Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 20 de Marzo de 2021

Entontecimiento social

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Un escritor alemán ya hablaba hace casi cien años de que había que “esforzarse en liberar a nuestro mundo de la violencia, de la actitud vital reaccionaria y del entontecimiento social”. Tres propósitos muy adecuados para el día de hoy, lo que significa que el mundo, como sociedad, sigue funcionando igual que hace cien años a pesar de que la ciencia, la tecnología, y la cuestión social hayan avanzado en su desarrollo.

 

Recojo estas palabras del alemán porque lo del ‘entontecimiento social me viene muy al caso. Entre los asuntos que han circulado esta semana ‘de vital importancia’ para la humanidad hay uno expresamente que me tiene ‘muy entontecida’, lo sé, pero no me puedo aguantar. No puedo dejar de decir algo sobre las ‘importantísimas’ palabras de la gran actriz americana venida a duquesa inglesa y de nuevo actriz americana cuya repercusión mediática ha sido, y sigue siendo, intensa y universal, incluso han llegado a restar algo de protagonismo a la gran revelación  española del momento  como ‘estratega política’, la imperiosa Isabel Ayuso.

 

Voy a hablar de la duquesa inglesa porque de la emperatriz madrileña todavía hay recorrido para verla y escucharla. A mí también me apetece considerar algunos detalles de la tan cacareada, airada y controvertida entrevista de la pareja de royals británicos afincados en California. Imagino que todos saben de quien estoy hablando: de la gran actriz Megan Markle y su príncipe Harry. Objetivo conseguido: la polémica está servida y los dólares se multiplican a su alrededor.

 

Yo, como el periodista inglés Piers Morgan, “no me la creo”. A él le ha costado el puesto en su mítico programa televisivo, pero como yo no tengo nada que perder y utilizo el derecho de mi libertad de expresión expreso libremente que no me creo nada de lo que ha dicho la actriz-duquesa.

 

La puesta en escena para dicha entrevista, como todas las fotos que emiten esta pareja principesca, se me antoja un puro posado almibarado. Me da un poco de repelús por aquello de querer hacer excesivo hincapié en: “qué naturales somos, qué sencillos y humildes estamos siendo, con cuánto amor nos apoyamos y cuánto de felicidad estamos abarcando con nuestras decisiones tan duras pero tan acertadas para el mundo nuevo que queremos crear fuera de artificios e imposiciones, fuera de encorsetamientos y grandes ‘ocupaciones’ que asfixian en la representación principesca”.Todas esas cosas me dicen su puesta en escena.

 

Sus apariciones públicas las hacen siempre en situaciones tan estudiadas y tan poco naturales que para mí, visualmente, les resta bastante peso de credibilidad a lo que dicen. Pero, claro, yo no cuento, y parece que esa estrategia les da muy buen resultado, el público en general se enternece, se ablanda y se entrega de corazón a los personajes digan lo que digan. Esto me hace pensar que hay una gran necesidad en el mundo de una estética más amable para aliviar la vida, una necesidad de flower power. Sería muy interesante que sirviera de reflexión este punto para intentar algún cambio a nuestro alrededor  que dulcifique nuestra vida, en lugar de quedarnos atontados mirando la ‘dulzura’ expuesta de los que la venden.

 

Y volviendo a la entrevista en cuestión, que parece que ha puesto en la cuerda floja a la históricamente sólida Casa de Windsor, de entrada encuentro una sobreactuación enorme de tonos, palabras y gestos de todos los que intervienen en ese espectáculo. Se ven tan, tan preparados todos que me resulta más bien una escena de una larga y tediosa película.

 

La interpretación de la actriz estudiadamente dulce y melindrosa, con un punto de aflicción mística sobre supuestas pretéritas significaciones dolorosas, para soltar palabras amargas y ofensivas, no me resulta nada convincente. Voy a centrarme en algunas de sus declaraciones que más polvareda han levantado.

 

El mayor trauma emocional de Megan partió, por lo visto, de que  alguien de la familia real había expresado sus dudas de la intensidad del color de piel con que saldría el niño que esperaba. “Puro racismo” clama ella  y aclaman ellos y declaman los otros.  Qué afección más afectada, reclamo yo. Me late un artificio de dolor. Una utilización tremenda e interesada de una cuestión tan espinosa como es el racismo. Si una abuela es negra y la otra blanca el niño tiene varias posibilidades de colores en su piel: o negro o blanco o chocolate con leche. Normal que todos: la familia, la no familia, y hasta yo nos preguntáramos de qué color saldría ese niño. Lo explican las combinaciones genéticas de las leyes de Mendel.

 

Y no me creo que ella y su marido no se plantearan la misma pregunta, expresada en alto, en bajo o calladamente. Por supuesto es lógico que se estuviera pendiente del color de la piel sin que por ello se sea una cuestión racista y se tenga que  enarbolar la bandera de la ofensa y la amargura. Es una cuestión lógica y humana el pensar en el color de los ojos, del cabello o de la piel de un niño multiracial que va a nacer. Utilizar esa incertidumbre razonable como una cuestión racista me parece mezquino, y las multitudes que enarbolan a causa de este hecho la sensibilidad racista, entontecidas.

