Las emociones
![[Img #53763]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2021/4132_mercedes-76732970_10217694841980247_2041273328722771968_o.jpg)
Esta mañana mientras desayunaba escuchaba una charla muy interesante de la psicóloga Pilar Sordo sobre las emociones y he aprendido varias cosas.
Que hay cuatro emociones básicas en la vida: la alegría, la tristeza, la rabia y el miedo. Emociones que normalmente las tenemos constreñidas, cohibidas y malinterpretadas, debido a un control de nuestra ancestral formación judeocristiana.
La alegría. En el mundo de hoy parece que nos reímos poco, es verdad, y cada vez menos. La presión que el mundo exterior ejerce sobre nosotros, que va siendo menos amable a medida que avanza el capitalismo a ultranza, nos va acogotando la risa.
A ‘los cuatro’ que mueven ‘el capital mundial’ no les da tiempo a reírse porque están concentrados en que sus negocios rindan; el resto de los habitantes del mundo tienen tiempo para reírse pero les faltan las ganas porque su cabeza está preocupada por los problemas de su existencia. Unos por mucho y otros por poco la alegría se va quedando en el limbo.
Luego están los condicionantes sociales. A quien se ríe mucho, en alto, a carcajada, se le suele considerar un superficial o un poco educado. Así es que la expansión de la alegría suele ser una emoción contenida e incluso a veces, puede llegar a generar una sensación de culpa. Porque según nuestra estructura cultural venimos a sufrir: “para estar bien hay que estar mal antes porque todo proceso de crecimiento pasa por el dolor”, “la vida es un valle de lágrimas y los problemas son parte de la vida”. Por eso veces a las personas les da vergüenza o les cuesta decir que están estupendamente, y si se animan a decir que está bien acaban poniendo un pero… rápidamente para compensar, “si estoy muy bien pero…” y ahí buscan un pequeño dolor o un pequeño contratiempo, da igual lo pequeño que sea pero ya hay un ‘pero’ que rebaja el nivel de contento. Por lo general las noticias malas se dan enseguida y son las que más se dan, las buenas se suele esperar a que surja el momento oportuno, el encuentro fortuito…, .unas veces por prudencia y otras por pudor.
Hay otras personas propensas a cierta reacción curiosa, y es que cuando alguien esta alegre y feliz ellas se aproximan a relatar desgracias. Eso lleva a que las buenas noticias se cuenten poco o no se cuenten, y a que sólo nos informemos de lo malo. También está la idea de que si se cuenta lo positivo ello va a perder fuerza y se va a desvanecer, desaparecer. Con todas estas sutilezas sociales la alegría ha ido perdiendo poder.
Y ahora le brindo un recuerdo a mi amiga Elena en aquellos ataques de risa, de muchísima risa, de nuestra adolescencia, casi diarios, en los que ella siempre acababa haciéndose pis de la risa; también a mis amigos de aquella época que con sus gracietas acababa yo retorciéndome de risa sin apenas poder respirar. Claro era la adolescencia con una risa sana, enorme, llena de vida, de libertad y de felicidad. Cuánta añoranza de aquellas risas. Posteriormente las hemos tenido pero muy de vez en cuando, y ahora ya hace tiempo que no me río de aquella manera. Será que no le encuentro ninguna gracia a esta sensación/emoción desalentadora que nos está ofreciendo el nivel tan deplorable de los personajes que nos gobiernan o nos quieren gobernar. Aplasta el ánimo y las emociones.
Cada vez nos reímos menos y menos fuerte, dicen los expertos. En mi caso es cierto y en los que me rodean puedo apreciarlo también, menos en mi hijo Simón que es una persona que respira alegría y felicidad desde su nacimiento. También dicen que el sentido del humor es un recurso de salud mental tremendamente importante para poder sobrevivir los momentos difíciles, como por ejemplo los que estamos viviendo. Y parece que lo han apreciado todos aquellos que se han volcado a hacer ‘gracias’ por el nuevo sistema Tiktok.
