Oswaldo Acevedo: Mirar desde las lágrimas
Hay poemas que tienen voz propia, versos únicos que tienen rostro y memoria. Hay poetas que se encarnan, que se vuelven Uno y a la vez, son Múltiples, infinitos en la larga lectura de un poema. Esto ocurre cuando nos acercamos a la lectura de los textos poéticos de Oswaldo Acevedo, (Cumaná, 1956).
La poesía de Acevedo deja una sensación nostálgica, una intensidad que se abre esplendorosamente y celebra la vida. Es secreto de un diálogo que se descubre entre los versos, mientras se dibujan los rostros de personajes que viven, se asoman y soportan la plenitud de un universo escritural que cobra fuerza en los temas que son verdad, razón y sentimiento.
Desde 1992 hasta el 2018, Oswaldo Acevedo ejerció el oficio de librero, en su ciudad natal, Cumaná. En la actualidad publica sus textos literarios en las plataformas sociales, Steemit y Hive.
Tiene publicado los libros de poesías: Ahora que cuervo los ojos, 1986; El llamador, 1996; Umbre / Canción del hijo de la noche, 2006; Pharo de las espheras, 2016. Es editor y compilador, junto con María Celeste Mindler, del libro, Antología de la narrativa cumanesa 1950-2004, (Cumaná, 2005).
![[Img #56582]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2021/2147_image.jpg)
De sus textos inéditos presentamos el siguiente poema.
Efigie del hombre
Yo soy los otros, cualquier
hombre es todos los hombres.
Jorge Luis Borges
Estaciones, años, lapsos,
siglos, tiempos estelares
habitando entre los miedos,
sueños, ambiciones
que los otros me traen en la
sangre como ofrenda
cuando llegan con su rostro
a residir en este asilo.
Los conozco a todos y a
cada uno por su nombre.
Con solo mirar sus ojos sé
qué piensan, qué quieren,
sé de sus desventuras y de
los abruptos acantilados
que pueblan los demonios y
los elfos del paisaje.
Portan la luz, la frente
altiva, la duda entre las
manos
los viejos estandartes, la
interrogación desafiante.
Vienen buscando reposo en
mí después de tantos
latidos.
Algunos llegan con un
silencio penetrante en la
garganta
otros con expresiones
rústicas en las esquinas de
sus labios.
Todos llegan como pueden
haciendo circunferencias
con una escala y una
brújula que guía la filosofía
del alma.
En esencia ¿qué configura
el perfil de un hombre?
Adoro sus delirios, sus
espasmos, sus rasgos
infantiles.
Acepto de sus manos el
predicamento de la
memoria.
Devolveré a las efigies la
cristalina virtud del padre,
la lágrima furtiva que
florece los campos de la
historia.
![[Img #56581]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2021/2413_captura-de-pantalla.jpg)
Juan Guerrero: Una de las características que encuentro en tu obra poética es la ‘nostalgia’ de un tiempo, quizás, pasado. ¿Quién habla en el poema? ¿Desde qué voz lo abordas?
Oswaldo Acevedo: ¡Qué recóndita y bella palabra!, Juan: La nostalgia. La nostalgia. ¡La nostalgia! Soy el más sumiso esclavo de la nostalgia, ese animalito que no sé bien cómo concebí, ni desde cuándo se quedó a vivir dentro de mí, cavando, cavando… hasta llegar al núcleo del Ser que soy para transformarlo incesantemente.
Yo siento nostalgia del tiempo (no solo del pasado, también del presente y del futuro) que me ha tocado vivir entre estos dos milenios en los que he errado, contemplando los substanciales acontecimientos sociales que pudieran ser, ojalá, la inicial luz matutina del Hombre. Pero al mismo tiempo considero las plagas perpetuas, los virus modernos, acosando impíamente al género enfermizo al que pertenezco.
