sus omoplatos perfectos y los campos de trigo de su espalda pasando a través de la ancha cerradura de su vestido. Veo una ventana encarando la profunda suerte del sur abierto, y yo inhalando, desde la orilla del mar, la belleza de la tierra. Veo florecitas que están arqueadas y cerradas cuando por las noches el frío se eleva sobre sus tallos y se abren tan pronto como sienten la luz del sol).
Me distraigo buceando las historias, entrando por aquí y por allá. Allá afuera, subdesarrollados vecinos tiran puertas y gritan en el pasillo. El ascensor se abre con un sonido de metales desajustados y los gritos se van. Un heladero pasa bajo mi balcón. Es demasiado temprano, pienso. Y ya el calor es como un líquido donde vivimos sumergidos. Sudo a mares. Tengo hambre y me preparo un vaso de agua azucarada con afrecho. Sigo teniendo hambre, pero no tengo muchas opciones: un escritor es en este tiempo una excrecencia del sistema: no produce: no puede dar clases, ni puede hacer reportajes ni crónicas para los periódicos, porque las leyes de colegiación se lo impiden, no puede publicar su obra, porque las editoriales trabajan a duras penas, con esta crisis económicas, con esta recesión es muy poco lo que se puede hacer para sobrevivir. Las editoriales ya casi ni publican y aun si publicaran nada les garantiza a los autores el pago correcto y puntual de sus derechos. En este país el escritor no es nadie: no tiene tarjeta de crédito, no puede adquirir los productos que le ofrecen por TV o por Correo Electrónico: nadie lo considera importante, ni útil, y entonces tal vez sería mejor que en algún momento le inocularan uno de esos virus que los países civilizados y desarrollados han ido creando para eliminar el problema del hambre y la pobreza en Africa.
Fragmento / B VI
Buen trabajo. Limpio y claro. Me inocularán un virus algún día, cuando vaya al Hospital General demostrando así mi imposibilidad de ir a una higiénica Clínica Privada. Me lo inocularán cuando lean en la planilla de ingreso eso que diga: Profesión: Poeta. O tal vez las estadísticas hayan ya demostrado que la mayoría del 68,5% de los improductivos de este país sufre de asma y enfermedades respiratorias de toda índole y entonces a alguien se le ocurrió que la humareda sería una buena solución. Suponiendo que muriera solamente la mitad, ya sería bueno rebajar la carga parasitaria del Sistema a [¿cuánto?] busco la calculadora de energía solar en mi gaveta y realizo la simple operación: 34,25%. Eso contribuiría a mejorar incluso la imagen del gobierno, pues esos muertos naturales y no epidémicos son invisibles. No necesitan fosas colectivas, ni hogueras sospechosas, ni escándalo internacional. Me baño nuevamente. Bajo la ducha, bajo el chorro fuerte me siento revivir, me siento liberándome de la densa humedad atmosférica, del oleaginoso calor, del olor del humo que parece haberse retirado hasta formar tan solo una película azulada bajo el esplendoroso sol. Regreso a la sala y en la pantalla encuentro mensajes entrecruzados: fugaces imágenes de comerciales: tenga lista su tarjeta de crédito: anote nuestro número o imprima: como fuegos artificiales estallan en colores, en movimiento. Sonido, también. Tentaciones desde el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. La Serpiente (Emplumada esta vez, como bailarina de samba diseñada en bytes y líneas de LOCATE 1, 2, 3)
