Eloy Rubio
Domingo, 14 de Noviembre de 2021

Miguel Ángel Castro Merino: La felicidad, ja ja ja ja

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Miguel Ángel Castro Merino fue el encargado este sábado de ofrecer la conferencia titulada ‘Mitos y realidades de la felicidad’ en el Museo Textil 'La Comunal' de El Val de San Lorenzo. En una charla muy didáctica abordó en primer lugar los mitos de la felicidad. Contaba la fábula del ciempiés y la mariposa para mostrar la pérdida de la espontaneidad vital cuando esa espontaneidad es exigida. Así que la evitación de lo paradójico de esa espontaneidad fingida e imposible podría ser una vía a la felicidad.

 

“La vida no tiene instrucciones de uso o no hay manual para ser feliz -decía Miguel Ángel Castro-. La búsqueda de la felicidad no suele dar en ella”.

 

 

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Además de que muchas veces utilizamos ideas sin saber de qué hablamos. Así decía que “la idea de la felicidad ni existe ni puede existir, porque cuando nos preguntamos lo que se quiere decir con ello, vemos que no hay ni acuerdo ni posibilidad del mismo, cada uno dice una cosa. Son ideas que se usan pero que generan un gran problema. Nadie sabe lo que quiere decir cuando afirma que quiere ser feliz”.

 

Mencionó entonces unos cuantos mitos o ‘disparates’ asociados a la idea de felicidad.

 

El primero fue el que denominó 'El mito de ser amado', esa creencia de que tenemos que ser queridos por todo el mundo. Otro mito fue el de ‘La idea de perfección’, que desprecia lo común, lo que cada uno somos, que lleva a despreciarnos a nosotros mismos. Una idea muy cáustica, decía Miguel Ángel, pues ese modelo que nos vuelve despreciables suele ser una propuesta económicamente interesada. Otro mito que trató es el de la 'Indefensión aprendida,' que viene a decir que no podemos hacer nada ante una realidad que se nos impone. Otro mito es el del ‘gregarismo’, por el que hay que seguir y acatar al grupo, su modo de ver y hacer las cosas sin discusión. Otro es el de que hay solución para todo, y no es verdad.

 

 

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Otro baldón a la felicidad, mantenía el conferenciante, es la excesiva preocupación por el ‘yo’, el desbordado individualismo que desconoce que la felicidad, sea lo que sea esta, es fundamentalmente un asunto colectivo, común  y comunitario.

 

Y en este momento dio una vuelta a su conferencia mostrándonos algunas filosofías éticas que podrían ser guía para la felicidad. Habló del Tetrapharmaton Epicureo: no temas a la muerte, al dolor, a los dioses; detrás de la muerte no hay nada y antes ella no está. Los dioses se han ido. También mencionó la filosofía estoica, Epicteto, y su máxima relativizando el valor de las cosas, de las alegrías y de las penas. Citò a Sexto Empírico al hablar del escepticismo y los tropos, ocho argumentos mediante los que se intentaría probar que las cosas no son tan claras y verdaderas como parecen, que permitirían suspender el juicio, bailarlo, saltando los extremos, volvernos más flexibles y por ende más felices.

 

 

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Animó, por último, a los presentes a evitar lo que denominó el ‘trastorno de evitación experiencial.’ Pues solo así eludiríamos que nuestras vidas fueran conducidas por intereses ajenos a los nuestros: "Hay que aceptarse y exponerse más allá de timideces, eso valdría cuanto menos para valorizarnos en lo que somos, también valdría para aprender a razonar alejados de fanatismos, para que hubiera debate, para que hubiera crítica para el desempeño posible de una razón común, universal aunque fuera desde el entendimiento propio".

 

“Educación, filosofía y buenos alimentos" fue su saludo de despedida a los asistentes a la conferencia.

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