Antonio Alonso y Elena Rodríguez, afectados y vecinos de Valderrey
Martes, 24 de Agosto de 2021

Sequeda ¡Ay mi Sequeda! ¿Dónde quedan los derechos de participación de los vecinos sobre medio ambiente amparados por Naciones Unidas?

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La clara apuesta y toma de partido del alcalde de Valderrey, el industrial y panadero Gaspar M. Cuervo, por llevar a cabo en la Sequeda, a espaldas de sus vecinos, un desarrollismo industrial salvaje y desmedido, contrario a los valores medioambientales y socioculturales de la zona, pone en evidencia la enorme fractura existente, en estos momentos, entre el representante político y gran parte de sus representados. Así mismo corrobora la poca o nula participación de los vecinos en la toma de decisiones del Ayuntamiento, a la vez que evidencia la falta de consideración y respeto de este regidor y su Corporación hacia las decisiones, en desacuerdo con este tipo de proyectos, tomadas por los vecinos en los concejos abiertos celebrados en algunas de las juntas vecinales, así como la nula consideración que tiene con la representación política de su propia Corporación Municipal. La participación ciudadana activa, en relación con el medio ambiente y la toma de decisiones en cuanto a su conservación, modificación o vulneración es un derecho reconocido y regulado por el Tratado o Convenio sobre acceso a la información, participación del público en la toma de decisiones y acceso a la justicia en materia de medio ambiente, conocido normalmente como Convenio de Aarhus y que fue firmado el 25 de junio de 1998. Y por lo que parece, a tenor de lo visto hasta la fecha, este alcalde y su Corporación municipal lo desconocen o simplemente lo consideran irrelevante.

 

El gran malestar vecinal de los pueblos de la Sequeda afectados por los delirios capitalistas del regidor, no lo es tanto por la avidez y falta de sensibilidad de las empresas energéticas y su intención de convertir la Sequeda en un espacio colonial para placas solares, que también, sino ante todo por el talante paternalista, ególatra y poco democrático, más bien despótico, del que suele hacer alarde público el munícipe de Valderrey. Desde el comienzo de la gestión de sus proyectos de desarrollismo industrial para la Sequeda, bien sean macrogranjas o megaplantas fotovoltaicas, ha considerado innecesaria, por infantil, ingenua, tendenciosa y contraria a sus intereses, la participación ciudadana en la toma de unas decisiones tan transcendentales y polémicas, que podrían cambiar, para bien o para mal, no sólo el paisaje y la forma de vida de los vecinos de los pueblos afectados, sino el devenir de toda la zona e incluso del Ayuntamiento. A un personaje como éste, que ridiculiza a la oposición, a las instituciones y a sus representantes, que ha recibido de la asociación Ecologistas en Acción el premio 'Caballo de Atila', en claro reconocimiento a su comportamiento y actitud poco respetuosa con el medio ambiente y los valores naturales de la zona, a alguien que, siendo panadero, no le ruboriza sacrificar la única zona de su Ayuntamiento capaz de producir un excelente cereal de secano, en aras a montar su chiringuito energético para que los escandinavos o los alemanes no pierdan competitividad económica, al tener que abandonar su contaminante industria petrolífera y nuclear. A un político así, no se le debería seguir apoyando con los votos para continuar al frente de un Ayuntamiento. A un alcalde así, se le debería reprobar y se le debería hacer dimitir, por provocar intencionadamente dolor, sufrimiento e ira en una gran mayoría de sus vecinos que no sólo no comparten su avidez y sus delirios de grandeza, sino que se sienten desprotegidos, inseguros y ninguneados, al perder la confianza en las instituciones, viendo cómo su futuro y el de su tierra son moneda de cambio para que un alcalde se perpetúe en el poder y a la vez satisfaga su ego desmedido.

 

Si de lo que se trata es de apostar por un proyecto de futuro, para un Ayuntamiento con problemas de población y con carencia de alternativas productivas y dicha apuesta ha de estar dentro de las oportunidades que ofrecen las energías renovables, hágase. Pero, eso sí, hágase bien y de forma sostenible, armonizada e integradora. La producción y generación de energía eléctrica es una buena oportunidad de desarrollo, pero siempre y cuando sea una generación distribuida y con la participación de las comunidades locales. Se ha de implementar un modelo que tienda al fomento de la generación energética distribuida, consiguiendo más reequilibrio territorial y más eficiencia al generarla, mediante un acercamiento a los centros consumidores y un mayor beneficio para la sociedad y los territorios. No es de recibo sacrificar y convertir a una parte del Ayuntamiento en una zona neocolonial, de la que se explotan los recursos de forma salvaje y desmedida, para beneficio de unos pocos, que además de estar lejos terminarán siendo ajenos a los problemas originados.

 

Lo adecuado sería apostar por el autoconsumo y la autogeneración, para satisfacer las necesidades propias de la zona y si se quiere ir más allá, se podría apostar por un modelo de generación energética sostenible, respetuoso y en armonía con el paisaje y el entorno. Un modelo que aproveche los espacios ya alterados, que sitúe las placas fotovoltaicas sobre construcciones ya existentes, en zonas industrializadas o sobre corredores ya abiertos, tales como márgenes de autovías, vías ferroviarias o tendidos eléctricos en funcionamiento y que no modificarían paisajes ni espacios agrarios en uso. Y, ante todo todo, un modelo que permita a particulares o instituciones locales de la zona participar en dicha oportunidad de negocio, para que la riqueza generada quede en la zona y sirva para fijar población y generar tejido industrial sin anular otro tipo de modos productivos, como pueden ser los agropecuarios o los del sector servicios, relacionados con la gestión sostenible del entorno y de los recursos naturales de proximidad.

 

Pero sería aún mejor, en una zona agraria como la Sequeda, apostar también a largo plazo por una agricultura y ganadería de calidad, ecológica, bio-sostenible y circular, ya que durante la pandemia se ha demostrado la necesidad de seguir contando firmemente con este sector primario, como un factor de supervivencia, imprescindible e irrenunciable. La producción agraria en Castilla y León en 2020 confirma la tendencia creciente en estos últimos años, únicamente lastrada por la sequía y malas cosechas de los años 2014, 2017 y 2019, que disminuyeron las producciones de cereales de invierno y otros cultivos de secano y en consecuencia el valor de la producción vegetal. El crecimiento de la producción agraria en 2020 se ha debido fundamentalmente al aumento de un 22,5% del valor la producción vegetal, alcanzando los 3.128 millones de euros, y al mantenimiento de la producción ganadera.

 

Aunque en realidad, la única apuesta viable para la Sequeda ha de hacerse por su gente, por su forma de vida y por esa relación armónica con su entorno que se ha mantenido intacta a lo largo de los tiempos. Y habrá de ser esa gente, la que allí vive, la que decida, con libertad, seguridad y confianza cómo quiere vivir no sólo ahora sino en los años venideros. Porque la seguridad y la confianza son los dos pilares básicos para el desarrollo y la convivencia y lamentablemente, en estos momentos y de manera interesada, han sido vulnerados por este alcalde y su Ayuntamiento.

 

Porque si no es así, si no es su gente la que lo decide, ¿dónde quedan los derechos de participación ciudadana de los vecinos de la Sequeda, en relación con el medio ambiente y que están regulados por ley?

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