Siempre me acompañan dos poetas nostálgicos cuando escribo: Walt Whitman, el hombre cosmos, y César Vallejo, el hombre interior. Ambos son mi mayor influencia consciente cuando muerdo alguna almendra de poesía; sin embargo, sé que no tengo ni jamás tendré una voz propia. Sé que soy aquel (con perdón, te cito una frase textual de mi poema El llamador), quien se designa un acopio de otras voces.
Ya que mencionas tu libro, El llamador, ¿a quién llamas, a quién le hablas, a quién suplicas?
El llamador no llama a nadie en particular, llama al amor, llama a la vida, llama a la soledad, llama a la muerte. Cuando pensé el título del poema El llamador –que luego le daría nombre al libro-, lo hice con la intención de que se pudiera captar una doble valencia: la de palabra y la de llama. En mi poesía esas son dos variantes constantes, la palabra y el fuego, de las que no puedo escapar. Probablemente, no logré transmitir con mis versos ese propósito que busqué. No lo sé.
Por otra parte, creo que cuando escribimos (aun en el caso de que tengamos musas inspiradoras, particulares), siempre escribimos para nosotros mismos, para escuchar y leer lo que queremos oír, para suplicarnos, para tratar de encontrarnos en alguna parte del universo que nos asedia.
En El llamador hay un verso (en ese extenso poema) que quisiera pudieras responder: “cómo ama el globicornio, ¿cómo se asocia esta tristeza?”
Para tratar de responder esta pregunta debo hacer un poco de historia para situar al personaje. El globicornio es un ser casi abstracto y delirante que apareció de pronto en mi primer libro de poemas titulado, Ahora que cuervo los ojos publicado en la distante década de los ochenta del siglo pasado. También habré de puntualizar que tiene algún parentesco cercano con los cronopios de Cortázar. Es un ente que ama, de eso tengo la absoluta certeza, pero yo en aquel momento cuando hice su breve reseña no tenía las palabras adecuadas precisas para definir ‘cómo ama el globicornio’. Todavía hoy no las he encontrado porque a pesar de que ha pasado por innumerables lunas y mutaciones desde aquel tiempo, el globicornio sigue siendo un ser de extraña melancolía como antes fue (esto último lo tiene en común conmigo).
![[Img #56580]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2021/8042_captura-de-pantallanpultg.jpg)
Indudablemente que eres un ‘cronopio’, o mejor, ‘globicornio’ pues asocias en el nombre los ‘globos verdes’ del cronopio mayor, Cortázar que quedan flotando como existencias casi etéreas. Pero, así como Cortázar construye en sus Historias de cronopios y famas, sus personajes; ¿tienes el contrario de tus globicornios?
Cuando escribí sobre el globicornio no tenía en mente los ‘globos verdes’ de Cortázar, o por lo menos de manera consciente, sino que se me vino a la cabeza describir un ser imaginario que yo conocía muy bien porque vivíamos en la misma habitación. En aquel tiempo pensé hacer una saga con sus costumbres, sus metamorfosis, sus miedos, su vida esencial tras el vistoso ropaje de la apariencia, pero a ojos vista el globicornio fue más fuerte y no me permitió que yo sacara tal como quería a la luz su naturaleza.
Inversamente, puedo decir yo, fue él quien escribió mi melancolía desde el comienzo hasta el fin y la atesora en imposibles historias fantásticas, en historias sagradas. Respondiendo a tu pregunta específica. No, el globicornio no tiene contrarios sino complementarios.
¿Para qué sirve un globicornio?
A los demás, probablemente para nada. A mí, de poesía.
¿Te seduce la ciudad donde habitas, Cumaná, para acentuar la melancolía, la soledad, esas larguras, esa sal existencial que abrillanta el alma?
Sí, por supuesto que Cumaná me seduce. Me seduce por muchas y muy variadas razones. Cumaná es mi ciudad natal, el lugar donde ha transcurrido toda mi vida. Cumaná es un hermoso santuario bañado y bendecido por las aguas del Mar Caribe bajo el intenso cielo de color azul americano. Cumaná es mi morada. El hogar que habitan para siempre mi padre y mi madre. La casa familiar donde jugué a crecer junto a mis hermanos.