En segundo lugar está la tristeza,con su manifestación más primaria, el lloro. Llorar es un acto de salud mental, limpia el alma y el cuerpo, dicen. Si lloráramos más estaríamos mucho más sanos de lo que estamos donde los duelos están contenidos porque aguantarse es de ser fuertes. Ser fuerte es vivir el dolor internamente y esa es la primera cápsula de una enfermedad gigante. Es importante llorar cuando tengamos ganas de llorar. “Hay que ser fuerte” esta frase es constante y esta actitud lleva a que todo el mundo esté medicado. Si tienes angustia “tienes que ser fuerte”. Este “tener que ser fuerte” mina la salud porque la salud pasa por reírse fuerte y llorar fuerte cuando existen las ganas de poder hacerlo. Y si lloráramos con frecuencia no lloraríamos con angustia sino con sosiego y aceptación.
El miedo. Es una emoción que no se puede expresar como la alegría o la tristeza. Nuestra vida está sumergida en el miedo. El capitalismo es un sistema que se fundamenta en el miedo, por eso consumimos mucho más de lo que necesitamos porque nos da miedo la carencia y eso lo sabe el sistema económico y se aprovecha de ello. El miedo pasa a ser muy buen negocio. El miedo es una proyección hacia adelante, hacia un cercano o lejano futuro El miedo no nos deja disfrutar el presente. El miedo es cobarde.
En el concepto patológico la alegría refleja superficialidad, inmadurez y hasta poca inteligencia; la tristeza representa debilidad; y el miedo, cobardía.
En cuanto a la rabia, es la emoción permitida y reforzada socialmente. Si te presentas enfadada, si protestas con enfado, si estás enfadada, eres más considerada, más atendida y más visible que si vas con una sonrisa. De las cuatro emociones la rabia es la más generosa porque es la emoción que protege y encubre a la tristeza y al miedo, dos emociones que el sistema educativo nos veda por frágiles.
Hay mucha gente que se muestra enfadada, indignada, disgustada, alterada… y en realidad, en el fondo, lo que está es triste o lo que tiene es miedo, y ese miedo o tristeza lo manifiesta en irritación, enfado, enfurecimiento, resentimiento…, es una manera protectora y poco encantadora de encubrir las emociones.
Luego existen dos estados emocionales que con mucha frecuencia nos desestabilizan y nos consumen en nuestro día a día, que son la ansiedad y la angustia.
La ansiedad ocurre cuando se producen vacíos de nada, cuando no hay cómo llenar la cabeza de actividades. Este es un estado de inquietud que puede llevar a exageraciones en actividades como el comer o estar en movimiento.
La angustia en cambio es paralizante, encoge el estómago, provoca mucho suspiro y generalmente tiene que ver con una enfermedad inventada por la psicóloga que la llama ‘exceso’ de futuro que considera que es la enfermedad de estos tiempos. Cuando se piensa mucho en mañana o en pasado estamos teniendo “exceso de futuro”, y eso nos lleva al miedo un miedo ancestral, el miedo a lo que vendrá. Una rueda de angustia, miedo y ansiedades. Pero también podemos tener “exceso de pasado” y esto nos generará melancolía y depresión. Por lo tanto ni excesos de futuro ni de pasado, cualquiera de los dos tipos de excesos nos va a producir emociones poco agradables. Fuera los excesos.
Así que el consejo final ‘mágico’ y ‘salvador’ para todo este cóctel que tenemos en danza de trastornos y agitaciones emocionales parece ser que es algo aparentemente tan simple como el estar conectados siempre con el presente: disfrutar de donde estoy y de lo que estoy haciendo. El “Aquí y ahora” que hace tiempo sugería el escritor americano AldousHuxley.
Todo eso he aprendido esta mañana en el desayuno.
