Juan Guerrero
Domingo, 14 de Noviembre de 2021
ENTREVISTA / Jason Maldonado

Jason Maldonado: Ser poeta es esto que nunca seré

Ciertas lecturas terminan por envejecernos. Nos adelantan la vida. Tienen ese don de estremecernos el alma, sacuden las entrañas de esta memoria andante que somos.

Así se siente uno cuando lee la poesía y en general, la obra literaria de Jason Maldonado (Caracas, 1973). Una prosa poética/narrativa que lacera, perturba la consciencia por la crudeza de sus imágenes y la intensidad de un discurso donde la muerte, la vida extrema, se acompasan mientras los personajes se nutren de una melancolía, de una honda tristeza. Con Maldonado asistimos a una escritura que deja atrás toda propuesta tradicional, tanto en estructura como en el tratamiento de un lenguaje, que, si bien mantiene el esplendor metafórico, introduce un estilo narrativo directo, seco y nada complaciente.

Jason Maldonado es licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Cursó estudios de maestría en literatura latinoamericana, en el Instituto Pedagógico de Caracas y realizó talleres de narrativa con el escritor, Ángel Gustavo Infante, en el Centro de Estudios Latinoamericanos ‘Rómulo Gallegos’. Ha escrito crónicas citadinas para el periódico Letras, con su columna Botando piedra. Creador, productor y locutor del espacio radiofónico literario, Librería Sónica, desde 2007. Mantiene un blog, Palabras y escombros, donde publica reseñas de libros y otros comentarios. Tiene publicado los siguientes libros: Lunar de viento, 2013; Bestiario mecánico del exilio, mención especial (poesía), del IV Premio Nacional de Literatura ‘Stefania Mosca’, 2013; Verde que me muero (novela), 2013; Doce hombres a caballo (relatos), 2019. Sus textos han sido publicados en varias antologías: II Antología de cuentos postmodernistas, 2014; 102 poetas/jamming, 2015.

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De su libro inédito, Ripio, presentamos el siguiente poema.

      

Ripio

 

Ahora te tocó a ti –me dice el

abuelo R

 

                                        Sí, y soy el

último en

partir –le

respondo

 

                                        Gracias por

el

enrevesado

apellido

por los

abrazos

y la ternura

que es lo

que cuenta

 

desde aquí mi español es perfecto

no el de “traela paraguas”

-recuerda y sonríe

 

tu frío en la Patagonia

se asemeja al de Viena

allá tus Trancuras y Correntosos

aquí mi Danubio sin azules

 

                                        partiste con

                                        una maleta

                                        yo con dos

                                        huiste de la

                                        guerra

                                        yo de la dictadura

                                        cruzaste el

                                        Atlántico

en barco

yo los

                                        Andes en

avión

 

entonces ya sabes de desgarraduras

y soledades,

jamás de olvidos

 

por cada

paso que dé

sabré de

dónde

he venido.

 

 

Juan Guerrero: En parte de tu obra poética, Lunar de viento, 2013, está presente el tema de la muerte. Explota en el rostro del lector, lo estremece y ‘revive’. Recorre las calles de una ciudad en su frenesí. En la distancia, ya cerca a los 10 años de su publicación, ¿sigues insistiendo en ser ‘Yeison’ quien hable de este libro?

 

Jason Maldonado: Parece mentira, ya casi diez años de su publicación. Prefiero que sea el libro quien hable por sí mismo. El Jason, Yeison, de aquel entonces ahora es otro y quizás su empeño poético vaya por otro sendero. Si bien es cierto que Lunar de viento es una suerte de canto a la muerte, de honor a unos cuantos poetas suicidas, ahora trato de hallar el hecho poético en otras fuentes. Y no es que no me interese el tema de la muerte –ahora más que nunca porque es obvio que al pasar cada segundo nos acercamos más a ella-, sino que no todo tiene que ser tan oscuro, mortuorio y hasta críptico para construir un poema.

