Juan Guerrero
Domingo, 02 de Mayo de 2021
ENTREVISTA/ José Manuel López D’Jesús

José Manuel López D’Jesús: habitar en la intemperie

Encontrar la belleza entre los resquicios de los despojos de una heredad mutilada, fragmentada y desecha, es, cuando menos, una aparente contradicción. Sin embargo, también en el dolor se alcanza una cierta plenitud, una belleza que nutre la obra de José Manuel López D’Jesús (Mérida, 1990).

Esa mirada que se fija en eso que perece, que está al borde, en la propia intemperie es objeto de atención, hasta elevarla a una condición de religiosidad, cierto misticismo, en la poética de este escritor que se refugia en los acordes de notas musicales para construir un diálogo donde el erotismo otorga vida y plenitud a su creación poética.

José Manuel López D’Jesús es licenciado en Letras, mención Historia del Arte, y Magister en Filosofía. Poeta, músico y profesor de Filosofía de la Universidad de Los Andes. Es Premio de Poesía ‘Gelinda Casasola’, 2010. Mención Honorífica en el Concurso de Creación Literaria, Universidad de Los Andes, 2014, por su libro ‘La Liturgia’. Ha publicado las plaquettes, Sinestesia disonante, 2012; Réquiem, 2013; y el libro Relicario, 2020. Igualmente, el libro El jardín de los desventurados, 2018. Parte de su obra poética está publicada en antologías, como: Amanecimos sobre la palabra. Antología de poesía joven y reciente venezolana, 2016; y Antología especial de poesía venezolana, 2021. Administra el blog http://monedaagrietada.blogspot.com

 

Presentamos a continuación un texto inédito de este joven poeta venezolano.

 

Solsticio

 

Entrar al portal

aprehender tu semblante naranja

el capullo

aguardar nuestra secreta soledad,

los jardines son huellas

la energía no es de Dios.

 

Mis labios tiemblan

al compás del hielo

sólido

fugaz.

 

Soy aquel

que enumera las gotas

desnudo tu insomnio,

pozo helado de lágrimas

nombro cantos propios

en la montaña que nos recrea.

 

 

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Juan Guerrero: Parte de la crítica literaria te ubica como un escritor de poesía con una densidad intelectual en el uso de un lenguaje que deslumbra. Abarcas diversos temas donde la muerte, la devastación se expresan con imágenes que remiten a lo auditivo. Sin embargo, aunque esto es cierto, indicaría dos rasgos que sobresalen: el erotismo y la lucidez poética. ¿Puedes ahondar sobre ello?

 

José Manuel López: Siempre me ha llamado la atención lo que la crítica dice sobre la obra de un escritor y de un artista, pues develan aspectos que éste no ve y que tal vez pensó en el momento de concebir la obra. Sobre la lucidez poética siempre he llevado la idea de Rimbaud cuando dice, en Carta del vidente, que “el conocimiento del hombre que quiere ser poeta debe conocerse, buscar su alma, la inspecciona, la tantea, la aprehende.”

 

La crítica devela aspectos de la obra que el escritor en su momento no ve, porque está sumergido en el trance de la creación, en el viaje interno que significa la presentación, y representación de un universo metafórico. Pero, tal vez en ese trance pasaron algunas de esas ideas que luego los estudiosos de la literatura categorizan, sistematizan y explican sobre la obra.

 

La poesía conduce de modo natural a una navegación interna, donde el poeta se descubre y lleva todo su ser a límites extremos. En este sentido lo cuestiona constantemente.

 

 

Más que inteligencia por lecturas y academia, se percibe una búsqueda desde la lucidez. “Habitar en la piel unicorde y cerrar tus cartílagos/ Para ver el círculo que se pega en tus labios de vagina silenciosa.” (Réquiem). ¿Te refieres a ‘estos límites extremos’?

 

En parte. Pero me refiero a los límites que causan perderlo todo y estar en el desamparo. Habitar en la intemperie.

 

 

¿Crees haber logrado plasmar esa experiencia del desamparo en tu trabajo poético, El jardín de los desventurados?

 

Sí. El jardín de los desventurados es mi primera semilla que va dando frutos a la planta que es la poesía. En este caso, mi proyecto como poeta está articulado por ese concepto que para mí es vital.

