Enriqueta y su cuento de un encuentro. Diario (4)
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Enriqueta seguía su vida como si nada fuera a alterarle la línea que se había trazado: sola, grande y libre, como la España del Generalísimo. Era una manera de avanzar, más lenta en algunos aspectos pero más segura en casi todos.
Estaba convencida de su elección y se sentía muy a gusto en esa realidad, su austera realidad. Otra cosa muy distinta era su mundo de las ideas, un mundo rico, abundante y en ebullición constante. Esa era su verdadera vida, donde había residido siempre su auténtica libertad.Pero en estos momentos se encuentra atrapada en emociones, descentrada, aunque se esfuerza en no pensar ni dejarse llevar por excitaciones.
Enriqueta encontró una inesperada llamada perdida en su móvil y pensó: “bien por él, no se ha quedado atrapado en las tinieblas”. Un rayo de luz brilló de nuevo en su pensamiento al pensar que él pensaba en ella, aunque fuera tan sólo en el instante de la llamada, ese momento mágico que se aúnan el pensamiento, la decisión y el movimiento.
Ella se concentra en su rutinario trabajo para no bucear en su corazón. Esta cita prevista desde hace tiempo, y en ningún momento confirmada, tiene posibilidades de hacerse realidad, quizás dentro de pocos días, y no quiere alterarse. Las contradicciones se le agolpan en la cabeza cuando da un poco de rienda suelta a sus sentimientos así que ha decidido no tener ningún conflicto emocional previo. Sabe que habrá un antes y un después como dicen en los papeles cuando hay algún acontecimiento importante. Sí, intuye que este encuentro, después de tanto tiempo y del ‘corte’ tan poco amable que hubo entre ellos, le provocará unaconvulsión emocional de la que no será tan fácil ‘recomponerse’. Pero lo cree necesario.
Para Enriqueta se trata de confrontar de nuevo la realidad con una parte importante de su mundo ideal. Ya había fracasado una vez pero en aquella época se movía a golpe de intuición y la consciencia tenía poco espacio en su intensísima proyección. Fue entonces cuando el desencuentro entre los dos mundos entró en barrena, se desmoronó en su propio sustrato de ideales. Él, ni el mundo de él, ni el mundo exterior que la rodeaba la entendió, y sucumbió. Se sintió entonces la mujer más desgraciada de la tierra. Una idealista fracasada.
Con años, esfuerzos y penas superó la incomprensión y la crudeza del mundo que había atisbado. Solamente con su soledad consiguió avanzar por el desierto, y con empeño llegar a su oasis, un pequeño mundo ideal anclado en una necesaria realidad: la supervivencia sin demasiado coste extra. Combinar su estética de vida basada en creatividad, autonomía y supervivencia no era fácil pero era supropósito. No depender de nadie, importantísimo. No confiar más que en uno mismo, duro pero inevitable. No dejarse arrastrar por las emociones, necesario para mantenerse. No debilidad, nunca más debilidad, obligado para la andadura vital. Ese era parte de su decálogo.
Sin embargo se ponía de nuevo a prueba con esta cita. Ella le quería entonces, antes, en aquella época en la que se había hecho la ilusión de que le quería más que a nada en el mundo; pero durante todo este tiempo de caminata por el desierto no había vuelto a pensar en este querer que ahora volvía a aparecer, y, parece, que volvía a crecer con gran intensidad en la inmensidad de las emociones.
¿Se tratará esta vez de uno de esos amores infinitos y perdurables o quizás es de nuevo uno de esos cuentos que todos nos contamos de vez en cuando a nosotros mismos para adornar nuestra vida? La imaginación de Enriqueta solía llevarla por ese camino, ella era muy literaria y asumía con complacencia aquella frase de García Márquez que decía: “La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.”
Pero ¿qué iba a pasar con este encuentro de cuento? ¿Cómo será el nuevo cruce entre la eterna esencia romántica y el persistente espíritu racional? ¿Habrá decepción, habrá encanto, habrá empatía, habrá comunicación, habrá entendimiento, habrá soporte para continuar? De lo que ella creía estar muy segura es de que habría amor. Enriqueta está gratamente sorprendida de intuir que él la quiere. No, no lo hubiera esperado y así se lo dijo en algún momento. Él se sorprendió “pero hombre como te podías imaginar que me había olvidado de ti”, bueno, pensó Enriqueta recordando el pasado, obras son amores y no buenas razones.
