Cataluña, un problema difícil y mal resuelto
![[Img #54789]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2021/9513_estatuto_de_nuria.jpg)
El general Primo de Rivera dimite de ser dictador en enero de 1930. El rey Alfonso XIII coge de nuevo las riendas del país y nombra a un presidente de gobierno, el general Berenguer, para seguir con una ‘normalidad constitucional’ como si no hubieran existido los seis años de dictadura que él apoyó saltándose la Constitución a la torera. Claro, pocos políticos y personas de leyes aceptaron esta vuelta a la normalidad sin más, el aquí paz y después gloria, y se plantean “o con Rey o sin Rey”. Poco pensó Alfonso XIII que este experimento dictatorial le iba a costar la corona.
Esta nueva situación nacional que se cuestiona la monarquía provoca que los partidos republicanos decidan reunirse en agosto de ese año, 1930, en San Sebastián para definir el camino a seguir. Se aboga por la República y unas Cortes Constituyentes. Esta reunión pasó a la historia como el Pacto de San Sebastián. En ese pacto se acuerda que en su momento republicano se atenderán las reivindicaciones nacionalistas catalanas.
Llegan las elecciones del 14 de abril de 1931 y con ellas la instauración de la segunda República en el país. En Cataluña, Esquerra Republicana gana frente a la conservadora Lliga Catalana. El líder de Esquerra, Francesc Maciá, considera que es su momento y proclama rápidamente la Republica Catalana sorprendiendo al gobierno nacional que inmediatamente manda a tres ministros a tratar la nueva situación. Consiguen moderar los propósitos catalanes y se acuerda el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña con el compromiso de que las próximas Cortes Constituyentes aprobarían el Estatuto de Autonomía elaborado en Cataluña.
Ante este futuro prometedor los catalanes se ponen en marcha y seis miembros de la Diputación se reúnen en un santuario (el santuario de Nuria) para redactar su anteproyecto del Estatuto de Autonomía; en 11 días lo tienen terminado. El 18 de agosto el presidente Alcalá Zamora lo presenta en las Cortes Constituyentes y a partir de entonces una comisión se dedica, durante meses, a acomodar las pretensiones catalanas dentro del marco de la Constitución.
Este Estatuto había sido concebido por los catalanes como resultado del reconocimiento del derecho de Cataluña a su autodeterminación en los acuerdos con el gobierno provisional nacional en 1931, antes de la existencia de las Cortes Constituyentes, y en eso se apoyaban.
Por eso los catalanes venían pisando fuerte, respaldados por el reconocimiento anterior a su derecho a plantearse su autodeterminación. Pero sus demandas de autodeterminación sobrepasaban en mucho el marco de la Constitución por lo que tuvieron que ser reducidas, de 52 que pedían a 18 que se les concedió. Ellos querían “un Estado autónomo dentro de la República española” y se les concedió “una región autónoma dentro del Estado español”;aun así ganaban en relación a lo que ya tenían. La Generalitat ganaba un Parlamento, un Presidente y un Consejo Ejecutivo, y competencias en el orden público y justicia. De aquella situación algunos catalanes salieron contentos, otros defraudados y algunos se sintieron muy engañados.
El entonces diputado Pedro Sainz Rodríguez cuenta su impresión sobre la técnica que se empleó para la elaboración del Estatuto: “Primero se discutieron las bases de lo que se podía dar a los Estatutos dentro de la Constitución; a cualquier estatuto: “se podrá dar esto, se podrá dar lo otro… Pero luego, cuando se llegaba a la hora de votar y los diputados mostraban algún recelo, se les decía: “no os preocupéis porque como dice ‘se podrá dar’, luego no se dará”.
“En Cambio una vez votada la Constitución pasó lo contrario. Entonces se decía: “pero ¿cómo se va a discutir esto si está en la Constitución?” El se podrá dar se convirtió en hay que dar, resultando de ello la paradoja de que, siendo el Estatuto de Cataluña técnicamente imperfecto en cuanto a la extensión de las cosas que en él se daban, resultó superior a lo que nos hubiese podido pedir el señor Cambó (cofundador de la Liga Regionalista transformada más tarde a la Lliga Catalanista”.