 

 

La voz expresada en este libro, ¿puede afirmarse que parte de ti o es un juego de múltiples resonancias?

 

Totalmente un juego de resonancias. De hecho, el libro está estructurado en tres partes: El jardín de los desventurados, réquiem, y una nación sin canción. Hay una polifonía donde las voces se entretejen y forman ese jardín.

 

 

¿Qué opinión te merece la afirmación según la cual el autor/creador, debe estar ausente, no inmiscuirse en la construcción de su obra poética?

 

Es un arma de doble filo. Ciertamente, el autor/creador está en búsqueda de una voz, está afinando un tono particular donde su obra cante. Ahora bien, hasta qué punto esa voz se aleja o se acerca a él y eso es favorable o no, es algo que siempre me cuestiono y pienso.

 

 

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¿Por qué te cuestionas?

 

Porque en esa búsqueda tal vez el autor en lugar de estar ausente, se acerca a sí mismo, o se aleja para hablar desde la voz poética que crea. Es un misterio que encierra la poesía.

 

 

Alguna vez afirmaste tu cercanía con la obra de José Manuel Briceño Guerrero. ¿La visión filosófica de trascendencia de tu palabra, pasa por el tamiz de este pensador?

 

Así es. A José Manuel lo conocí comenzando mis estudios universitarios en La Universidad de Los Andes, mi cercanía no solo a su obra literaria sino a su amistad, a su enseñanza. Y me siento muy afortunado porque estuve cerca de él.

 

 

“No existe nada más patriótico que la gastronomía”, afirmaba Briceño Guerrero. ¿En ello tu obra está cercana o alejada de esa ‘patria’?

 

En ese sentido mi obra está alejada de la ‘patria’. No toco ese tema en mi obra.

 

 

¿Existirá una ‘patria gastronómica’ donde tu poesía encaje?

 

Tal vez. En ese caso, sería la patria gastronómica del sacrificio.

 

 

Sacrificio, ¿marca también tu obra? Lo indico porque existe cierta visión ‘crística’ que marca tus últimos textos.

 

Sí, me interesa el tema místico y la religión, o la puesta en juicio de la doctrina religiosa. Hay un verso de Pablo Rojas Guardia que sirve de epígrafe a Relicario: “Los ojos crucificados”. Tomo ese verso y lo llevo conmigo siempre.

 

 

¿Es tu mirada poética, una mirada erótica en tanto visión mística de tu escritura?

 

Además de erótica, mi poética es un trabajo del cuerpo como espacio performativo. La relación del cuerpo desde el adentro y desde el afuera.

 

 

Ya que lo indicas, lo pregunto: ¿Tu erótica poética es la de un cuerpo fragmentado?

 

Así es. Un cuerpo fragmentado, mutilado. Que se reconstruye gracias a sus cicatrices.

 

 

Ese cuerpo fragmentado, mutilado, ¿tiene alguna similitud con el espacio físico donde habitas?

 

Sí. Y es un espacio que recreo.

 

 

Tu visión y práctica poética, ¿tiene vinculación con tu lenguaje musical?

 

El jardín de los desventurados es un trabajo que concebí como un hecho poético en su totalidad. En cambio, Relicario lo hice como un ejercicio poético-musical. Ese trabajo lo estoy desarrollando en este momento: la musicalización de Relicario. Incluso el poema que abre mi nuevo título, Vestigios de silencio, tiene música.

 

 

Como parte de las nuevas generaciones de poetas y artistas venezolanos, ¿cuál es tu valoración de la nueva poesía, sus temas y lenguaje?

 

Yo pertenezco a la promoción de los poetas jóvenes nacidos en los 90, es decir, que la mayoría de ellos han publicado un par de títulos, como por ejemplo Julieta Arella y Jesús Montoya, que tienen una búsqueda particular heredada de la tradición de Alejandra Pizarnik, Miyó Vestrini, Salustio González Rincones, César Vallejo, Vicente Huidobro, Esdras Parra y muchos otros. Pero también tengo amigos poetas nacidos en los 80, como Jairo Rojas Rojas, cuyo nombre es conocido en el panorama de la lírica venezolana actual, por su búsqueda mística en la poesía con ecos de San Juan de la Cruz, y el reconocimiento de un espacio andino propio de Ramón Palomares.