Nada que hacer. Aparece el mensaje de alguna organización feminista: La Mujer es Hermosa: rezago de los sesentas, pienso ante la supuesta ingenuidad del título. Pero no es tan ingenuo: imágenes: mujeres trabajando en enormes talleres: industrias de artículos de alta precisión; mujeres manejando tractores en campos frutecidos: verde y oro; mujeres en aulas de clase: maestras y alumnas en grado mayoritario; mujeres sentadas en escritorios ejecutivos o en ronda de lluvia de ideas alrededor de una mesa ovalada; mujeres con cascos de seguridad en construcción de edificios, dirigiendo ejércitos de hombres; mujeres con uniformes militares o conduciendo camiones; mujeres cocinando o amamantando criaturas; mujeres preñadas, desnudas y preñadas: cerca, más cerca, más cerca: close-up del vientre redondo y sobre él, iluminado en azul verdoso, fundido imaginariamente, el globo terráqueo visto desde satélites. La Gran Madre. MadreTierra. Un aviso muy destacado. Negro sobre fondo fucsia: letras ámbar: Mujer: Denuncia Cualquier Maltrato Físico o Psicológico ante Amnistía Internacional. Oh, Mujer, Mujer Divina. Seguramente Agustín Lara sería denunciado hoy día por cualquiera de estos cargos: subestimar la condición humana de la mujer convirtiéndola en objeto; usar sus imágenes con fines comerciales, y maltratarlas física y psicológicamente, pues se aprovechaba de lo que le daban voz, canciones y pantalla del cinematógrafo para amarlas y dejarlas: cualquier argumento. Ya ni se le puede pegar a la mujer propia tranquilamente, para sacudir tensiones, como hacían nuestros felices antepasados. Claro que no todas las mujeres tienen acceso a la red, ni a la información de alta vía, y si ven algo por la TV no siempre saben cómo hacer. Pero están aprendiendo y eso es grave. Porque exageran y nos dirigimos hacia el matriarcado celeste. Hay un lapso de comerciales y luego, algún usuario abrumado por la Mujeridad o no, lanza un alarido: La Mujer es un Artículo Higiénico y Profiláctico, salvo cuando está en Menstruación. Batería de anuncios. Ninguna respuesta. Es un error creer que caerán en discusiones sub-alternas: ellas lo que quieren es controlar el Menú Principal. Anuncian portacondones de plata diseñados por un tal Svevo. También cajitas para toallas sanitarias y tampones. Botellitas para llevar un trago de brandy o de whisky, depende de los gustos y necesidades. Todo del noble metal. Argéntea con Esmeraldas. Y luego: El Parto es un Peligro Evitable: únase para evitar el desgaste energético de la producción ovárica y fomentar las Madres Electrónicas. Sanas y seguras. Uteros artificiales S.A. le ofrece su extraordinario surtido: fertilización in vitro garantizada al primer intento, implantación del embrión en nidos de pólipos de polímeros bioenergetizados, alimentación mediante un Sistema de Placentas Múltiples, procesadoras de nutrientes libres de químicos. A las 41 semanas, entrega del producto: fetos a término. Sin riesgo de prematureces, preclampsias y otros imponderables. Para uso de mujeres modernas y parejas incapacitadas para la procreación. Las células son naturales: usted puede proveerlas o nosotros se las proporcionaremos de nuestros Bancos de Semilla Humana Certificada. Llame al código escrito abajo para más información: ¿será posible?
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Fragmento / B VII
Husmeo en la cocina, buscando algo. Arqueo de alimentos: ¿qué hay en la alacena? Un cuarto de paquete de harina de trigo leudante de marca que alude a los Bosques de Sherwood, un paquete de un kilogramo de arroz con el 1,5% de granos partidos, medio litro de aceite de cocinar extraído de las semillas del girasol, medio kilogramo de afrecho de trigo, dos latas de sardinas nacionales, un pote casi entero de condimentos para carne, un cuarto de kilo aproximado de leche en polvo, una bolsa de lentejas, una bolsa de sal, algo así como medio kilogramo de azúcar.
