Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 04 de Diciembre de 2021

Todo pasa, pero no pasamos de todo

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Hablando el otro día con unas amigas  de ‘nuestras cosas’ María se lamentaba del problema económico con el que está metida con esto de la pandemia, tuvo que cerrar su negocio y se le acumulan las deudas; Teresa, sin embargo, estaba contenta porque el marido llevaba una temporada especialmente cariñoso con ella después de una insufrible racha tremendamente irritante e irritable;  y yo con mis cositas de mala salud y mi enojosa lucha contra el tiempo, ese tiempo que pasa tan rápido que me va acortando las posibilidades de hacer todo lo que quisiera hacer antes de irme de este mundo pero, que además, el muy puñetero va, pasito a pasito, atacando mis capacidades físicas. Y, en ese intercambio de alegrías y pesares,frente a un delicioso cóctel de champan, salió la tan manida, aliviadora,  reconfortante y temida frase de ‘todo pasa’.

 

¿Todo pasa? Sí, todo pasa. María se atrincheró rápidamente en este aforismo que le permitía abrigar, con cierto optimismo, una esperanza de cambio positivo en su economía; pero a Teresa  no le interesó nada detenerse en eso de los cambios ahora que estaba disfrutando de su momento. El que ‘todo pasa’ está bien, es una realidad a la que nos aferramos cuando van mal dadas, pero no queremos ni pensarlo cuando nos van bien las cosas.

 

Yo me enfrasqué a darle vueltas a ese ‘todo pasa’ y a los diferentes momentos del pasar, y me puse a cavilar sobre las cosas que nos van pasando en el camino de nuestra vida. Es como si transitáramos por un fluir constante de acontecimientos, les decía; como si la vida fuera una autopista por la que nosotros vamos circulando, unas veces vamos derecho, otras haciendo curvas y otras muchas dando volantazos para sortear los baches y obstáculos; pero somos nosotros quienes dirigimos esa conducción, únicamente nosotros con nuestra habilidad, estrategia o torpeza  de controlar nuestro vehículo. También, si somos indolentes, nos podríamos subir a  un vehículo ajeno para que nos lleve en su ruta y así no tener la necesidad de pensar; ah, pero la decisión de subir y dejarse llevar sería una osadía, o imprudencia (según el resultado) sólo nuestra, y finalmente no nos podríamos quejar de cómo ni  a dónde nos están llevando.

 

Con este ‘discursito’ yo quería hacer hincapié en que somos totalmente libres para elegir qué queremos y por dónde queremos ir, que siempre es nuestra elección, y que finalmente tenemos mucho que ver en lo que nos pasa aunque acostumbremos a poner la culpa en el exterior. Cierto que hay condicionantes pero aun así elegimos si nos sometemos a ellos o no. Es así, y la mayoría de las veces nos dejamos arrastrar por las circunstancias sin hacer el esfuerzo de cambiarlas; esa actitud lleva luego, por lo general, a lamentaciones y amarguras: “yo quería haber sido…,  o haber hecho…, me hubiera gustado…”, lamentaciones que suelen llegar tarde para la realización de los sueños o los deseos.

 

“Si a los sueños se le pone  voluntad son éxito seguro; esto lo he aprendido sobre la marcha ¿Os acordáis cuando nadie daba un duro por mi sueño de rehabilitar el molino y venir de Madrid a vivir aquí? Todos pensaron que estaba loca, que no tenía ningún tipo de posibilidades, que era demasiado para mí,  un proyecto inalcanzable y no lo conseguiría. Era mi sueño, me empeñé en ello y lo conseguí, poco a poco y con mucho esfuerzo, sin ayuda de nadie, bueno, de los obreros, claro. Recuerdo que mi ‘motor ‘para seguir adelante, cuando desfallecía ante el proyecto, consistía en concentrar mi imaginación en aquella gran ruina y visualizar el molino terminado, reluciente, con los balcones iluminados por las luces en las noches, lleno de vida y de música y de bailes, y el rumoroso sonido del agua precipitándose por debajo de la casa. Nada de eso había y finalmente todo lo imaginado llegó a ser real. Ello me dio la medida del poder de la voluntad, es total. Me parece que me he desviado un poco de la cuestión, esta cabeza discurre a su antojo.”

 

Evidentemente nos pasan muchas cosas, buenas, menos buenas, malas y muy malas, a medida que vamos pasando por la vida, pero la vida sigue y los acontecimientos pasan. Y así, a medida que nosotros pasamos por la vida la vida pasa por nosotros, porque de todo lo que nos pasa en el exterior nos queda poso en el interior. Hacemos el camino y el camino nos hace. Avanzamos a la par.