 

Con esto digo que parte de los poetas jóvenes somos conscientes de la tradición poética y buscamos una voz para cantar en nuestro propio tono. Otro ejemplo es mi amigo, Daniel Arella, con su propuesta de heterónimos (influenciado por Fernando Pessoa), que evidencia en su reciente libro, Anatomía del grito.

 

 

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Basado en tu propia experiencia, sea como creador y lector, ¿qué nuevas estéticas encuentras en el panorama actual de la poesía venezolana?

 

Hay un interés en experimentar con el lenguaje. Hacer juego de palabras y neologismos. Ojo, esto no es nuevo. En 'Trilce', César Vallejo anticipó este trabajo. Pienso también en Gilberto Ríos, en 'Amantes de la luz'. Pero, sí, hay una búsqueda de poner en diálogo la poesía con otros lenguajes artísticos: música, plástica, video-arte, cine, el cuerpo. La poesía se sale de la página, rompe fronteras, y trabaja desde la intermedialidad, lo híbrido.

 

 

Sobre la temática, por ejemplo, del país, ¿qué puedes decirnos?, ¿podemos hablar de que existen nuevos temas referentes al país?

 

Desde la publicación de ‘Mi Padre el Inmigrante’, 1945, en la lírica venezolana se habla sobre el tema de la migración. Luego del exilio. Desde hace poco más de 20 años, se habla de la literatura del exilio. A mí en lo particular, me interesa el tema del desarraigo. Es cosa de focalización. Los escritores que están fuera de Venezuela son parte de la diáspora, son extranjeros. Nosotros, los que estamos en Venezuela, también somos extranjeros en nuestro propio país. Pienso en el verso de Yolanda Pantin, “Ustedes perdieron un país dentro de ustedes”, y también pienso en un verso de mi amigo, Luis Moreno Villamediana, “porque extranjero soy y advenedizo”. De modo que, los temas son los mismos pero la focalización es distinta.

 

 

José Manuel, ¿en qué proyectos te encuentras actualmente trabajando?

 

Estoy trabajando en la corrección de mi nuevo poemario titulado, ‘Vestigios’, que saldrá por la editorial Palíndromus para junio de este año. También estoy trabajando en mi primer libro de ensayos que se editará por la Universidad de las Artes, en Ecuador. Estoy corrigiendo mi primer cuento y grabando el disco de Relicario. A propósito de ello, deseo agradecer a Glad Mendia, quien es la encargada de hacer la reedición audiovisual del libro. Ella realiza una inmensa e impecable labor en la edición de la literatura joven y reciente venezolana.

 

 

En las circunstancias en las que nos encontramos, con un país fracturado y una sociedad en total incertidumbre, ¿podemos afirmar que la poesía salva, o es un lugar común?

 

Ciertamente, la poesía salva. Es comprensión, es misterio, es una forma de la verdad. Sin embargo, hay una dicotomía porque la cultura pop y la cultura mediática la usan por las redes sociales como un instrumento de auto ayuda. Y allí entra en un lugar común. De modo que, todo depende de cómo se lea y cómo se utiliza.

 

 

Finalmente, José Manuel. ¿Cuál es tu opinión sobre la ética de un creador y su compromiso como ciudadano, su compasión ante la injusticia social?

 

En esto he pensado precisamente por estos días. Un creador es un humanista. Es decir, una persona cuyos valores centrales son la ética y la educación. Sin embargo, es contradictorio porque a veces los escritores no son leales con lo que escriben. Hablan de amor y es lo que menos dan, hablan de justicia y son acusados de agresores. Hoy, las redes sociales están que arden por las denuncias contra un escritor conocido. Lo que digo es eso: hay que ser leales con el rol que se cumple. Un creador, un artista, tiene en sus manos la posibilidad de hacer el mundo distinto, más agradable, menos horroroso. No hay que esperar que un político, un abogado o un médico solucionen nuestros problemas. El creador, el artista también tiene una responsabilidad y debe actuar ante las injusticias sociales.

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