Redacción
Jueves, 19 de Agosto de 2021

La desmitificación del viaje de Ernesto Colsa

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Este miércoles, en la carpa del Jardín de la Sinagoga, Luis Artigue y Ernesto Colsa presentaron respectivamente sus libros, ‘Café Jazz el destripador’ y ‘El turista perplejo’, entablando un diálogo con preguntas y respuestas sobre sus obras.

 

Comenzaba Luis Artigue introduciendo el acto y presentando ‘El turista perplejo’ de Ernesto Colsa del que decía que estábamos ante un libro de viajes que incluye el humor; y mentaba a  Scaramouche: "nació con el divino don de la risa y convenció de que el mundo estaba loco."  “Una descripción perfecta para el libro de Ernesto Colsa”.

 

“En este momento social y vital he comprendido -decía Artigue- que la verdadera inteligencia es el humor, el humor es una mirada que quién la ostenta tiene mucho que enseñarnos y aquí tenemos el libro de alguien que ofrece su mirada. Y su mirada tiene el don de la alegría y el convencimiento de que el mundo está loco”.

 

 

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“Es importante distinguir -seguía diciendo- que hay autores que hacen del viaje la descripción del paisaje o del paisanaje; este no. Este es el de un loco maravilloso que nos ofrece su experiencia. También hay personas que tratan de explicarnos que han ido a los santos lugares del turismo: este no. Este viajero ha ido a los sitios más raros del mundo. Es un marciano absoluto y en este libro vamos a encontrar los países del comunismo decadente, la Europa estrafalaria más absoluta, lugares precolombinos todavía sin civilizar en el sentido turístico y de la ‘new way steel’,  una forma de viajar integrando lo que le pasa. Estamos ante la prosa de un cronista loco, la del autoestopista galáctico, pero que viaja por lugares que son reales.”

 

Planteó en este momento, Luis Artigue, la presentación en formato entrevista, pero antes añadía: “Esta no es una novela de cultura, es viaje de verdad. Las cosas suceden, le han pasado de verdad. Tiene esa mirada enloquecida, esa alegría, esa especie de frivolidad para observar el mundo y hacerlo soportable, y eso en este momento que estamos viviendo es una lección de verdadera inteligencia, es revulsivo, es divertido, es dinámico, es alguien que sabe mirar y ve más de lo que hay. Vamos a recorrer la cartografía que el turista perplejo nos propone. ¿Por dónde empezamos a leer el turista perplejo?"

 

En respuesta concisa, Colsa contestaba: “Es un libro que no tiene ningún tipo de planificación, tan solo los recuerdos de los viajes que iba escribiendo sin ningún tipo de pretensión. No tiene absolutamente ningún tipo de criterio ni cronológico ni geopolítico”.  “El turista perplejo se compone de cinco capítulos que incluye crónicas de viaje a Perú, también a Corea del Norte, otros sobre la Europa del Este decadente, de ese ‘comunismo de hormigón’, de coches feos fascinantes, otro sobre la América precolombina y otro sobre Australia”.

 

“He tratado -comentaba Colsa- de desmitificar un poco los grandes conceptos. Los viajes, la amistad, los libros, la maternidad. Son grandes conceptos que están desde mi punto de vista un poco magnificados. Por eso el libro se llama el turista perplejo y no el viajero perplejo”. 

 

 

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Replicaba Luis Artigue que lo que caracteriza a ‘El turista perplejo’ era lo contrario de lo que el autor acababa de decir: “No hay una mirada de turista en absoluto, sino una mirada muy sorprendente. Por ejemplo, en el capítulo que dedica a Perú nos cuenta como él lo ve, como pasa de todo lo que está sucediendo en Perú, como conduce a la `peña` y todo esto lo pone en correlación con lo que ha leído sobre Perú.” Entonces te das cuenta de lo que es este libro y por qué está perplejo, hay gente que es capaz de ver otro mundo, de no ver el encanto que 'habría' que ver, de iluminarnos zonas recónditas de la realidad que también son la realidad", apostillaba Artigue.

 

Comentaron a continuación uno a uno los cinco viajes que se cuentan en el libro.

