Diario de Enriqueta 3
![[Img #55105]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2021/7139_mercedes-_0503.jpg)
Mi amiga Alicia, que está pasando el verano en un pueblecito de la montaña Alicantina llamado Pinet, me mandó hace unos días, después de leer la historia que conté la semana pasada sobre El beso robado, un watsapp que decía “Qué alegría tengo de volver a tener noticias de Enriqueta. Me gusta Enriqueta”. Así que para que mi querida amiga Alicia siga sabiendo y queriendo a Enriqueta transcribo algunas hojas de su diario. Los diarios suelen recoger lo más íntimo y verdadero de quien lo escribe por lo que es el mejor medio de conocer a una persona.
Amiga Alicia voilá un poquito más de Enriqueta y sus amores. Los amores nos hacen y nos deshacen, como el tiempo.
18 de juliodel 20…
Solo él puede desestabilizarme como me está sucediendo. Estoy en un continuo soltar y recoger amarras. Sólo con él me apetece andar el camino (pero esta vez sin agenda). ¿Cómo es posible que en unas horas de volvernos a ver se deshaga una labor que tan laboriosa y dolorosamente había construido para seguir adelante sin él?
¿Será la señal de algo grande? Tiene todo el aspecto y no deberíamos dejar pasar tal oportunidad. “Y volver, volver, volver… a tus brazos otra vez…” como dice con pasión un corrido mejicano.
Bueno, siento que nada tiene sentido. Estoy hecha un verdadero lío. “Voy camino a la locura y aunque todo me tortura sé querer”, sigue diciendo la canción.
Necesito verle.
5 de agosto
En mi rincón preferido del recodo del río, la luz quebrada por la penumbra de los alisos me hace sentir conectada con lo más puro e intenso de la vida y me emociona, y pienso que quizás me estén observando las hadas del río, esas que habitan en los remansos y las umbrías, cuyos ojos del color del agua verde brillan con los destellos del sol cuando se filtra a través de las hojas de los árboles. Son momentos mágicos que la naturaleza me ofrece para que sea feliz.
Quizás pueda compartirlos algún día.
6 de agosto
Tan sólo quería sentirle cerca, entenderle, sólo eso. Me sentía tan madura en sentimientos que no me temía, no temía fallarme, pero… él se puso hablar y hablaba de tantas cosas que olvidé de escuchar y me diluí en mis más profundas y pueriles emociones, como un helado de chocolate al sol del mediodía. Mi alma se tornó dulce, pegajosa y añorante. Difícil momento. Luego me arrepentiría. Me habría gustado que ese calor no me agarrara el alma como lo hizo. Pero sentí que sentía, sentí que podía sentir desde el alma, sentí que todavía era posible compartir desde las raíces profundas ¡tan profundas!, del corazón. Y me sentí reconfortada por ello (pero no aliviada).
8 de agosto
¿Por qué me habré enamorado de ese hombre? Sin embargo le quiero tanto como tanto me desespera. Le quiero tanto que correría hacia él sin pensarlo dos veces todos los kilómetros que nos separan, pero también le temo tanto que sería capaz de no volver a verle por temor a la incomprensión.
Solo hay un idioma del corazón pero su transmisión es tan difícil como aquel encuentro histórico en la torre de Babel.
Estoy segura de que estoy en sus fantasías pero quiero estar en su corazón. Las fantasías entretienen la mente y el corazón entretiene el alma, y yo quiero llegar a ese alma inalcanzable que creía haber tenido en mis manos en algún momento de su vida pero que se me ha escapado como el agua del torrente se desliza entre los dedos cuando se quiere saciar la sed con ella en lo alto del monte.
Inteligencia emocional, eso creo yo que no tiene, aunque quizás, pensando con magnanimidad, no es inteligencia sino cultura emocional lo que le falta. Tendría que educarle en esa materia en lugar de desesperarme cada vez por una respuesta cerebral cuando lo que espero, y necesito, es una respuesta emocional.
He entendido, por fin, que no es que él no tenga sentimientos (conclusión a la que he llegado con bastante convencimiento desde hace tiempo), no, no es eso. Lo que pasa es que él siente con la cabeza y en consecuencia expresa sus sentimientos de una manera racional. Claro, esta fórmula choca de frente con la mía que soy un ser intrínsecamente emocional, que no concibo sentimientos ni expresión de sentimientos sin que vibren de emoción mis venas.
11 de agosto
Creo que esperaré a que él vuelva de su viaje, un viaje que parece muy importante para su vida profesional, para empezar a contarle todo esto que pienso, mis teorías minuciosamente elaboradas en las que me siento verdaderamente segura. Bien es verdad que alguna de esas teorías que manejo a mi antojo tendría que contrastar con su percepción de la cuestión, pero el psicoanálisis que he tenido que ir desarrollando por las circunstancias que la vida me ha colocado en bandeja me otorga cierto soporte de credibilidad a tantas averiguaciones ajenas y propias.