O témpora o mores
![[Img #53763]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2021/4132_mercedes-76732970_10217694841980247_2041273328722771968_o.jpg)
Esta mañana mientras desayunaba escuchaba una charla muy interesante de la psicóloga Pilar Sordo sobre las emociones y he aprendido varias cosas.
Que hay cuatro emociones básicas en la vida: la alegría, la tristeza, la rabia y el miedo. Emociones que normalmente las tenemos constreñidas, cohibidas y malinterpretadas, debido a un control de nuestra ancestral formación judeocristiana.
La alegría. En el mundo de hoy parece que nos reímos poco, es verdad, y cada vez menos. La presión que el mundo exterior ejerce sobre nosotros, que va siendo menos amable a medida que avanza el capitalismo a ultranza, nos va acogotando la risa.
A ‘los cuatro’ que mueven ‘el capital mundial’ no les da tiempo a reírse porque están concentrados en que sus negocios rindan; el resto de los habitantes del mundo tienen tiempo para reírse pero les faltan las ganas porque su cabeza está preocupada por los problemas de su existencia. Unos por mucho y otros por poco la alegría se va quedando en el limbo.
Luego están los condicionantes sociales. A quien se ríe mucho, en alto, a carcajada, se le suele considerar un superficial o un poco educado. Así es que la expansión de la alegría suele ser una emoción contenida e incluso a veces, puede llegar a generar una sensación de culpa. Porque según nuestra estructura cultural venimos a sufrir: “para estar bien hay que estar mal antes porque todo proceso de crecimiento pasa por el dolor”, “la vida es un valle de lágrimas y los problemas son parte de la vida”. Por eso veces a las personas les da vergüenza o les cuesta decir que están estupendamente, y si se animan a decir que está bien acaban poniendo un pero… rápidamente para compensar, “si estoy muy bien pero…” y ahí buscan un pequeño dolor o un pequeño contratiempo, da igual lo pequeño que sea pero ya hay un ‘pero’ que rebaja el nivel de contento. Por lo general las noticias malas se dan enseguida y son las que más se dan, las buenas se suele esperar a que surja el momento oportuno, el encuentro fortuito…, .unas veces por prudencia y otras por pudor.
Hay otras personas propensas a cierta reacción curiosa, y es que cuando alguien esta alegre y feliz ellas se aproximan a relatar desgracias. Eso lleva a que las buenas noticias se cuenten poco o no se cuenten, y a que sólo nos informemos de lo malo. También está la idea de que si se cuenta lo positivo ello va a perder fuerza y se va a desvanecer, desaparecer. Con todas estas sutilezas sociales la alegría ha ido perdiendo poder.
Y ahora le brindo un recuerdo a mi amiga Elena en aquellos ataques de risa, de muchísima risa, de nuestra adolescencia, casi diarios, en los que ella siempre acababa haciéndose pis de la risa; también a mis amigos de aquella época que con sus gracietas acababa yo retorciéndome de risa sin apenas poder respirar. Claro era la adolescencia con una risa sana, enorme, llena de vida, de libertad y de felicidad. Cuánta añoranza de aquellas risas. Posteriormente las hemos tenido pero muy de vez en cuando, y ahora ya hace tiempo que no me río de aquella manera. Será que no le encuentro ninguna gracia a esta sensación/emoción desalentadora que nos está ofreciendo el nivel tan deplorable de los personajes que nos gobiernan o nos quieren gobernar. Aplasta el ánimo y las emociones.
Cada vez nos reímos menos y menos fuerte, dicen los expertos. En mi caso es cierto y en los que me rodean puedo apreciarlo también, menos en mi hijo Simón que es una persona que respira alegría y felicidad desde su nacimiento. También dicen que el sentido del humor es un recurso de salud mental tremendamente importante para poder sobrevivir los momentos difíciles, como por ejemplo los que estamos viviendo. Y parece que lo han apreciado todos aquellos que se han volcado a hacer ‘gracias’ por el nuevo sistema Tiktok.
