Yoyiana Ahumada Licea: La melancolía como estado del alma
Difícil encontrar en la poesía venezolana de este nuevo milenio a una autora tan versátil y a la vez, con una voz tan auténtica como esta de Yoyiana Ahumada Licea (1964). Un modo personalísimo de revelar la palabra poética en su esencialidad, desde su trágica realidad, como en su obra, Polvo de hormiga hembra. Palabra que se muestra en la tragedia de un personaje que sufre la inmovilidad física mientras añora ejercer la rigurosidad del ballet en su infinito movimiento. Dramática experiencia que, sin embargo, no deja de mostrar la belleza y melancolía en un logrado ritmo poético que es la base donde esta forjadora de la palabra, acostumbra labrar el laberinto de su discurso poético.
La construcción de su palabra poética la asume también desde los márgenes de la actividad teatral y en la dramaturgia, donde Yoyiana Ahumada Licea encuentra en la cotidianidad de sus personajes las heridas del drama humano.
Ahumada Licea es Magister Literae. Periodista, guionista de televisión, dramaturga, poeta, locutora, docente universitaria y actriz. Ha publicado el libro de poesía (poedramas) ‘Polvo de hormiga hembra’, 2013. Autora y directora de los cortos, ‘El ángel de Bucaramanga’,' No llames a las bala's, 'Niño Jesús ven a esta casa', 2021 (Proyecto #Telacuentoyo, para la plataforma informativa El Pitazo). Es autora de los espectáculos, 'Cabrujas: la voz que resuena', 'Cabrujas por siempre,' 2011-2012; 'Cabrujas: el estruendo de la memoria', 2018;' Venezuela: la obra inconclusa de José Ignacio Cabrujas', (Ebook-2012). Ha publicado, 'Portugal y Venezuela: 20 testimonios, 2011'. De igual manera, tiene publicado el ensayo: 'Alucinados, visionarios e irreverentes, la idea escénica en Venezuela en los 70, 2001'. Compiladora de' El mundo según Cabrujas', 2009. Ha publicado, 'Poesía venezolana en voz alta', 2019; A'ntología poética de funcionarte' 2018; '102 poetas Jamming', 2014;' Aproximación a nuestra cultura', 2008; Ha realizado guiones para telenovelas. Es coautora de la revista,' Brevilla'. Es colaboradora para las revistas, diarios y portales, como: 'Standupoetry,' 'La parada poética', 'poemame'. 'comaliciagallegospoeta.blogspot.com' Se ha especializado en la obra del dramaturgo venezolano, José Ignacio Cabrujas. En la actualidad es profesora de las cátedras de Literatura española I y II, en la Escuela de Idiomas Modernos de la Universidad Central de Venezuela. Forma parte del equipo de radio del programa, 'Librería Sónica', y es miembro de la Asociación Venezolana de Crítica Teatral, y del Círculo de Escritores de Venezuela.
A continuación, presentamos un poema inédito de esta destacada escritora.
Arenas del Sahara
A María Gabriela Rosas
Olvidada lengua del desierto
dialecto del céfiro
sopla
la ingravidez del miedo
sobre el corcel
la herencia esparcida
muere
la niña
miel del Sahara
sobre un caballo tinto
cabalga
Repite la ceremonia del lastre
curva del cielo sujeta al deseo
-quebranto del animal-
el cuerpo
en la fosa de la sierpe
pequeña gema besada por la arena
Derrota del amor tantas veces repetida
![[Img #54284]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2021/7464_i-recortemage-1.jpg)
Juan Guerrero: En varios momentos te refieres a tu experiencia poética como construcción de ‘poedramas’. Otros creadores, como Golcar Rojas, lo nombran como ‘crónicas poéticas’. Otros más, incluso llegan a afirmar que fusionan narrativa, panfleto, hasta llegar y llevar a la imagen poética a lo extremo. En tu caso, ¿qué te ha llevado y por qué, a esa calificación de la poesía?
Yoyiana Ahumada: A ver. No creo que hoy en día sea cómodo hablar de géneros puros, como tampoco creo que mi propuesta poética, que aún estoy buscando mientras escribo, pueda ser toda definida como ‘poedrama’. Un ‘poedrama’ es una pieza de teatro escrita en verso o en prosa poética que podría ser leída como poema.
