Emilia Pardo Bazán alcanzó a la liebre
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Como despedida del mes de Marzo, mes al que le han adjudicado ser valedor de las mujeres, me parece interesante compartir estas palabras que emitió en 1916 la insigne escritora doña Emilia Pardo Bazán.
“Yo soy una radical feminista. Creo que todos los derechos que tiene el hombre debe tenerlos la mujer, se entiendo todos los compatibles con su estructura física, y, es más, creo que hay una relación directísima entre los derechos y privilegios concedidos a la mujer y el estado de cultura de las naciones. Este aserto es muy fácil de demostrar, pues está al alcance de la inteligencia más miope el observar que los países más adelantados en instrucción pública y en moralidad son Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, y es donde la mujer se halla casi al nivel del hombre, donde hay diputadas y demás; en cambio en los países menos adelantados es donde se considera a la mujer bestia de apetitos y carga. No tenemos más que volver los ojos a Marruecos.”
“En España dudo que en mucho tiempo se abran paso las corrientes femeninas; sin embargo, si miro atrás, tengo que reconocer que hemos avanzado en este aspecto de la vida, porque yo he conocido los tiempos en que unánimemente decíase que la mujer sólo debía zurcir calcetines; hoy ya, si se piensa, por lo menos no se dice.”
“Los hombres en España, alardean de aparecer siempre preocupados por el amor de las mujeres, y no puede haber mayor obstáculo que éste para que avance la mujer porque mantiene el estado de guerra entre el macho y la hembra de los tiempos primitivos. Para que la mujer adelantase aquí sería necesario, en primer lugar, que ella quisiese, y en segundo, que encontrase algún terreno preparado, alguna ayuda en el hombre también, y sin embargo, hay que reconocer que los Gobiernos han hecho lo que han podido.”
“Todas las mujeres que quieran estudiar pueden asistir a las Universidades para seguir toda clase de carreras, pero lo que pasa es que no van; y hasta hay un decreto de Burell permitiendo a las mujeres ejercer todos los cargos del Ministerio de Instrucción pública.”
“No, no, en España no depende del Gobierno el estancamiento del feminismo, depende de las costumbres, que son encogidas, ñoñas; y aquí, donde ninguna mujer encuentra mal bailar un tango, por ejemplo, encontraría muy mal ir a las aulas universitarias a estudiar Lógica y Ética.”
“Mi obra para abrir las puertas españolas al feminismo ha sido solamente personal, dando el ejemplo de hacer aquello que pude de lo que está prohibido a la mujer. He tenido el gusto de ser la primera socia de número del Ateneo, la primera presienta de la Sección de Literatura, la primera y única mujer que ha sido profesora de la Escuela de Estudios Superiores en el mismo Ateneo, el primer socio de número de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, y otros cargos más. No cabe duda que si las mujeres siguieran mi ejemplo, el feminismo en España sería un hecho.”
Así se expresaba doña Emilia hace cien años. Mucho ha cambiado la posición de la mujer a como ella la pinta, y también ha evolucionado, pero no tanto, la del hombre. Felizmente ya no hay necesidad de coser calcetines porque cuando consigue el dedo gordo salir de su encierro y atravesar la barrera del algodón, lana o poliéster, el calcetín se tira a la basura y se compra otro. Estamos en tiempos de ‘usar y tirar’ y esta fórmula ‘mágica’ ha liberado a la mujer del costureo de remiendos. La mujer, desde entonces, desde los tiempos de la Pardo Bazán, ha ido abriendo las puertas de su casa y se ha echado a la calle, a las universidades, a la política, a puestos directivos…, con poca ayuda, bien es cierto, de los hombres, pero una vez que decidió liberarse de yugos no parece que tenga ninguna intención de parar.
En cien años, y pasito a pasito, la tortuga ha ido acortando distancias con la liebre y, aunque todavía no la ha alcanzado, con su esfuerzo llegará seguro y acabará superándola. La fábula de la liebre y la tortuga nos enseña que no hay que burlarse jamás de los demás, como hacía la veloz liebre ante la lentitud de la tortuga, porque el exceso de confianza y de vanidad suele llegar a ser un obstáculo para ‘ganar la carrera’.
