Continente y contenidos
Silvia Abad Montoliú. Continente; Colección de libros 'A Cuentagotas'; Eolas, ediciones. León 2021
![[Img #53037]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2021/9402_2-vb-con-portada-def-acg-2021-continente-silvia-abad-montoliu-1.jpg)
El segundo número de la colección de libros ‘A cuentagotas’ acaba de llegar a las librerías. Se trata de un libro de poemas de la joven leonesa Silvia Abad Montoliú, titulado ‘Continente’
La colección está auspiciada por la Concejalía de Juventud de León, a través del programa de ocio alternativo es.pabila, y nace con criterios de calidad y vocación de continuidad, al cuidado de Eloísa Otero, con diseño exterior y portadas de Rocío Álvarez Cuevas.
Estamos ante un libro breve pero muy intenso escrito en dos partes y con dos maneras de escritura. La primera breve, 13 páginas de cinco o seis versos cada una, parece el rastro de un sueño, el despertar de una borrachera, un paréntesis con datos escasos, imprevistos y la conminación a darles historia, ordenarlos en un mapa.
Al comienzo es la incomprensión, la pérdida de los sentidos de las cosas tras un resto de naufragio: "No comprendo los símbolos; / desperté con la piel llena de heridas. / No recuerdo meterme este nido en la boca / ni sé por qué está jauría / me lame desesperada las manos. // En mis bolsillos no había nada." ( 7)
Estupefacción sin olvidó de sí, sin olvidó de una biografía, que parece asombrar por el deslindamiento de unos datos, sucesión de vivencias que mantienen el yo desatrapado, fragmentado, con enormes vacíos.
Algo parece haber quedado tras la batalla para ser interpretado y darle contenido, algo material "un cuaderno verde", un regusto feliz cuando la tragedia era de otros, contrastes que pinzaron el engrama y por eso regresan, son regresivos: "(...) un día fuimos felices / mientras sacaban un cuerpo del agua”(9). El intento de recomponer el vacío detectado de ese despertar supone una toma de conciencia de sí, una reflexividad hologramática, pues incorpora desde lo percibido una totalidad oculta en el momento de la vivencia originaria, mucho más en el recuerdo. El poema es vía hacia el todo. Entonces recupera aquella relación idílica y sus nefastos adheridos, invisibles, tal vez algo infantil; maravillada por lo que tiene de asombro el que alguien pudiera concederle distinciones. Vivir en ese estado de suma percepción de la belleza: "La calle era una casa llena de ventanas; / venías a verme / y un día no te marchaste." (11)
Pero es de esa posesión de donde surge el temor, la amenaza de perder lo que ha ganado y la neurosis de una ausencia presentida: "Tu ausencia es una fiesta de niños ebrios; / alguien apaga y enciende / una oscuridad inabarcable." (12)
Ambivalencias de la mordedura, animal, que silabea por primera vez su nombre, un gatito que se viene humanizando: "Ausente y desnudo / como si regresaras de la vida" (13) Tal vez a este paréntesis de vida enlatada, separada de difícil explicación.
Luego la 'unio', que es renuncia de sí, por eso la pérdida, el olvido, que computa una doble ganancia en esa pérdida, una misma maravilla: "(...) Despertamos / a la orilla de un mismo continente". Y renuncia que aporta una nueva vida: " (...) Pues ellos traen / algo vivo entre las manos." (14)
![[Img #53035]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2021/3771_2-vb-con-portada-def-acg-2021-continente-silvia-abad-montoliu-23.jpg)
Inmediatamente la pérdida. El ser común "la misma sombra", el idiolecto a dos de código cifrado, descifrado; el nido de ese lenguaje de bautismo, que al nombrar lo crea y ordena, la extrañeza de esas palabras de tanta maravilla cuando dejan de servir para el amor y no sirven para nada, acaso para rehilar la historia, acaso en el poema. Ahora va recordando, va recuperando: "No recuerdo meterme este nido en la boca". (7) y se percata de la imposibilidad de la recuperación total, pues el lenguaje que viene en esa memoria escamotea el sentido originario. Está poesía sería el intento frustrado y por eso poético de retornarlo.
Es la magia del retorno del oído desde la producción de lo dicho. Esa teoría, que sucede a menudo en la poesía, como producto del rito de su producción. La interpretación del crítico que lee en el poema el propio eco de sus vivencias.