Mi insistencia va en todo caso en el intento contumaz de construir una poética más limpia. Es lo que intento en esa ingente cantidad de poemarios inéditos guardados en la computadora, algunos hasta cometí el atrevimiento de imprimirlos y volver a ellos para seguir puliéndolos, podándolos.

 

 

Leo en uno de tus poemas: “el cine en tu boca suena a mentira”. ¿Qué es ser poeta?

 

Recuerdo ese poema. Ser poeta es eso que nunca seré. Estoy lejos de serlo. Para ello habría que vivir poéticamente como decía el gran poeta y maestro, Armando Rojas Guardia quien sí fue (es) un poeta de los grandes.

Lo he dicho siempre y lo reitero, no soy poeta, intento hacer poesía que es algo totalmente distinto. Quizás al principio intenté ser poeta, pero ¿quién define eso? ¿Quién te cataloga de esa manera? Supongo que los lectores o la academia. A veces leo ‘poemas’ de X persona y me pregunto, ¿cómo se vanagloria llamándose a sí mismo poeta? La egoteca es grande. Para llegar a considerarse a sí mismo poeta hay que tomarse una buena dosis de humildad y ese medicamento escasea notablemente en el ‘súper Yo’ de muchos.

 

 

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En parte de tu narrativa, escribes: “La vida es una especie de estornudo en el universo”. ¿Estornudas la vida? Sé que es una pregunta un tanto surrealista. Pero la hago en función de saber si entre poesía y narrativa hay un lenguaje cruzado de metáforas. ¿Qué es ser narrador?

 

Esa frase es la metáfora principal en, Verde que me muero. Se repite dos o tres veces. En cierto modo cada vez que estornudamos algo de vida se nos va ahí, a unos cuantos kilómetros por hora, ¡ja jaja! Y digo que es la metáfora de esta novela porque marca lo breve que es la vida, tan breve o fugaz como un estornudo precisamente.

Sin duda hay un lenguaje cruzado entre poesía y la narrativa. O al menos es la que me gusta encontrar en mis lecturas, o mejor aún, en lo que escribo. Disfruto aquella prosa que coquetea con el hecho poético. Me deja ver el trabajo, o el esfuerzo del escritor por conquistar una imagen determinada, de esos que se toman la escritura con seriedad y profesionalismo.

Ser narrador es estar atento al mundo, al detalle, para de ello construir historias que calen en el pensamiento y, por qué no, en el alma. En esto se dan la mano los buenos poetas y los buenos narradores. Para ser honesto, quisiera no sentir esa necesidad o las ganas de escribir. Es algo por lo que lucho, que quisiera no hacer. Pero siempre pierdo la batalla y termino escribiendo.

 

 

¿Se puede ser poeta/narrador, ‘a pesar de’ …no querer serlo, o vivir en un espacio humanamente ‘irrespirable’, como el venezolano, o nicaragüense?

 

Son dos preguntas en una. La primera: no soy poeta, eso está claro; ¿narrador?, quizás esté más cerca de eso, pero la verdad quisiera no tener siempre en mi cabeza un relato o una novela en potencia, ideas revoloteando. Sé que parece un contrasentido, pero es así.

La segunda: durísima la pregunta. Ahí ya saltamos de la literatura a la política. Venezuela es un nudo perenne en la garganta. Esa irrespirabilidad la vivo a la distancia porque estoy en contacto a diario con los míos y sé de las vicisitudes que pasan, no solo la familia, los amigos también. A esa suerte de apnea del diario vivir le sumo la propia, la que vivo como inmigrante. Todos en menor o mayor grado la padecemos, y claro, habrá sus excepciones, pero es difícil también este proceso. Hace unos días le dije a mi esposa, literalmente y disculpen la palabra: -qué arrecho es sentirse sin país.

 

 

¿Te refugias en la escritura? ¿Será que eres de los muchos que dicen vivir en el ‘país de las letras’?

 

Sí y no. Es decir, sí me refugio en la escritura más de lo que quisiera. Más aún, que es lo que me sucede, me refugio en la lectura, ese placer inexplicable. Y no, no vivo en el país de las letras, ojalá fuera así, me pagarían por escribir y leer. Soy el rey de lo inédito, y un gran coleccionista de fracasos literarios.

