Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 24 de Abril de 2021

Un libro y una rosa. Un espléndido regalo

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Hoy 23 de abril es el día del Libro en conmemoración de la muerte de dos grandes escritores Shakespeare y Cervantes. Los catalanes, en un rasgo de delicadeza, le añaden al libro una rosa: Dicen que el hombre le regala a la mujer la rosa y la mujer al hombre el libro, pero esta tradición parece que tiene una connotación un tanto machista. Yo tenía un marido catalán y nunca me faltó en este día el libro y la rosa, las dos cosas las ponía él, yo sólo recibía. Me gustaba el detalle de ese día.

 

Me gusta leer. Me gusta mucho leer. Nunca ha faltado un libro cerca de mí, en la mesilla de noche, en la mesa de trabajo, en la mesa del café, en la mesa del sillón, en el bolso cuando tengo que ir al médico o algún sitio donde tenga que esperar, como una cita, en el coche por si tengo que esperar a la grúa… Libros, libros que me enseñan palabras, pensamientos, actitudes, historias…

 

Mi problema, si es que puede llamarse un problema, es que no me gusta perder el tiempo. El tiempo me parece algo importantísimo en una vida. El tiempo lo vivimos pero si lo perdemos ya no lo podemos recuperar. Tampoco reponer o comprar. Ni Fausto ni Dorian Gray consiguieron vencer al tiempo por mucho que se lo propusieran, la insatisfacción por el paso del tiempo les llevó a rocambolescos pactos con el diablo que de poco les sirvieron, pues el tiempo no se paró y aunque pudieron disfrutar de un espacio sabático, su tiempo les volvió a atrapar. El tiempo pasa y se fue. Ya. O ¿somos nosotros que pasamos y… nos vamos? Porque si el tiempo no existe como dicen los sabios somos nosotros los que andamos y andamos metiendo en la mochila de nuestra vida todo lo que vamos eligiendo por el camino.

 

Evidentemente tenemos un camino que recorrer y cada uno lo recorre como como quiere y como puede, otro aforismo: “querer es poder”. Eso es bastante cierto pero no completamente exacto. Muchos o casi todos seguramente hubiéramos querido algo que no hemos conseguido. Yo, por ejemplo, me hubiera gustado tener un mecenas que me cubriera las necesidades de la vida para poder escribir sin tregua y sin ocuparme de las banales y condicionantes cosas de la vida (que me hacen ‘perder el tiempo’ según mi visión de ‘no sabio’)al estilo de los artistas del Renacimiento. Bueno no me puedo comparar con los grandes artistas de aquella época ni pediría tanto, mis necesidades son más modestas, escribir lleva menos gastos que los mármoles o las pinturas y lienzos. Por ello envidio a Vargas Llosa que manifestó al mundo en su discurso en Suecia, cuando recogía su Premio Nobel, que él nunca ha sabido lo que cuesta un recibo de la luz o un kilo de patatas, porque su querida mujer (aunque luego, mucho después, no fuera tan querida y la cambió por la Presley) se ocupaba de todo, desde cubrirle las necesidades de la vida hasta de corregirle los escritos, todo se lo debía a su mujer que lo había sido desde sus juventudes (a la sazón era su prima, pero ese es un ‘chisme rosa’).

 

Pues ya que estoy en esto del ‘querer’ creo que es una injusticia que a  los escritores no se les dé una ayuda institucional para escribir lo mismo que a los cineastas se les da ayudas para que hagan sus películas. Los escritores no necesitamos tantos millones como se les da a las productoras de cine; para pensar y escribir nos sería suficiente con un sueldito al mes que diera para comer, pagar la luz y la calefacción (que muchas horas sin moverse de la silla se pasa frio). Es cultura. Hay que proteger la cultura. Hay que leer. Si hay que leer hay que escribir. Pero eso es un ‘querer’ que no creo que llegue a ser ‘poder’. En realidad es una fantasía que no me he empeñado en ella, tan solo ha sido una hipotética idea de querer. Es que… tengo tantas cosas que contar antes de irme…

 

Como escritora me gusta que me lean, como lectora me encanta leer. Tengo tanta cola de libros pendientes que tendré que vivir varias vidas para dar satisfacción a este gusto, porque cuando escribo no leo y cuando leo no escribo, y cuando me tengo que dedicar a sostenerme en la vida no puedo ni leer ni escribir. Y así voy alternando y caminando.

 

Una gran insatisfacción me produce el no poder llegar al conocimiento de todas aquellas mentes interesantes que en el mundo han vivido y dejado su legado. No me da tiempo, no me da vida, para leer a tantas personas que tuvieron muchas cosas que decir y las escribieron. Mi biblioteca es grande y tengo muchos libros en espera pero… no creo que llegue a todos. Aunque hay libros que he leído varias veces hasta desojarlos como Guerra y Paz de Tolstoi o Ada o el Ardor de Nabokov. En eso reside la fuerza de los libros en emocionar nuestra vida.

 

O témpora o mores

 

 

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