Como anécdota de aquellas Cortes Constituyentes de 1931 Cuenta Sainz Rodríguez “Muchos de los que estábamos allí nos asustábamos un poco porque cada diez minutos cambiaba lo que era España. Tan pronto se decía “España será una República Federal”, como “España esto o lo otro o lo de más allá…” Salía uno a tomar un vaso al ambigú y al volver se encontraba con que España era otra cosa distinta de como minutos antes la habíamos dejado. España llegó a ser Republica Federal durante quince minutos”.
Y recuerda parte de uno de sus discursos sobre el tema catalán en sus memorias: “Seguiremos en un círculo vicioso mientras los regionalistas de la Lliga no aclaren el equívoco del contenido nacionalismo. Si los catalanes toman la postura nacionalista sin matizarla para la reivindicación de un respeto a su espiritualidad y a su cultura, como sean lógicos consigo mismos tienen que llegar a la conclusión separatista. Pero si lo que ellos piden al Estado español son garantías de respeto, de amor, de reconocimiento de los hechos que llamamos diferenciales para entendernos y se incorporan decididamente a un destino común histórico de España, entonces esas garantías tienen un perfecto derecho a pedirlas y el Estado español la obligación de darlas, pero ha de desaparecer ese equívoco de una vez y esa desaparición es lo que piden muchos catalanes y catalanes de la alta categoría cultural y mental de Fernando Valls Taberner, uno de los grandes historiadores de Cataluña”.
Valls Taberner decía en un discurso “… no se puede confundir ni identificar el patriotismo, que es un sentimiento, una conciencia y un ideal nobilísimo nacido de una realidad viva y permanente, con el nacionalismo, que es una teoría, una construcción doctrinal, un ideologismo fruto de las elucubraciones más o menos estimables de determinadas escuelas filosófico-políticas que están representadas propiamente en una moda temporal.”
“Catalanismo y nacionalismo no son términos sinónimos, como no lo son tampoco catalanismo y autonomismo. Alguien ha dicho, con razón, que el catalanismo no es una fórmula, un programa, sino una sustancia. El autonomismo en cambio es una fórmula, un programa, un sistema de organización, cosa por lo tanto variable y sujeta a las conveniencias del momento y a la mudanza de los tiempos”.
“El Estatuto nació por el choque de un estatuto elaborado en Cataluña y el criterio de la Cortes Constituyentes. Los diputados votaron por disciplina de partido pues muchos de los que salían a los pasillos durante las votaciones acabaron por aceptar una solución que les repugnaba en lo más profundo de sus conciencias.”, afirma Pedro Sainz.
El Estatuto de autonomía catalán, aprobado en 1932, fue suspendido por el gobierno derechista tras la revolución de octubre del 34, cuando el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, aprovechó las agitadas circunstancias para proclamar “el estado de Cataluña dentro de la República federal de España”.
En ese momento (1934) voces políticas e intelectuales abogaban por buscar una fórmula de convivencia eficaz y duradera, pero la Cámara cortó de raíz la cuestión eliminando el Estatuto. En ese momento se desperdició la oportunidad de resolver el problema y se adoptó una fórmula cuya ineficacia se ha demostrado con el tiempo, comenta Pedro Sainz, y afirma que “el problema catalán se envenena siempre porque se convierte en una bandera oportunista de partido cuando los españoles deberíamos tener conciencia de que es un problema nacional, de España y Cataluña, y que las fórmulas que han de perdurar tienen que ser concebidas con una mentalidad nacional no como un compromiso de partido.”