 

 

Sin embargo, la realidad muestra a un escritor, no solo reconocido por la crítica, también premiado, y con lectores y seguidores de tus proyectos, como el de la Librería Sónica.

 

¡Cosas insólitas, Juan! El espacio radial de Librería Sónica, me dio una gran satisfacción desde que nació, en noviembre de 2007. Pero aclaro, son seguidores de LS, no míos. El programa sigue al aire a pesar de las dificultades y eso me llena de orgullo, pues quienes lo conducen ahora hacen un esfuerzo enorme por mantener esa ventana abierta, junto a Radio Caracas Radio. Por otra parte, y voy hacia el principio, no sé si hay o no un reconocimiento. De haberlo, es de gente sumamente generosa conmigo y lo agradezco, pero aún falta mucha agua por correr para merecer algún reconocimiento por mi trabajo. ¡Ojo!, no es un cliché ni falsa humildad. Hay muchísima gente escribiendo y haciéndolo bien que no han recibido espaldarazo necesario para calar más allá de las redes sociales.

Y en cuanto a los premios, pues bueno, no me hace mejor ni peor. Cuando algo así sucede es una suerte de bálsamo para tus emociones, pero es tan efímero como una estrella fugaz. En este punto lo que habría que preguntar es, ¿cuántas veces has enviado a concurso? He enviado infinitas veces y nada.

 

 

Los jurados parecen que, por estos tiempos y antes, están un tanto en entredicho. También la influencia de quienes otorgan los premios como, por ejemplo, lo sucedido en el último Premio Planeta. ¿Será que debes usar un seudónimo femenino?

 

Siempre estarán en entredicho, siempre hay gente insatisfecha en cuanto a los concursos. Obviamente, habrá concursos más serios que otros, pero a la vista del común, cómo saber cuál concurso es serio en cuanto a la deliberación y cuál ya está decidido de antemano. En todo caso, yo soy un necio en el sentido de insistir en uno que otro concurso, pero cada vez menos.

No he leído el libro ganador de la polémica en el Premio Planeta, pero la verdad es que a mí no me incomoda que el libro esté escrito a tres manos (¿o a seis?) siempre y cuando se valore la obra de verdad-verdad. No es mala idea usar un nombre de mujer como pseudónimo, incluso creo haberlo hecho, ya no recuerdo. Pero lo cierto es que ya estoy quedando seco en cuanto al entusiasmo por participar. En todo caso, como soy un desencantado por naturaleza, asumo que lo que he escrito no tiene nivel y por ello sigue en aumento mi producción inédita.

 

 

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Miras ahora desde otra ventana. Eres un migrante. ¿Qué trajiste en tus alforjas al nuevo país, qué dejaste en aquel ex-país?

 

Traje educación y buena ortografía. En casi cuatro años he estado en ventas y atención al público, y todos, sin excepción, se sorprenden de mi buena atención y educación, que hay que decirlo, es lo común o lo que yo creo común, en el venezolano promedio.

No es novedad para mí. Pero para el chileno es algo nuevo, incluso impactante que lo atiendan bien. Y te lo dicen y agradecen con legítimo asombro. Traje la disposición a trabajar como y donde sea, y eso ya lo he demostrado aquí. Me he dado el tupé de aceptar y rechazar ofertas laborales. Mi idea es volver al sendero profesional de donde vengo, que es la radio. Y ojalá pudiera sacar provecho a mi trabajo literario. Pero como dice el primer canto de mi último poemario escrito aquí en el sur: “He (re)descubierto mi inutilidad en tierra extranjera”. Un texto inédito, ¡por supuesto!

¿Qué dejé? Mucho, muchísimo. Las ganas de seguir allá, pero con tal destrucción lucía mejor abrirse paso afuera. Y parece seguir siendo así. Allá está mi madre e hijo mayor, a quienes extraño a diario. Nada fácil esto. Y claro, amigos, lugares, etcétera. Al menos los recuerdos están conmigo y eso no se borra.

