Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 28 de Agosto de 2021

Cacicada periodística

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Para los que tienen el buen gusto, y el placer, de leer este periódico, y para los que tienen la debilidad tradicional de leer el periódico en papel de esta ciudad, ‘El Faro’, y han seguido los episodios que todos los jueves, desde hace once semanas, se publicaban sobre la Historia de esta ciudad en el verano de 1936,  titulados ‘Esto es lo que pasó’, siento comunicarles que nos hemos quedado en el 20 de julio. A partir de aquí ya no me dejan contar más historias de la Historia. Me han prohibido publicar los siguientes episodios que recorrían los primeros meses de la declaración de guerra en Astorga, cómo se organizó la ciudad ante aquel inesperado giro de nuestra Historia y las pequeñas historias que sucedieron entonces.

 

Hace dos días recibí un mail de la redacción del periódico comunicándome que el Consejo de Administración de El Faro ha decidido no seguir publicando dichos episodios.

 

Quién compone el Consejo de la Administración? Pues presidente: Jacinto Bardal Rodríguez; vicepresidente: Avelino Vázquez Alonso; Secretario: Alfredo Cabezas Ares; Vocales: Ángel José Fraile Morla; Guillermo Jáñez Cuervo, Baltasar Carro Pérez y Alberto Matías García Álvarez.

 

¿Por qué cortan a medias la publicación de una serie que estaba interesando a mucha parte de la población deseosa de recordar unos y de saber otros? Una incógnita que he querido averiguar pero parece que las razones son tan poco sólidas que no he sacado más razón que la sinrazón.

 

Sorprendida, y sin palabras, rápidamente me he puesto en contacto con el Director en funciones del periódico, que por cierto estaba de vacaciones, y me encuentro que está tan sorprendido como yo de esta decisión que le ha caído desde arriba, como una piedra, ¡zasca!, sin previo aviso. Enrique Ramos, director en funciones del periódico, por lo tanto responsable directo y único de lo que se publique en el periódico que dirige, no sabía nada ni nadie le había llamado a consulta para tan drástica decisión.

 

El llamado Consejo de Administración, que como su nombre indica tiene que administrar  la gestión de un periódico pero no ‘manduquear’ en lo que se publica, se ha saltado a la torera todos los procedimientos del buen uso de las funciones y jerarquías y se ha zampado de un bocado los derechos del Director (en funciones). Una desacreditación para el Director (en funciones) de un periódico; una actuación muy poco procedente, poco acertada y menos inteligente.

 

Rápidamente trato de localizar al Presidente del ‘Consejo’, que me dicen que es Tato Bardal, para que me explique qué ha pasado pero no lo localizo. Al día siguiente del mail recibido averiguo por vías colaterales, indirectas, que Tato Bardal no sabe nada de este asunto. Consigo, por fin, una cita para dos días más tarde.

 

Hoy viernes tengo una cita con Tato Bardal como Presidente del Consejo de Administración de El Faro y su actitud es muy diferente a la telefónica; hoy está poco dialogante y cerrado en banda. Ha habido el tiempo suficiente entre medias para que los componentes del ‘Consejo’ se pongan de acuerdo para dar una misma versión todos.

 

 Y ¿cuál es esa razón de peso para vetar los episodios sobre el verano del 1936? Según Bardal la razón es que “todos los del Consejo han llegado a esa determinación” ¿?¿?  ¿Eso es una razón? me pregunto. Y… esa es toda la razón que me da. Una razón sin razón. A mi pregunta, incrédula, si la decisión ha sido tomada por todos o sólo por alguno insiste: “El Consejo en Pleno, por unanimidad”, algo que no me encaja ya que él, como presidente del Consejo, parece que no sabía nada del asunto un día después de que me llegara el mensaje censor. La reunión específica de todo el ‘Consejo de Administración’ para vetarme las publicaciones parece un despropósito; o en otro tono una boutad (intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar. RAE)

 

Llegados a ese punto de la conversación insinúo que, como mínimo, por educación o respeto a mi persona como colaboradora altruista (ni cobro dinero ni gano en prestigio) en el periódico, tengo derecho a una explicación razonable ante el hecho de que se me prohíbe la publicación de unos episodios acordados y  que, además, están interesando a la población; pero su tajante y cordial respuesta es que el ‘Consejo de Administración’ no tiene por qué dar ninguna explicación a nadie; que lo han decidido por unanimidad y que las razones son ‘secreto’ del Consejo. No. No hay respeto ni educación en este caso.

 

Le cuento a mi gentil interlocutor que el Director (en funciones)  me ha asegurado que no ha tenido ninguna queja de las publicaciones en cuestión, sino todo lo contrario, que muchas personas estaban pendientes de la publicación, los jueves, y archivaban los episodios. Hecho que demuestra que a la población le interesaba esa parte de su Historia no contada. Pero Bardal desprecia ese comentario y me dice que hay otras historias que pueden leer...

 

En mis investigaciones me topo con un joven personaje en ese Consejo de Administración de El Faro, de naturaleza encendida y con un apellido de continente pero sin contenido, que me considera una ‘loca’ con algunos adjetivos peyorativos más, por publicar sobre las primeras circunstancias de la guerra civil en Astorga; hechos documentados, no inventados, es lo que cuento pero que puede que no coincidan con la tradicional, e interesada, interpretación de nuestra Historia que él, y ellos, tienen asumida. He entendido que este personaje, al que parece que le respalda una buena bolsa de acciones del periódico, es el que ha promovido la caída de los artículos en el momento en que en el recorrido histórico llega al día 20 de julio de 1936 y cuenta como fue el Asalto al Ayuntamiento de Astorga por los sublevados y el encarcelamiento en el Cuartel de los integrantes del Consistorio, entre ellos al muy querido alcalde Carro Verdejo, y cómo muere un niño por una bala perdida que la historia ganadora achacó a los republicanos pero que más tarde se demostró que fue una bala de los sublevados.

 

Por lo que parece a este hombre más de prólogos que de principios, y al resto de los diestros consejeros, no les ha gustado que se cuente la Historia de la ciudad respaldada con argumentos investigados y no quieren que se siga contando lo que pasó a partir de entonces. Solo les vale la interpretación propia. Qué triste e ingenua torpeza. Hay cabezas demasiado obtusas u obturadas sin posibilidad de desempaquetarse; y por desgracia hay demasiadas cabezas empaquetadas en puestos de decisión que arbitrariamente pueden decidir sobre la salud social de una población.

 

Finalmente: Caso cerrado. Un ‘Consejo de Administración’ de un medio informativo, El Faro, se arroga el derecho y el capricho de privar a una población de conocer y recordar su Historia.

 

O témpora o mores

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Más información:

Aires de Guerra. Enfermeras mártires de Somiedo

 

 

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