Enriqueta había madurado, estaba segura de tener el sosiego emocional conveniente para las circunstancias que se estaban gestando. Pero pensaba que el amor, así a secas, no era lo que más quería, se quedaba un poco cojo para ella. Esperaba lo que consideraba más digno de esperar: un maravilloso entendimiento. Ojalá resultase.
El 28 de Agosto apunta en su diario
“Me habla de pressée, entiendo que quiere decir que su agenda está muy apretada ¿significa acaso que se tambalea, con posible caída, el proyecto de encuentro? Imagino que está excesivamente atareado y pienso que si el encaje previsto para vernos le va a producir estrés o cábalas imposibles quizás sea mejor dejarlo para otro momento. Esperaré a que me diga algo concreto Yo sigo teniendo esos días libres y dedicados.”
¡¡Y llegó el encuentro!! Abrieron la compuerta y el agua se liberó de su estancamiento y empezó a avanzar, con torpeza primero, haciendo ruidos extraños al tropezar con esa piedra que siempre había estado ahí pero que nunca le habían dado la importancia requerida. Enseguida, sobrepasando ese escollo, el torrente avanzó deprisa, alegre, con gana, y en su ímpetu fue arrastrando todo el lodo, una espesa capa de fango que el largo estancamiento había acumulado, y poco a poco las sólidas piedras del fondo aparecieron limpias, brillantes y prometedoras.
Mensaje del 12 de Septiembre
“Mi queridísimo. Me río con tu mensaje, ese chufes perfecto. Sí, tienes toda la razón de chufear, mi holgazanería de estos últimos días es más que chufeante. Aunque me encanta que chufees de vez en cuando, lo que no ha sido habitual, no está en mi ánimo que andes chufeando.”
“Estoy bien. Mi cuerpo está entero de nuevo. Mi espíritu bastante saneado. Mi tiempo más escaso en estos días. A pesar de todo espero con avidez de avaro tus cortos pero conmovedores mensajes. Estaba en deuda, es verdad, pero no seas tan rencoroso (adjetivo cariñoso, ojo). Si ya sé que me has contado que el rencor y el odio no están en tu haber genético, pero pienso que quizás no sea cuestión de genética sino de que nunca has necesitado echar mano de esas dos manifestaciones emocionales (cometario cariñoso, ojo).”
“Te pienso a pesar del corte mailiano, y como te he insinuado por teléfono pienso que nos queda mucho por conocernos. Pienso que ahora hace un tiempo hermoso para compartir. Pienso que tuvimos un tiempo pésimo. Pienso que fue una putada que me pusiera tan mala con la cerveza. Pienso que eres un tío increíble. Pienso que… ¡tantas cosas pienso! Pero veo que de momento tan sólo es tiempo de pensar. No me hables de meeting point la semana que viene hasta que no estés seguro de que podrás mantenerlo. Es muy desesperante hacerse ilusionas sobre algo ficticio.”
“¿Te dije que me encantaron tus mensajes en los que me describías esas sutiles emociones del momento? Creo que es de las pocas veces que me cuentas algo así. ¿Quién dijo “conocerse es amarse”?, no sé si estaba en lo cierto, no lo tengo muy claro, pero a mí me interesa conocerte. Me gusta que me hables, es importante para mí conocerte.”
Y el 21 de Septiembre
“Querido. Acabo de tomarme un relajante baño de sales. Estoy tranquila y felizmente solitaria, me he dado el lujo de leer en la cama y volver a dormir y desayunar tarde, en bata.
Antes del paseo campero te he buscado en este aparato y te he encontrado. Toda una felicidad para el resto del día. Feliz día para ti también, con luz y brillo como este aire otoñal que seduce, envuelve y ensueña.
Te recuerdo que el sentido del humor es el más importante nexo de comunicación. Es imprescindible que los nuestros se entiendan, si no estaremos perdidos.
Estoy deseando tener ese tiempo inalcanzable.
Un cariñoso beso mañanero”
A Enriqueta le servían sus ‘cuentos’ para alimentar su imaginación, su espíritu, sus emociones, y sentirse feliz recordándolos, porque aquel encuentro, con su rebufo, quedó en un lindo cuento para recordar.
