Mercedes Unzeta Gullón
Domingo, 09 de Mayo de 2021
Las mártires de Somiedo, Beatas

Aires de Guerra III

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Doña Pilar Yturriaga  vive en Madrid con sus cuatro hijos Pilín, Guillermo, Maca y Chema, en un amplio y noble piso con nueve balcones que se abren a las céntricas calles de Génova y General Castaños. Un barrio muy adecuado a su ‘distinción social’. Suele ir a 'misadeuna' todos los días, acompañada de sus dos hijas, Pilín y Maca, a la iglesia de Santa Bárbara, su parroquia, en la amplia calle de Bárbara de Braganza y, a la salida, es inexcusable hacer el recorrido establecido para las compras de necesidad diaria como el riquísimo pan de viena en, naturalmente, Viena Capellanes, dónde si no, para lo que sólo tenían que caminar un poco por la calle de Génova hacia el Paseo de la Castellana, y los imprescindibles dulces para el postre de La Duquesita, en Fernando Vl, o los dulces de la pastelería Niza en la calle Argensola. Es un simpático y agradable paseo que estimula el apetito. De vez en cuando la entusiasta hija menor consigue que su severa madre y su juiciosa hermana mayor se permitan una pequeña concesión a sus austeras naturalezas y hagan un alto en el recorrido para tomar el vermut.

 

A doña Pilar le gusta pasear por la Castellana a la hora socialmente convenida para saludar a familiares y amigos que, como ella, acuden a la cita del paseo para propiciar los encuentros y ponerse al día de los asuntos concernientes a su círculo. Su vida en la ciudad está basada en un lento y placentero discurrir, metódico y ordenado, muy acorde con su riguroso carácter, sus estrictas convicciones y su dignidad social, pero los acontecimientos de los últimos meses en la ciudad han alterado no sólo su modo de vida sino también su espíritu.

 

 

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Está desconcertada y confundida con el caos que se está viviendo en Madrid y desea llegar cuanto antes a su pequeña ciudad natal, su querida Astorga; a su amplia y fresca casona cuyas paredes de piedra, de más de un metro de anchura, no dejan pasar sofocaciones ni opresiones; unas paredes que la amparan y la protegen de los sinsabores del mundo exterior. Unas paredes que enmarcan su vida y la vida de sus mayores, que la vieron nacer y crecer en una felicidad sin trabas, que fueron testigo de sus primeros desvelos de amor y de su felicidad conyugal, y que la cobijan en su desolación de viudedad.

 

A pesar de su aspecto bondadoso y sociable, doña Pilar es una mujer estricta. Es hija única de una familia de largo, y rancio, abolengo de provincias, por lo que se concentra en ella una acumulación considerable de propiedades en la comarca leonesa de donde proceden las dos ramas de sus notables antepasados, y en donde ella es una personalidad por sí misma y por su marido: don Manuel Gullón, fallecido cuatro años atrás, quien ha sido durante muchos años diputado en Cortes por esta demarcación, y se le considera un gran benefactor de la comarca.

 

Habitualmente la familia inicia las vacaciones de verano por San Pedro y San Pablo, es decir el 29 de junio, les gusta mantener las tradiciones.

 

 

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Este año han ido retrasando su marcha por los estudios del hijo pequeño pero están inquietos ante los acontecimientos políticos y la enorme inestabilidad que se vive en la ciudad. La violencia ha ido creciendo desde que el 29 de octubre de 1933 el hijo del General Primo de Rivera, José Antonio, pronunciara su primer discurso en el teatro de la Comedia de Madrid con palabras tan claras y directas como nunca se habían oído antes en discurso  alguno: “…Queremos que España recobre resueltamente el sentido universal de su cultura y de su Historia.

 

…Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho –al hablar de "todo menos la violencia"– que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria.

 

Tenemos que adoptar, ante la vida entera el espíritu de servicio y de sacrificio, el sentido ascético y militar de la vida…”

 

 

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Hombre joven, inteligente y carismático consiguió entusiasmar a una juventud deseosa de ideales. Tras la durísima violencia de la Gran Guerra se vive el desengaño de los valores anteriores basados en la razón. En estos momentos de desilusión y de escepticismo “se confía en la fuerza y se desdeña la razón” “la razón como guía política ha fracasado”, asegura Salvador de Madariaga.

 

Las flamantes ideas del joven José Antonio podían significabar una nueva vía de solucionar los problemas sociales fuera de la ‘égida del marxismo’. En su ideario eran constantes las referencias a la injusticia, el analfabetismo, la falta de cultura, las viviendas miserables, el hambre endémica de las zonas rurales, la urgencia y necesidad de la reforma agraria, lo que su propia clase social no le perdonó. Ni izquierdas ni derechas entendieron sus proposiciones.