No, ya no hay tiempo de nada. El parte ya. Bueno, después de tanto tiempo sin vernos bien puedo esperar un poco más de tiempo para confrontar pensamientos. Además, no voy a llenarle ahora su cabeza de argumentos difíciles (je je) para él, ahora precisamente que tendrá que tener la cabeza muy clara y muy lista para sus negociaciones. No, porque estas cosas emocionales te cogen así de repente y te trastocan un poco la cabeza. Puedo llegar a pensar que él también se conmoverá un poco y le afectará, aunque en las cosas del laboro él es muy estricto y serio.
No, ya habrá tiempo de hablarle de amor, de complicidad sentimental, de entrega…; y también de lo imprudente que había sido cuando me sentía tan tremendamente feliz a su lado que quería que todo el mundo lo supiera. Eran mis locuras. Siempre arriesgando. Siempre al límite. Menos mal que el tiempo me ha hecho más prudente.
Bueno, entonces le diré solamente que “le espero, que siempre le he esperado, que ya le esperaba antes de conocerle y que, aun cuando le tenía olvidado, le seguía esperando, y que le esperaré siempre aunque nuestras vidas discurran por senderos diferentes. Un instante de plenitud bien merece toda una vida de espera. Esto me recuerda a la famosa Penélope esperando toda la vida a su querido Ulises, pero yo no.
También podría decirle que miraré la luna y le sentiré cerca. Aunque recuerdo aquello que él me dijo alguna vez, algo así como “no es conveniente regalar los oídos”. Pero yo no estoy en absoluto de acuerdo –eso es algo que también tendré que hablar con él- pero me atemoriza la idea de que él considere todo este discurso demasiado abrumador y un “regalo de oídos”, de esos que no sabe muy bien qué hacer con ellos si archivarlos ‘por si acaso en otro momento’… o dejarlo que corra como si nada (no vaya a ser ‘como si ‘algo’y le suponga ciertos compromisos).
Finalmente creo que no le voy a comentar nada de lo que pienso. Le mandaré una nota deseándole feliz viaje. Sí, eso será lo mejor para que no se abrume y nada cambie de momento para que algo cambie después.
O témpora o mores
Mi amiga Alicia, que está pasando el verano en un pueblecito de la montaña Alicantina llamado Pinet, me mandó hace unos días, después de leer la historia que conté la semana pasada sobre El beso robado, un watsapp que decía “Qué alegría tengo de volver a tener noticias de Enriqueta. Me gusta Enriqueta”. Así que para que mi querida amiga Alicia siga sabiendo y queriendo a Enriqueta transcribo algunas hojas de su diario. Los diarios suelen recoger lo más íntimo y verdadero de quien lo escribe por lo que es el mejor medio de conocer a una persona.
Amiga Alicia voilá un poquito más de Enriqueta y sus amores. Los amores nos hacen y nos deshacen, como el tiempo.
18 de juliodel 20…
Solo él puede desestabilizarme como me está sucediendo. Estoy en un continuo soltar y recoger amarras. Sólo con él me apetece andar el camino (pero esta vez sin agenda). ¿Cómo es posible que en unas horas de volvernos a ver se deshaga una labor que tan laboriosa y dolorosamente había construido para seguir adelante sin él?
¿Será la señal de algo grande? Tiene todo el aspecto y no deberíamos dejar pasar tal oportunidad. “Y volver, volver, volver… a tus brazos otra vez…” como dice con pasión un corrido mejicano.
Bueno, siento que nada tiene sentido. Estoy hecha un verdadero lío. “Voy camino a la locura y aunque todo me tortura sé querer”, sigue diciendo la canción.
Necesito verle.
5 de agosto
En mi rincón preferido del recodo del río, la luz quebrada por la penumbra de los alisos me hace sentir conectada con lo más puro e intenso de la vida y me emociona, y pienso que quizás me estén observando las hadas del río, esas que habitan en los remansos y las umbrías, cuyos ojos del color del agua verde brillan con los destellos del sol cuando se filtra a través de las hojas de los árboles. Son momentos mágicos que la naturaleza me ofrece para que sea feliz.
Quizás pueda compartirlos algún día.