Hubo un tiempo, en mi adolescencia y juventud, en el cual Cumaná fue una ciudad con una actividad artística y cultural extraordinaria. Recuerdo con formidable orgullo que en ese tiempo Cumaná fue conocida como La Atenas venezolana, porque en sus calles florecía la música, el teatro, la danza moderna, el ballet clásico, surgieron de sus rincones muchos artistas plásticos, artesanos, saltimbanquis, titiriteros…. Teníamos a nuestra disposición museos y galerías. Había varios cineclubes, entre los cuales quiero destacar el Cineclub ‘Ocho y medio’ al cual pertenecí durante muchos años hasta su desaparición; contábamos con siete salas de cine comercial; estaban abiertas las puertas de la casa natal del poeta Andrés Eloy Blanco y la de José Antonio Ramos Sucre donde funcionaba el Centro de Actividades Literarias, José Antonio Ramos Sucre (CALJARS), con programaciones permanentes que nos graduaron el espíritu. Con frecuencia, después de asistir a los eventos culturales durante la noche, los jóvenes de aquel entonces y los no tanto, nosotros, los amigos del Arte, terminábamos recorriendo las sorprendentes tabernas que la ciudad mantenía abiertas hasta ver de nuevo la luz del día.
Pero. Pero. Pero. Lamentablemente, ya no es así. Para nada. Hoy Cumaná, como el resto de las poblaciones venezolanas, es una región pobre, sucia, doliente… Aun así, Cumaná todavía me seduce. El día en que cesen las nefastas fuerzas que actualmente dominan el país –no sé cuándo, pero ese día llegará- Cumaná se alzará de nuevo como el ave fénix que renace de sus cenizas.
Hay una tristeza fundacional en tu poesía. Una antigua herencia donde siento la presencia de ciertos rasgos, cierta presencia de Salmerón Acosta, que laceran por dentro de tanto olvido, tanta memoria dejada en el eterno oleaje de lo nunca abordado. ¿Te has sentido atraído por esa voz que acabó viviendo su lepra en el más absoluto aislamiento?
Tal vez. Cuando escribo siempre se me sale la tristeza porque es la forma de expresar mi naufragio en este océano insondable que es la humanidad. ¿Será que mi poesía expresa la derrota del mundo? Quizás.
Por otra parte, siempre he sentido admiración por el hombre, Cruz Salmerón Acosta, por su vida intensa, por sus sonetos místicos, por su posición valiente ante la vida política, por su estoicidad y actitud contemplativa debido a la fuerza de sus circunstancias. Mi paisano Cruz Salmerón Acosta, esto se ha dicho con anterioridad, fue un santo de la poesía. Debo ir pronto a su casa de soledad en Manicuare para visitarlo nuevamente.
Conocí Manicuare de una manera curiosa. Llegué al pueblo, junto con el escritor Rubén Darío Jaimes, y por el inclemente sol, nos refugiamos en el único bar. Allí conocimos al primer policía que tuvo Manicuare, de nombre o apellido, Bautista. Recorrimos a pie sus calles. Fuimos en peregrinación hasta la casa natal del poeta, que es un museo y está en lo alto y mirando hacia Cumaná. De ahí nos fuimos hasta las ruinas del fuerte de antigua época. Lo que nos llamó la atención fue que sus calles, su plaza principal, entre otros sitios, tienen el nombre del poeta y demás escritores. Ese sentido de civilidad es hermoso frente a la tradición militarista venezolana. ¿Podrán la poesía y el arte lograr esa alquimia de transformación?
Sí, Manicuare es una alucinante aldea de pescadores y loceras con una atávica tradición cultural que data de tiempos precolombinos donde la voz del mar y de la poesía están presentes a cada instante del día. La primera vez que visité la cuna de Cruz María Salmerón Acosta, hace ya muchos años, me impresionó ver su famoso poema, Azul en una pared del poblado y en otra pared su conocida oración: Mi pluma no se presta para escribir a un tirano, refiriéndose a Juan Vicente Gómez, el dictador al cual enfrentó cuando estudiaba en la Universidad Central de Venezuela.
