OPINIÓN / Contra el silencio cómplice ante el asesinato de cinco mujeres y un niño en la última semana
![[Img #54158]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2021/2361_179820533_4012012318856907_5291173683824732658_n.jpg)
Porque somos mujeres en una sociedad hecha paso a paso sobre la subordinación de la mitad de la especie humana, a la otra mitad.
Porque son hombres. Hombres que se han criado en la creencia de que por pertenecer a la otra mitad de la especie humana, por ser de sexo masculino, tienen derecho a someter a las mujeres e imponerles sus criterios, hechos a la medida de sus intereses y privilegios.
Por eso ocurre que en un país supuestamente civilizado, en el que el conjunto de la población dice defender los derechos humanos, se mantiene una guerra continua de violencia contra las mujeres. Para ponerlas en el lugar que desde miles de años se les tiene reservado; a pesar de vivir en una democracia, solo aparente ya que no es igualitaria más que en teoría.
¿Cómo calificar este goteo continuo de asesinatos de mujeres por los hombres que son o han sido sus parejas? ¿Cómo calificar las agresiones sexuales, los acosos, los mayores índices de pobreza entre las mujeres, la compra-venta de mujeres para satisfacción de los deseos sexuales, sádicos de un tercio de los españoles? ¿Cómo calificar esta violencia en tiempos de paz? ¿Terrorismo? ¿Terrorismo contra las mujeres ejercido por sus compañeros de sociedad para que matando a unas las demás sepan lo que les puede ocurrir? Feminicidio en cualquier caso. Cinco mujeres asesinadas esta semana, y uno de sus hijos para que las demás aprendan lo que se juegan si se insubordinan. El asesino erigido en juez y verdugo siendo parte del conflicto.
Obligación ciudadana es reconocer y nombrar lo que ocurre, quien no lo haga será por ignorancia culpable, o maldad, y también es obligación ciudadana el preguntarnos el porqué.
Tendremos que reflexionar además sobre qué papel jugamos quienes, mujeres y hombres, no somos de momento asesinadas o asesinos. ¿Contribuimos con nuestras costumbres, nuestra forma de relacionarnos, nuestro ejercicio de la sexualidad, nuestra vida laboral, doméstica y social a hacer cada vez menor la brecha entre mujeres y hombres? ¿O quizá repetimos, reímos o ignoramos como si no nos afectaran los dichos, hechos y conductas que humillan y desposeen a las mujeres y que sólo sirven para alimentar los peores defectos y los privilegios que el patriarcado permite a los hombres? Nuestras ideas, manifestaciones y conductas no pueden ser neutras, reducen o amplían la discriminación y violencia contra las mujeres aunque estemos lejos de considerarnos posibles asesinos o víctimas.
¿La ciudadanía y las instituciones defienden y practican la coeducación de niñas y niños? No por cierto. Ni se les nombra por igual, ni se reconocen sus valores por igual, ni se les dirige a un futuro equivalente en formación profesional, nivel económico y autoridad. No se reconocen las habilidades y capacidades que se adjudican a las mujeres como propias de todas las personas y de igual valor y reconocimiento que las consideradas masculinas; al mismo tiempo se obstaculiza todo lo posible, ignorando las leyes igualitarias, que las mujeres accedan al nivel de autonomía y reconocimiento social que pueden tener los hombres. Ello hace que muchos niños y adultos sientan terror ante la posibilidad de que se les trate “como a niñas”. Consecuencia: desarrollan una frustración disimulada bajo la soberbia y la jactancia y la exhibición de las conductas más violentas que se consideran masculinas; conductas que dirigen contra las mujeres convertidas en su objeto de deseo, odio, envidia y desprecio sin considerarse asesinos o torturadores.
Así, son cinco las mujeres asesinadas esta semana en España. Cinco, y el hijo de una de ellas. ¿Hay acaso duelo nacional? Imagínense si pueden la situación inversa, o el asesinato de seis personas por el hecho de pertenecer a otro grupo social. Pero si son mujeres, no pasa nada, estamos acostumbradas y acostumbrados y con que protesten quienes defienden sus derechos es suficiente.
O acabamos con el machismo y la educación no coeducativa, o esta guerra sucia continuará. Contra ella nos manifestamos, porque no queremos ser cómplices con nuestro silencio, ni tener la desvergüenza de mirar para otro lado.
