Cien
![[Img #56422]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/7211_sol-tirotirito-2-2016-113.jpg)
Suma cien una aventura que para mí empezó hace seis años, en noviembre de 2015, cuando Eloy Rubio Carro, codirector junto con Mª Antonia Reinares Alonso del periódico digital Astorga-Redacción, me propuso participar en la sección de opinión del mismo. Parece que fue ayer y, sin embargo, ya llovió desde entonces, y cayó una nevada de las que se dan cada cincuenta años y hasta asistimos a eso que solo se da de ciento un viento, como es una pandemia. Echando la vista atrás y con la perspectiva que da el paso del tiempo, creo que acometí la propuesta con bastante osadía, ya que no tenía experiencia en escribir artículos ni estaba muy al tanto de lo que pasaba en el mundo (sigo sin estarlo). No obstante, el deseo que guía indefectiblemente nuestros actos se impuso y, como quien se lanza a la piscina, me comprometí a escribir una página cada tres semanas aproximadamente.
El siguiente reto que se me presentaba era determinar de qué podía escribir yo. Dos cosas que tengo claras desde hace tiempo es que uno solo puede escribir de aquello que le toca, le mueve, le conmueve, le emociona, le inquieta. Y hacerlo desde una esquina, esto es, desde la posición particular que cada cual ocupa en el mundo. Así que bajo esas dos premisas y bajo el epígrafe ‘En clave de sol’ fui hilvanando, puntada a puntada, esos noventa y nueve textos que me ha permitido, entre otras gratificaciones, acercarme a ese tú que constituye el lector, los lectores, y conocerme un poco más a mí misma.
A través de lo escrito, como esas huellas que uno va dejando en la arena al pasar, hoy puedo vislumbrar mis obsesiones, mis puntos de interés, mis querencias, mis carencias, mis deseos, también mis miedos. Analizando esos noventa y nueve textos -alguien decía que el escritor siempre escribe la misma historia y estoy completamente de acuerdo-, los temas que abordo se pueden resumir en media docena: hay mucho de infancia, de abuelas, de pueblo, de eras, de caseta, de pozo y, en definitiva -así se titula mi primer artículo- de apegos, a los que una y otra vez regreso en busca de abrazo y alivio; hay mucho de tradiciones y oficios antiguos, filtrados a través de la memoria familiar - hablo del pan hecho con levadura madre o hurmiento, de la vendimia, de la matanza, de haceres y quereres propios (hacer jabón, hacer membrillo, tejer la lana…); hay mucho de meta- escritura y de palabras; hay mucho de psicología que entronca, sin duda, con mi profesión como Trabajadora Social en el campo de la salud mental, (así hablo de las emociones, del amor, del abrazo, de la soledad, de egos, del humor, del suicidio, de la culpa, de los pecados capitales, de las manías, del miedo, de los miedos, de los cuidados, de la ternura, de la distancia necesaria, de la locura…); hay mucho de memoria histórica pues soy nieta y biznieta de represaliados de una guerra incivil que todavía no ha alcanzado la paz; hay mucho de muerte que, desde febrero del 2020, viene atravesando implacablemente la vida -escucho sobrecogida como de un tiempo a esta parte en mi pueblo, envejecido como tantos otros, un día sí y otro también, redoblan las campanas por paisanos que he conocido y con los que me he criado-.
Un día me comentaba un amigo lo difícil que debía de ser encontrar sobre qué escribir. Considero que esto, como al final casi todo, tiene que ver con la actitud vital de cada uno. Para encontrar un tema sobre el que escribir creo que hay que estar atento -como un cazador de mariposas- a lo que pasa fuera y lanzar la red cuando algo, como un aleteo, brilla en el aire. Así funciona, al menos, en mi caso. Cuando eso ocurre mi cabeza empieza a bullir, unas cosas llevan a otras, y al final, sale un textito corto, conciso, letra colibrí, cuerpo 11, de no más de una página, atendiendo a la premisa dada por la dirección del periódico. La falta de presión y la total libertad que siempre he disfrutado en este medio digital han hecho el resto.
Mi gratitud hoy es para Toñi Reinares y Eloy Rubio, o al revés, ya que tanto monta, y para los lectores que han seguido fielmente estos textos ‘en clave de sol’ o algunos de ellos. Escribir una opinión en el periódico digital Astorga-Redacción (las opiniones ya se sabe, cada cual tiene la suya y todas son iguales de válidas, si están dichas desde el respeto) se ha convertido en un apego más, que abordo con el mismo y recién estrenado entusiasmo del primer día. Y pensando en lo que voy a hablar en el siguiente artículo, sumo y sigo.