Respecto a tu pregunta, Juan, no sé si podrán la poesía y el arte lograr la transformación de los pueblos. Tal vez, sí. Tal vez, no. Es demasiado conocido por los demonios del hombre ese relato de la lucha entre el bien y el mal a lo largo y ancho de la historia. Hemos tenido casos demás en los cuales sociedades con apreciables niveles de cultura se ven engañados, de la noche a la mañana, de la manera más estúpida, por vendehúmos recién aparecidos, por militares violentos e ignorantes, por farsantes tragasables, que tiranizan a la razón hasta hacerla probar el polvo de la pobreza y la miseria moral. Nosotros estamos viviendo uno de esos casos históricos. Pero (también son ángeles los demonios), siempre llega el tiempo de reconquistar la libertad a través de la lucha permanente: la conciencia individual transformada en acción colectiva.
A mi manera de entender, creo que la poesía y el arte son para otros espectros, son resonancias del espíritu que buscan respuestas recónditas en la belleza, en el efímero misterio del universo.
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¿Qué te acercó a la poesía?
El hogar. La poesía siempre estuvo presente en casa. Mi padre fue un señor creador que hacía poesía con su verbo. Mi madre, una señora auto ilustrada que nos inculcó a nosotros, a mis hermanos y a mí, desde la más tierna edad, el amor por la lectura y los libros. Rememoro uno, entre tantos que era un tesoro especial para mí madre: el Cancionero del amor y del dolor. Una Antología Universal de la Poesía, editado por la Librería Piñango, de Caracas.
Todos los días del mundo, a cualquier hora, mi madre o cualquiera de mis siete hermanos abría sus páginas y leía para los demás poemas guardados en la querida, gruesa y acariciada reliquia. Fue en los pasillos del hogar donde tuve mis primeros encuentros con muchos poetas universales.
¿Es un misterio la poesía, tu poesía, o será un instrumento para la trascendencia, para el acercamiento del hombre con la divinidad?
La verdad, no sé. Pero me imagino que serán ambas cosas al mismo tiempo y, más allá de ellas, muchas cosas más. No soy muy propenso a teorizar ni poseo los aparejos epistemológicos de los sabios eruditos para discurrir sobre la poesía. En todo caso, hablaré acerca de mi poesía, únicamente. No recuerdo cuando empecé a escribir poemas ni estoy interesado en despejar ese signo del tiempo. Utilizando la mirada retrospectiva creo que mis poemas fueron reflejos de mi formación dentro del hogar donde cohabitan demiurgos de la universalidad mistérica. Creo que todo el universo es símbolo del misterio. El primer sorbo de la mañana es un milagroso misterio, así como la hoja temblando en el frío al anochecer. Es misterio la llama del espíritu que da calor al meollo de la materia. Es misterio la visión cegadora que tenemos de nuestro mundo. Es un misterio la luz que, en un santiamén, desaparece y se convierte en sombra. Para mí todo es sacramento y lo que pretendo hacer cuando escribo poemas, creo, es plantearle mis preguntas a la esfinge, sin esperar respuestas.
No pretendo que mi poesía trascienda, aunque de alguna manera ya está trascendida. Yo y mis símbolos vamos de vuelta. No busco más acercamiento con la divinidad porque yo hombre, yo ser humano, yo ser con alma, con mis ingentes miserias y virtudes, soy una divinidad.
¿Siguen tus libros una misma temática, la soledad y la nostalgia, o despliegas tus metáforas hacia otros temas?
