De muertos y muertes en la noche de difuntos de Santa Colomba de Somoza
![[Img #56129]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/8408_dsc_9211.jpg)
Este domingo el Centro Cultural El Casino, de Santa Colomba de Somoza, se pobló de muertos y muertes en el III Filandón de Difuntos y dirigido por Paz Martínez y Mercedes G. Rojo.
Entre castañas asadas -cuyo crujido comparaba Paz con la caída de la hojas en otoño o, quién sabe, con su crujido al paso de la Santa Compaña-, sopas de ajo y delicioso vino con miel fue discurriendo el filandón espontáneo, si algo lo puede ser cuando te animan a ello.
![[Img #56128]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/8639_dsc_9201.jpg)
![[Img #56127]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/9816_dsc_9227.jpg)
A la luz de las velas el público fue contando la variedad de costumbres sobre el cadáver. Las piras en la India y la diversidad de comensales en torno a los despojos, niños y animales que acuden al rebusco, cabras a las flores, gatos o perros que hurtan una falange aún encarnada entre el crascitar de la cuervería, y hasta una niña que, como la cerillera del cuento, tiembla y recauda una astilla a medio arder para calentar en su casa. Costumbres del Brasil, donde el muerto permanece largos días en espera de que acuda el último de sus familiares para la despedida; en fin, de Chile, de Cuba cuando las hambrunas y el doloroso dilema de robarle a los difuntos de la familia el ajuar de su tumba.
También hubo lugar para los fuegos fatuos, las luces de San Telmo y los fenómenos paranormales productos de la soledad, el miedo y los ruidos naturales; "el gato que runfla, la puerta que cruje, la gotera glo-glo-glo".
![[Img #56132]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/4025_dsc_9271.jpg)
![[Img #56130]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/6045_dsc_9252.jpg)
![[Img #56131]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/9093_dsc_9260.jpg)
No me resisto a recordar aquí las retahílas ventrílocuas de Velasco en ‘Invitación a la melancolía’ de Martínez Oria o las fabulaciones ‘merlincocaicas’ de Cunqueiro. La llamada del móvil de ultratumba, la petición del lisiado de Tabladillo de que le enterraran con un billete de 50 €, pues barruntaba que hubiera fotógrafo en ultratumba y lo retrataría sin la cojera. Ya enviaría unas copias. De la 'Estadea', de los toques de campanas de ánimas, del pan de ánimas al caer de la tarde. O de la cieguecita que con un velo sobre la cara pasea su soledad por los yermos maragatos y a quien osase levantar el velo le gritaría ¡Hiiii!, ¡Hiii!, como la golondrina que pregunta por la hijita que perdió mientras cazaba libélulas. O de los conciliábulos de la 'Compaña' en el párvulo camposanto de Lagunas de Somoza donde, recuerda Oria, se reúnen bajo el ciprés, en las noches de luna llena. O de la cera negra al pie de los cruceros, “la que gotean las almas de los condenados al ‘invierno frío’, en días penitenciales", etcétera.
![[Img #56133]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/7011_dsc_9307.jpg)
![[Img #56134]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/1184_dsc_9311.jpg)
Aunque quizá lo más sabroso del filandón de Santa Colomba fueran las dos breves intervenciones teatrales en clave de humor negro: 'La muerte' y 'Las viudas', interpretadas por Elena Puyò y Marta Cuñado en honor al autor Alberto Bustillo recientemente fallecido.
Este domingo el Centro Cultural El Casino, de Santa Colomba de Somoza, se pobló de muertos y muertes en el III Filandón de Difuntos y dirigido por Paz Martínez y Mercedes G. Rojo.
Entre castañas asadas -cuyo crujido comparaba Paz con la caída de la hojas en otoño o, quién sabe, con su crujido al paso de la Santa Compaña-, sopas de ajo y delicioso vino con miel fue discurriendo el filandón espontáneo, si algo lo puede ser cuando te animan a ello.
A la luz de las velas el público fue contando la variedad de costumbres sobre el cadáver. Las piras en la India y la diversidad de comensales en torno a los despojos, niños y animales que acuden al rebusco, cabras a las flores, gatos o perros que hurtan una falange aún encarnada entre el crascitar de la cuervería, y hasta una niña que, como la cerillera del cuento, tiembla y recauda una astilla a medio arder para calentar en su casa. Costumbres del Brasil, donde el muerto permanece largos días en espera de que acuda el último de sus familiares para la despedida; en fin, de Chile, de Cuba cuando las hambrunas y el doloroso dilema de robarle a los difuntos de la familia el ajuar de su tumba.
También hubo lugar para los fuegos fatuos, las luces de San Telmo y los fenómenos paranormales productos de la soledad, el miedo y los ruidos naturales; "el gato que runfla, la puerta que cruje, la gotera glo-glo-glo".
No me resisto a recordar aquí las retahílas ventrílocuas de Velasco en ‘Invitación a la melancolía’ de Martínez Oria o las fabulaciones ‘merlincocaicas’ de Cunqueiro. La llamada del móvil de ultratumba, la petición del lisiado de Tabladillo de que le enterraran con un billete de 50 €, pues barruntaba que hubiera fotógrafo en ultratumba y lo retrataría sin la cojera. Ya enviaría unas copias. De la 'Estadea', de los toques de campanas de ánimas, del pan de ánimas al caer de la tarde. O de la cieguecita que con un velo sobre la cara pasea su soledad por los yermos maragatos y a quien osase levantar el velo le gritaría ¡Hiiii!, ¡Hiii!, como la golondrina que pregunta por la hijita que perdió mientras cazaba libélulas. O de los conciliábulos de la 'Compaña' en el párvulo camposanto de Lagunas de Somoza donde, recuerda Oria, se reúnen bajo el ciprés, en las noches de luna llena. O de la cera negra al pie de los cruceros, “la que gotean las almas de los condenados al ‘invierno frío’, en días penitenciales", etcétera.
Aunque quizá lo más sabroso del filandón de Santa Colomba fueran las dos breves intervenciones teatrales en clave de humor negro: 'La muerte' y 'Las viudas', interpretadas por Elena Puyò y Marta Cuñado en honor al autor Alberto Bustillo recientemente fallecido.