El Estatuto se restableció tras el éxito en las urnas del Frente Popular en 1936 y Companys recuperó su presidencia de la Generalitat. Enseguida la Generalitat empezó a ampliar sus competencias, y a asumir atribuciones que no le correspondían, aprovechado la enorme perturbación que provocóla Guerra Civil para la estructura del Estado y el control gubernamental de las Instituciones. Pero llegó y venció Francisco Franco y acabó con el Estatuto de un plumazo: “una sola lengua, el castellano, y una sola personalidad, la española.”Y para reforzar esta idea el periodista del Norte de Castilla Francisco Cossío escribió tras la victoria franquista: “Ya no queda ni Esquerra ni Lliga, ni derechas ni izquierdas, ni catalanes templados ni catalanes radicales…, esto se acabó… La guerra se hizo para esto y se gana para esto”. En Lérida los falangistas también festejaban esta nueva situación: “Desaparecido el Estatuto ahora nos queda olvidarlo… por el esplendor de la Patria siempre Una, siempre Grande y siempre Libre”.
Sainz Rodríguez se lamentaba en 1978: “Estamos viendo cómo el problema catalán lucha con los mismos prejuicios y dificultades que entonces. La solución siempre se enfoca como un problema uniforme para todas las provincias. Cuando se enfrenta España con el tema catalán, en vez de discutirlo por las buenas con Cataluña, reconociendo el hecho de sus diferencias, se le brinda la posibilidad de una solución que sirva igualmente tanto para Cataluña como para Cáceres. La España no catalana no acaba de comprender que existe un hecho diferencial en Cataluña que hay que resolver.”
Y ahí seguimos en el año 2021, sin reconocer las diferencias ni resolver el tema catalán, y mareando la perdiz con los catalanes; que si diálogo que si sometimiento, que si son intolerables, que si somos intolerantes, que si inflexibilidad o flexibilidad…; una España empecinada en abatirlos y castellanizarlos frente a unos catalanes empecinados con su Estatuto, su independencia, su lengua, sus rabietas… Estamos igual y los partidos haciendo de la causa catalana su crucial sayo.
SOS. Llamamiento urgente para una mente redentora de gran estadista que nos resuelva este problema tan largo como fastidioso para ambos lados de la contienda. Si no aparece ¡que Dios nos asista!
O témpora o mores.
.
El general Primo de Rivera dimite de ser dictador en enero de 1930. El rey Alfonso XIII coge de nuevo las riendas del país y nombra a un presidente de gobierno, el general Berenguer, para seguir con una ‘normalidad constitucional’ como si no hubieran existido los seis años de dictadura que él apoyó saltándose la Constitución a la torera. Claro, pocos políticos y personas de leyes aceptaron esta vuelta a la normalidad sin más, el aquí paz y después gloria, y se plantean “o con Rey o sin Rey”. Poco pensó Alfonso XIII que este experimento dictatorial le iba a costar la corona.
Esta nueva situación nacional que se cuestiona la monarquía provoca que los partidos republicanos decidan reunirse en agosto de ese año, 1930, en San Sebastián para definir el camino a seguir. Se aboga por la República y unas Cortes Constituyentes. Esta reunión pasó a la historia como el Pacto de San Sebastián. En ese pacto se acuerda que en su momento republicano se atenderán las reivindicaciones nacionalistas catalanas.
Llegan las elecciones del 14 de abril de 1931 y con ellas la instauración de la segunda República en el país. En Cataluña, Esquerra Republicana gana frente a la conservadora Lliga Catalana. El líder de Esquerra, Francesc Maciá, considera que es su momento y proclama rápidamente la Republica Catalana sorprendiendo al gobierno nacional que inmediatamente manda a tres ministros a tratar la nueva situación. Consiguen moderar los propósitos catalanes y se acuerda el restablecimiento de la Generalitat de Cataluña con el compromiso de que las próximas Cortes Constituyentes aprobarían el Estatuto de Autonomía elaborado en Cataluña.
Ante este futuro prometedor los catalanes se ponen en marcha y seis miembros de la Diputación se reúnen en un santuario (el santuario de Nuria) para redactar su anteproyecto del Estatuto de Autonomía; en 11 días lo tienen terminado. El 18 de agosto el presidente Alcalá Zamora lo presenta en las Cortes Constituyentes y a partir de entonces una comisión se dedica, durante meses, a acomodar las pretensiones catalanas dentro del marco de la Constitución.