En la nevera hay más o menos una docena de huevos, cuatro tomates, dos papas, un calabacín grande, una auyama, una bolsa con tamarindos, cinco mangos maduros, media cebolla grande, medio limón grande y una paila de sopa de avena. ¿Hay mantequilla? Pequeña, pero hay. Y un pote de cerveza vacío. Con eso deberé soportar hasta el viernes, cuando me pagarán el discurso que le hice al presidente de un Club Internacional, que quería impresionar a sus compañeros con una entrada de lujo en la Cena Anual. Yo, por mi parte, quería impresionarlo a ÉL para que me contratara como escritor de los discursos del candidato a gobernador. En tres meses de campaña podría ponerme al día con las deudas por pagar. El presidente del Club Internacional es el Director Estratégico de la Campaña. Seguramente habrá uno Táctico, porque la política es la continuación de la guerra por otras vías, como decían aquellas viejas tesis con citas de chinos y alemanes y franceses y quizá ingleses y todos esos señores bélicos. Si yo le escribiera los discursos al candidato y si al candidato le gustaran mis discursos y si él llegara a ser gobernador por obra de mis discursos y sus gracias y sus tácticas y estrategias, quizá se interesaría en darme un puesto permanente en la administración. Eso me daría un respiro económico de tres años, pienso, quizá seis, si nos soportamos mutuamente y si lo reeligen, y como no hay ley todavía que colegie a los escritores de discursos políticos, ni sindicato que los agrupe, no sería una actividad ilegal y amenazada. Pero para ello debo esperar el resultado del discurso del presidente del Club Internacional: que él y sus colegas perciban el toque de sensibilidad, que sientan y analicen la impresión que pudo haber causado en la gente: poético, pero histórico y práctico. Breve, pero sonoro. Eficaz, pero idealista. Si funcionó, quizá estoy en la vía. De todas maneras, el tipo me pagará el viernes con un cheque del gobierno, previa presentación de la factura personalmente: nada de faxes ni de correos electrónicos, por un concepto de asesorías y servicios y un monto aceptable. Ni sospechoso, ni miserable, ni lleno de mala intención. Comienzo a preparar un almuerzo nutritivo. Mientras se cuecen las lentejas (no me gustan las habas, aunque de ellas hay, dicen, en todas partes) me doy un paseo por la pantalla: hay un letrero. Cita de Teilhard de Chardin, ideólogo de algunos todavía:
Y ahora veo mejor que la totalidad debe ser entretejida entre cuatro elementos y no tres: -lo cósmico -lo humano -lo crístico -lo femenino aunque no estoy seguro de donde ubicar el cuarto elemento, el cual de cierta manera parece actuar menos como un elemento en sí mismo que como una esencia sutil que vincula a todos los otros: el espíritu de la unión.
Oh: el Feminismo Contrataca. Gigabytes dedicados a la jerarquización del poder, a la manipulación de las opiniones y a la revalorización de la mujer: bucles y bucles de respuestas posibles en los diagramas de flujo y programas en METAVISUAL-BASIC, como me dijo un amigo que se llamaba la Lengua Materna de casi todos y todas, para metonimizar hacia Lo Mujeril el curso de la historia. La Lógica es la misma: lo que cambia son los lenguajes. Podría llamar a un amigo en este momento. Diálogo sin cuitas para matizar la soledad. Es ya mediodía. Aunque quizá se encuentren ocupados mirando Galerías Virtuales, resolviendo Crucigramas, jugando cualquier Larry más o menos porno, o en el Simulador de Vuelos o de Guerras, o interactuando con una película, acompañados de sus hijitos que ya no creen en Hadas ni en Duendes ni en el Niño Jesús, pero que todavía corren carreras en sus triciclos tridimensionales, aunque sea en pistas virtualizadas, porque salir al Parque resulta caro, sucio y peligroso, sobre todo con tanto humo. Me da un acceso de tos. Toso y toso y toso. Teresa de La Parra odiaba la tos. Ella, tan bella, tan fina, tan elegante, tan educada en el Colegio del Sagrado Corazón, tan discretamente amante, detestaba esa vulgaridad de la tos. Se me tranca el pecho. Se me acumula el moco. Encajes de moco en las fosas no oceánicas, en los vericuéticos bronquios y bronquiolos donde toda asma tiene su asiento. Toso porque mi organismo quiere librarse de esa delicada redecilla. Seguramente algunos vasos capilares se están rompiendo allá adentro. Pero no es tuberculosis. Ahora bastan dos o tres o diez inyecciones de antibióticos de amplio espectro, unos días en el Hospital, y nada de Sanatorios en Suiza o en Los Teques, modestamente. Lástima. Uno podría ser más clásicamente poeta si se enfermara de esas cosas. Pero no: o es el asma vulgar que obliga a la gente a andar con los inhaladores grises. O es un infarto provocado por stress, aunque uno sea joven y acostumbre a caminar, aunque no sea más que por falta de carro. O es alguna de esas enfermedades que no se atreven a decir su nombre y que seguramente Oscar Wilde no habría vacilado en poner en la escena, a dos guineas la entrada. Antes del Juicio Final, por supuesto.