Mis libros son lo que soy, y no solo soy nostálgico y solitario. Creo que cuando escribimos nos describimos con todas las características que nos son inmanentes. También toco los temas de la fe, le escribo a la vida, al hombre y a la mujer que amo, a lo desconocido, al vértigo, a la muerte, a la esperanza…
Mis libros fueron escritos por voces líricas que claman en distintos desiertos. Soy alguien inmensamente afortunado por lo que tengo, tanto como por lo que no tengo y puedo decir, si quiero, que no tengo pequeñas ni medianas ambiciones. Me permito expresarme con unos versos de Walt Whitman en su poema Canto a mí mismo, para concluir la respuesta: “¿Que me contradigo? / Sí, me contradigo. Y ¿qué?/ (Yo soy inmenso… / y contengo multitudes.”)
¿El uso del verso libre es el mejor abrigo que te sirve para mostrar tu obra poética?
Sí, el verso libre es la forma que utilizo para escribir los poemas porque me parece que permite más amplitud expresiva, sin embargo, no dejo de admirar la riqueza lingüística y el encanto que tiene un buen soneto. Últimamente, en la plataforma social Steemit he publicado algunos poemas rimados.
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Ya que mencionas las redes sociales, ¿qué han aportado a tu poesía?
La respuesta rápida a esta pregunta, es: producción. Ahora te explico con detalles: tengo un blog en la blockchainSteemit, y otro en Hive desde hace cuatro años, aproximadamente, y en ese tiempo he publicado muchos poemas y textos narrativos en ellos. Estas redes sociales, así como otras plataformas que cada día surgen en el mercado, son un instrumento fascinante pues en ellas podemos ver recompensados con criptomonedas nuestro trabajo intelectual.
Uno de los aspectos que considero no tan bueno, aunque también, por supuesto, esto es relativo, es que muchas veces he escrito textos literarios para participar en alguno de las decenas de concursos, iniciativas y retos que cada día son convocados por comunidades y usuarios que hacen vida en la cadena de bloques. Entonces, me he visto en la circunstancia de crear poemas, o relatos, en cuestión de horas o minutos, algunas veces, cuando yo estaba acostumbrado a sobar y resobar mis textos durante períodos de tiempo indefinidos.
Sin embargo, creo que esto es ‘un admisible daño colateral’ya que también por la misma razón me he visto en la necesidad de ser más constante con mi labor creativa, amén de que he obtenido aportes considerables en el aspecto económico. Sobre todo, para los usuarios venezolanos que pasamos por la terrible y prolongadísima crisis nacional que sufrimos desde hace décadas, estas redes sociales han sido una bendición milagrosa porque nos ha permitido llevar la arepa a las mesas de nuestros hogares.
Estoy muy agradecido con la novedosa red virtual donde se publican miles de artículos con importante información en innumerables áreas de la cultura general y las artes. Aprovecho la entrevista para invitarte a que te incorpores a estas fantásticas blockchains, estoy seguro de que se enriquecerían aún más con tu valiosa participación.
Agradezco tu invitación, Oswaldo. Volviendo al tema de las redes sociales, quería referirme al lenguaje de los emoticones, porque es una realidad que en los últimos años forma parte de la cotidianidad. ¿Consideras posible incorporarlo al lenguaje poético?
Creo que no es descabellado pensar que la escritura se inventó hace más de cinco mil años mediante signografía y jeroglíficos que transmitían una información determinada a quienes los decodificaban. Después de largos siglos de evolución del lenguaje nos encontramos hoy con los emoticones de moda que vendrían a ser equivalentes, salvando las distancias, a aquellos trazos originarios. Los ‘emojis’ han llegado de la mano de ese colosal prodigio llamado Internet que nos está cambiando de nuevo la vida, como ha ocurrido con otras maravillas como la invención de la imprenta, por poner un gran ejemplo. Y está muy bien, según mi parecer.
Recuerdo una frase que estuvo de moda en el argot popular venezolano durante mis años de juventud: Con el lenguaje no hay güey, esto quería significar que lo importante en una conversación no era el modo de expresarnos, sino que nos hiciéramos entender. Tal vez los emojis cumplan una función expresa en este sentido ya que con solo un carácter podemos expresar sentimientos que nos supondrían muchas palabras para definirlos y el mundo de hoy necesita urgentemente ganar tiempo para no sé qué.