Desencanto y desencuentro, las cosas vuelven a pesar, la belleza se cubre de melancolía: "Se me astillarán las manos al abrir la puerta / de nuestra casa. Un día creí / que el arrebato sería para siempre." (15)
Pero la dificultad del sentido no aleja la costumbre que queda ahí como un dedo gafo, aprisionando la brasa; queda el dolor que ahora se siente sin el reflejo maravillado de la encarnadura universal, de la hologramática expansiva de los cielos: "A veces tu ausencia me sorprende / fregando los platos, leyendo una revista, / como un gorrión chocando contra mis ventanas / a la hora de la siesta." (18)
Por fin ha podido recomponer el despertar, la conciencia de la herida amplía el conocimiento, es más verdad, el dolor será universal pero mi herida duele en mí: "Un cuerpo herido es más cuerpo; / un cuerpo cansado es cárcel y ala." (19) y de pronto termina el poemario de una forma enigmática, tal vez anticipando un recomenzar, una continuación del poema siempre recomenzando.: "Es temprano, muy temprano; / en la calle solo hay pájaros que chasquean la lengua / y niños fugitivos que vuelven corriendo a casa." (19)
![[Img #53036]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2021/1484_670-con-portada-def-acg-2021-continente-silvia-abad-montoliu-41.jpg)
La segunda parte de este librito llama la atención por el procedimiento, por la técnica, lleva por título ‘Objetos’, una pequeña selección de poemas tachados. Se trata de buscar en la página de un libro previamente elegido: "novelitas de amor para preadolescentes" o "libros a los que les encontraba cierta magia." O "un libro pseudocientífico sobre el que trabajo ahora, de una señora que intenta convencer al lector de cosas raras y ofrecen consejos". No creo que esto sea importante, pues arranca esas páginas y emprende una tarea de ocultamiento, de sombreado, de ennochecimiento. La noche es el camino de los sueños, pero quién es dueño de la noche total, reserva ventanitas de luz para ver, para verse, que también se verán desde la calle transeúnte del lector.
Pienso que con esta técnica nos proporciona dos productos poemáticos, uno visual y otro lingüístico. En ambos casos transmutativo. El texto es inestable y es apropiado. Las ventanas sirven para desreferenciar el texto original y volverlo propio. La luz es esa luz propia. Esa oscuridad que asoma de la red lanzada la totalidad del lenguaje efectuada en los poemas de Silvia Abad Montoliú.
Silvia Abad Montoliú. Continente; Colección de libros 'A Cuentagotas'; Eolas, ediciones. León 2021
El segundo número de la colección de libros ‘A cuentagotas’ acaba de llegar a las librerías. Se trata de un libro de poemas de la joven leonesa Silvia Abad Montoliú, titulado ‘Continente’
La colección está auspiciada por la Concejalía de Juventud de León, a través del programa de ocio alternativo es.pabila, y nace con criterios de calidad y vocación de continuidad, al cuidado de Eloísa Otero, con diseño exterior y portadas de Rocío Álvarez Cuevas.
Estamos ante un libro breve pero muy intenso escrito en dos partes y con dos maneras de escritura. La primera breve, 13 páginas de cinco o seis versos cada una, parece el rastro de un sueño, el despertar de una borrachera, un paréntesis con datos escasos, imprevistos y la conminación a darles historia, ordenarlos en un mapa.
Al comienzo es la incomprensión, la pérdida de los sentidos de las cosas tras un resto de naufragio: "No comprendo los símbolos; / desperté con la piel llena de heridas. / No recuerdo meterme este nido en la boca / ni sé por qué está jauría / me lame desesperada las manos. // En mis bolsillos no había nada." ( 7)
Estupefacción sin olvidó de sí, sin olvidó de una biografía, que parece asombrar por el deslindamiento de unos datos, sucesión de vivencias que mantienen el yo desatrapado, fragmentado, con enormes vacíos.