Fragmento / B VIII
A los poetas nos han arrancado hasta la posibilidad de morir poéticamente. Yo creo que hasta la posibilidad de escribir poéticamente. Voy a ver las lentejas, no sea que se pierdan, quemadas y requemadas en el fondo de una olla. No es que yo esté dispuesto a vender mi primogenitura, si la tuviera, por un plato de tan exquisito manjar, pero no es cosa de dejarse morir de hambre. Desfallecer pegado a la máquina. Hacer que a uno lo encuentren aferrado a las luces cambiantes de los anuncios comerciales de la Tela de Araña.
Una carita asoma en la pantalla y desaparece. ¿Qué fue eso?¿Inadvertido golpe de ratón? Me quedo vigilando el espacio que ahora es largamente azul. Un silencio azul de minutos. Va corriendo el tiempo hecho de impulsos, tal y como lo decía Bergson, o eso dicen. Y estoy espiando la aparición de la carita en ese silencio, corriendo el riesgo de que se quemen las lentejas. Nada. Nada. Hay muchos seres extraños que viven en el ciberespacio y los que se adentran en él lo saben. No todo es compras y ventas y tarjetas de crédito y visitas con amigos a cafés y restaurantes virtuales. Hay seres extraños que se asoman de repente. Criminales. Virus. Fantasmas que se insertan on line y que emiten mensajes. Sirenas. Hijos del onanismo. Cluster perdidos y jamás recuperados ni fijados. Logicless chains. A veces fantaseo con descubrir un secreto, un crimen cometido mediante el computador por agentes de alguna Agencia ahora al servicio de la Organización de las Doce Hermanas, por ejemplo. Un mensaje vía correo electrónico: carta-bomba que haga estallar la pantalla del destinatario y lo electrocute. Mala noticia para provocarle un ataque cardíaco o un cáncer instantáneo en el hígado. Cosas así. Y me imagino interceptando el canal, salvando a la víctima señalada, o no salvándola, pero denunciando a las Policías del Mundo que el criminal es el número tal y tal y tal de INTERNET o cualquier otra tela del telar.
Y me imagino convertido en un héroe, vendiendo la historia a la prensa o la televisión o a algún productor de cine que se interesara, siendo pagado vía correo electrónico: depositen en la cuenta de ahorros (pero ¿cómo?¿usted todavía usa una cuenta de ahorros?¿y cómo puede vivir en este mundo moderno? muchos bancos/banqueros del cibercash me enviarían anuncios e informaciones: abra su cuenta aquí y le ofreceremos: tarjeta de crédito, libreta de cheques, si la desea y un interés del 0.75% calculado sobre su saldo diario, lo que le da 8 puntos por encima de la inflación calculada diariamente por los sabios técnicos del Banco Central. Y el agregado: el dinero pronto desaparecerá: adscríbase al mundo de la tarjeta y adelántese al futuro).