Es el caso de mi pieza, Polvo de hormiga hembra, que estrené en 2016 con la dirección de José Tomás Angola. Mi poemario inédito, Ojos quebrados no es un ‘poedrama’.
Ya que hablas de tu libro, ‘Polvo de hormiga hembra’. ¿Qué abordas en esa obra?
Allí comento los momentos de la vida de una bailarina del teatro Teresa Carreño, que padece una enfermedad autoinmune. Hablo de lo efímero que es el ballet. De la muerte y el sacrificio –sacro oficio- que es la entrega al ballet, y de la relación, madre-hija.
También se percibe una cierta orfandad en medio de un movimiento, una búsqueda de un origen. ¿Es tu voz la que habla o hay un desdoblamiento?
No sé honestamente. Creo que suceden ambas cosas, pero sin duda la orfandad me signa. Unas veces desde la otredad, otras más de frente.
Mencionas a tu madre, y sí, en parte de tu escritura aflora esa presencia. ¿Acaso hay una voz desde la intimidad que muestra ese otro desarraigo por tu linaje materno?
Y paterno también. No lo había pensado, quizás en parte de lo que se acerca mi voz asumo la orfandad de mi madre, su exilio, -es cubana y eso ya es una hendidura que imanta-. Pero también mi honda orfandad. Perdí a mi padre cuando tenía un año de edad. A él le escribo con desesperación y extravío.
Varios son los temas que abordas en tu poética: la familia, el mal, la ausencia, el país, la mujer, el desamor, entre otros. Sin embargo, me atrae el tratamiento que encuentro en cierta belleza, cierta melancolía. Pudieras ahondar un poco sobre esto.
¡Qué bonita reflexión! Eres un lector de lujo. Sí, me gusta más la idea de lo melancólico porque lo entiendo como un estado del alma. Siento una pulsión de hacer que lo nombrado dé un paso adelante sabiendo que no alcanza lo ausente. Lo melancólico aspira alcanzar lo inefable, lo inabarcable.
Hablas de belleza y ello implica una estética. ¿De qué belleza/estética trata tu poesía?
Eso no es fácil definirlo, hay un intento –no consciente- de descubrir ese momento de la contención. Y otras de dejar que ese río de significados y resonancias corra sin cauce. Una búsqueda de conexión honda y de una espiritualidad. Aun cuando toque temas cotidianos.
![[Img #54286]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2021/3256_recorte-image-4.jpg)
Existe en tu escritura una ‘sacralidad’, un abordaje de la palabra desde la lucidez y el deslumbramiento. ¿Vives en el riesgo del abismo?
Imagino que sí. El abismo no es el silencio, es no poder escribir. Es quedarse sin conexión con lo que está detrás de la palabra. Y sin capacidad de traducirlo o darle vida.
¿Cómo abordas el hecho teatral, la dramaturgia, viviendo en la palabra poética? ¿Complementas las experiencias o lo asumes desde las máscaras (personae) que son ‘el teatro y sus dobles’?
Los grandes dramaturgos y dramaturgas –me niego a llamar-nos- dramaturgues, conciben el texto como un fragmento de poesía. Shakespeare o Cabrujas, Ida Gramcko o Xiomara Moreno, SarahKane o Gustavo Ott. No es solo decir, es que ese decir funde un mundo, otro. Y si complemento experiencias, sí, supongo que sí. Soy una y múltiple como todos. La de los ‘cortos’, que he llamado #telacuentoyo en#HistoriasdeArtigas, escritas y dirigidas por mí, para la plataforma informativa El Pitazo, es un proyecto de una dramaturga, sostenida en un hecho real que por brutal no deja de tener pulsión e intención poética.
La ‘pulsión’ que nombras, ¿es un instinto que te acerca a la palabra poética? ¿Ha sido así desde que te iniciaste en la poesía?
Me gusta la idea de sentir que tengo un instinto poético. Me gusta mucho. Un instinto sería un sentido desarrollado para intuir el poema; podría decir que sí.
¿Qué te acercó a la poesía?
