Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 05 de Junio de 2021

Héroes

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Todas las civilizaciones y todos los colectivos, tienen sus héroes, ya sean militares, espirituales, políticos, deportivos…

 

Hay muchos tipos de héroes y diferentes características para llegar a esa categoría. En general un héroe ha de ser valiente, honesto, debe pensar en los demás, tener valores, estar seguro de sí mismo, perseguir sus objetivos sin importar los obstáculos…; y los de antes debían añadir: poseer un fin generalmente violento, muerte inconsciente, conflicto con el mundo exterior, coraje, respuesta al llamado, búsqueda de aventura, batalla con su contrario, idea de mejorar el mundo…

 

Héroes para unos pueden ser tan sólo víctimas para otros. Este sábado la Iglesia, en un acto espléndido en boato en la catedral de Astorga,ha elevado a categoría de Beatas a la única hermana de mi madre, a la prima de mi madre y a una gran amiga de mi madre; tres jóvenes mujeres astorganas que murieron estando en un servicio humanitario en una guerra que nunca debió de existir.

 

Se las llama ‘mártires de Somiedo’. Entendiendo que ‘mártir’ es ‘todo aquel que muere  por una causa’ y estas tres mujeres murieron por una o diferentes causas; para la Iglesia murieron por la fe; para el Ejército franquista murieron por España y para los familiares murieron por una guerra que nunca debió de suceder.

 

Estas jóvenes: Pilar, Olga y Octavia fueron mujeres buenas, valientes y generosas como tantas, tantísimas otras personas buenas valientes y generosas que en aquel enfrentamiento murieron por unos ideales suyos o prestados, y sería justo que fueran todos reconocidos. Pero esa cuestión, que sería de justicia, parece que camina por una senda muy lenta llena de trabas porque parece que los vencedores no quieren saber nada de los vencidos, quieren que no haya una memoria histórica más que su memoria, que para eso fueron los vencedores; y estos, a pesar del tiempo pasado, siguen utilizando enconamientos ideológicos.

 

En cuanto a los reconocimientos históricos existen distintos ámbitos para ello. La Iglesia ha reconocido a estas mártires como sus héroes que murieron por la fe y, en una gran fiesta, las beatifica. Estupendo. Ese tipo de dignidades puede interesar, o no, dependiendo de si se está dentro o fuera de la esfera eclesiástica. Los que están dentro lo celebran, y a los que están fuera no debería molestarles ese tipo de ritos pues son cuestiones internas de la Iglesia para los fieles de esta Iglesia. La mirada hacia las Beatas desde fuera del ámbito creyente ha de hacerse con una óptica relativa, la relatividad religiosa. El conflicto puede empezar si se pretende defender la mirada eclesiástica como realidad de los hechos.

 

Digo esto porque hay muchas voces que se han levantado criticando esta circunstancia religiosa, alegando la cantidad de muertos de la guerra. Efectivamente, hubo muchísimos muertos en esta guerra, muchísimos más de los que debería haber habido, que sería ninguno. De todos los muertos la Iglesia ha elegido a algunos como ejemplo de comportamiento para sus fieles y entre ellos a estas tres jóvenes. Son los usos y costumbres de la Iglesia, son sus prácticas.

 

Otra cosa muy distinta sería si hablásemos de la injerencia de la Iglesia en la política y en el Estado, que sí la hay y no debería haberla; o al revés el Estado o la política en la Iglesia, esto segundo no suele pasar porque la Iglesia no se deja. Pero eso es otra historia; la separación de Iglesia y Estado está por resolver y urge, pero no es el tema que nos ocupa.

 

Hay que tener en cuenta que todos los héroes tienen su leyenda y, por supuesto, las mártires de Somiedo tienen la suya desde la óptica religiosa y militar. Las leyendas parten siempre de unos hechos históricos que el tiempo y los intereses los modifican para crear a sus héroes. Bien. Ello puede ser apropiado mientras no se pretenda trascender esa leyenda a otros ámbitos como puede ser a la Historia general.

 

Cada narración tiene su público. El mismo héroe puede tener distintos relatos dependiendo del ámbito en el que se desarrolle su transmisión; los diferentes intereses conforman los distintos relatos. Coexisten las versiones  políticas, religiosas, militares, institucionales, literarias, familiares…  Lo que debería siempre estar presente es el no mezclar los distintos ámbitos de influencia ni confundirlos.  El que quiera historia religiosa que acuda a la Iglesia, los que se interesen por los hechos militares que vayan a los archivos, a los que les guste los literarios a las novelas, los hechos históricos a la historia basada en las  investigaciones.., pero tratar de generalizar o pretender mezclar las interpretaciones figuradas con la historia real es un error que conduce a la confusión y a la confrontación.

 

Creemos que la verdad está en la mirada de cada uno pero esa es una verdad particular, subjetiva. Hay unos hechos reales que pasan como pasan, objetivamente, y esos hechos mirados desde una distancia objetiva, apoyados por testigos y documentos, son los que conforman la Historia, no las leyendas ni las versiones interesadas.

 

Estas tres mujeres fusiladas en la guerra  han salido del anonimato de ‘víctimas de la guerra’ por los intereses del Ejército franquista primero y de la Iglesia después. Ahora trascienden a la Historia con el interés de desbrozar las leyendas y apoyar el relato histórico con las últimas investigaciones.

 

El hecho histórico es que a ellas las mataron en con contexto de guerra fratricida, y las guerras fratricidas no entienden de familia, ni de vecindad, ni de amigos, ni de religiones ni, en este caso, de cruces rojas. Ellas estaban en el sitio equivocado en un momento equivocado; o si se mira  desde el otro lado, en el punto justo en el momento justo.

 

A las tres enfermeras astorganas la fusilaron unos milicianos republicanos asturianos, y a 15 enfermeras asturianas las mataron, justo un año después, unos militares franquistas. El ojo por ojo es el funcionamiento de una guerra que siempre genera violencia y odio. Las guerras son  la historia de la barbarie humana.

 

He escrito durante estos días en este periódico la historia de Pilín Gullón, Olga Monteserín y Octavia Iglesias, y del contexto en el que vivían basándome en documentos y testigos. Me ha angustiado bucear en el contexto de guerra y me he conmovido al manejar sus cartas y saber de sus emociones e inquietudes familiares. También me han impresionado los homenajes que les ha hecho la Iglesia. Aunque no comparto ‘su leyenda’ sí agradezco las distinciones en el recuerdo de la vida y muerte de mis tías. Mi madre, que lo vivió tan de cerca, no pudo, o no quiso, contar nada de los episodios de aquella guerra tan horrible, como casi todos los mayores que vivieron aquel horror; no quisieron llevarlo en la memoria para poder sobrevivir dignamente. Pero las siguientes generaciones estamos obligados a  saber, no para odiar sino para conocer nuestro pasado y fundamentar nuestro futuro.

 

Ya decía entonces Unamuno: “La historia misma no es más que la biografía del espíritu humano. Lo que más falta hace hoy en España … es biografía, o sea historia.” Los hechos de una sola vida dan vida a una época.

 

“A los muertos no se les debe otra cosa que  verdad y justicia”, (José Manuel Quintana).

 

El mundo no debería ser  un lugar para competir sino para compartir. La vida sería mucho más amable y feliz.

 

O témpora o mores

 

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