Todo el mundo enviará anuncios, tratando de que gaste el dinero obtenido por mi astucia y heroicidad, como siempre lo han hecho. En News dirán: Un poeta demuestra que también puede ser exitoso. Los periodistas y los policías, sin embargo, consultarán a los asesores legales de sus gremios para ver si no incurrí en ejercicio ilegal de sus respectivas y activas profesiones. No. Todo estará bien. Y yo podré gastar parte del dinero para contratar al Chino Meléndez o al Chamo Atahualpa para que me hagan el Poemario Audiovisual e Interactivo que he venido soñando (literalmente), no importa cuántas Gigas tenga, para meterlo en la Tela de Araña y cobrar derechos después de tres minutos de gancho: use su clave y su password si quiere seguir disfrutando de estos poemas, dirá el anuncio. Use su tarjeta de crédito. Ah, qué maravilla: alguien habrá allá, estoy seguro, en cualquier lado del ciberespacio, al que le gustará la poesía. Claro que serán poemas donde trabaje más la resonancia: el asunto fonético respaldado por una estructura semiótica de imagen y música que se aleje de lo gramaticalmente tradicional: morfología y sintaxis, fonología y semántica (polisémica o no) del Castellano. No, ni del Esperanto, ni del Inglés, ni del Francés tampoco, sino del lenguaje ciberespacial: virtualización de la palabra. Juego, además, porque el receptor podrá explorar menúes de múltiples opciones: ¿te gusta la metáfora, corazón? No te me quiebres, entonces. Y si no te gusta, quizá te complazca la severidad del trazo que dice lo mismo en otro tono. La Lógica es la misma, lo que varía es ¿qué?:
Ahora comienza la tarea del equilibrista que yace casi en el fondo del mar. No tener más que ver con el mundo sería una buena solución, pero todavía estoy ocupado, ejercitándome, escribiendo. Lo importante es tener ocupadas las manos, ganarle tiempo al tiempo que me deshace y me va quitando más chances, más oportunidades. Sé que no ganaré la ventaja que me ofrece la muerte.
"Él está en el lugar de las computadoras y de las ciencias infalibles. Pero de pronto se evapora y se hace invisible".
Esta epígrafe del cuate José Emilio Pacheco me viene al pelo para volver al hilo. Me lancé de la proa del buque del lenguaje y doy vueltas dentro del remolino. Y todo por no haber terminado. No acerté, no di en el blanco y no acertaré escribiendo estas cosas. ¿Cómo puede atinar el que nunca ha dado en el busilis, el que jamás ha tenido la solución de un problema, el que recibe golpes y se enconcha escribiendo para no ver más el mundo que lo patea? Yo no sé emplear otro giro que sea pisar en lo blando. Por eso me pegan bien. Los dioses me la tienen jurada y más temprano que tarde terminarán el negocio, pondrán punto y final a este asunto de mi vida. Por discusión pierdo la riña, porque eso es lo que he hecho a lo largo de estos tiempos: discutir, defenderme, excusarme por tantos errores cometidos.
Mi lengua no canta claro. Y eso no me hace llevarle ninguna ventaja a los falsos, a los mentirosos. Uno no tiene la Verdad, no sabe nada. Tiene puesto un traje que no le pertenece. Al fin y al cabo todo va contra uno. El Destino nos tiene vigilado, no nos pierde de vista. Desde que nacemos nos echó el ojo de águila que tiene y no nos salvaremos de la Muerte. Y no es porque uno tenga la culpa de vivir. No. No es por eso. No es tampoco por hacer uno lo que quiera en el mundo, sin apartarse de la Ley, pues de alguna manera todos cumplimos la santa palabra de la Ley como si fuera la Palabra de Dios. Todos cumplimos el Contrato. El Sumo Sacerdote puede expulsarnos de todos los paraísos. Uno tiene el deber de vivir de acuerdo a la Ley de la Naturaleza: dejarse someter. Cumplir con lo que establece la Norma: El Código: La Constitución. Y para eso están las Autoridades y las Instituciones. Para hacernos cumplir las leyes establecidas. ¿Cómo podríamos hacer y saber algo contra la Institucionalidad? ¿Cómo podríamos salirnos del Sistema sin tener que ver con el Sistema? Todo trata de.., versa sobre..., está dentro de.... Y bien quiso la suerte, mi mala suerte que así fuera. Que yo también me pusiera en el borde para ver el Centro, para sentirme como expulsado de la Gran Tierra de la Comodidad. Y es lo que deseo: estar fuera, estar en otra parte que no sea en el Punto más Céntrico. En el Vientre del Sistema donde todos aseguran que es la Verdad.
