Cartas Telénicas. “El mar”
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Muchas personas que conozco, padre, me dicen que necesitan ver el mar para recuperar la calma. Este cautiverio nos tiene agotados, los nervios crispados, las alas de la esperanza un tanto maltrechas… Habitamos más el exterior y eso agota, porque la casa del alma está desprovista de lo imprescindible y pasa factura en los tiempos convulsos.
Hoy he ido a ver el mar. El Teleno es un mar lleno de olas bravías, a veces, otras, más sosegadas, se sostienen sobre la cresta de la ola de una sutil belleza que nos da paz. Miro ese monte sacro, observo la plenitud de su altura y escucho el rugir de sus olas inquietas. Mi horizonte se dibuja recogiendo una luz que ni mil reflectores son capaces de proyectar.
Hoy he ido a ver el mar y el sol que lo acaricia. En el invierno todo el monte se adorna con sus cumbres nevadas, que arropan el paisaje y le dan un aspecto de madre, serena, bondadosa, esperando la mirada que acoge, sostiene y reconforta.
Hoy he ido a ver el mar, padre. Ese mar que en tus ojos claros se dibujaba, como tantas y tantas veces apareció en tus sueños.
Desde la lejanía del pasado, desde su perfume inigualable veo ese océano mágico, olfateo su perfume, las noches del verano con estrellas prendidas y su sombra abrazando las almas de los que habitan sus orillas. Lo guardo en el alma como el que lleva un hatillo liviano lleno de corales y gorgonias. Las golondrinas, los peces de cada atardecer, planean por el horizonte que dibuja los senos de este mar-madre: la Dama Hermosa de mis cavilaciones. Y en todos los campanarios, las cigüeñas, esbeltas hadas que vuelan por los campos, también forman parte de este mar cristalino, cual exquisitos corales, sembrando de inocencia los rostros de los niños.
Palpo el silencio majestuoso, cual aurora que se expande en sus atardeceres.
No hay fisuras en la corteza del recuerdo, el pasado se aferra en mis arterias, ante la perspectiva de un futuro cada vez más estrecho. Pero, si pienso en el camino andado, que sólo sea para avivar su historia, que nada más sirva para retornar a la felicidad. Vivimos tiempos tan inciertos…
Hoy el mar de El Teleno, padre, me ha traído hasta ti.
Muchas personas que conozco, padre, me dicen que necesitan ver el mar para recuperar la calma. Este cautiverio nos tiene agotados, los nervios crispados, las alas de la esperanza un tanto maltrechas… Habitamos más el exterior y eso agota, porque la casa del alma está desprovista de lo imprescindible y pasa factura en los tiempos convulsos.
Hoy he ido a ver el mar. El Teleno es un mar lleno de olas bravías, a veces, otras, más sosegadas, se sostienen sobre la cresta de la ola de una sutil belleza que nos da paz. Miro ese monte sacro, observo la plenitud de su altura y escucho el rugir de sus olas inquietas. Mi horizonte se dibuja recogiendo una luz que ni mil reflectores son capaces de proyectar.
Hoy he ido a ver el mar y el sol que lo acaricia. En el invierno todo el monte se adorna con sus cumbres nevadas, que arropan el paisaje y le dan un aspecto de madre, serena, bondadosa, esperando la mirada que acoge, sostiene y reconforta.
Hoy he ido a ver el mar, padre. Ese mar que en tus ojos claros se dibujaba, como tantas y tantas veces apareció en tus sueños.
Desde la lejanía del pasado, desde su perfume inigualable veo ese océano mágico, olfateo su perfume, las noches del verano con estrellas prendidas y su sombra abrazando las almas de los que habitan sus orillas. Lo guardo en el alma como el que lleva un hatillo liviano lleno de corales y gorgonias. Las golondrinas, los peces de cada atardecer, planean por el horizonte que dibuja los senos de este mar-madre: la Dama Hermosa de mis cavilaciones. Y en todos los campanarios, las cigüeñas, esbeltas hadas que vuelan por los campos, también forman parte de este mar cristalino, cual exquisitos corales, sembrando de inocencia los rostros de los niños.
Palpo el silencio majestuoso, cual aurora que se expande en sus atardeceres.
No hay fisuras en la corteza del recuerdo, el pasado se aferra en mis arterias, ante la perspectiva de un futuro cada vez más estrecho. Pero, si pienso en el camino andado, que sólo sea para avivar su historia, que nada más sirva para retornar a la felicidad. Vivimos tiempos tan inciertos…
Hoy el mar de El Teleno, padre, me ha traído hasta ti.