Es una cuestión de gustos personales. Yo trato de minimizar el uso de los emoticones en los textos que envío a través del teléfono. Pero me parece bien que quien los quiera incorporar al lenguaje poético, pues que los utilice según su criterio y le sea de provecho. Ya veremos de qué manera evolucionará esa forma expresiva.
Oswaldo, para finalizar. ¿En qué proyectos literarios trabajas?
Por ahora no tengo ningún proyecto literario, en especial, puesto en el tintero, salvo seguir trabajando en las redes, seguir haciendo mis oraciones cotidianas para ver si con ellas y mi acción social puedo ayudar a recuperar el esplendor cultural que hace algunas décadas tuvimos en nuestro decadente país.
Confieso, sí, que quisiera retomar en el corto plazo, Dios mediante, mi proyecto editorial Himno-Ovación, que suspendí por los insufragables costos (para mis bolsillos) de las imprentas tradicionales para la edición de libros. En Cumaná hay excelentes escritores que han encontrado en la blockchain un espacio virtual donde publicar sus textos y a mí me encantaría hacer, entre otras cosas, antologías en físico de sus extraordinarios trabajos literarios que incluyen narrativa, ensayos, poesía, plástica, dramaturgia… Me sirvo de la ocasión para saludar desde aquí a los integrantes del Equipo Cardumen, que estuvo conformado por mis grandes amigos, mi familia, mis amores. Hay mucho trabajo por realizar, mi apreciado Juan. Seguimos adelante. Amén.
La poesía de Acevedo deja una sensación nostálgica, una intensidad que se abre esplendorosamente y celebra la vida. Es secreto de un diálogo que se descubre entre los versos, mientras se dibujan los rostros de personajes que viven, se asoman y soportan la plenitud de un universo escritural que cobra fuerza en los temas que son verdad, razón y sentimiento.
Desde 1992 hasta el 2018, Oswaldo Acevedo ejerció el oficio de librero, en su ciudad natal, Cumaná. En la actualidad publica sus textos literarios en las plataformas sociales, Steemit y Hive.
Tiene publicado los libros de poesías: Ahora que cuervo los ojos, 1986; El llamador, 1996; Umbre / Canción del hijo de la noche, 2006; Pharo de las espheras, 2016. Es editor y compilador, junto con María Celeste Mindler, del libro, Antología de la narrativa cumanesa 1950-2004, (Cumaná, 2005).
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De sus textos inéditos presentamos el siguiente poema.
Efigie del hombre
Yo soy los otros, cualquier
hombre es todos los hombres.
Jorge Luis Borges
Estaciones, años, lapsos,
siglos, tiempos estelares
habitando entre los miedos,
sueños, ambiciones
que los otros me traen en la
sangre como ofrenda
cuando llegan con su rostro
a residir en este asilo.
Los conozco a todos y a
cada uno por su nombre.
Con solo mirar sus ojos sé
qué piensan, qué quieren,
sé de sus desventuras y de
los abruptos acantilados
que pueblan los demonios y
los elfos del paisaje.
Portan la luz, la frente
altiva, la duda entre las
manos
los viejos estandartes, la
interrogación desafiante.
Vienen buscando reposo en
mí después de tantos
latidos.
Algunos llegan con un
silencio penetrante en la
garganta
otros con expresiones
rústicas en las esquinas de
sus labios.
Todos llegan como pueden
haciendo circunferencias
con una escala y una
brújula que guía la filosofía
del alma.
En esencia ¿qué configura
el perfil de un hombre?
Adoro sus delirios, sus
espasmos, sus rasgos
infantiles.
Acepto de sus manos el
predicamento de la
memoria.
Devolveré a las efigies la
cristalina virtud del padre,
la lágrima furtiva que
florece los campos de la
historia.