En segundo lugar está la tristeza,con su manifestación más primaria, el lloro. Llorar es un acto de salud mental, limpia el alma y el cuerpo, dicen. Si lloráramos más estaríamos mucho más sanos de lo que estamos donde los duelos están contenidos porque aguantarse es de ser fuertes. Ser fuerte es vivir el dolor internamente y esa es la primera cápsula de una enfermedad gigante. Es importante llorar cuando tengamos ganas de llorar. “Hay que ser fuerte” esta frase es constante y esta actitud lleva a que todo el mundo esté medicado. Si tienes angustia “tienes que ser fuerte”. Este “tener que ser fuerte” mina la salud porque la salud pasa por reírse fuerte y llorar fuerte cuando existen las ganas de poder hacerlo. Y si lloráramos con frecuencia no lloraríamos con angustia sino con sosiego y aceptación.
El miedo. Es una emoción que no se puede expresar como la alegría o la tristeza. Nuestra vida está sumergida en el miedo. El capitalismo es un sistema que se fundamenta en el miedo, por eso consumimos mucho más de lo que necesitamos porque nos da miedo la carencia y eso lo sabe el sistema económico y se aprovecha de ello. El miedo pasa a ser muy buen negocio. El miedo es una proyección hacia adelante, hacia un cercano o lejano futuro El miedo no nos deja disfrutar el presente. El miedo es cobarde.
En el concepto patológico la alegría refleja superficialidad, inmadurez y hasta poca inteligencia; la tristeza representa debilidad; y el miedo, cobardía.
En cuanto a la rabia, es la emoción permitida y reforzada socialmente. Si te presentas enfadada, si protestas con enfado, si estás enfadada, eres más considerada, más atendida y más visible que si vas con una sonrisa. De las cuatro emociones la rabia es la más generosa porque es la emoción que protege y encubre a la tristeza y al miedo, dos emociones que el sistema educativo nos veda por frágiles.
Hay mucha gente que se muestra enfadada, indignada, disgustada, alterada… y en realidad, en el fondo, lo que está es triste o lo que tiene es miedo, y ese miedo o tristeza lo manifiesta en irritación, enfado, enfurecimiento, resentimiento…, es una manera protectora y poco encantadora de encubrir las emociones.
Luego existen dos estados emocionales que con mucha frecuencia nos desestabilizan y nos consumen en nuestro día a día, que son la ansiedad y la angustia.
La ansiedad ocurre cuando se producen vacíos de nada, cuando no hay cómo llenar la cabeza de actividades. Este es un estado de inquietud que puede llevar a exageraciones en actividades como el comer o estar en movimiento.
La angustia en cambio es paralizante, encoge el estómago, provoca mucho suspiro y generalmente tiene que ver con una enfermedad inventada por la psicóloga que la llama ‘exceso’ de futuro que considera que es la enfermedad de estos tiempos. Cuando se piensa mucho en mañana o en pasado estamos teniendo “exceso de futuro”, y eso nos lleva al miedo un miedo ancestral, el miedo a lo que vendrá. Una rueda de angustia, miedo y ansiedades. Pero también podemos tener “exceso de pasado” y esto nos generará melancolía y depresión. Por lo tanto ni excesos de futuro ni de pasado, cualquiera de los dos tipos de excesos nos va a producir emociones poco agradables. Fuera los excesos.
Así que el consejo final ‘mágico’ y ‘salvador’ para todo este cóctel que tenemos en danza de trastornos y agitaciones emocionales parece ser que es algo aparentemente tan simple como el estar conectados siempre con el presente: disfrutar de donde estoy y de lo que estoy haciendo. El “Aquí y ahora” que hace tiempo sugería el escritor americano AldousHuxley.
Todo eso he aprendido esta mañana en el desayuno.
O témpora o mores