 

En este momento le preguntó Ernesto por cómo se le había ocurrido que el espíritu de Miles Davis fuera la reencarnación del de la hija bastarda de Baudelaire. Respondía Luis que al final siempre es lo mismo, lo mismo que el viaje desencanta y este desencantamiento puede encantar a otros. “Se trata de la mirada. Cada escritor es una mirada y tenemos una mirada muy distinta. Yo tengo la mirada del loco enloquecido al que la imaginación se le va. Yo viajo buscando los locales de jazz. Miles Davis hizo el disco de jazz más vendido de la historia que es el ‘Kind of blue’, el culmen de la sutileza cuando él era un hijo de puta impresionante y a mí eso me fascinaba... Nosotros, mi mujer y yo, siguiendo el rastro de Miles, en París, fuimos a  la sala donde solía actuar, a un concierto de jazz y cuando salíamos de París, y como pasa a veces, comenzó a llover, y en el Pont Neuf, caído en el suelo, encontramos nada más y nada menos que la primera edición de los cuentos de Poe traducidos por Baudelaire. Entonces lo supe, el cabrón de Miles hacia estas maravillas siendo un pecador cósmico, porque debía de llevar dentro el demonio de Baudelaire. A partir de ahí…"

 

 

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‘El turista perplejo’, volvía Luis al libro de Colsa, habla de Australia y lo que te transmite es el peligro. Esto es el suma y sigue, es decir, sitios que a lo mejor crees que conoces, en los que incluso has estado y que te han maravillado, pero que cuando lees este libro no tienen nada que ver con tus sensaciones. Yo tenía una idea de lo que eran los Balcanes o Kosovo pero según este libro me he dado cuenta que no tenía ni idea. ¿Puedes explicarnos por qué?”

 

Bueno, respondía Ernesto, “una conclusión a la que llego es que todos somos muy iguales. Yo he intentado buscar esa especie de catarsis en el viaje, pero el hecho de viajar no supone para mí ninguna catarsis. Iba por ahí a ver si encontraba algún tipo de sensación, y no. Todas las sensaciones son las mismas. Pretendo una desmitificación del viaje, pues en todo viaje surgen las miserias de la vida cotidiana de la misma manera que si te hubieras quedado en casa. Yo he intentado contar en este libro la historia de un viaje solipsista, de una subjetividad extrema, siempre alejada de la maravilla ante uno u otro paisaje o monumento. He intentado crear una especie de género diferente, a lo mejor como los de Robert Kaplan o Rebecca West. De contar un poco que voy a ir por ahí a ver qué pasa, sin ningún tipo de erudición ni pretenderla. Con una visión bastante subjetiva. Hasta la elección de los sitios tiene un componente importante de subjetividad”.

 

Destacaba ahora Artigue “la falta absoluta de solemnidad. Situaba la escritura de este libro más cerca de los cronistas de nuestra cultura que de los mencionados por Ernesto, cercano de Martín Caparrós, también en la expresión del Cela joven en el libro ‘Del Miño al Bidasoa’ que iba sin planificación alguna, sin partitura, como la música de jazz … que de ese modo está escrito este libro. El libro de las pequeñas épicas. De esta manera no viajan los turistas, así viajan los elegidos por los dioses de la literatura”. Incitó a Ernesto a que contara su viaje a Corea del Norte.

 

Desmitificaba, Colsa, también este viaje y destacaba la falta de acceso a la información que tienen los coreanos, aunque señaló que no los veía más infelices ni felices que los habitantes de la ‘Europa libre’. No era aburrido, era monótono, agotador.

 

Sobre ‘Café jazz el destripador’ al que calificaba como uno de los libros más ambiciosos de la literatura española actual, le preguntó a Artigue sobre la maravilla que es ‘Kind of blue’ de Miles Davis.

 

 

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Se extendía Luis Artigue en la explicación para contarnos el espíritu de su novela. De cómo Miles Davis realiza una ‘koiné’, un sincretismo con los sentimientos puros que emergían del alma de sus orígenes con la instrumentación occidental y ¡un no sé qué’ que no se sabe explicar, algo así como el genio propio, diabólico, enigmático “¿Cómo el mal puede ser tan creativo y con más prestigio que el bien? ¿Qué le ocurrió a Miles Davis que cambio para siempre la historia de la música?” Terminaba preguntándose.

 

Preguntaba entonces Artigue a Ernesto Colsa por el lenguaje de su libro. ”¿Cómo has podido escribir algo con un lenguaje con tanta irreverencia, tanta falta de solemnidad, con tanta falta de método, con tal indisciplina y que sin embargo quede bien?”.

 

Volvía Ernesto con que había tratado de desmitificar el concepto de viajar. Y el mito del viajero solitario. Además señalaba que la capacidad de asombro de cada cual es por desgracia limitada. “Entonces uno llega al sitio al que lleva esperando toda su vida y se da cuenta de que lo había magnificado. Yo quiero que quien lea ‘El turista perplejo’ se dé cuenta de que cuando se llega a un sitio le conviene esa frase de ‘y ahora qué’.  En definitiva, desmitificación del hecho de viajar. Huyamos de los grandes conceptos, muy manidos, intentemos crear un punto de vista nuevo”. 

 

La conversación continuó por estos mismos derroteros de desmitificación/mistificación.

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