 

Igualmente mezquino es achacar a  la cuestión racial y no personal todas las críticas que se le puedan hacer a  la actriz duquesa con origen afroamericano, sean muchas o pocas. Si le acusan de ser una déspota, que no lo sé si es ni me interesa, pero eso dicen los afectados o quien sea, con el servicio y que han tenido que salir pitando varias personas de su entorno porque no la aguantaban, ella se escuda en el racismo para justificar esas acusaciones, y todos corean ¡racismo! Sea verdad, o no, que sea déspota no es de recibo derivar el tema al racismo, ni escudarse en el racismo para salir airosa de todos los desmanes. Hay estrategia. Cualquier tipo de crítica sea la que sea, siempre será por una cuestión de racismo. Una defensa muy fácil, muy manipuladora y muy segura de respaldo público.

 

En otro momento de la charla, M. Markle, que enarbola con arrebato de Agustina de Aragón, la libertad, igualdad y fraternidad en la humanidad, escenifica el dolor de una gran injusticia porque a su hijo no le dan el tratamiento de Príncipe por racismo. El marido, el Príncipe, calla aunque tiene que saber que, según dicen expertos, a su hijo no le corresponde ese título. Tampoco lo llevan otros nietos de la reina Isabel II que sí les corresponde pero que  han renunciado al título, sin tribuna. Pero ella insiste en que su hijo tiene que ser Príncipe y no lo es por racismo.

 

Es tremendamente ventajoso utilizar el argumento racial como escudo salvador. Fácil, cómodo, y con beneficiosos efectos. Parece resultar un buen salvoconducto para ir sorteando  censuras y alimentando compasiones.

 

No digo que no me crea que haya sentido en algún momento algunas miradas de soslayo argumentadas bajo la curiosidad, o incluso rechazo por ser un elemento nuevo con nuevas características para la Casa Real inglesa como son el ser actriz, americana, divorciada, algo mayor que el Príncipe y mestiza. Un cóctel de variados y novedosos ingredientes en un mismo continente con carácter de orgulloso empoderamiento. Sí, es mestiza, y qué, también es otras muchas cosas buenas y menos buenas, como tenemos todos. Pero la polvareda se ha levantado con la raza porque es un tema que naturalmente mueve muchas más sensibilidades  y afectos favorables a la afectada.

 

Esta chica, actriz, entra de pronto a formar parte de una institución consolidada y controladora de su imagen para garantizar la subsistencia como es la Familia Real Inglesa. Ella viene de ir suelta por la vida y se mete en un apretado corsé. Se siente agobiada, oprimida, su salud mental se tambalea. Lógico. Creo que estas sensaciones emocionales son propias y típicas de cualquier mujer que se casa y se va a vivir con la familia del marido, y con la suegra dominando el hogar, porque es meterse en la boca del lobo. Y si resulta que ‘el lobo’ es La Firma, La Casa Windsor, la Casa Real del antiguo Imperio Británico, pues ha de suponerse que todo lo que pase dentro de esa boca es muchísimo más turbador y  escalofriante, aunque envuelto en algunos beneficios aparentes. Hasta ahí entiendo las dificultades de encajar en familia ajena, y  con más razón si se trata de una familia enajenada, como es su caso. Pero lo cortés no quita lo valiente.

 

Esta pareja de royal influencer decide salir de la estresante Familia Real pero no del acomodo real y se quejan de que a su hijo no le han dado título de Príncipe. Deciden ser libres pero se quejan de que no les pasa la familia el dinero para vivir holgadamente. Se compran una casa de 15 millones pero se lamentan de que tienen que  gastar el ‘dinerito’ de herencia de su madre (muchos más millones) porque no le pasan una asignación (no sé si es el Estado o su padre quien le pasaba el dinero). Oh, y también hacen queja publica porque tienen que pagarse los guarda espaldas. Pobres. Todo muy contradictorio y algo extravagante, pero el marketing ha funcionado y la polvareda social se ha levantado. Tema de primera necesidad en los coloquios,criterios y discusiones mundiales. Y yo pico.

 

La moda últimamente de dar a cualquier acontecimiento de carácter algo conflictivo  una interpretación de ‘ataque’ con significación social es absurda y demoledora. No tiene ni pies ni cabeza. Ahora la sensibilidad social se ha vuelto tan escrupulosa como limitada y a veces esperpéntica, un campo muy abonado para la manipulación. Ojo a los ismos: clasismo, racismo, feminismo…, fácilmente utilizados como arma de control emocional.

 

Yo no soy en absoluto racista y también me pregunté de qué color tendría la piel del hijo de esta pareja de royals; creo en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pero no me incluyo en ‘las feministas’ ni voy a la manifestación del 8M; y aunque no creo ser clasista  tengo un sentido estético de la vida. Pero los ‘ismos’ podrían encontrar alguna fisura por donde colarse aires adversos y poder colgarme los sambenitos de clasista, racista y machista y con ello demonizarme. Ufff, el ‘activismo’ a ultranza empodera y entontece.

 

Importante salir de tanta manipulación mental que nos abruma y nos envuelve en un efectivo entontecimiento social. Qué corran aires del Norte frescos y limpios y nos sacudan un poco la cabeza. Aire. Aire.

 

O témpora o mores

 

 

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