 

“Sí”, dijo Teresa, “pero hay que tener muy presente ‘la actitud’”. Ella opina que lo más importante es la actitud con la que afrontamos los acontecimientos. “Un mismo episodio  te puede sumir en una gran amargura o puedes transitar suavemente por él dependiendo con qué actitud lo afrontes”, afirma con mucha convicción. “Una actitud negativa te sumerge en un desaliento emocional, lo pasas muy mal sin que los acontecimientos vayan a cambiar por ello. Así que, si no voy a conseguir nada cabreándome o sufriendo mejor me lo tomo con filosofía, hasta puede que me ría. Es una buena manera de no desgastarme porque las amarguras y resentimientos deterioran y envejecen. Es como lo de la botella si la ves medio vacía o medio llena, yo siempre la veo medio llena, ja ja ja.” “Sí, ya sabemos lo que te gusta el vinín”.  “No, en serio, acordaros de lo que os digo, no os acogotéis con las cosas que os pasan, hacer un pase de verónica y que corran los malos rollos sin que os arrastren, o también mirarlos desde la barrera. Yo, los malos asuntos, trato de no interiorizarlos, de analizarlos o vivirlos como si fueran ajenos, quiero decir, de una manera racional no emocional, es mucho más salvador, no te destruye. No es fácil y no siempre lo consigo pero lo intento. Por ejemplo aquella traición que me hizo aquella gran amiga que no quiero ni puedo nombrar me pudo, me desestabilizó y caí hasta enferma del dolor emocional, somaticé, aquello fue un episodio muy fuerte, difícil de asumir. Pero en la vida diaria nos pasan muchas cosas malas y buenas, pues las malas que pasen cuanto antes y las buenas que duren lo más posible, ahí es donde tenemos que estar listas”.

 

María ha estado muy callada pero se lanza a reflexionar sobre las mochilas que cargamos sin nuestro consentimiento, y apenas sin darnos cuenta, pero que nos van encorvando la espalda y haciendo pesados nuestros movimientos. Los traumas de la infancia, por ejemplo, son unas mochilas muy pesadas y difíciles de deshacernos de ellas, afirma María. “Hay muchas, muchísimas personas que  van transportando toda su vida los traumas de su pasado más pasado, es decir, de sus primeros años; personas  que no han sabido vaciar la mochila y ese peso les ha ido condicionando en su actitud en la vida y en su relación con los demás.

 

El ambiente familiar marca muchísimo, los padres con sus defectos, los hermanos y sus rivalidades, los compañeros del colegio y sus maldades, la adolescencia con sus inquietudes, la juventud con sus ansiedades…; en esos años más frágiles se nos grava todo, y de todo, en nuestro interior, lo bueno y lo malo, y nos dolemos por todo. De lo bueno nos acordamos con regocijo, pero lo malo, si no lo resolvemos en su momento y lo guardamos en lo más profundo para no acordarnos más, pues contrariamente a lo deseado se acaba convirtiendo en un trauma que con el tiempo sale a destiempo.”

 

“No es fácil porque la mayoría de las veces no somos conscientes de esa carga y aflora cuando uno menos se lo espera. Por ejemplo, ¿os acordáis de aquel amigo mío, Toni? No recuerdo si os lo conté en su momento, creo que no. Pues el pobre llevaba una mochila enorme desde la infancia. Os cuento una anécdota muy gráfica de uno de sus traumas. Un día yo le andaba convenciendo por teléfono de hacer un sugestivo plan para el día siguiente pero él se resistía con poca argumentación, como con desgana, entonces me salió cantarle jocosamente aquello de Cobarde, gallina, capitán de las sardinas, para ver si con esa gracieta le animaba al plan, pero nada más lejos, fue como si le hubiera mentado la bicha; de pronto le cambió el talante, se puso furioso, me llamó de todo con gran violencia, y en el énfasis de su furibundo enfado soltó un “eso me lo llamaban en el patio del colegio” y ya no estaba dispuesto a que se lo llamara nadie más y menos yo. En su arrebato colgó el teléfono dejándome con la palabra en la boca. Me quedé anonadada. Que una cancioncilla infantil tan inocente y, se supone, tan inofensiva para los sesenta y tantos años, produzca una reacción tan virulenta, me dio que pensar. Pobre, vaya mochilón arrastra, pensé. Naturalmente me dejó de hablar durante un tiempo, supongo que hasta que su inconsciente  dejó de ser consciente. Y no era el único trauma que arrastraba.”

 

“Vaya historia. Pobre hombre, qué mal lo ha debido pasar y qué faena que le siga afectando. Es que todos esos traumas si no los resuelves a lo largo de los años se van haciendo más grandes, van saliendo de las profundidades donde están escondidos y se van transformando en complejos, complejo de inferioridad, complejo de feo, complejo de tonto, de patoso, de inútil…, puff qué cantidad de complejos de aquella época.  A una cierta edad ya no te los quitas, ahí te acompañarán para siempre, y una persona con complejos es bastante fastidioso, una pesadez; comenta Teresa. “

 

“Sí”, dice María, “a partir de los 50 lo que no te hayas quitado de encima ya no te lo quitas. Dicen que a partir de los 40 años tienes que planificar tus sueños, y a partir de los 50 es cuando puedes y debes realizarlos.Parece que todos los estudios llegan a la conclusión de que la mejor edad para crear una empresa son los 50 años porque se tienen todas las características necesaria para el éxito, la sabiduría, la madurez,  la vitalidad y la experiencia.”

 

“Bueno María, ahí ya no llegamos, se nos pasó ese tren, pero yo espero que nos pase otro, por lo menos, igual de atractivo. Estoy dispuesta a subirme  en marcha.” “ Y yo”,“Y yo”.

 

Hacía tiempo que las burbujas del cóctel habían desaparecido  así que decidimos dejar de analizar tanta realidad e quedarnos con los vapores de la sugerente idea de pillar un atractivo tren en marcha.

 

O témpora o mores

 

No, no escribo sobre Almudena Grandes, ya se ha escrito mucho estos días y poco tengo que añadir. Estupenda Almudena.

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