![[Img #56422]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2021/7211_sol-tirotirito-2-2016-113.jpg)
Suma cien una aventura que para mí empezó hace seis años, en noviembre de 2015, cuando Eloy Rubio Carro, codirector junto con Mª Antonia Reinares Alonso del periódico digital Astorga-Redacción, me propuso participar en la sección de opinión del mismo. Parece que fue ayer y, sin embargo, ya llovió desde entonces, y cayó una nevada de las que se dan cada cincuenta años y hasta asistimos a eso que solo se da de ciento un viento, como es una pandemia. Echando la vista atrás y con la perspectiva que da el paso del tiempo, creo que acometí la propuesta con bastante osadía, ya que no tenía experiencia en escribir artículos ni estaba muy al tanto de lo que pasaba en el mundo (sigo sin estarlo). No obstante, el deseo que guía indefectiblemente nuestros actos se impuso y, como quien se lanza a la piscina, me comprometí a escribir una página cada tres semanas aproximadamente.
El siguiente reto que se me presentaba era determinar de qué podía escribir yo. Dos cosas que tengo claras desde hace tiempo es que uno solo puede escribir de aquello que le toca, le mueve, le conmueve, le emociona, le inquieta. Y hacerlo desde una esquina, esto es, desde la posición particular que cada cual ocupa en el mundo. Así que bajo esas dos premisas y bajo el epígrafe ‘En clave de sol’ fui hilvanando, puntada a puntada, esos noventa y nueve textos que me ha permitido, entre otras gratificaciones, acercarme a ese tú que constituye el lector, los lectores, y conocerme un poco más a mí misma.
A través de lo escrito, como esas huellas que uno va dejando en la arena al pasar, hoy puedo vislumbrar mis obsesiones, mis puntos de interés, mis querencias, mis carencias, mis deseos, también mis miedos. Analizando esos noventa y nueve textos -alguien decía que el escritor siempre escribe la misma historia y estoy completamente de acuerdo-, los temas que abordo se pueden resumir en media docena: hay mucho de infancia, de abuelas, de pueblo, de eras, de caseta, de pozo y, en definitiva -así se titula mi primer artículo- de apegos, a los que una y otra vez regreso en busca de abrazo y alivio; hay mucho de tradiciones y oficios antiguos, filtrados a través de la memoria familiar - hablo del pan hecho con levadura madre o hurmiento, de la vendimia, de la matanza, de haceres y quereres propios (hacer jabón, hacer membrillo, tejer la lana…); hay mucho de meta- escritura y de palabras; hay mucho de psicología que entronca, sin duda, con mi profesión como Trabajadora Social en el campo de la salud mental, (así hablo de las emociones, del amor, del abrazo, de la soledad, de egos, del humor, del suicidio, de la culpa, de los pecados capitales, de las manías, del miedo, de los miedos, de los cuidados, de la ternura, de la distancia necesaria, de la locura…); hay mucho de memoria histórica pues soy nieta y biznieta de represaliados de una guerra incivil que todavía no ha alcanzado la paz; hay mucho de muerte que, desde febrero del 2020, viene atravesando implacablemente la vida -escucho sobrecogida como de un tiempo a esta parte en mi pueblo, envejecido como tantos otros, un día sí y otro también, redoblan las campanas por paisanos que he conocido y con los que me he criado-.
Un día me comentaba un amigo lo difícil que debía de ser encontrar sobre qué escribir. Considero que esto, como al final casi todo, tiene que ver con la actitud vital de cada uno. Para encontrar un tema sobre el que escribir creo que hay que estar atento -como un cazador de mariposas- a lo que pasa fuera y lanzar la red cuando algo, como un aleteo, brilla en el aire. Así funciona, al menos, en mi caso. Cuando eso ocurre mi cabeza empieza a bullir, unas cosas llevan a otras, y al final, sale un textito corto, conciso, letra colibrí, cuerpo 11, de no más de una página, atendiendo a la premisa dada por la dirección del periódico. La falta de presión y la total libertad que siempre he disfrutado en este medio digital han hecho el resto.
Mi gratitud hoy es para Toñi Reinares y Eloy Rubio, o al revés, ya que tanto monta, y para los lectores que han seguido fielmente estos textos ‘en clave de sol’ o algunos de ellos. Escribir una opinión en el periódico digital Astorga-Redacción (las opiniones ya se sabe, cada cual tiene la suya y todas son iguales de válidas, si están dichas desde el respeto) se ha convertido en un apego más, que abordo con el mismo y recién estrenado entusiasmo del primer día. Y pensando en lo que voy a hablar en el siguiente artículo, sumo y sigo.