Este Estatuto había sido concebido por los catalanes como resultado del reconocimiento del derecho de Cataluña a su autodeterminación en los acuerdos con el gobierno provisional nacional en 1931, antes de la existencia de las Cortes Constituyentes, y en eso se apoyaban.
Por eso los catalanes venían pisando fuerte, respaldados por el reconocimiento anterior a su derecho a plantearse su autodeterminación. Pero sus demandas de autodeterminación sobrepasaban en mucho el marco de la Constitución por lo que tuvieron que ser reducidas, de 52 que pedían a 18 que se les concedió. Ellos querían “un Estado autónomo dentro de la República española” y se les concedió “una región autónoma dentro del Estado español”;aun así ganaban en relación a lo que ya tenían. La Generalitat ganaba un Parlamento, un Presidente y un Consejo Ejecutivo, y competencias en el orden público y justicia. De aquella situación algunos catalanes salieron contentos, otros defraudados y algunos se sintieron muy engañados.
El entonces diputado Pedro Sainz Rodríguez cuenta su impresión sobre la técnica que se empleó para la elaboración del Estatuto: “Primero se discutieron las bases de lo que se podía dar a los Estatutos dentro de la Constitución; a cualquier estatuto: “se podrá dar esto, se podrá dar lo otro… Pero luego, cuando se llegaba a la hora de votar y los diputados mostraban algún recelo, se les decía: “no os preocupéis porque como dice ‘se podrá dar’, luego no se dará”.
“En Cambio una vez votada la Constitución pasó lo contrario. Entonces se decía: “pero ¿cómo se va a discutir esto si está en la Constitución?” El se podrá dar se convirtió en hay que dar, resultando de ello la paradoja de que, siendo el Estatuto de Cataluña técnicamente imperfecto en cuanto a la extensión de las cosas que en él se daban, resultó superior a lo que nos hubiese podido pedir el señor Cambó (cofundador de la Liga Regionalista transformada más tarde a la Lliga Catalanista”.
Como anécdota de aquellas Cortes Constituyentes de 1931 Cuenta Sainz Rodríguez “Muchos de los que estábamos allí nos asustábamos un poco porque cada diez minutos cambiaba lo que era España. Tan pronto se decía “España será una República Federal”, como “España esto o lo otro o lo de más allá…” Salía uno a tomar un vaso al ambigú y al volver se encontraba con que España era otra cosa distinta de como minutos antes la habíamos dejado. España llegó a ser Republica Federal durante quince minutos”.
Y recuerda parte de uno de sus discursos sobre el tema catalán en sus memorias: “Seguiremos en un círculo vicioso mientras los regionalistas de la Lliga no aclaren el equívoco del contenido nacionalismo. Si los catalanes toman la postura nacionalista sin matizarla para la reivindicación de un respeto a su espiritualidad y a su cultura, como sean lógicos consigo mismos tienen que llegar a la conclusión separatista. Pero si lo que ellos piden al Estado español son garantías de respeto, de amor, de reconocimiento de los hechos que llamamos diferenciales para entendernos y se incorporan decididamente a un destino común histórico de España, entonces esas garantías tienen un perfecto derecho a pedirlas y el Estado español la obligación de darlas, pero ha de desaparecer ese equívoco de una vez y esa desaparición es lo que piden muchos catalanes y catalanes de la alta categoría cultural y mental de Fernando Valls Taberner, uno de los grandes historiadores de Cataluña”.
Valls Taberner decía en un discurso “… no se puede confundir ni identificar el patriotismo, que es un sentimiento, una conciencia y un ideal nobilísimo nacido de una realidad viva y permanente, con el nacionalismo, que es una teoría, una construcción doctrinal, un ideologismo fruto de las elucubraciones más o menos estimables de determinadas escuelas filosófico-políticas que están representadas propiamente en una moda temporal.”