Me acercó a la poesía la lectura de José Martí, de Aquiles Nazoa, pero sobre todo la suerte de conocer poetas de carne y hueso. La primera poeta que conocí y me abrió su mundo fue Cecilia Ortiz, quien además de ofrecerme su amistad también me dio un taller de poesía y me instó a encontrar mi voz.
Añado además que mi familia elegida tiene a mi abuela médico y poeta, Zaira Andrade y a mi tío, el gran poeta, Pedro Parayma. La poesía como un pan que se comparte –Armando Rojas Guardia, dixit- la poesía en el verso que está naciendo mientras bebes el té de la tarde, la que te ofrendan en una llamada, “quiero leerte el poema que escribí hoy”. Desde los 12 años me gustaban la musicalidad y la rima de Los zapaticos de rosa, de José Martí.
![[Img #54287]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2021/1735_recortr-image-5.jpg)
Como habitante de la palabra y del lenguaje poético, ¿cómo es tu relación como docente con tus estudiantes? ¿Hay lugar para el habla poética?
Sí, como no. No solo porque a más de uno lo interpela la poesía desde espacios distintos como la música urbana, sino porque en sus trabajos y ofertas de lectura está contemplada la poesía y yo busco, por ejemplo, trabajar objetivos desde la poesía (Cadenas, Szymborska, Bukowski, entre otros).
En un país tan derrumbado y de tantas tragedias, como Venezuela, y como tú misma afirmas: de ‘catástrofe civilizatoria’. La poesía y el teatro, ¿cuentan con respaldo institucional?
Sí, claro. Aunque el teatro menos que la poesía. Me refiero a instituciones privadas, a iniciativas no gubernamentales. La fuerza y la multiplicación de la poesía en estos años es una clara muestra de la decisión espiritual de un país que se niega a la extinción. Editoriales como Oscar Todman, Fondo de Cultura Universitario, Eclepsidra –una de las pocas que publica teatro- Gisela Capellin Ediciones. La labor del proyecto literario de Banesco, y los premios, como el Rafael Cadenas, y el Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana; la Poeteca (como proyecto editorial, promocional, de memoria y preservación del patrimonio poético). Sumaría las editoriales de venezolanos en el exterior, como el Taller Blanco y Kálathos Ediciones. Sin embargo, el teatro está mucho más desprovisto.
No obstante, están los premios, Isaac Chocrón, Fernando Gómez, Avencrit (Asociación Venezolana de Crítica Teatral), Premio Marco Antonio Ettedgui. No incluyo el Premio Municipal de Teatro, ni el Premio Nacional. No los incluyo porque sus parámetros politizados no garantizan una evaluación equitativa de la trayectoria, pero también expresan ‘respaldo institucional’.
¿Cuál es tu percepción de la literatura y específicamente, de la poesía venezolana de estos últimos 20 años?
Mi percepción y testimonio es el de un florecimiento importante y expansivo. Si hablamos de poesía con solo ver los premios que hemos obtenido, tanto el Reina Sofía para la obra de Rafael Cadenas y el Federico García Lorca, la publicación de la obra de Cadenas, Montejo, Pantin, Barreto, por la editorial Pre-Textos de España. La reseña de casi todos los libros, tanto de poesía como de ensayo y narrativa en revistas españolas, los premios de Barrera Tyszka, Karina Sainz Borgo, Santiago Acosta (México), Keila Vall de la Ville, en Estados Unidos con Días Animales, por solo mencionar algunos.
Más allá de los premios que son solo una parte de la presencia de la literatura venezolana y un reconocimiento, está el interés y el trabajo editorial que se está haciendo y el estudio, no olvidemos que un número importante de investigadores y profesores venezolanos hacen vida y obra ahora fuera del país.
No quiero dejar por fuera un trabajo, como la Antología de la poesía hispanoamericana ‘Nubes’, editado, compilado y concebido por la poeta Edda Armas; tampoco la labor del escritor y gerente cultural, Antonio López Ortega, ni a editoriales como El Taller Blanco, en Colombia. También la labor de promoción que adelantan, Fedos y Santaella y José Urriola en México. Rasgos Comunes, antología de la poesía venezolana, compilado por Gina Saraceni, Miguel Gomes y Antonio López Ortega. Igualmente, las contribuciones de instituciones de educación superior, como la Universidad del Zulia con quienes he trabajado sobre la obra de José Ignacio Cabrujas, y como invitada del jurado del premio de dramaturgia, Homero Montes. Así como los aportes del Círculo de Escritores de Venezuela, y la Asociación Venezolana de Crítica Teatral.