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Fragmento / B IX
No he tocado puerto todavía. Podría decirse que floto. Pero en verdad estoy girando dentro del remolino del lenguaje que me lleva y me trae. No tocaré el fondeadero. Ni el fondo. El grito de la Cabra abre la puerta del abrigo y pone a esta persona (a esta máscara) sin recursos frente a frente con la cara del que da la orden de degüello. La cogotera se me hace más confusa y quiere más asilo. Pero el estrago también se hizo presente en la mochila asolada. No hay cacerola ni baya ni simiente en las tripas de la barjuleta. Y la nación ha sido taladrada por los saqueadores que hicieron estragos ayer y lo vuelven a hacer hoy bajo la mirada resignada de todos los que piensan que ya nada tienen que perder. Del espino blanco yo saco un palo para balbucear unos golpes de ciego. Y golpeteo a ciegas en la oscuridad. Vuelvo a la izquierda y voy de un lado a otro golpeando como si fuera tras una piñata que no se deja golpear ni coger. Es como si fuera tartamudeando, persiguiendo a los que no cesan de reírse, de carcajearse. Halcones, están arriba. Zopilotes, están abajo haciendo tabla rasa. Yo no soy gavilán ni lince. No soy animal de ojo de avizor. No soy ninguna esfinge, ni tengo la nariz aguileña, no soy autillo. Tampoco voy a cazar con halcón, ni pregono mercancías, no soy buhonero. Rompo la distancia con la palabra que uso como si fuera espada. Como pelosilla que vuela y arranca flema. Blanca espina que a veces se hace paja, cable, escobén, escoba, taco de los escobenes, estacha, hierba para forraje, bálago. Fiebre.
Fragmento / B X
Después del homo sapiens viene el homo ludens. Las lentejas comienzan a oler ligeramente a cosa quemada. Apago la candela. Me tomo un gran vaso de avena fría para aguantar el hambre mientras preparo el resto de mi almuerzo. La pantalla me llama. Ven. Ven. Ven. Hay una invitación para asistir a la Misa Electrónica. Oficiante: Presbítero Rigoberto Santucci. En Español. En honor a todos los Siervos de Dios. Programa Nacional: Apoya la tecnología de tu país. Sé patriota: tricolor y estrellas ¿Por qué no? Conecto la Misa. Canal Libre. Escucho desde la cocina los cánticos y las palabras del sacerdote. Pero no intervengo con acercamientos o alejamientos y la flecha del ratón permanece palpitante muy cerca del altar mayor. Preparo arroz y lo mezclo con calabacines y sardinas: Bendito seas, Señor, por este pan que nos diste / Fruto de la tierra y del trabajo de los hombres.
Me asomo al balcón y una niña entra al edificio, arrastrando una vieja patineta. Me sirvo el almuerzo justo cuando la Misa está terminando. Coloco el mantel, los platos, los cubiertos: no hay que perder la dignidad, ni el glamour, aunque uno se esté comiendo los hígados. Mamá estaría satisfecha, ella, que en la Gloria de Dios esté. No me estoy burlando, que conste, pienso, un poco picado por la culpa. Porque todos sabemos que Madre hay una Sola (¡por fortuna!). La pantalla sigue pasando imágenes, guiños y mensajes y yo la miro desde lejos, porque somos tan distintos, pienso: pero ¿lo somos?
Yo trabajo con el Verbo y en ella el Verbo se hace imagen y no carne. Daría la mitad de mi reino por un buen bisté medio cocido con papas fritas, ensalada, arroz y plátanos fritos. Pero está decretado que los poetas no podrán comer esos manjares a menos que participen en política, o se establezcan como pequeños o medianos comerciantes, o sean excelentes gerentes, o se casen con mujer adinerada que los mantenga, o hagan alguna cosa útil para el Sistema. De lo contrario, no. Y está bien. Así son las cosas. Todas metidas en su orden Lógico, binario. De lo contrario, el Sistema no funciona.
