La luz perdida de Javier Lostalé
Javier Lostalé, La luz de lo perdido (antología poética 1976-2020). Edición de Esther Peñas, Albacete, Chamán Editores, 2020, 195 pp.
![[Img #54505]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/06_2021/7358__visd_0000jpg01jaw.jpg)
Aunque Javier Lostalé (Madrid, 1942) es autor de ocho libros de poesía, su obra ha pasado bastante desapercibida. El largo lapso transcurrido en la aparición de sus poemarios iniciales —entre el primero, Jimmy, Jimmy (1976), y el tercero, La rosa inclinada (1995), median casi veinte años— y su relevante labor como periodista cultural relegaron durante mucho tiempo a un segundo plano su labor creativa. Ya en el nuevo siglo, su dedicación a la poesía, si bien siempre con un ritmo creativo pausado, se hace más constante y alcanza una de sus cumbres en La estación azul (2003). Luego, a partir de Tormenta transparente (2010), se decanta hacia una línea más meditativa y esencial —cuyos antecedentes, no obstante, estaban ya en Hondo es el resplandor (1998)—, que sigue cierto magisterio de Rilke. Sus últimos libros, El pulso de las nubes (2014) y Cielo (2018), parecen haber suscitado mayor atención, aunque quizás no toda la que realmente merecen.
Paralelamente han ido apareciendo también varias antologías de su obra poética, entre las que destaca Azul relente (2014), preparada por José Cereijo para la editorial Renacimiento. La última es La luz de lo perdido (2020) publicada por Chamán Ediciones al cuidado de la poeta Esther Peñas. En el ‘Prólogo’ (pp. 13-20), se ofrecen algunos detalles biográficos del autor y se analiza brevemente su trayectoria, que se sintetiza así en las líneas finales, justificando el título elegido: “De Jimmy, Jimmy, poemas carnales, encarnados, más narrativos, a Cielo, una honda reflexión en la que los contornos físicos están diluidos. Y entre uno y otro la redención de una ausencia permanente que nos resignifica. De ahí el título de esta antología, La luz de lo perdido” (p. 20).
La selección va precedida por un ‘Pórtico’ titulado ‘Confesión’ (p. 25), texto en prosa que formó parte de La rosa inclinada, y que, además de haberse convertido ya en su poética por antonomasia —como tal suele aparecer al frente de sus antologías—, bien puede considerarse uno de los poemas más intensos y logrados de Lostalé. En cuanto a las composiciones seleccionadas, hay que señalar que todos los títulos están aquí bien representados, tanto los iniciales —desde Jimmy, Jimmy (1976) hasta Hondo es el resplandor (1998)—, que constituyen una primera etapa, calificada por el poeta de autobiográfica, cercana a la estética de Aleixandre (su reconocido maestro), como los de la línea actual más próxima, como ya se señaló, a Rilke. Esta evolución, sin embargo, no oculta los vínculos entre ambas etapas; unidad observable, por ejemplo, en la permanencia de una serie de temas, símbolos, incluso palabras —«luz», «azul», «deseo», «cuerpo», «rosa»…, pues el poeta tiene sus palabras primordiales, como él recuerda al final de ‘La lengua’ (pp. 105-106)—, y rasgos expresivos ya muy característicos del lenguaje poético de Lostalé.
Por otro lado, la antóloga ha incluido en su selección varios textos de ‘Quien lee vive más’ (2013), conjunto de breves reflexiones sobre la lectura que constituyen sin duda un buen ejemplo de prosa poética (más que de poesía en prosa, aunque, en realidad, sea cual sea el género originalmente abordado por Lostalé, la perspectiva lírica siempre está presente, como puede observarse en el reciente volumen Lector de poesía (2019), recopilación de trabajos críticos de diversa índole: reseñas, presentaciones, apuntes biográficos, entrevistas…). Entre ellos podemos encontrar alguno tan significativo como ‘Instantes azules’ (p. 138), en el que pueden atisbarse ciertas claves de la poesía del propio Lostalé.
Por último, tras la selección de poemas se añade una entrevista con el poeta (pp. 183-192), en la que se abordan asuntos de indudable interés: los autores que más influido en él —así, además de los de Aleixandre y Rilke, reconoce ecos de Cernuda y Brines, pero no, en cambio, de Claudio Rodríguez, con el que la crítica ha apuntado diversos paralelismos—, su concepción de la poesía —y de paso su rechazo de determinados elementos como el humor, la ironía o el ingenio, muy presentes en otras propuestas poéticas contemporáneas (p. 188)—, su evolución estética —en la que, sin embargo, permanece aún la impronta surrealista (p. 184)—, las composiciones que prefiere o con las que más se identifica de entre la suyas —casi todas recogidas en esta antología—, las anécdotas biográficas que subyacen en ciertos poemas concretos, etc. En definitiva, un pertinente colofón que esclarece aspectos esenciales de su poesía.