Porque somos mujeres en una sociedad hecha paso a paso sobre la subordinación de la mitad de la especie humana, a la otra mitad.
Porque son hombres. Hombres que se han criado en la creencia de que por pertenecer a la otra mitad de la especie humana, por ser de sexo masculino, tienen derecho a someter a las mujeres e imponerles sus criterios, hechos a la medida de sus intereses y privilegios.
Por eso ocurre que en un país supuestamente civilizado, en el que el conjunto de la población dice defender los derechos humanos, se mantiene una guerra continua de violencia contra las mujeres. Para ponerlas en el lugar que desde miles de años se les tiene reservado; a pesar de vivir en una democracia, solo aparente ya que no es igualitaria más que en teoría.
¿Cómo calificar este goteo continuo de asesinatos de mujeres por los hombres que son o han sido sus parejas? ¿Cómo calificar las agresiones sexuales, los acosos, los mayores índices de pobreza entre las mujeres, la compra-venta de mujeres para satisfacción de los deseos sexuales, sádicos de un tercio de los españoles? ¿Cómo calificar esta violencia en tiempos de paz? ¿Terrorismo? ¿Terrorismo contra las mujeres ejercido por sus compañeros de sociedad para que matando a unas las demás sepan lo que les puede ocurrir? Feminicidio en cualquier caso. Cinco mujeres asesinadas esta semana, y uno de sus hijos para que las demás aprendan lo que se juegan si se insubordinan. El asesino erigido en juez y verdugo siendo parte del conflicto.
Obligación ciudadana es reconocer y nombrar lo que ocurre, quien no lo haga será por ignorancia culpable, o maldad, y también es obligación ciudadana el preguntarnos el porqué.
Tendremos que reflexionar además sobre qué papel jugamos quienes, mujeres y hombres, no somos de momento asesinadas o asesinos. ¿Contribuimos con nuestras costumbres, nuestra forma de relacionarnos, nuestro ejercicio de la sexualidad, nuestra vida laboral, doméstica y social a hacer cada vez menor la brecha entre mujeres y hombres? ¿O quizá repetimos, reímos o ignoramos como si no nos afectaran los dichos, hechos y conductas que humillan y desposeen a las mujeres y que sólo sirven para alimentar los peores defectos y los privilegios que el patriarcado permite a los hombres? Nuestras ideas, manifestaciones y conductas no pueden ser neutras, reducen o amplían la discriminación y violencia contra las mujeres aunque estemos lejos de considerarnos posibles asesinos o víctimas.
¿La ciudadanía y las instituciones defienden y practican la coeducación de niñas y niños? No por cierto. Ni se les nombra por igual, ni se reconocen sus valores por igual, ni se les dirige a un futuro equivalente en formación profesional, nivel económico y autoridad. No se reconocen las habilidades y capacidades que se adjudican a las mujeres como propias de todas las personas y de igual valor y reconocimiento que las consideradas masculinas; al mismo tiempo se obstaculiza todo lo posible, ignorando las leyes igualitarias, que las mujeres accedan al nivel de autonomía y reconocimiento social que pueden tener los hombres. Ello hace que muchos niños y adultos sientan terror ante la posibilidad de que se les trate “como a niñas”. Consecuencia: desarrollan una frustración disimulada bajo la soberbia y la jactancia y la exhibición de las conductas más violentas que se consideran masculinas; conductas que dirigen contra las mujeres convertidas en su objeto de deseo, odio, envidia y desprecio sin considerarse asesinos o torturadores.
Así, son cinco las mujeres asesinadas esta semana en España. Cinco, y el hijo de una de ellas. ¿Hay acaso duelo nacional? Imagínense si pueden la situación inversa, o el asesinato de seis personas por el hecho de pertenecer a otro grupo social. Pero si son mujeres, no pasa nada, estamos acostumbradas y acostumbrados y con que protesten quienes defienden sus derechos es suficiente.
O acabamos con el machismo y la educación no coeducativa, o esta guerra sucia continuará. Contra ella nos manifestamos, porque no queremos ser cómplices con nuestro silencio, ni tener la desvergüenza de mirar para otro lado.