La tarde entra en su primera fase de decrecimiento. Aparece en la pantalla información sobre el Mal de la Humareda: SMQ: Sensibilidad Múltiple a los Químicos que puede ser también sígno de psicosis. Síntomas: náusea, dolores en los músculos y las coyunturas, dolor de garganta y carraspera, indigestión, congestión nasal y sensación de neblina en el cerebro. Leo brevemente, mientras recojo los platos sucios y los llevo a la cocina y los friego con cuidado. Pero ahora estoy amodorrado por la combinación de calor, humareda y estómago lleno, así que la pantalla deja de ser tan atractiva y prefiero tenderme en el diván donde yacen aún sin borrar los rastros de la noche. De tanto tragar el humo, pienso, tengo humo en el cerebro: luego existo. Hay humo en todas partes. La luz del sol se ve color ambar y siento que el sueño me va tragando como una boa se traga una res. Tritura mi esqueleto para engullirme y digerirme. Macera mis carnes. Luego me absorbe y yo me dejo hacer, debilitado y casi feliz. Neblina cerebral. La pantalla palpita frente a mis ojos entrecerrados. Ven. Ven. Ven. Un 34 hermoso automóvil rojo conducido por una hermosa mujer se detiene frente a mí: el fondo es una pulcra autopista con relucientes hombrillos e hileras de sicus adornando el borde. La mujer me hace señas desde la puerta abierta: largas piernas cuyos vellos semejan ser vellocino dorado. Jugosa la mujer, parece un durazno: es la misma que tienta al cura en la cuña de los cauchos. Escote abismal. Cerca. Cerca. Más cerca. Peligrosamente.
Cierro los ojos y veo la carretera esplendorosa corriendo delante de mí que vuelo, simulando, al volante del carro rojo. Hay estructuras de metal por todas partes, gráciles. Lámparas secuenciadas como columnatas. Y el letrero: ¿adónde quiere ir? La mujer se echa agua en el escote mientras maneja: gotas de agua, tela húmeda pegándose a la frondosa carne, y la boa me tritura hasta el cuello. Sólo me queda libre la cabeza, facciones apenas divisables. Corro en el carro. El viento cálido agita mi cabello y me siento libre jineteando la máquina de cuatro ruedas perfectamente controladas. A lo lejos, un horizonte de ciudad con grandes fábricas y edificios y chimeneas. Fábricas. Humo. Neblina cerebral: nublo. Nublamiento. Demasiado calor.
La boa y el plato de lentejas. El aviso otra vez ¿adónde quiere ir? Adonde tú quieras, mami, digo, sueño. Menú de opciones. Tenga lista su tarjeta de crédito, pero si no, La Mujer es Hermosa. Vuelo por la autopista sideral, el cielo en el horizonte de un brilloso azul casi verde y veloz. La boa sólo me deja la cabeza afuera en medio de tanto humo, de tanta brumosidad y neblina. Quiero ir hacia allá, acceso libre. Descubrir el secreto del crimen y triunfar. Me voy quedando, me voy deslizando en la pantalla. Totalmente tragado por la boa, en pleno proceso de digestión, el domingo transcurriendo allá afuera y aquí dentro todo es como una fiesta de juegos de artificio. Todo veloz, transformado, distinto. Y de pronto sólo veo mi propia sala, con los tres cuadros enmarcados en negro, simétricos sobre el diván y la maceta con la planta artificial en el centro de la mesa oscura del comedor y el florero azul con la rosa marchita desde hace meses y mi cuerpo tendido entre el humo y la densa atmósfera húmeda. Calor y una mosca perdida circulando desde la puerta del balcón. Y oigo el ruido lejano, como un oleaje mezclado con músicas distintas, y soy yo nada más. Yo. Internauta. La carita.