O témpora o mores
Enriqueta seguía su vida como si nada fuera a alterarle la línea que se había trazado: sola, grande y libre, como la España del Generalísimo. Era una manera de avanzar, más lenta en algunos aspectos pero más segura en casi todos.
Estaba convencida de su elección y se sentía muy a gusto en esa realidad, su austera realidad. Otra cosa muy distinta era su mundo de las ideas, un mundo rico, abundante y en ebullición constante. Esa era su verdadera vida, donde había residido siempre su auténtica libertad.Pero en estos momentos se encuentra atrapada en emociones, descentrada, aunque se esfuerza en no pensar ni dejarse llevar por excitaciones.
Enriqueta encontró una inesperada llamada perdida en su móvil y pensó: “bien por él, no se ha quedado atrapado en las tinieblas”. Un rayo de luz brilló de nuevo en su pensamiento al pensar que él pensaba en ella, aunque fuera tan sólo en el instante de la llamada, ese momento mágico que se aúnan el pensamiento, la decisión y el movimiento.
Ella se concentra en su rutinario trabajo para no bucear en su corazón. Esta cita prevista desde hace tiempo, y en ningún momento confirmada, tiene posibilidades de hacerse realidad, quizás dentro de pocos días, y no quiere alterarse. Las contradicciones se le agolpan en la cabeza cuando da un poco de rienda suelta a sus sentimientos así que ha decidido no tener ningún conflicto emocional previo. Sabe que habrá un antes y un después como dicen en los papeles cuando hay algún acontecimiento importante. Sí, intuye que este encuentro, después de tanto tiempo y del ‘corte’ tan poco amable que hubo entre ellos, le provocará unaconvulsión emocional de la que no será tan fácil ‘recomponerse’. Pero lo cree necesario.
Para Enriqueta se trata de confrontar de nuevo la realidad con una parte importante de su mundo ideal. Ya había fracasado una vez pero en aquella época se movía a golpe de intuición y la consciencia tenía poco espacio en su intensísima proyección. Fue entonces cuando el desencuentro entre los dos mundos entró en barrena, se desmoronó en su propio sustrato de ideales. Él, ni el mundo de él, ni el mundo exterior que la rodeaba la entendió, y sucumbió. Se sintió entonces la mujer más desgraciada de la tierra. Una idealista fracasada.
Con años, esfuerzos y penas superó la incomprensión y la crudeza del mundo que había atisbado. Solamente con su soledad consiguió avanzar por el desierto, y con empeño llegar a su oasis, un pequeño mundo ideal anclado en una necesaria realidad: la supervivencia sin demasiado coste extra. Combinar su estética de vida basada en creatividad, autonomía y supervivencia no era fácil pero era supropósito. No depender de nadie, importantísimo. No confiar más que en uno mismo, duro pero inevitable. No dejarse arrastrar por las emociones, necesario para mantenerse. No debilidad, nunca más debilidad, obligado para la andadura vital. Ese era parte de su decálogo.
Sin embargo se ponía de nuevo a prueba con esta cita. Ella le quería entonces, antes, en aquella época en la que se había hecho la ilusión de que le quería más que a nada en el mundo; pero durante todo este tiempo de caminata por el desierto no había vuelto a pensar en este querer que ahora volvía a aparecer, y, parece, que volvía a crecer con gran intensidad en la inmensidad de las emociones.
¿Se tratará esta vez de uno de esos amores infinitos y perdurables o quizás es de nuevo uno de esos cuentos que todos nos contamos de vez en cuando a nosotros mismos para adornar nuestra vida? La imaginación de Enriqueta solía llevarla por ese camino, ella era muy literaria y asumía con complacencia aquella frase de García Márquez que decía: “La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.”
Pero ¿qué iba a pasar con este encuentro de cuento? ¿Cómo será el nuevo cruce entre la eterna esencia romántica y el persistente espíritu racional? ¿Habrá decepción, habrá encanto, habrá empatía, habrá comunicación, habrá entendimiento, habrá soporte para continuar? De lo que ella creía estar muy segura es de que habría amor. Enriqueta está gratamente sorprendida de intuir que él la quiere. No, no lo hubiera esperado y así se lo dijo en algún momento. Él se sorprendió “pero hombre como te podías imaginar que me había olvidado de ti”, bueno, pensó Enriqueta recordando el pasado, obras son amores y no buenas razones.