![[Img #54283]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2021/315_unnamed-1.jpg)
¿Qué proyectos desarrollas actualmente?
No suelo hablar mucho de lo que tengo en proyecto, pero sí de lo que ya tiene vida. Tengo un poemario esperando por editor, ‘Ojos quebrados’. Estoy escribiendo otra pieza que no es un ‘poedrama’. Sigo con mis clases en la Universidad Central de Venezuela, escribo para Termómetro Nacional, sigo en la promoción y difusión del proyecto #Telacuentoyo que hice con El Pitazo, que es una línea que quiero seguir abordando; el arte como posibilidad de reconstruir tejido social, la hibridación. Hay otras cosas por allí, pero las cubre el manto del misterio.
Finalmente, Yoyiana. Crees que este encierro pandémico y del totalitarismo, ¿ha impulsado a la literatura venezolana a contrastarse, sea dentro como en los escenarios culturales mundiales? ¿Qué nos espera?
Es una obviedad lo que voy a decir, pero las crisis generan un viaje interno. Pienso en lo que llama la escritora e investigadora, Violeta Rojo, “las heridas de la literatura venezolana” del Caracazo a esta parte, y sin duda la demolición de la República ha producido un derrumbe de esos mitos adolescentes sobre los que se levantó nuestro imaginario y por ende, nuestro discurso simbólico: la pérdida, el dolor, el desdibujamiento de nuestro paisaje civil, el daño, desgraciadamente han provocado una ola literaria de gran trascendencia además a la hora de explicarnos, no dentro de lo que el investigador Carlos Sandoval llama ‘repentismo’, que es esa literatura de emergencia, válida, pero muy al sesgo de la realidad.
Quizás hemos logrado universalizarnos porque hemos aprendido a hablar de nuestras sombras. Pienso en una novela como, El oscvro señor V, de Norberto José Olivar, o La hija de la española, o Ve a comprar cigarrillos y desaparece, o Patria y Muerte, o Dianora.
¿Qué nos espera? No lo sé. Soy optimista y esto alguna vez terminará y lo importante es que no nos sorprenda con las manos vacías. Que ese fin para comenzar nos sorprenda escribiendo, creando y provocando un renacimiento civil.
La construcción de su palabra poética la asume también desde los márgenes de la actividad teatral y en la dramaturgia, donde Yoyiana Ahumada Licea encuentra en la cotidianidad de sus personajes las heridas del drama humano.
Ahumada Licea es Magister Literae. Periodista, guionista de televisión, dramaturga, poeta, locutora, docente universitaria y actriz. Ha publicado el libro de poesía (poedramas) ‘Polvo de hormiga hembra’, 2013. Autora y directora de los cortos, ‘El ángel de Bucaramanga’,' No llames a las bala's, 'Niño Jesús ven a esta casa', 2021 (Proyecto #Telacuentoyo, para la plataforma informativa El Pitazo). Es autora de los espectáculos, 'Cabrujas: la voz que resuena', 'Cabrujas por siempre,' 2011-2012; 'Cabrujas: el estruendo de la memoria', 2018;' Venezuela: la obra inconclusa de José Ignacio Cabrujas', (Ebook-2012). Ha publicado, 'Portugal y Venezuela: 20 testimonios, 2011'. De igual manera, tiene publicado el ensayo: 'Alucinados, visionarios e irreverentes, la idea escénica en Venezuela en los 70, 2001'. Compiladora de' El mundo según Cabrujas', 2009. Ha publicado, 'Poesía venezolana en voz alta', 2019; A'ntología poética de funcionarte' 2018; '102 poetas Jamming', 2014;' Aproximación a nuestra cultura', 2008; Ha realizado guiones para telenovelas. Es coautora de la revista,' Brevilla'. Es colaboradora para las revistas, diarios y portales, como: 'Standupoetry,' 'La parada poética', 'poemame'. 'comaliciagallegospoeta.blogspot.com' Se ha especializado en la obra del dramaturgo venezolano, José Ignacio Cabrujas. En la actualidad es profesora de las cátedras de Literatura española I y II, en la Escuela de Idiomas Modernos de la Universidad Central de Venezuela. Forma parte del equipo de radio del programa, 'Librería Sónica', y es miembro de la Asociación Venezolana de Crítica Teatral, y del Círculo de Escritores de Venezuela.
