A la orilla del río
![[Img #55860]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2021/2537_mercedes-vomito.jpg)
Hay muchas cosas enfadosas e injustas en este sistema social al que nos hemos ido acercando poco a poco sin darnos cuenta. El río de la vida en el que yo he navegado desde mediados del siglo pasado ha ido volviéndose más turbulento y dificultoso en el tiempo. Antes se navegaba plácidamente con el conocimiento de que las cosas que aderezan la vida estaban ahí, oferentes y perdurables, las podías coger o no coger sin miedo a quedarte sin nada e incluso podías hasta elegir con toda despreocupación de no acertar, si eso pasaba se cambiaba de elección y ya. Y siempre con cierto talante de felicidad.
Soy consciente de que entonces también había gente que no tenía oportunidad de elegir con tanta frescura, pero en esa falta de elección no brotaba la ansiedad, ni el estrés, sino que iba acompañada de serenidad porque las ambiciones residían en un ámbito abarcable donde los deseos convivían con la felicidad. La felicidad y la serenidad suelen ser aliados.
Hoy el río de la vida va torrentero, a toda velocidad, saltándose las piedras y los escollos con gran alegría como si no existieran, y nos arrastra a todos en el camino a golpes de bandazos. Solo los más listos, los que se las han ingeniado con astucia para desviar una gran parte del agua cuando circula en su apresuramiento y acumularla en su particular presa, solo ellos se salvan de las agitaciones y vaivenes de las sequías. Con esa agua regarán sus exclusivos huertos, huertos que irán creciendo y creciendo porque el agua desviada está muy bien canalizada para que nunca falte y pueda quedarse en seco. Estos astutos personajes suelen ganar siempre mientras que los otros, el resto de los individuos que se afanan a la orilla del torrente, que somos la mayoría, tan sólo tratamos de capturar un poco de agua para saciar la sed e ir tirando.
No sé si es suficientemente ilustrativa esta metáfora pero con ella quiero explicar como se ha ido instalando con bravura en la sociedad una economía de libre mercado en donde la prioridad principal de los individuos en general es acumular beneficios a costa de lo que sea y de quien sea. En el capitalismo todo vale mientras el fin sea el dinero y su poder. Los valores se quedaron para el pasado; la ética, el pudor, la honestidad, la vergüenza, la honradez, la dignidad, el respeto…se quedaron por el camino.
La vida se está haciendo mucho más difícil que hace décadas. Es sorprendente que todos los adelantos tecnológicos, médicos y humanitarios no estén funcionando para mejorar la existencia de los ciudadanos sino más bien parece que son utilizados para engañarles, para hacerles creer que su vida es mucho mejor siendo por el contrario bastante peor. El truco, un gran truco muy eficaz, está en el desarrollo del marketing a gran escala y de una manera muy sibilina. Ahora todos los mensajes a grande o a pequeña escala van dirigidos con una intención subliminal. Ya nada es lo que parece. Ya nada es limpio, autentico, veraz…, a poco que se bucee en algo, lo que sea, se puede encontrar que hay un interés detrás de todo lo que nos venden, nos cuentan, nos prometen, nos regalan, nos entusiasman…, que naturalmente no es el nuestro, el del individuo/trabajador/consumidor/votante, sino es del que ha conseguido, o trata de conseguir, ‘desviar y almacenar el agua’ de todos.
Se me ocurre pensar,como ejemplo, en las energías. Un tema tan en la palestra de la actualidad y que nos afecta y atruena diariamente. Hace unos años se puso de moda, más bien fue una imposición de algún ente (imagino que del lobby eléctrico), el cambiar todas las cocinas, que normalmente eran de gas butano, por la cocina de vitrocerámica, era lo moderno y lo impositivo. Todas las casas de España, y supongo que de muchos otros países, se pusieron a cocinar con la electricidad. Una de las ventajas más interesantes que ofrecía la promoción, para persuadir hábilmente a las amas de casa, era que la superficie de la cocina era mucho más fácil de limpiar con este nuevo sistema. Cosa cierta. Naturalmente todas las mujeres se apuntaron a abreviar sus faenas domésticas. Este cambio a tan gran escala tuvo que suponer, sin duda, para las compañías eléctricas una inyección muy muy considerable de dineros en sus positivas cuentas puesto que hay que cocinar todos los días y varias veces al día en todas las casas. Si no hay luz eléctrica en la casa te puedes alumbrar con velas pero si te falta la electricidad no puedes cocinar y te quedas sin comer. Necesidad básica, consumo constante mucho más importante que las bombillas… Una jugada perfecta. La electricidad sube y sube de precio pero yo tengo que cocinar, puedo encender menos luces pero tengo que cocinar, por ahí estoy pillada a los devenires del precio de la electricidad. Y…, pierde la clase media que cada vez es menos que media.