Javier Lostalé, La luz de lo perdido (antología poética 1976-2020). Edición de Esther Peñas, Albacete, Chamán Editores, 2020, 195 pp.
Aunque Javier Lostalé (Madrid, 1942) es autor de ocho libros de poesía, su obra ha pasado bastante desapercibida. El largo lapso transcurrido en la aparición de sus poemarios iniciales —entre el primero, Jimmy, Jimmy (1976), y el tercero, La rosa inclinada (1995), median casi veinte años— y su relevante labor como periodista cultural relegaron durante mucho tiempo a un segundo plano su labor creativa. Ya en el nuevo siglo, su dedicación a la poesía, si bien siempre con un ritmo creativo pausado, se hace más constante y alcanza una de sus cumbres en La estación azul (2003). Luego, a partir de Tormenta transparente (2010), se decanta hacia una línea más meditativa y esencial —cuyos antecedentes, no obstante, estaban ya en Hondo es el resplandor (1998)—, que sigue cierto magisterio de Rilke. Sus últimos libros, El pulso de las nubes (2014) y Cielo (2018), parecen haber suscitado mayor atención, aunque quizás no toda la que realmente merecen.
Paralelamente han ido apareciendo también varias antologías de su obra poética, entre las que destaca Azul relente (2014), preparada por José Cereijo para la editorial Renacimiento. La última es La luz de lo perdido (2020) publicada por Chamán Ediciones al cuidado de la poeta Esther Peñas. En el ‘Prólogo’ (pp. 13-20), se ofrecen algunos detalles biográficos del autor y se analiza brevemente su trayectoria, que se sintetiza así en las líneas finales, justificando el título elegido: “De Jimmy, Jimmy, poemas carnales, encarnados, más narrativos, a Cielo, una honda reflexión en la que los contornos físicos están diluidos. Y entre uno y otro la redención de una ausencia permanente que nos resignifica. De ahí el título de esta antología, La luz de lo perdido” (p. 20).
La selección va precedida por un ‘Pórtico’ titulado ‘Confesión’ (p. 25), texto en prosa que formó parte de La rosa inclinada, y que, además de haberse convertido ya en su poética por antonomasia —como tal suele aparecer al frente de sus antologías—, bien puede considerarse uno de los poemas más intensos y logrados de Lostalé. En cuanto a las composiciones seleccionadas, hay que señalar que todos los títulos están aquí bien representados, tanto los iniciales —desde Jimmy, Jimmy (1976) hasta Hondo es el resplandor (1998)—, que constituyen una primera etapa, calificada por el poeta de autobiográfica, cercana a la estética de Aleixandre (su reconocido maestro), como los de la línea actual más próxima, como ya se señaló, a Rilke. Esta evolución, sin embargo, no oculta los vínculos entre ambas etapas; unidad observable, por ejemplo, en la permanencia de una serie de temas, símbolos, incluso palabras —«luz», «azul», «deseo», «cuerpo», «rosa»…, pues el poeta tiene sus palabras primordiales, como él recuerda al final de ‘La lengua’ (pp. 105-106)—, y rasgos expresivos ya muy característicos del lenguaje poético de Lostalé.
Por otro lado, la antóloga ha incluido en su selección varios textos de ‘Quien lee vive más’ (2013), conjunto de breves reflexiones sobre la lectura que constituyen sin duda un buen ejemplo de prosa poética (más que de poesía en prosa, aunque, en realidad, sea cual sea el género originalmente abordado por Lostalé, la perspectiva lírica siempre está presente, como puede observarse en el reciente volumen Lector de poesía (2019), recopilación de trabajos críticos de diversa índole: reseñas, presentaciones, apuntes biográficos, entrevistas…). Entre ellos podemos encontrar alguno tan significativo como ‘Instantes azules’ (p. 138), en el que pueden atisbarse ciertas claves de la poesía del propio Lostalé.
Por último, tras la selección de poemas se añade una entrevista con el poeta (pp. 183-192), en la que se abordan asuntos de indudable interés: los autores que más influido en él —así, además de los de Aleixandre y Rilke, reconoce ecos de Cernuda y Brines, pero no, en cambio, de Claudio Rodríguez, con el que la crítica ha apuntado diversos paralelismos—, su concepción de la poesía —y de paso su rechazo de determinados elementos como el humor, la ironía o el ingenio, muy presentes en otras propuestas poéticas contemporáneas (p. 188)—, su evolución estética —en la que, sin embargo, permanece aún la impronta surrealista (p. 184)—, las composiciones que prefiere o con las que más se identifica de entre la suyas —casi todas recogidas en esta antología—, las anécdotas biográficas que subyacen en ciertos poemas concretos, etc. En definitiva, un pertinente colofón que esclarece aspectos esenciales de su poesía.