 

 

¿Te iluminan tus poetas en esta larga noche de tinieblas y pandemias, de la tierra de donde eres?

 

Absolutamente. Si bien es cierto que mi ritmo y volumen de lectura ha bajado por ser papá otra vez –Baby Santi ya tiene un año y un poquito más-, antes de su nacimiento y ahora cuando puedo, vuelvo a esos poetas que para mí son fundamentales. De hecho, el día que nació mi hijo estaba releyendo a Armando Rojas Guardia, pura luz de la buena. Y no puedo dejar de leer a Montejo, a Cadenas, a María Calcaño, … son muchísimos nuestros poetas. Lamento que por haber migrado todos mis libros están allá en mi biblioteca, así que apelo a lo que se halla en Internet y en los libros digitales. Y hay poetas contemporáneos que también leo con frecuencia. Algunos han tenido la deferencia de hacerme llegar sus libros en digital, incluso algunos en físico, para que los lea, pues siempre comento algo en las redes sociales. Supongo que esto se debe a lo sembrado y cosechado en Librería Sónica, el hecho de recibir sus obras. Y si no los menciono es porque son muchos y no quiero pecar al no mencionar a alguno por descuido.

 

 

El destierro, la precariedad social y económica del país, han dejado en el puro hueso a la cultura nacional. Ya desde el poder nada parece importar. ¿Será esto un rasgo novedoso en cuanto a la gran cantidad, tanto de autores como de proyectos editoriales independientes que están promoviendo la literatura venezolana en otros horizontes?

 

Suena muy duro el planteamiento que haces. Pero es así, no hay otra manera de verlo. Ahora, tan distanciado en el tiempo, suena ‘novedoso’ pero la verdad que no lo es, y lo digo porque la desgracia que nos tocó vivir a los que partimos y a los que quedaron, se parece mucho a la vivida por los europeos que huyeron de la Segunda Guerra Mundial y el asedio nazi. De hecho, insisto con mi último poemario inédito donde honro la memoria de mi abuelo, quien siendo austríaco huyó de la guerra y terminó en Puerto Cabello (Venezuela) sin hablar nada, absolutamente nada, de español.

La terrible diferencia es que aquello fue una guerra, pero lo nuestro, no. Lo nuestro ha sido una burda y descarada corrupción socialista, pero ¡cómo les gusta disfrutar de los beneficios de la democracia! Irónico ¿no?

Sin duda todo este proceso ha llevado a que una multiplicidad de voces, se hayan dado a conocer y han nacido multiplicidad de pequeñas editoriales que luchan, publican desde sus trincheras, tanto dentro como fuera de Venezuela. Ahora somos, en buena parte del mundo, algo exótico, algo distinto. Habrá que aprovechar esto hasta donde dure. Y no es que antes no se hacía, es que ahora estamos más a la vista, más expuestos, sea en la literatura, la música o la cultura en general; el deporte, las ciencias, áreas gerenciales y profesionales. El etcétera puede ser largo, y lo es sin duda. Lo triste es que haya sido así para que se diera a conocer todo ese talento.

 

 

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El tema del desarraigo es parte de una poética, al igual que la violencia, en la poesía de estos tiempos. En tu obra, aunque está presente, se afirma más una melancolía, una cierta, ¿derrota?

 

Sí, es así. La derrota figura en buena parte de lo que he escrito desde la poética. Con mayor o menor intensidad está ahí, quizás y de manera intuitiva porque la ‘derrota’ termina impulsando más el quehacer de lo que sea, que el propio éxito. Por ello mismo leo y releo Derrota (poema) de, Rafael Cadenas todos los años. Pero aclaro que no es lo mismo tomar la ‘derrota’ como uno de varios puntos de partida para crear, escribir, que sentirse derrotado. No es mi constante, pero más de una vez me he sentido así, ¿y quién no?

 

La derrota pasa por todos los ámbitos del ser humano: derrota en el amor, en los estudios, en los negocios, en todas partes. Darle la espalda o negarse a ella, es recibir un golpe más fuerte cuando te toca. Así que puedo decir que estoy preparado, ¡ja jaja!

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