Llevamos una temporada con el agobio diario de que si sube o baja el precio de la electricidad. Sube mucho y baja poco. Cada día los medios de comunicación nos acongojan (o acojonan, con perdón) en los telediarios, que suelen coincidir con la hora de las comidas, con aquello de que la luz adquiere “el precio más alto de todos los tiempos”; o, a veces, respiramos aliviados cuando “baja un poco” desde lo más alto. Nos atufan asesorándonos cómo tenemos que organizar nuestros horarios domésticos para ahorrar unos céntimos. Este vértigo de nuestra economía diaria no facilita para nada la digestión por muy buen solomillo que se tenga en el plato.
Yo no entiendo eso de ‘la subasta diaria’ del precio del kilovatio como si estuviéramos en el mercado de abastos; no entiendo este estrés diario que nos trasmiten los medios de comunicación y que nos condiciona nuestro estado de ánimo; No entiendo porqué no es como antes que contratabas la luz a un precio y ya, y creo que se revisaba al año, o no sé, pero no nos sofocaban las oscilaciones a la alza con intensidad diaria. No, no lo entiendo y me da pereza investigarlo. Sólo tengo la impresión de tomadura de pelo, de atropello, de explotación, de atentado. Y naturalmente este estrés mediático va dirigido a los que estamos en la ‘orilla’ que cada vez somos más y atrapamos menos.
No así Antonio Miquel Carmona, el economista de 58 años,que acaba de ‘atrapar mucho’ al ser contratado por la Compañía Eléctrica Iberdrola como vicepresidente con un sueldo mensual de 41.666€, según dicen los medios informados. Me parece escandaloso e impúdico. Asistimos estupefactos a la noticia de que la hidroeléctrica que nos está ‘acogotando’diariamente con el precio de la luz paga a una persona por un trabajo, por muy bueno que sea, un sueldo de ese calibre. Pero no es el único sueldo escandaloso de la empresa, todos los directivos de la empresa, y de las demás empresas hidroeléctricas, seguro, tienen ese tipo exagerado de sueldos. Por ejemplo el diario Independiente da las cifras del 2020 de lo que perciben los miembros externos del Consejo de Administración en concepto de dietas 47.000€ y 188.000€ por pertenecer al Consejo, y eso que son externos y que es para ellos un trabajo complementario. Y si seguimos buceando en las cifras que se reparten los directivos a estos niveles nos mareamos, casi tanto como cuando oímos diariamente cómo tenemos que ahorrar para poder pagar la luz al mes.
Y ya que estamos hablando de las energías le doy una vuelta al tema del gas natural. Otra imposición a la ciudadanía. Entiendo que es muy cómodo para abastecer en una ciudad a los altos edificios de pisos sin tener que estar con pesadas bombonas naranjas arriba y abajo. Pero yo me pregunto ¿No resultaba un tanto peligroso organizar la compra del gas natural, para abastecer a todo el país de calefacción y agua caliente, en Argel, cuando ese gaseoducto argelino tiene que pasar obligatoriamente por las tierras de Marruecos? Argel y Marruecos son dos países enemistados desde tiempos históricos, cuando los franceses, allá por mil ochocientos y pico se hizo con Argel y empezó a tirar líneas sobre el mapa del Sahara, y sobre las lindes con Marruecos, y organizó a su antojo y conveniencia, las fronteras argelinas, naturalmente apropiándose de grandes extensiones. Ya en la actualidad, en 1975, vino La Marcha Verde y Marruecos se instaló en el Sahara Español aumentando la costa atlántica de su país en 1.200 kilómetros, lo que le ha supuesto aumentar enormemente sus derechos sobre las aguas de pesca. Y, a lo que voy, Argel en este contemporáneo episodio pierde la golosa y pretendida posibilidad de tener una salida al Atlántico, se la acaba de quitar Marruecos. Esta es una razón de peso por la que el país argelino apoya al Frente Polisario y desafía a su vecino Marruecos. Nuevo motivo de enfrentamiento entre estos dos países, Marruecos y Argel.