O témpora o mores
Como despedida del mes de Marzo, mes al que le han adjudicado ser valedor de las mujeres, me parece interesante compartir estas palabras que emitió en 1916 la insigne escritora doña Emilia Pardo Bazán.
“Yo soy una radical feminista. Creo que todos los derechos que tiene el hombre debe tenerlos la mujer, se entiendo todos los compatibles con su estructura física, y, es más, creo que hay una relación directísima entre los derechos y privilegios concedidos a la mujer y el estado de cultura de las naciones. Este aserto es muy fácil de demostrar, pues está al alcance de la inteligencia más miope el observar que los países más adelantados en instrucción pública y en moralidad son Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia, y es donde la mujer se halla casi al nivel del hombre, donde hay diputadas y demás; en cambio en los países menos adelantados es donde se considera a la mujer bestia de apetitos y carga. No tenemos más que volver los ojos a Marruecos.”
“En España dudo que en mucho tiempo se abran paso las corrientes femeninas; sin embargo, si miro atrás, tengo que reconocer que hemos avanzado en este aspecto de la vida, porque yo he conocido los tiempos en que unánimemente decíase que la mujer sólo debía zurcir calcetines; hoy ya, si se piensa, por lo menos no se dice.”
“Los hombres en España, alardean de aparecer siempre preocupados por el amor de las mujeres, y no puede haber mayor obstáculo que éste para que avance la mujer porque mantiene el estado de guerra entre el macho y la hembra de los tiempos primitivos. Para que la mujer adelantase aquí sería necesario, en primer lugar, que ella quisiese, y en segundo, que encontrase algún terreno preparado, alguna ayuda en el hombre también, y sin embargo, hay que reconocer que los Gobiernos han hecho lo que han podido.”
“Todas las mujeres que quieran estudiar pueden asistir a las Universidades para seguir toda clase de carreras, pero lo que pasa es que no van; y hasta hay un decreto de Burell permitiendo a las mujeres ejercer todos los cargos del Ministerio de Instrucción pública.”
“No, no, en España no depende del Gobierno el estancamiento del feminismo, depende de las costumbres, que son encogidas, ñoñas; y aquí, donde ninguna mujer encuentra mal bailar un tango, por ejemplo, encontraría muy mal ir a las aulas universitarias a estudiar Lógica y Ética.”
“Mi obra para abrir las puertas españolas al feminismo ha sido solamente personal, dando el ejemplo de hacer aquello que pude de lo que está prohibido a la mujer. He tenido el gusto de ser la primera socia de número del Ateneo, la primera presienta de la Sección de Literatura, la primera y única mujer que ha sido profesora de la Escuela de Estudios Superiores en el mismo Ateneo, el primer socio de número de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, y otros cargos más. No cabe duda que si las mujeres siguieran mi ejemplo, el feminismo en España sería un hecho.”
Así se expresaba doña Emilia hace cien años. Mucho ha cambiado la posición de la mujer a como ella la pinta, y también ha evolucionado, pero no tanto, la del hombre. Felizmente ya no hay necesidad de coser calcetines porque cuando consigue el dedo gordo salir de su encierro y atravesar la barrera del algodón, lana o poliéster, el calcetín se tira a la basura y se compra otro. Estamos en tiempos de ‘usar y tirar’ y esta fórmula ‘mágica’ ha liberado a la mujer del costureo de remiendos. La mujer, desde entonces, desde los tiempos de la Pardo Bazán, ha ido abriendo las puertas de su casa y se ha echado a la calle, a las universidades, a la política, a puestos directivos…, con poca ayuda, bien es cierto, de los hombres, pero una vez que decidió liberarse de yugos no parece que tenga ninguna intención de parar.
En cien años, y pasito a pasito, la tortuga ha ido acortando distancias con la liebre y, aunque todavía no la ha alcanzado, con su esfuerzo llegará seguro y acabará superándola. La fábula de la liebre y la tortuga nos enseña que no hay que burlarse jamás de los demás, como hacía la veloz liebre ante la lentitud de la tortuga, porque el exceso de confianza y de vanidad suele llegar a ser un obstáculo para ‘ganar la carrera’.
O témpora o mores