Aidan Mcnamara
Sábado, 25 de Septiembre de 2021

Puigvolcán o la saturación mediática

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Hace tan solo una semana, pasé un finde glorioso con mis amigos europeos en el norte de la península ibérica. Hablamos de nuestros temas favoritos y de algunos temas nuevos. De los de siempre, destacaría: ¿Cómo es que los estadounidenses lo inventaron casi todo y enviaron a tres tipos a la luna, mientras América Latina era una pobre granja de dictadores?

 

Inevitablemente, tuvimos que recurrir a nuestros vastos conocimientos de la Reforma y la Contrarreforma, la Ilustración, la Revolución Industrial y las varias maneras de domar y/o matar a los pueblos indígenas (independientemente de sus sentidos del humor respectivos) y de la CIA; todo ello, además de haber leído Poeta en Nueva York y tres tomos titulados Astilleros sin fronteras,(Ediciones Pirata).

 

De antemano, sabíamos que era una tarea enorme y cruel, o como decía mi amigo Cesar (Albacete): “No se puede comprender nada en esta vida sin dinero y sin haber visto las obras completas cinematográficas de José Luis Cuerda”.

 

Sonia, la más joven de la tertulia (63), nos hizo de repente callar. Le había entrado en el móvil una noticia sobre La (ojo, Toni) Palma o, como decía ella con poesía aclaradora necesaria, La Isla Bonita. (No, Fritz, no es una canción de Madonna). Antes de pedirnos permiso, la muy espabilada (generación f4: funcionaria feliz, finca en Formentera) empezó a mostrarnos fotos del suceso.

 

Claudio, poco binario en teoría, pero aún no famoso en TikTok, dijo: No es un suceso, sino una tragedia. Nuria, sin embargo, nos advirtió de que no podía ser una tragedia en términos critico-literarios griegos por falta de una clara catarsis redentora.

 

Cesar sentenció sabiamente (pero con un cierto sesgo ideológico carente de ironía): “Hasta Dios crea sin techos”.

 

La verdad es que estábamos todos compungidos y en absoluto pensábamos en los viajes turísticos súperimpresionantes de la empresa M’aroto un Rey.

 

El intelectual de la tertulia, Julián (Universidad de San Gueto), tras un breve y lúcido sermón sobre el año 1971, se preguntaba por las distancias entre las viviendas de la comarca y el cráter. Todo el mundo pasaba de él e Igor pedía otra ronda de vodka lowcost marca Empathy, y luego puso algo de reguetón vintage sin consultar, como siempre.

Unos cuatro días después, o sea el jueves 23 de septiembre, yo estaba haciendo zapping en mi sala de estar cuando me enteré de que Carglass Puigdemont había sido detenido en Cerdeña.

 

“¡Ya vuelve el circo!”, pensé. Apagué la tele mirando a mi gato más joven (todavía no sé cómo se había colado en horario no infantil) y le solté: “¿Y las mujeres de Afganistán?”

 

Él me sonrió, parpadeando con una belleza tierna incandescente… y menos mal: me acordé de extinguir la única vela sana que me quedaba. Me acosté y soñé con un método para fabricar mascarillas contra la lluvia ácida con las facturas del gas natural.

 

 

 

 

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