Bueno pues con todos estos acontecimientos sobre la mesa, que, por supuesto, los políticos tienen que saber, siempre pensé que había sido un poco arriesgado apostar por este recorrido del gas, y parece que mi pensamiento no andaba equivocado. Marruecos se ha enfadado y amenaza con cortar el paso del gas a Argel. Si esto sucede el gas deja de llegar a la península y España se queda sin calefacción ni agua caliente.
También había que haber considerado en esta compra del gas que Mohamed VI, que es un monarca un tanto voluble, un poco disparatado y muy suyo, y se enfada con nosotros (España) por un Quítame allá esas pajas, como tenemos visto, no debería haberse tenido en cuenta como un personaje muy fiable para hacer negocios en los que debiera participar. En cualquier momento a Mohamed IV le da una ventolera y, como parece que no nos tiene en mucha estima, Marruecos nos juega otra mala pasada y zas nos corta el suministro.
En fin, seguramente habría algún interés soterrado para formalizar este contrato con estos países que no tienen una trayectoria con nosotros muy amigable. Pero nos contaron que era lo mejor para el país; veremos, o no veremos, mejor para quien.
Pues eso, los altos intereses danzan a nuestro alrededor mientras los que vamos de retirada existimos estupefactos, y alelados, en esta desazonadora corriente que trata de desactivar también a los que van viniendo descreídos e insumisos.
Visión pesimista, pero tal y como están las cosas en el mundo haría falta un nuevo Big Bang, una gran explosión universal, para empezar de nuevo y recuperar valores.
O témpora o mores
Hay muchas cosas enfadosas e injustas en este sistema social al que nos hemos ido acercando poco a poco sin darnos cuenta. El río de la vida en el que yo he navegado desde mediados del siglo pasado ha ido volviéndose más turbulento y dificultoso en el tiempo. Antes se navegaba plácidamente con el conocimiento de que las cosas que aderezan la vida estaban ahí, oferentes y perdurables, las podías coger o no coger sin miedo a quedarte sin nada e incluso podías hasta elegir con toda despreocupación de no acertar, si eso pasaba se cambiaba de elección y ya. Y siempre con cierto talante de felicidad.
Soy consciente de que entonces también había gente que no tenía oportunidad de elegir con tanta frescura, pero en esa falta de elección no brotaba la ansiedad, ni el estrés, sino que iba acompañada de serenidad porque las ambiciones residían en un ámbito abarcable donde los deseos convivían con la felicidad. La felicidad y la serenidad suelen ser aliados.
Hoy el río de la vida va torrentero, a toda velocidad, saltándose las piedras y los escollos con gran alegría como si no existieran, y nos arrastra a todos en el camino a golpes de bandazos. Solo los más listos, los que se las han ingeniado con astucia para desviar una gran parte del agua cuando circula en su apresuramiento y acumularla en su particular presa, solo ellos se salvan de las agitaciones y vaivenes de las sequías. Con esa agua regarán sus exclusivos huertos, huertos que irán creciendo y creciendo porque el agua desviada está muy bien canalizada para que nunca falte y pueda quedarse en seco. Estos astutos personajes suelen ganar siempre mientras que los otros, el resto de los individuos que se afanan a la orilla del torrente, que somos la mayoría, tan sólo tratamos de capturar un poco de agua para saciar la sed e ir tirando.
No sé si es suficientemente ilustrativa esta metáfora pero con ella quiero explicar como se ha ido instalando con bravura en la sociedad una economía de libre mercado en donde la prioridad principal de los individuos en general es acumular beneficios a costa de lo que sea y de quien sea. En el capitalismo todo vale mientras el fin sea el dinero y su poder. Los valores se quedaron para el pasado; la ética, el pudor, la honestidad, la vergüenza, la honradez, la dignidad, el respeto…se quedaron por el camino.