Enriqueta había madurado, estaba segura de tener el sosiego emocional conveniente para las circunstancias que se estaban gestando. Pero pensaba que el amor, así a secas, no era lo que más quería, se quedaba un poco cojo para ella. Esperaba lo que consideraba más digno de esperar: un maravilloso entendimiento. Ojalá resultase.
El 28 de Agosto apunta en su diario
“Me habla de pressée, entiendo que quiere decir que su agenda está muy apretada ¿significa acaso que se tambalea, con posible caída, el proyecto de encuentro? Imagino que está excesivamente atareado y pienso que si el encaje previsto para vernos le va a producir estrés o cábalas imposibles quizás sea mejor dejarlo para otro momento. Esperaré a que me diga algo concreto Yo sigo teniendo esos días libres y dedicados.”
¡¡Y llegó el encuentro!! Abrieron la compuerta y el agua se liberó de su estancamiento y empezó a avanzar, con torpeza primero, haciendo ruidos extraños al tropezar con esa piedra que siempre había estado ahí pero que nunca le habían dado la importancia requerida. Enseguida, sobrepasando ese escollo, el torrente avanzó deprisa, alegre, con gana, y en su ímpetu fue arrastrando todo el lodo, una espesa capa de fango que el largo estancamiento había acumulado, y poco a poco las sólidas piedras del fondo aparecieron limpias, brillantes y prometedoras.
Mensaje del 12 de Septiembre
“Mi queridísimo. Me río con tu mensaje, ese chufes perfecto. Sí, tienes toda la razón de chufear, mi holgazanería de estos últimos días es más que chufeante. Aunque me encanta que chufees de vez en cuando, lo que no ha sido habitual, no está en mi ánimo que andes chufeando.”
“Estoy bien. Mi cuerpo está entero de nuevo. Mi espíritu bastante saneado. Mi tiempo más escaso en estos días. A pesar de todo espero con avidez de avaro tus cortos pero conmovedores mensajes. Estaba en deuda, es verdad, pero no seas tan rencoroso (adjetivo cariñoso, ojo). Si ya sé que me has contado que el rencor y el odio no están en tu haber genético, pero pienso que quizás no sea cuestión de genética sino de que nunca has necesitado echar mano de esas dos manifestaciones emocionales (cometario cariñoso, ojo).”
“Te pienso a pesar del corte mailiano, y como te he insinuado por teléfono pienso que nos queda mucho por conocernos. Pienso que ahora hace un tiempo hermoso para compartir. Pienso que tuvimos un tiempo pésimo. Pienso que fue una putada que me pusiera tan mala con la cerveza. Pienso que eres un tío increíble. Pienso que… ¡tantas cosas pienso! Pero veo que de momento tan sólo es tiempo de pensar. No me hables de meeting point la semana que viene hasta que no estés seguro de que podrás mantenerlo. Es muy desesperante hacerse ilusionas sobre algo ficticio.”
“¿Te dije que me encantaron tus mensajes en los que me describías esas sutiles emociones del momento? Creo que es de las pocas veces que me cuentas algo así. ¿Quién dijo “conocerse es amarse”?, no sé si estaba en lo cierto, no lo tengo muy claro, pero a mí me interesa conocerte. Me gusta que me hables, es importante para mí conocerte.”
Y el 21 de Septiembre
“Querido. Acabo de tomarme un relajante baño de sales. Estoy tranquila y felizmente solitaria, me he dado el lujo de leer en la cama y volver a dormir y desayunar tarde, en bata.
Antes del paseo campero te he buscado en este aparato y te he encontrado. Toda una felicidad para el resto del día. Feliz día para ti también, con luz y brillo como este aire otoñal que seduce, envuelve y ensueña.
Te recuerdo que el sentido del humor es el más importante nexo de comunicación. Es imprescindible que los nuestros se entiendan, si no estaremos perdidos.
Estoy deseando tener ese tiempo inalcanzable.
Un cariñoso beso mañanero”
A Enriqueta le servían sus ‘cuentos’ para alimentar su imaginación, su espíritu, sus emociones, y sentirse feliz recordándolos, porque aquel encuentro, con su rebufo, quedó en un lindo cuento para recordar.
O témpora o mores