Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 30 de Octubre de 2021

Diario de Enriqueta (5) Enajenación emocional

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Nuevo arrebato, nueva pasión, ¿nuevo amor? Otro episodio se desvanece en su persistente necesidad de encontrar aquello que se le presenta tan difícil, la relación sentimental. Ella lo intenta y siempre se lanza con la intensidad del gran hallazgo, pero no, no parece que sea fácil, no se le pone en el camino lo que busca. En ese torbellino de sentimientos que se le despiertan Enriqueta acaba perdiéndose en algunas contradicciones, pero ella encuentra que esas sinrazones forman parte de la avalancha de nutrientes de las emociones. Y para comprenderlas, y comprenderse, siempre las vuelca en su cuaderno confidente. Esta costumbre de escribiente emocional le es muy útil para aligerar su espíritu.

 

Así refleja Enriquetasu nuevo episodio sentimental en ‘cómplice secreto’.

 

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La poesía me salva.

Espero un encuentro que quizás nunca se produzca

Deseo un abrazo que seguramente se desvanezca en el aire

Sufro un pesar que posiblemente nunca tenga su alegría

Y… ¿a dónde voy?

 

Sentado en aquella plaza abarrotada de gente, solitario, ensimismado, serio…, quizás me esperabas desde toda la eternidad, quizás no me esperaste nunca.

Llegué esperanzada, alegre, deseando echarme a tus brazos, deseando que no pasara nunca aquel instante anhelado (y también alelado).

Pero llegaron conocidos a tu mesa y seguramente te violentó el no poder expresarte con libertad, o quizás no tenías nada que expresar y yo esperaba demasiado.

Me quedó una sensación de distancia ¿indiferencia? Quizás sólo fuera una máscara social; quizás mostrabas todo lo que tenías; o quizás mi entusiasmo se adelantó y  esperaba un deseo de algo que nunca existió.

 

La vida continua imparable segando con sus cotidianas miserias los vuelos del espíritu y las emociones del corazón.

La mediocridad invade como una espesa niebla las razones y las emociones, y enfría los corazones hasta congelarlos.

La vida adquiere esa vulgar lucha por la vida y… nada tiene sentido si no consigue calentar el sol.

Y yo

Siento una ansiedad que me rompe el alma, una inquietud que me desasosiega.

Siento una fuerza que brota refrenada, que aúlla en la soledad, que teme morir en la indigencia de la vulgaridad.

Siento que no encuentro el camino, que hay algo que hago mal, que desperdicio mi vida.

 

Mi corazón está encogido, aprisionado, encadenado a la inquietud. “Quiero verle, deseo verle, no quiero verle”. Suena el teléfono y me sobresalto ¿será él? “que sea, que sea”. No, no es.

 

“Enriqueta se ha dejado llevar por este torrente de emociones cuando ha interpretado algunos acercamientos intelectuales como indicios de algo más emocional de un amigo de la juventud con el que ha tenido unos recientes encuentros después de largo tiempo. Su abierta disposición a encontrar  ‘eso’ que ella considera algo muy valioso, y difícil, en “una pareja” la suele llevar a los fracasos, pero no se rinde y siempre cae como kamikaze en las redes de la pasión. El amigo con opción a más intimidad vive en otro país y el teléfono es el único medio de comunicación que les queda para hablar, porque ella le escribe y le escribe pero la respuesta es siempre telefónica. Él no es de escribir así que ella tiene que esperar su llamada para saber el efecto de sus emocionadas palabras escritas”.

 

Vivo arrebatada en un acceso de agitación que me tiene trabada a la nulidad.

Llevo dos estúpidas semanas esclavizada por mi intenso estado apasionado, sin hacer nada más que sentir, absolutamente inoperante e improductiva, acumulando una enorme cantidad de cosas por resolver en la vida que avanza sin tregua alrededor de la inanición en la que me encuentro. 

De  pronto pienso (y eso pasa cuando la razón práctica se impone en mi cabeza para denunciar mi inutilidad; cuando tomo tierra desde esas espumosas alturas) que quizás este derroche de ardor delirante (energía infructuosa) pueda servir de alimento a mi intelecto para desarrollar algún relato sobre la enajenación amorosa. Resulta interesante esta transformación de todo mi ser en pura embriaguez de una entelequia.

 

Pero ese instante racional pasa y en el siguiente continúo atrapada en la obsesión, atrapada en la emoción, atrapada en el deseo, atrapada en el silencio, atrapada en una intuición o quizás una fantasía.

Mi primer pensamiento del día es para esa ilusión y el último de la noche también; durante el día mis emociones giran en torno a ella y busco el alivio  del sueño para poder liberarme de ella. Paso las horas entontecida en una tensión interior que no me deja vivir. No como, no duermo, no trabajo, no vivo y… no me llama.

 

Me siento atolondradamente desesperada ante el tiempo vacío, ante el silencio que duele, la distancia que atormenta, ante la embriaguez que aturde. Esta cadena de libertad mental me irrita y me impacienta. Necesito liberarme de este tormento que me obsesiona estúpidamente.

 

Esta ansiedad perseverante me acosa creciendo como una bola de nieve que rueda por una empinada ladera. No la comprendo, no me comprendo. Es algo profundo, intenso, mucho más allá del contorno físico, del deseo, es algo profundo que creo que siempre ha estado ahí y lo acabo de descubrir.

Repaso los

recuerdos y creo descubrir lo que en otro tiempo no percibí, creo encontrar en ellos una llamada oculta, una espera paciente, un deseo callado, un amor latente. Quizás se nos cruzaron muchas ocasiones perdidas.

Cuando rescato los recuerdos de aquel pasado inocente me ahogo en los momentos desatendidos.

 

Estos recuerdos me parecen hoy un presagio pero… ¿de qué? Ahora me encuentro en la nada, suspendida en el desasosiego, abstraída en esta profunda necesidad de comunicación;  porque en mi realidad todo se reduce a eso, a comunicación. Sólo quiero llegar a una profunda comunicación, comunicarme, no tengo que confundirlo con nada, es sólo comunicación. Yo le doy otras vueltas para recrearme en esta emoción, pero no es otra cosa que el descubrimiento de la posibilidad de una lúcida, inteligente e íntima comunicación.¿Será la necesidad  de ‘intercambio’una manera de amor? Quizás.

 

No se me va ese urgente sentimiento de deseo, de un deseo de ‘vuelo’.Tengo ganas de verle y de hablarle, aunque temo que con ello se rompa el hechizo que me consume y me da vida.

 

Por fin la llamada esperada llegó desde los cientos de kilómetros que nos separan. No pude expresarle con palabras la emoción que me causó escuchar de nuevo su voz. Su adivinada sonrisa me iluminó el corazón, pero la comunicación no salía fluida, ni intensa ni lo esperable.

 

Quisiera haberle dicho que no se sintiera abrumado ni inquietado por los intensos sentimientos que le transmito en papel porque las palabras escritas se pueden borrar, los sentimientos se pueden forzar, dominar, reprimir, doblegar…, y quisiera haberle dicho que yo me río de los míos.

 O témpora o mores

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