La vida se está haciendo mucho más difícil que hace décadas. Es sorprendente que todos los adelantos tecnológicos, médicos y humanitarios no estén funcionando para mejorar la existencia de los ciudadanos sino más bien parece que son utilizados para engañarles, para hacerles creer que su vida es mucho mejor siendo por el contrario bastante peor. El truco, un gran truco muy eficaz, está en el desarrollo del marketing a gran escala y de una manera muy sibilina. Ahora todos los mensajes a grande o a pequeña escala van dirigidos con una intención subliminal. Ya nada es lo que parece. Ya nada es limpio, autentico, veraz…, a poco que se bucee en algo, lo que sea, se puede encontrar que hay un interés detrás de todo lo que nos venden, nos cuentan, nos prometen, nos regalan, nos entusiasman…, que naturalmente no es el nuestro, el del individuo/trabajador/consumidor/votante, sino es del que ha conseguido, o trata de conseguir, ‘desviar y almacenar el agua’ de todos.
Se me ocurre pensar,como ejemplo, en las energías. Un tema tan en la palestra de la actualidad y que nos afecta y atruena diariamente. Hace unos años se puso de moda, más bien fue una imposición de algún ente (imagino que del lobby eléctrico), el cambiar todas las cocinas, que normalmente eran de gas butano, por la cocina de vitrocerámica, era lo moderno y lo impositivo. Todas las casas de España, y supongo que de muchos otros países, se pusieron a cocinar con la electricidad. Una de las ventajas más interesantes que ofrecía la promoción, para persuadir hábilmente a las amas de casa, era que la superficie de la cocina era mucho más fácil de limpiar con este nuevo sistema. Cosa cierta. Naturalmente todas las mujeres se apuntaron a abreviar sus faenas domésticas. Este cambio a tan gran escala tuvo que suponer, sin duda, para las compañías eléctricas una inyección muy muy considerable de dineros en sus positivas cuentas puesto que hay que cocinar todos los días y varias veces al día en todas las casas. Si no hay luz eléctrica en la casa te puedes alumbrar con velas pero si te falta la electricidad no puedes cocinar y te quedas sin comer. Necesidad básica, consumo constante mucho más importante que las bombillas… Una jugada perfecta. La electricidad sube y sube de precio pero yo tengo que cocinar, puedo encender menos luces pero tengo que cocinar, por ahí estoy pillada a los devenires del precio de la electricidad. Y…, pierde la clase media que cada vez es menos que media.
Llevamos una temporada con el agobio diario de que si sube o baja el precio de la electricidad. Sube mucho y baja poco. Cada día los medios de comunicación nos acongojan (o acojonan, con perdón) en los telediarios, que suelen coincidir con la hora de las comidas, con aquello de que la luz adquiere “el precio más alto de todos los tiempos”; o, a veces, respiramos aliviados cuando “baja un poco” desde lo más alto. Nos atufan asesorándonos cómo tenemos que organizar nuestros horarios domésticos para ahorrar unos céntimos. Este vértigo de nuestra economía diaria no facilita para nada la digestión por muy buen solomillo que se tenga en el plato.
Yo no entiendo eso de ‘la subasta diaria’ del precio del kilovatio como si estuviéramos en el mercado de abastos; no entiendo este estrés diario que nos trasmiten los medios de comunicación y que nos condiciona nuestro estado de ánimo; No entiendo porqué no es como antes que contratabas la luz a un precio y ya, y creo que se revisaba al año, o no sé, pero no nos sofocaban las oscilaciones a la alza con intensidad diaria. No, no lo entiendo y me da pereza investigarlo. Sólo tengo la impresión de tomadura de pelo, de atropello, de explotación, de atentado. Y naturalmente este estrés mediático va dirigido a los que estamos en la ‘orilla’ que cada vez somos más y atrapamos menos.