 

 

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Y… nació la Falange como fuerza antiparlamentaria que consideraba la violencia como legítimo método para alcanzar unos fines superiores.

 

“De las fuerzas que más tarde se le acercaron, impulsadas por distintas ambiciones, la única poderosa fue la de los militares” “La Falange entusiasta y heroica acabó pasando de la palabra a la palabrería”, palabras de Madariaga.

 

 

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A doña Pilar todavía le llena de espanto el recuerdo de aquel día del mes de mayo que, siguiendo su costumbre semanal, había quedado a comer con sus amigas en el Hotel Palace y tuvo que vivir un pasmoso acontecimiento que la alteró enormemente. Estaban las amigas en animada conversación esperando a que les sirvieran la comida cuando de pronto, sin previo aviso, los empleados de la cocina, del comedor, del bar, los mozos y en general todos los trabajadores del hotel abandonaron sus puestos de trabajo ante el estupor de las personas que en ese momento abarrotaban los comedores y el hall. Todo el personal de servicio del hotel suspendió completamente su actividad. Los clientes, unos sorprendidos y otros enfurecidos, se vieron obligados a abandonar el local por falta de atención. Doña Pilar y sus amigas, con gran consternación, salieron precipitadamente del comedor, sin haber podido  ingerir un sólo bocado y, atravesando, con pánico, las Fuerzas Nacionales de Asalto que con sus imponentes carros rodeaban el edificio para controlar la insubordinación, se pusieron a salvo de las posibles represalias de aquella rebeldía inconcebible. “No es posible tanta insolencia -se lamentaban las tres mujeres que se habían quedado sin comer- nos cierran Negresco,  luego Acuarium, Casa Blanca, Gran Vía…, qué tendrá que ver la política con nuestras cafeterías y diversiones, y ahora no podemos comer ni en el Palace, ¡por qué se meten en nuestra vida! ¡hasta dónde vamos a llegar!”

 

En el transcurso de unos pocos días les habían ido cerrando las cafeterías donde les gustaba tomar la merienda y encontrarse con sus conocidos, les echaban de su restaurante preferido, nada menos que del Hotel Palace… La situación parecía alarmante, y en efecto lo era, porque la inestabilidad política, que era cada vez mayor, llegaba hasta los ámbitos más personales de la gente considerada comme il faut, como estas tres honorables señoras.

 

La violencia inundaba las calles. Los enfrentamientos eran frecuentes entre las juventudes de los distintos grupos políticos, y el apasionamientono dejaba de estar presente en la vida cotidiana.

 

Los gobernantes se enzarzan en continuas rencillas y no se avanza en ningún proyecto. En una explosión de intolerancia se queman conventos porque sí y se asesina por el sólo hecho de pertenecer a una esfera determinada.

 

Doña Pilar suspira por salir de ese caos. Solo piensa en llegar a su amada Astorga donde le espera el refugio de su queridísima casa. La casa solariega que le hace sentirse en otro mundo, en su mundo particular, íntimo y sagrado, ese mundo que custodia sus recuerdos venerables y mantiene viva la dulzura de momentos pasados. La devoción a sus padres le había servido para recibir una cierta tradición de la vida, por lo que conserva una piadosa preocupación por su hogar y por todo lo que le pertenece con el deleite del sentimiento de exclusividad. El hogar era un lugar en el que la seguridad estaba comprobada. Sus sentimientos y costumbres estaban unidos a esta pequeña ciudad y a esta gran casa.

 

Espera con impaciencia a que acabe el curso su hijo menor Chema que tiene 17 años y se está preparando para ser ingeniero aeronáutico.

 

La situación general del país se va haciendo cada vez más complicada. Don Miguel de Unamuno, llegado en el mes de junio de su exilio voluntario en París para disfrutar del nuevo orden por el que tanto suspiraba, escribe desencantado en el diario Ahora: “estamos hasta la coronilla de ensayos revolucionarios”,  y se lamenta de que “este es un país en el que no se sabe de paz ni de justicia”.

 

El Pensamiento Astorgano resume la actualidad política de finales de junio: “Un Gobierno agotado y unas Cortes agonizantes. El Gobierno con la vista puesta en los conflictos sociales, cada día más numerosos, y con la honda preocupación de las exigencias de los sectores políticos extremos. Las Cortes, sin dictámenes ni proyectos para discutir, y además con pugnas evidentes en la apreciación de todos los problemas entre los republicanos burgueses y los grupos marxistas”.

 

La vida sigue pero todo el mundo siente en lo más profundo de sus emociones algo de inquietud, como si esa vida organizada discurriera sobre un cauce de arenas movedizas.

 

 

(*) Si quieres consultar los capítulos publicados: 

ENFERMERAS MÁRTIRES DE SOMIEDO

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