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Juan Guerrero: Una de las características que encuentro en tu obra poética es la ‘nostalgia’ de un tiempo, quizás, pasado. ¿Quién habla en el poema? ¿Desde qué voz lo abordas?
Oswaldo Acevedo: ¡Qué recóndita y bella palabra!, Juan: La nostalgia. La nostalgia. ¡La nostalgia! Soy el más sumiso esclavo de la nostalgia, ese animalito que no sé bien cómo concebí, ni desde cuándo se quedó a vivir dentro de mí, cavando, cavando… hasta llegar al núcleo del Ser que soy para transformarlo incesantemente.
Yo siento nostalgia del tiempo (no solo del pasado, también del presente y del futuro) que me ha tocado vivir entre estos dos milenios en los que he errado, contemplando los substanciales acontecimientos sociales que pudieran ser, ojalá, la inicial luz matutina del Hombre. Pero al mismo tiempo considero las plagas perpetuas, los virus modernos, acosando impíamente al género enfermizo al que pertenezco.
Siempre me acompañan dos poetas nostálgicos cuando escribo: Walt Whitman, el hombre cosmos, y César Vallejo, el hombre interior. Ambos son mi mayor influencia consciente cuando muerdo alguna almendra de poesía; sin embargo, sé que no tengo ni jamás tendré una voz propia. Sé que soy aquel (con perdón, te cito una frase textual de mi poema El llamador), quien se designa un acopio de otras voces.
Ya que mencionas tu libro, El llamador, ¿a quién llamas, a quién le hablas, a quién suplicas?
El llamador no llama a nadie en particular, llama al amor, llama a la vida, llama a la soledad, llama a la muerte. Cuando pensé el título del poema El llamador –que luego le daría nombre al libro-, lo hice con la intención de que se pudiera captar una doble valencia: la de palabra y la de llama. En mi poesía esas son dos variantes constantes, la palabra y el fuego, de las que no puedo escapar. Probablemente, no logré transmitir con mis versos ese propósito que busqué. No lo sé.
Por otra parte, creo que cuando escribimos (aun en el caso de que tengamos musas inspiradoras, particulares), siempre escribimos para nosotros mismos, para escuchar y leer lo que queremos oír, para suplicarnos, para tratar de encontrarnos en alguna parte del universo que nos asedia.
En El llamador hay un verso (en ese extenso poema) que quisiera pudieras responder: “cómo ama el globicornio, ¿cómo se asocia esta tristeza?”
Para tratar de responder esta pregunta debo hacer un poco de historia para situar al personaje. El globicornio es un ser casi abstracto y delirante que apareció de pronto en mi primer libro de poemas titulado, Ahora que cuervo los ojos publicado en la distante década de los ochenta del siglo pasado. También habré de puntualizar que tiene algún parentesco cercano con los cronopios de Cortázar. Es un ente que ama, de eso tengo la absoluta certeza, pero yo en aquel momento cuando hice su breve reseña no tenía las palabras adecuadas precisas para definir ‘cómo ama el globicornio’. Todavía hoy no las he encontrado porque a pesar de que ha pasado por innumerables lunas y mutaciones desde aquel tiempo, el globicornio sigue siendo un ser de extraña melancolía como antes fue (esto último lo tiene en común conmigo).
![[Img #56580]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2021/8042_captura-de-pantallanpultg.jpg)
Indudablemente que eres un ‘cronopio’, o mejor, ‘globicornio’ pues asocias en el nombre los ‘globos verdes’ del cronopio mayor, Cortázar que quedan flotando como existencias casi etéreas. Pero, así como Cortázar construye en sus Historias de cronopios y famas, sus personajes; ¿tienes el contrario de tus globicornios?
Cuando escribí sobre el globicornio no tenía en mente los ‘globos verdes’ de Cortázar, o por lo menos de manera consciente, sino que se me vino a la cabeza describir un ser imaginario que yo conocía muy bien porque vivíamos en la misma habitación. En aquel tiempo pensé hacer una saga con sus costumbres, sus metamorfosis, sus miedos, su vida esencial tras el vistoso ropaje de la apariencia, pero a ojos vista el globicornio fue más fuerte y no me permitió que yo sacara tal como quería a la luz su naturaleza.