No así Antonio Miquel Carmona, el economista de 58 años,que acaba de ‘atrapar mucho’ al ser contratado por la Compañía Eléctrica Iberdrola como vicepresidente con un sueldo mensual de 41.666€, según dicen los medios informados. Me parece escandaloso e impúdico. Asistimos estupefactos a la noticia de que la hidroeléctrica que nos está ‘acogotando’diariamente con el precio de la luz paga a una persona por un trabajo, por muy bueno que sea, un sueldo de ese calibre. Pero no es el único sueldo escandaloso de la empresa, todos los directivos de la empresa, y de las demás empresas hidroeléctricas, seguro, tienen ese tipo exagerado de sueldos. Por ejemplo el diario Independiente da las cifras del 2020 de lo que perciben los miembros externos del Consejo de Administración en concepto de dietas 47.000€ y 188.000€ por pertenecer al Consejo, y eso que son externos y que es para ellos un trabajo complementario. Y si seguimos buceando en las cifras que se reparten los directivos a estos niveles nos mareamos, casi tanto como cuando oímos diariamente cómo tenemos que ahorrar para poder pagar la luz al mes.
Y ya que estamos hablando de las energías le doy una vuelta al tema del gas natural. Otra imposición a la ciudadanía. Entiendo que es muy cómodo para abastecer en una ciudad a los altos edificios de pisos sin tener que estar con pesadas bombonas naranjas arriba y abajo. Pero yo me pregunto ¿No resultaba un tanto peligroso organizar la compra del gas natural, para abastecer a todo el país de calefacción y agua caliente, en Argel, cuando ese gaseoducto argelino tiene que pasar obligatoriamente por las tierras de Marruecos? Argel y Marruecos son dos países enemistados desde tiempos históricos, cuando los franceses, allá por mil ochocientos y pico se hizo con Argel y empezó a tirar líneas sobre el mapa del Sahara, y sobre las lindes con Marruecos, y organizó a su antojo y conveniencia, las fronteras argelinas, naturalmente apropiándose de grandes extensiones. Ya en la actualidad, en 1975, vino La Marcha Verde y Marruecos se instaló en el Sahara Español aumentando la costa atlántica de su país en 1.200 kilómetros, lo que le ha supuesto aumentar enormemente sus derechos sobre las aguas de pesca. Y, a lo que voy, Argel en este contemporáneo episodio pierde la golosa y pretendida posibilidad de tener una salida al Atlántico, se la acaba de quitar Marruecos. Esta es una razón de peso por la que el país argelino apoya al Frente Polisario y desafía a su vecino Marruecos. Nuevo motivo de enfrentamiento entre estos dos países, Marruecos y Argel.
Bueno pues con todos estos acontecimientos sobre la mesa, que, por supuesto, los políticos tienen que saber, siempre pensé que había sido un poco arriesgado apostar por este recorrido del gas, y parece que mi pensamiento no andaba equivocado. Marruecos se ha enfadado y amenaza con cortar el paso del gas a Argel. Si esto sucede el gas deja de llegar a la península y España se queda sin calefacción ni agua caliente.
También había que haber considerado en esta compra del gas que Mohamed VI, que es un monarca un tanto voluble, un poco disparatado y muy suyo, y se enfada con nosotros (España) por un Quítame allá esas pajas, como tenemos visto, no debería haberse tenido en cuenta como un personaje muy fiable para hacer negocios en los que debiera participar. En cualquier momento a Mohamed IV le da una ventolera y, como parece que no nos tiene en mucha estima, Marruecos nos juega otra mala pasada y zas nos corta el suministro.
En fin, seguramente habría algún interés soterrado para formalizar este contrato con estos países que no tienen una trayectoria con nosotros muy amigable. Pero nos contaron que era lo mejor para el país; veremos, o no veremos, mejor para quien.
Pues eso, los altos intereses danzan a nuestro alrededor mientras los que vamos de retirada existimos estupefactos, y alelados, en esta desazonadora corriente que trata de desactivar también a los que van viniendo descreídos e insumisos.
Visión pesimista, pero tal y como están las cosas en el mundo haría falta un nuevo Big Bang, una gran explosión universal, para empezar de nuevo y recuperar valores.
O témpora o mores