Algo parece haber quedado tras la batalla para ser interpretado y darle contenido, algo material "un cuaderno verde", un regusto feliz cuando la tragedia era de otros, contrastes que pinzaron el engrama y por eso regresan, son regresivos: "(...) un día fuimos felices / mientras sacaban un cuerpo del agua”(9). El intento de recomponer el vacío detectado de ese despertar supone una toma de conciencia de sí, una reflexividad hologramática, pues incorpora desde lo percibido una totalidad oculta en el momento de la vivencia originaria, mucho más en el recuerdo. El poema es vía hacia el todo. Entonces recupera aquella relación idílica y sus nefastos adheridos, invisibles, tal vez algo infantil; maravillada por lo que tiene de asombro el que alguien pudiera concederle distinciones. Vivir en ese estado de suma percepción de la belleza: "La calle era una casa llena de ventanas; / venías a verme / y un día no te marchaste." (11)
Pero es de esa posesión de donde surge el temor, la amenaza de perder lo que ha ganado y la neurosis de una ausencia presentida: "Tu ausencia es una fiesta de niños ebrios; / alguien apaga y enciende / una oscuridad inabarcable." (12)
Ambivalencias de la mordedura, animal, que silabea por primera vez su nombre, un gatito que se viene humanizando: "Ausente y desnudo / como si regresaras de la vida" (13) Tal vez a este paréntesis de vida enlatada, separada de difícil explicación.
Luego la 'unio', que es renuncia de sí, por eso la pérdida, el olvido, que computa una doble ganancia en esa pérdida, una misma maravilla: "(...) Despertamos / a la orilla de un mismo continente". Y renuncia que aporta una nueva vida: " (...) Pues ellos traen / algo vivo entre las manos." (14)
Inmediatamente la pérdida. El ser común "la misma sombra", el idiolecto a dos de código cifrado, descifrado; el nido de ese lenguaje de bautismo, que al nombrar lo crea y ordena, la extrañeza de esas palabras de tanta maravilla cuando dejan de servir para el amor y no sirven para nada, acaso para rehilar la historia, acaso en el poema. Ahora va recordando, va recuperando: "No recuerdo meterme este nido en la boca". (7) y se percata de la imposibilidad de la recuperación total, pues el lenguaje que viene en esa memoria escamotea el sentido originario. Está poesía sería el intento frustrado y por eso poético de retornarlo.
Es la magia del retorno del oído desde la producción de lo dicho. Esa teoría, que sucede a menudo en la poesía, como producto del rito de su producción. La interpretación del crítico que lee en el poema el propio eco de sus vivencias.
Desencanto y desencuentro, las cosas vuelven a pesar, la belleza se cubre de melancolía: "Se me astillarán las manos al abrir la puerta / de nuestra casa. Un día creí / que el arrebato sería para siempre." (15)
Pero la dificultad del sentido no aleja la costumbre que queda ahí como un dedo gafo, aprisionando la brasa; queda el dolor que ahora se siente sin el reflejo maravillado de la encarnadura universal, de la hologramática expansiva de los cielos: "A veces tu ausencia me sorprende / fregando los platos, leyendo una revista, / como un gorrión chocando contra mis ventanas / a la hora de la siesta." (18)
Por fin ha podido recomponer el despertar, la conciencia de la herida amplía el conocimiento, es más verdad, el dolor será universal pero mi herida duele en mí: "Un cuerpo herido es más cuerpo; / un cuerpo cansado es cárcel y ala." (19) y de pronto termina el poemario de una forma enigmática, tal vez anticipando un recomenzar, una continuación del poema siempre recomenzando.: "Es temprano, muy temprano; / en la calle solo hay pájaros que chasquean la lengua / y niños fugitivos que vuelven corriendo a casa." (19)
La segunda parte de este librito llama la atención por el procedimiento, por la técnica, lleva por título ‘Objetos’, una pequeña selección de poemas tachados. Se trata de buscar en la página de un libro previamente elegido: "novelitas de amor para preadolescentes" o "libros a los que les encontraba cierta magia." O "un libro pseudocientífico sobre el que trabajo ahora, de una señora que intenta convencer al lector de cosas raras y ofrecen consejos". No creo que esto sea importante, pues arranca esas páginas y emprende una tarea de ocultamiento, de sombreado, de ennochecimiento. La noche es el camino de los sueños, pero quién es dueño de la noche total, reserva ventanitas de luz para ver, para verse, que también se verán desde la calle transeúnte del lector.
Pienso que con esta técnica nos proporciona dos productos poemáticos, uno visual y otro lingüístico. En ambos casos transmutativo. El texto es inestable y es apropiado. Las ventanas sirven para desreferenciar el texto original y volverlo propio. La luz es esa luz propia. Esa oscuridad que asoma de la red lanzada la totalidad del lenguaje efectuada en los poemas de Silvia Abad Montoliú.