Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 27 de Febrero de 2021

Cómo ser mujer y resistir en los intentos

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Junio 1991

 

Me encuentro recogida en el pequeño estudio que he conseguido hacerme, sacando espacio de las alturas, en mi casa a las afueras de Madrid. Es mi santuario en donde intento hacer fluir mis pensamientos, donde escribo para mí a golpe de pluma y papel y para el mundo profesional de la comunicación a golpe de tecla y pantalla. Es mi santuario con un frente de cristales que da al campo en donde las carrascas intentan hacerse encinas. Aquí subo siempre que consigo ‘robar’ un poco de tiempo a la cosa doméstica y, por supuesto, cuando la casa está en calma, que suele ser bajo el manto nocturno. Es mi particular Thinktank (tanque de pensamiento; laboratorio de ideas).

 

Los niños ya están de vacaciones por lo que mis retiros intelectuales los tengo que ir encajándolos en el devenir de la jornada. Si viene la inspiración tengo que aprovechar esos momentos a la carrera.

 

Hoy tenía en la cabeza un concepto que quería desarrollar y aprovechando que los niños estaban jugando tranquilamente en el campo contiguo a la casa, lugar que no supone ningún peligro, subo a mi tabernáculo intelectual a desarrollarlo pero…

 

Recién sentada ante el escritorio, con un folio en blanco sobre la mesa, dispuesta a empezar a escribir ha sonado el timbre de la puerta, respiro profundamente y, haciendo uso de mucho autocontrol, salgo a abrir; son los niños que vienen alborozados con unos gatitos que han encontrado en el campo; al pasar por el jardín me fijo en unas plantas que están a punto de secarse así que aprovecho para regarlas; entonces me doy cuenta de que falta uno de los niños que ha ido a buscar a su amigo hace una hora y no ha vuelto, su hermano sugiere que le habrán secuestrado, ¡encantador! No me alarmo demasiado, no considero tal posibilidad porque no hay motivo ni lugar, y porque soy de naturaleza poco alarmista. Mientras el perro se ha lanzado detrás de los gatitos y se arma un revuelo. Ya que estoy en esa tesitura de agitación doméstica decido controlar al loro que mi madre me ha dejado a su cuidado mientras está de viaje en Kenia. Carioco se ha escapado esta mañana y está en la copa de un árbol, le dejo un trozo de manzana a la vista para ver si con ese señuelo baja del árbol y le recupero.

 

Cuando considero que todo está bajo control inicio el camino de vuelta para el estudio, templo de mi relajación además de inspiración. Pero al pasar por delante de la puerta entreabierta de la cocina percibo un gran desorden, no me puedo resistir a entrar y recoger algunas cosas para que los niños puedan merendar a gusto y de paso aprovecho para dejarles preparada la merienda.

 

Finalmente creo que ahora sí, todo está bajo control, y decido retirarme definitivamente al estudio con urgencia intelectual pertinente. Me siento de nuevo delante del dispuesto folio en blanco listo para recibir mis interesantes y urgentes pensamientos, un tema que tenía la necesidad imperiosa de desarrollar y me parecía absolutamente necesario de escribir. Intentos vanos. La mente se me ha quedado en blanco, vacía, no recuerdo para nada de qué se trataba aquello  tan interesante. Nada, no arranca. El folio en blanco encima de mi mesa me resulta sarcásticamente retador y a la vez ofensivo.

 

Las musas no han podido esperar tanta dilación. No me extraña, la mente es poderosa y anchurosa pero no tanto como para soportar tantas desviaciones en un fugaz estado mental. Me desespera. Tendré que invocar a las diosas de la inspiración en la tranquilidad de la noche, cuando hasta las piedras acallan su lamento. Quizás sea ese  el momento de que mi mente pensante se avive.

 

Estamos en el 2020. Tengo otra edad, otra casa, otro estudio. Mis hijos también tienen otra edad, otros intereses, otra independencia. Pero por el ritmo y las corrientes sociológicas y económicas tan disparatadas que lleva la sociedad de ahora, los jóvenes tienen que seguir viviendo cómo jóvenes más allá de los treinta años. Ahora sigo teniendo la misma vitalidad intelectual que antes (creo) aunque no física, sigo intentando escribir en mi retirado estudio, sigo con la misma ansiedad y sigo teniendo un hijo viviendo conmigo y… sigue siendo complicado el no desviar la atención cotidiana hacia esto o aquello. A la voz de ‘¡madre!’ desde lejos mi disposición se pone en marcha y la inspiración tiene que esperar.

 

Considero que los hijos, aunque muy queridos, y aunque sin dudar diéramos la vida por ellos, podríamos compararlos con la chinita en el zapato. Al principio, cuando la china se introduce en el interior de nuestro calzado, la sentimos constantemente y no podemos dejar de estar pendiente de ella. La chinita nos impide caminar libremente porque nos recuerda infatigablemente su presencia. Con el tiempo vamos tratando de acomodar a la pequeña intrusa en el lugar más adecuado entre el pie y el zapato para poder seguir caminando con cierta libertad. Pero la chinita siempre estará presente en el zapato y en nuestro pie, y siempre nos estará recordando que está allí por mucho que la acomodemos, y siempre nos tocará estar pendiente de ella.

 

Una comparación un poco prosaica pero bastante ilustrativa, creo yo.

 

Los hijos, así que pasen los años, siempre serán nuestros ‘niños’ y sus madres siempre estaremos dispuestas para ellos en todas las circunstancias de la vida.

 

Estaperpetua disposición es un aliento de nuestra naturaleza y un estímulo de nuestro espíritu.

 

La mujer evidentemente tiene una naturaleza muy diferente a la del hombre, pero que seamos diferentes no significa que tengamos que ser inferiores en derechos ni ello justifica las infinitas desigualdades sociales que la mujer viene padeciendo desde tiempos inmemoriales. Contrariamente a la trayectoria establecida, la mujer debería tener mayores derechos y mayores beneficios sociales que el elemente masculino ya que aparte de sus cualidades (que no voy a valorar para no herir) es generadora de vida. Vida, familia, población, país… La mujer resulta ser el motor de la cadena trófica de la humanidad.

 

La ‘testosterona’ habilita la capacidad belicosa y destructiva de los hombres, mientras que la ‘progesterona’ habilita la capacidad reproductiva de la mujer. ‘Destrucción frente a creación’ sería un paradigma muy simple pero la Historia nos puede llevar a simplificar de tal manera y no andaríamos muy errados.

 

 Atención a las prerrogativas femeninas que para mañana ya es tarde

 

O témpora o mores

 

 

 

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