A continuación, presentamos un poema inédito de esta destacada escritora.
Arenas del Sahara
A María Gabriela Rosas
Olvidada lengua del desierto
dialecto del céfiro
sopla
la ingravidez del miedo
sobre el corcel
la herencia esparcida
muere
la niña
miel del Sahara
sobre un caballo tinto
cabalga
Repite la ceremonia del lastre
curva del cielo sujeta al deseo
-quebranto del animal-
el cuerpo
en la fosa de la sierpe
pequeña gema besada por la arena
Derrota del amor tantas veces repetida
Juan Guerrero: En varios momentos te refieres a tu experiencia poética como construcción de ‘poedramas’. Otros creadores, como Golcar Rojas, lo nombran como ‘crónicas poéticas’. Otros más, incluso llegan a afirmar que fusionan narrativa, panfleto, hasta llegar y llevar a la imagen poética a lo extremo. En tu caso, ¿qué te ha llevado y por qué, a esa calificación de la poesía?
Yoyiana Ahumada: A ver. No creo que hoy en día sea cómodo hablar de géneros puros, como tampoco creo que mi propuesta poética, que aún estoy buscando mientras escribo, pueda ser toda definida como ‘poedrama’. Un ‘poedrama’ es una pieza de teatro escrita en verso o en prosa poética que podría ser leída como poema.
Es el caso de mi pieza, Polvo de hormiga hembra, que estrené en 2016 con la dirección de José Tomás Angola. Mi poemario inédito, Ojos quebrados no es un ‘poedrama’.
Ya que hablas de tu libro, ‘Polvo de hormiga hembra’. ¿Qué abordas en esa obra?
Allí comento los momentos de la vida de una bailarina del teatro Teresa Carreño, que padece una enfermedad autoinmune. Hablo de lo efímero que es el ballet. De la muerte y el sacrificio –sacro oficio- que es la entrega al ballet, y de la relación, madre-hija.
También se percibe una cierta orfandad en medio de un movimiento, una búsqueda de un origen. ¿Es tu voz la que habla o hay un desdoblamiento?
No sé honestamente. Creo que suceden ambas cosas, pero sin duda la orfandad me signa. Unas veces desde la otredad, otras más de frente.
Mencionas a tu madre, y sí, en parte de tu escritura aflora esa presencia. ¿Acaso hay una voz desde la intimidad que muestra ese otro desarraigo por tu linaje materno?
Y paterno también. No lo había pensado, quizás en parte de lo que se acerca mi voz asumo la orfandad de mi madre, su exilio, -es cubana y eso ya es una hendidura que imanta-. Pero también mi honda orfandad. Perdí a mi padre cuando tenía un año de edad. A él le escribo con desesperación y extravío.
Varios son los temas que abordas en tu poética: la familia, el mal, la ausencia, el país, la mujer, el desamor, entre otros. Sin embargo, me atrae el tratamiento que encuentro en cierta belleza, cierta melancolía. Pudieras ahondar un poco sobre esto.
¡Qué bonita reflexión! Eres un lector de lujo. Sí, me gusta más la idea de lo melancólico porque lo entiendo como un estado del alma. Siento una pulsión de hacer que lo nombrado dé un paso adelante sabiendo que no alcanza lo ausente. Lo melancólico aspira alcanzar lo inefable, lo inabarcable.
Hablas de belleza y ello implica una estética. ¿De qué belleza/estética trata tu poesía?
Eso no es fácil definirlo, hay un intento –no consciente- de descubrir ese momento de la contención. Y otras de dejar que ese río de significados y resonancias corra sin cauce. Una búsqueda de conexión honda y de una espiritualidad. Aun cuando toque temas cotidianos.