6 de agosto
Tan sólo quería sentirle cerca, entenderle, sólo eso. Me sentía tan madura en sentimientos que no me temía, no temía fallarme, pero… él se puso hablar y hablaba de tantas cosas que olvidé de escuchar y me diluí en mis más profundas y pueriles emociones, como un helado de chocolate al sol del mediodía. Mi alma se tornó dulce, pegajosa y añorante. Difícil momento. Luego me arrepentiría. Me habría gustado que ese calor no me agarrara el alma como lo hizo. Pero sentí que sentía, sentí que podía sentir desde el alma, sentí que todavía era posible compartir desde las raíces profundas ¡tan profundas!, del corazón. Y me sentí reconfortada por ello (pero no aliviada).
8 de agosto
¿Por qué me habré enamorado de ese hombre? Sin embargo le quiero tanto como tanto me desespera. Le quiero tanto que correría hacia él sin pensarlo dos veces todos los kilómetros que nos separan, pero también le temo tanto que sería capaz de no volver a verle por temor a la incomprensión.
Solo hay un idioma del corazón pero su transmisión es tan difícil como aquel encuentro histórico en la torre de Babel.
Estoy segura de que estoy en sus fantasías pero quiero estar en su corazón. Las fantasías entretienen la mente y el corazón entretiene el alma, y yo quiero llegar a ese alma inalcanzable que creía haber tenido en mis manos en algún momento de su vida pero que se me ha escapado como el agua del torrente se desliza entre los dedos cuando se quiere saciar la sed con ella en lo alto del monte.
Inteligencia emocional, eso creo yo que no tiene, aunque quizás, pensando con magnanimidad, no es inteligencia sino cultura emocional lo que le falta. Tendría que educarle en esa materia en lugar de desesperarme cada vez por una respuesta cerebral cuando lo que espero, y necesito, es una respuesta emocional.
He entendido, por fin, que no es que él no tenga sentimientos (conclusión a la que he llegado con bastante convencimiento desde hace tiempo), no, no es eso. Lo que pasa es que él siente con la cabeza y en consecuencia expresa sus sentimientos de una manera racional. Claro, esta fórmula choca de frente con la mía que soy un ser intrínsecamente emocional, que no concibo sentimientos ni expresión de sentimientos sin que vibren de emoción mis venas.
11 de agosto
Creo que esperaré a que él vuelva de su viaje, un viaje que parece muy importante para su vida profesional, para empezar a contarle todo esto que pienso, mis teorías minuciosamente elaboradas en las que me siento verdaderamente segura. Bien es verdad que alguna de esas teorías que manejo a mi antojo tendría que contrastar con su percepción de la cuestión, pero el psicoanálisis que he tenido que ir desarrollando por las circunstancias que la vida me ha colocado en bandeja me otorga cierto soporte de credibilidad a tantas averiguaciones ajenas y propias.
No, ya no hay tiempo de nada. El parte ya. Bueno, después de tanto tiempo sin vernos bien puedo esperar un poco más de tiempo para confrontar pensamientos. Además, no voy a llenarle ahora su cabeza de argumentos difíciles (je je) para él, ahora precisamente que tendrá que tener la cabeza muy clara y muy lista para sus negociaciones. No, porque estas cosas emocionales te cogen así de repente y te trastocan un poco la cabeza. Puedo llegar a pensar que él también se conmoverá un poco y le afectará, aunque en las cosas del laboro él es muy estricto y serio.
No, ya habrá tiempo de hablarle de amor, de complicidad sentimental, de entrega…; y también de lo imprudente que había sido cuando me sentía tan tremendamente feliz a su lado que quería que todo el mundo lo supiera. Eran mis locuras. Siempre arriesgando. Siempre al límite. Menos mal que el tiempo me ha hecho más prudente.
Bueno, entonces le diré solamente que “le espero, que siempre le he esperado, que ya le esperaba antes de conocerle y que, aun cuando le tenía olvidado, le seguía esperando, y que le esperaré siempre aunque nuestras vidas discurran por senderos diferentes. Un instante de plenitud bien merece toda una vida de espera. Esto me recuerda a la famosa Penélope esperando toda la vida a su querido Ulises, pero yo no.
También podría decirle que miraré la luna y le sentiré cerca. Aunque recuerdo aquello que él me dijo alguna vez, algo así como “no es conveniente regalar los oídos”. Pero yo no estoy en absoluto de acuerdo –eso es algo que también tendré que hablar con él- pero me atemoriza la idea de que él considere todo este discurso demasiado abrumador y un “regalo de oídos”, de esos que no sabe muy bien qué hacer con ellos si archivarlos ‘por si acaso en otro momento’… o dejarlo que corra como si nada (no vaya a ser ‘como si ‘algo’y le suponga ciertos compromisos).
Finalmente creo que no le voy a comentar nada de lo que pienso. Le mandaré una nota deseándole feliz viaje. Sí, eso será lo mejor para que no se abrume y nada cambie de momento para que algo cambie después.
O témpora o mores