“Catalanismo y nacionalismo no son términos sinónimos, como no lo son tampoco catalanismo y autonomismo. Alguien ha dicho, con razón, que el catalanismo no es una fórmula, un programa, sino una sustancia. El autonomismo en cambio es una fórmula, un programa, un sistema de organización, cosa por lo tanto variable y sujeta a las conveniencias del momento y a la mudanza de los tiempos”.
“El Estatuto nació por el choque de un estatuto elaborado en Cataluña y el criterio de la Cortes Constituyentes. Los diputados votaron por disciplina de partido pues muchos de los que salían a los pasillos durante las votaciones acabaron por aceptar una solución que les repugnaba en lo más profundo de sus conciencias.”, afirma Pedro Sainz.
El Estatuto de autonomía catalán, aprobado en 1932, fue suspendido por el gobierno derechista tras la revolución de octubre del 34, cuando el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, aprovechó las agitadas circunstancias para proclamar “el estado de Cataluña dentro de la República federal de España”.
En ese momento (1934) voces políticas e intelectuales abogaban por buscar una fórmula de convivencia eficaz y duradera, pero la Cámara cortó de raíz la cuestión eliminando el Estatuto. En ese momento se desperdició la oportunidad de resolver el problema y se adoptó una fórmula cuya ineficacia se ha demostrado con el tiempo, comenta Pedro Sainz, y afirma que “el problema catalán se envenena siempre porque se convierte en una bandera oportunista de partido cuando los españoles deberíamos tener conciencia de que es un problema nacional, de España y Cataluña, y que las fórmulas que han de perdurar tienen que ser concebidas con una mentalidad nacional no como un compromiso de partido.”
El Estatuto se restableció tras el éxito en las urnas del Frente Popular en 1936 y Companys recuperó su presidencia de la Generalitat. Enseguida la Generalitat empezó a ampliar sus competencias, y a asumir atribuciones que no le correspondían, aprovechado la enorme perturbación que provocóla Guerra Civil para la estructura del Estado y el control gubernamental de las Instituciones. Pero llegó y venció Francisco Franco y acabó con el Estatuto de un plumazo: “una sola lengua, el castellano, y una sola personalidad, la española.”Y para reforzar esta idea el periodista del Norte de Castilla Francisco Cossío escribió tras la victoria franquista: “Ya no queda ni Esquerra ni Lliga, ni derechas ni izquierdas, ni catalanes templados ni catalanes radicales…, esto se acabó… La guerra se hizo para esto y se gana para esto”. En Lérida los falangistas también festejaban esta nueva situación: “Desaparecido el Estatuto ahora nos queda olvidarlo… por el esplendor de la Patria siempre Una, siempre Grande y siempre Libre”.
Sainz Rodríguez se lamentaba en 1978: “Estamos viendo cómo el problema catalán lucha con los mismos prejuicios y dificultades que entonces. La solución siempre se enfoca como un problema uniforme para todas las provincias. Cuando se enfrenta España con el tema catalán, en vez de discutirlo por las buenas con Cataluña, reconociendo el hecho de sus diferencias, se le brinda la posibilidad de una solución que sirva igualmente tanto para Cataluña como para Cáceres. La España no catalana no acaba de comprender que existe un hecho diferencial en Cataluña que hay que resolver.”
Y ahí seguimos en el año 2021, sin reconocer las diferencias ni resolver el tema catalán, y mareando la perdiz con los catalanes; que si diálogo que si sometimiento, que si son intolerables, que si somos intolerantes, que si inflexibilidad o flexibilidad…; una España empecinada en abatirlos y castellanizarlos frente a unos catalanes empecinados con su Estatuto, su independencia, su lengua, sus rabietas… Estamos igual y los partidos haciendo de la causa catalana su crucial sayo.
SOS. Llamamiento urgente para una mente redentora de gran estadista que nos resuelva este problema tan largo como fastidioso para ambos lados de la contienda. Si no aparece ¡que Dios nos asista!
O témpora o mores.
.