Existe en tu escritura una ‘sacralidad’, un abordaje de la palabra desde la lucidez y el deslumbramiento. ¿Vives en el riesgo del abismo?
Imagino que sí. El abismo no es el silencio, es no poder escribir. Es quedarse sin conexión con lo que está detrás de la palabra. Y sin capacidad de traducirlo o darle vida.
¿Cómo abordas el hecho teatral, la dramaturgia, viviendo en la palabra poética? ¿Complementas las experiencias o lo asumes desde las máscaras (personae) que son ‘el teatro y sus dobles’?
Los grandes dramaturgos y dramaturgas –me niego a llamar-nos- dramaturgues, conciben el texto como un fragmento de poesía. Shakespeare o Cabrujas, Ida Gramcko o Xiomara Moreno, SarahKane o Gustavo Ott. No es solo decir, es que ese decir funde un mundo, otro. Y si complemento experiencias, sí, supongo que sí. Soy una y múltiple como todos. La de los ‘cortos’, que he llamado #telacuentoyo en#HistoriasdeArtigas, escritas y dirigidas por mí, para la plataforma informativa El Pitazo, es un proyecto de una dramaturga, sostenida en un hecho real que por brutal no deja de tener pulsión e intención poética.
La ‘pulsión’ que nombras, ¿es un instinto que te acerca a la palabra poética? ¿Ha sido así desde que te iniciaste en la poesía?
Me gusta la idea de sentir que tengo un instinto poético. Me gusta mucho. Un instinto sería un sentido desarrollado para intuir el poema; podría decir que sí.
¿Qué te acercó a la poesía?
Me acercó a la poesía la lectura de José Martí, de Aquiles Nazoa, pero sobre todo la suerte de conocer poetas de carne y hueso. La primera poeta que conocí y me abrió su mundo fue Cecilia Ortiz, quien además de ofrecerme su amistad también me dio un taller de poesía y me instó a encontrar mi voz.
Añado además que mi familia elegida tiene a mi abuela médico y poeta, Zaira Andrade y a mi tío, el gran poeta, Pedro Parayma. La poesía como un pan que se comparte –Armando Rojas Guardia, dixit- la poesía en el verso que está naciendo mientras bebes el té de la tarde, la que te ofrendan en una llamada, “quiero leerte el poema que escribí hoy”. Desde los 12 años me gustaban la musicalidad y la rima de Los zapaticos de rosa, de José Martí.
Como habitante de la palabra y del lenguaje poético, ¿cómo es tu relación como docente con tus estudiantes? ¿Hay lugar para el habla poética?
Sí, como no. No solo porque a más de uno lo interpela la poesía desde espacios distintos como la música urbana, sino porque en sus trabajos y ofertas de lectura está contemplada la poesía y yo busco, por ejemplo, trabajar objetivos desde la poesía (Cadenas, Szymborska, Bukowski, entre otros).
En un país tan derrumbado y de tantas tragedias, como Venezuela, y como tú misma afirmas: de ‘catástrofe civilizatoria’. La poesía y el teatro, ¿cuentan con respaldo institucional?
Sí, claro. Aunque el teatro menos que la poesía. Me refiero a instituciones privadas, a iniciativas no gubernamentales. La fuerza y la multiplicación de la poesía en estos años es una clara muestra de la decisión espiritual de un país que se niega a la extinción. Editoriales como Oscar Todman, Fondo de Cultura Universitario, Eclepsidra –una de las pocas que publica teatro- Gisela Capellin Ediciones. La labor del proyecto literario de Banesco, y los premios, como el Rafael Cadenas, y el Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana; la Poeteca (como proyecto editorial, promocional, de memoria y preservación del patrimonio poético). Sumaría las editoriales de venezolanos en el exterior, como el Taller Blanco y Kálathos Ediciones. Sin embargo, el teatro está mucho más desprovisto.
No obstante, están los premios, Isaac Chocrón, Fernando Gómez, Avencrit (Asociación Venezolana de Crítica Teatral), Premio Marco Antonio Ettedgui. No incluyo el Premio Municipal de Teatro, ni el Premio Nacional. No los incluyo porque sus parámetros politizados no garantizan una evaluación equitativa de la trayectoria, pero también expresan ‘respaldo institucional’.
