Javier Huerta
Sábado, 31 de Julio de 2021

Ana Blandiana / 2

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Mi Patria A4: así se titula el poemario de Ana Blandiana que, en 2010, tradujeron a nuestra lengua Viorica Patea y Antonio Colinas. O sea, mi patria es el folio en el que escribo. Una variante?pudiéramos decir?de la feliz sentencia de Fernando Pessoa: “Mi patria es la lengua”. La lengua, tan amenazada en nuestros días, la escritura… Amenazada, incluso, por los propios escritores. No cabe homenaje mayor. En el estudio preliminar, la profesora Patea traza un perfil de la poetisa rumana, cuya biografía relaciona con otros escritores disidentes del comunismo real: la rusa Ana Ajmátova y el checo Vaclav Havel. Con ellos habría coincidido Blandiana en no hacer de la escritura un canto ensimismado del yo sino un testimonio del presente ominoso que padecieron, bien que en distinta medida, durante la mayor parte de su vida.

           

Escrito años después de la caída de Ceacescu, Mi patria A4 recoge, empero, el lado más íntimo de la poetisa: la cercanía con la naturaleza, la reivindicación de lo sagrado, la poesía como lugar privilegiado de la meditación… Son constantes que la propia autora desarrolla en el ensayo con que cierra su libro: “La poesía entre el silencio y el pecado”. Es decir, la poesía como una actividad que se sitúa en los márgenes de la razón y que se repliega en sí misma para buscar su esencia mejor: “el silencio, la quietud y la sombra”. Y esa esencia exige al tiempo una depuración formal que esté a su altura; versos limpios de hojarasca, frutos de “la aversión ante la literatura que alberga cada poeta verdadero”, afirma Blandiana recordando a Verlaine y también a Juan Ramón Jiménez, para quien la poesía era un ejercicio ajeno al mundo prosaico en que, por regla general, se mueve lo literario.

           

En esas coordenadas esencialistas se mueve la inspiración de Blandiana, que alcanza emoción y belleza, cuando se vuelve al paisaje y se hace arraigada en él buscando la más intensa comunión espiritual: “En las colinas, el alma / recobra su aliento. […] / Se acostumbra a la tierra / Y respira profundamente.” La comunión de naturaleza y espíritu le proporciona algunas extraordinarias imágenes: “No somos / Más que restos, / formas vacías. / Panales de los que se ha escurrido / La miel de la eternidad.”

           

Como ya he señalado, lo sagrado tiene un lugar relevante en su escritura. Ajena a cualquier veleidad devocional, la poetisa rumana indaga de nuevo en las raíces culturales de Europa, para establecer insospechadas conexiones entre los misterios del paganismo y los misterios cristianos. “Apolo llega en sueños, abre la puerta. / Escucho sus pasos en las baldosas de la cocina, / Repasa mis papeles, acaricia el teclado, / Luego se detiene largamente delate del crucifijo / Y, quizás, entiende cómo / Se han sustituido unos a otros los misterios”. Es la suya una apuesta tan audaz como fascinante en un mundo “misterioso e incapaz de / Reconocer los misterios.·

           

Y, como en la mejor tradición occidental, la mirada sobre lo sagrado no impide que asome también la disonancia heterodoxa. Una escena de cientos de palomas posadas en el tejado de una iglesia se resuelve en este epifonema sarcástico: “Demasiados / Clones del Espíritu Santo.” En otra ocasión la ironía se hace irreverente, como cuando se dirige a ese Dios Padre que es “Dios de la culpa por haber decidido a solas / La proporción entre el bien y el mal, / La balanza mantenida en equilibrio con dificultad / Sobre el cuerpo ensangrentado / De tu Hijo que no se parece a ti.” Pareciera que nos encontramos cerca del sentimiento trágico que de la religión tenía Unamuno, tan admirado por Blandiana.

           

En el ensayo que cierra su poemario, la poetisa advierte sobre el peligro de cierta poesía actual en su búsqueda compulsiva de la originalidad a todo trance. Para ella, “la poesía no debe transmitir la sensación de un conocimiento sino de un reconocimiento·; un escribir al hilo de lo que otros han escrito antes, pues que “los grandes poetas se asemejan entre sí”. De ahí que en los versos de Blandiana oigamos los ecos de Virgilio, Dante, Shakespeare, Eliot, Colinas… Otro homenaje de la escritora a la tradición humanística de la que se siente orgullosamente heredera frente a los que se afanan día a día por destruirla.

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