¿Cuál es tu percepción de la literatura y específicamente, de la poesía venezolana de estos últimos 20 años?
Mi percepción y testimonio es el de un florecimiento importante y expansivo. Si hablamos de poesía con solo ver los premios que hemos obtenido, tanto el Reina Sofía para la obra de Rafael Cadenas y el Federico García Lorca, la publicación de la obra de Cadenas, Montejo, Pantin, Barreto, por la editorial Pre-Textos de España. La reseña de casi todos los libros, tanto de poesía como de ensayo y narrativa en revistas españolas, los premios de Barrera Tyszka, Karina Sainz Borgo, Santiago Acosta (México), Keila Vall de la Ville, en Estados Unidos con Días Animales, por solo mencionar algunos.
Más allá de los premios que son solo una parte de la presencia de la literatura venezolana y un reconocimiento, está el interés y el trabajo editorial que se está haciendo y el estudio, no olvidemos que un número importante de investigadores y profesores venezolanos hacen vida y obra ahora fuera del país.
No quiero dejar por fuera un trabajo, como la Antología de la poesía hispanoamericana ‘Nubes’, editado, compilado y concebido por la poeta Edda Armas; tampoco la labor del escritor y gerente cultural, Antonio López Ortega, ni a editoriales como El Taller Blanco, en Colombia. También la labor de promoción que adelantan, Fedos y Santaella y José Urriola en México. Rasgos Comunes, antología de la poesía venezolana, compilado por Gina Saraceni, Miguel Gomes y Antonio López Ortega. Igualmente, las contribuciones de instituciones de educación superior, como la Universidad del Zulia con quienes he trabajado sobre la obra de José Ignacio Cabrujas, y como invitada del jurado del premio de dramaturgia, Homero Montes. Así como los aportes del Círculo de Escritores de Venezuela, y la Asociación Venezolana de Crítica Teatral.
¿Qué proyectos desarrollas actualmente?
No suelo hablar mucho de lo que tengo en proyecto, pero sí de lo que ya tiene vida. Tengo un poemario esperando por editor, ‘Ojos quebrados’. Estoy escribiendo otra pieza que no es un ‘poedrama’. Sigo con mis clases en la Universidad Central de Venezuela, escribo para Termómetro Nacional, sigo en la promoción y difusión del proyecto #Telacuentoyo que hice con El Pitazo, que es una línea que quiero seguir abordando; el arte como posibilidad de reconstruir tejido social, la hibridación. Hay otras cosas por allí, pero las cubre el manto del misterio.
Finalmente, Yoyiana. Crees que este encierro pandémico y del totalitarismo, ¿ha impulsado a la literatura venezolana a contrastarse, sea dentro como en los escenarios culturales mundiales? ¿Qué nos espera?
Es una obviedad lo que voy a decir, pero las crisis generan un viaje interno. Pienso en lo que llama la escritora e investigadora, Violeta Rojo, “las heridas de la literatura venezolana” del Caracazo a esta parte, y sin duda la demolición de la República ha producido un derrumbe de esos mitos adolescentes sobre los que se levantó nuestro imaginario y por ende, nuestro discurso simbólico: la pérdida, el dolor, el desdibujamiento de nuestro paisaje civil, el daño, desgraciadamente han provocado una ola literaria de gran trascendencia además a la hora de explicarnos, no dentro de lo que el investigador Carlos Sandoval llama ‘repentismo’, que es esa literatura de emergencia, válida, pero muy al sesgo de la realidad.
Quizás hemos logrado universalizarnos porque hemos aprendido a hablar de nuestras sombras. Pienso en una novela como, El oscvro señor V, de Norberto José Olivar, o La hija de la española, o Ve a comprar cigarrillos y desaparece, o Patria y Muerte, o Dianora.
¿Qué nos espera? No lo sé. Soy optimista y esto alguna vez terminará y lo importante es que no nos sorprenda con las manos vacías. Que ese fin para comenzar nos sorprenda escribiendo, creando y provocando un renacimiento civil.