Inversamente, puedo decir yo, fue él quien escribió mi melancolía desde el comienzo hasta el fin y la atesora en imposibles historias fantásticas, en historias sagradas. Respondiendo a tu pregunta específica. No, el globicornio no tiene contrarios sino complementarios.
¿Para qué sirve un globicornio?
A los demás, probablemente para nada. A mí, de poesía.
¿Te seduce la ciudad donde habitas, Cumaná, para acentuar la melancolía, la soledad, esas larguras, esa sal existencial que abrillanta el alma?
Sí, por supuesto que Cumaná me seduce. Me seduce por muchas y muy variadas razones. Cumaná es mi ciudad natal, el lugar donde ha transcurrido toda mi vida. Cumaná es un hermoso santuario bañado y bendecido por las aguas del Mar Caribe bajo el intenso cielo de color azul americano. Cumaná es mi morada. El hogar que habitan para siempre mi padre y mi madre. La casa familiar donde jugué a crecer junto a mis hermanos.
Hubo un tiempo, en mi adolescencia y juventud, en el cual Cumaná fue una ciudad con una actividad artística y cultural extraordinaria. Recuerdo con formidable orgullo que en ese tiempo Cumaná fue conocida como La Atenas venezolana, porque en sus calles florecía la música, el teatro, la danza moderna, el ballet clásico, surgieron de sus rincones muchos artistas plásticos, artesanos, saltimbanquis, titiriteros…. Teníamos a nuestra disposición museos y galerías. Había varios cineclubes, entre los cuales quiero destacar el Cineclub ‘Ocho y medio’ al cual pertenecí durante muchos años hasta su desaparición; contábamos con siete salas de cine comercial; estaban abiertas las puertas de la casa natal del poeta Andrés Eloy Blanco y la de José Antonio Ramos Sucre donde funcionaba el Centro de Actividades Literarias, José Antonio Ramos Sucre (CALJARS), con programaciones permanentes que nos graduaron el espíritu. Con frecuencia, después de asistir a los eventos culturales durante la noche, los jóvenes de aquel entonces y los no tanto, nosotros, los amigos del Arte, terminábamos recorriendo las sorprendentes tabernas que la ciudad mantenía abiertas hasta ver de nuevo la luz del día.
Pero. Pero. Pero. Lamentablemente, ya no es así. Para nada. Hoy Cumaná, como el resto de las poblaciones venezolanas, es una región pobre, sucia, doliente… Aun así, Cumaná todavía me seduce. El día en que cesen las nefastas fuerzas que actualmente dominan el país –no sé cuándo, pero ese día llegará- Cumaná se alzará de nuevo como el ave fénix que renace de sus cenizas.
Hay una tristeza fundacional en tu poesía. Una antigua herencia donde siento la presencia de ciertos rasgos, cierta presencia de Salmerón Acosta, que laceran por dentro de tanto olvido, tanta memoria dejada en el eterno oleaje de lo nunca abordado. ¿Te has sentido atraído por esa voz que acabó viviendo su lepra en el más absoluto aislamiento?
Tal vez. Cuando escribo siempre se me sale la tristeza porque es la forma de expresar mi naufragio en este océano insondable que es la humanidad. ¿Será que mi poesía expresa la derrota del mundo? Quizás.
Por otra parte, siempre he sentido admiración por el hombre, Cruz Salmerón Acosta, por su vida intensa, por sus sonetos místicos, por su posición valiente ante la vida política, por su estoicidad y actitud contemplativa debido a la fuerza de sus circunstancias. Mi paisano Cruz Salmerón Acosta, esto se ha dicho con anterioridad, fue un santo de la poesía. Debo ir pronto a su casa de soledad en Manicuare para visitarlo nuevamente.
Conocí Manicuare de una manera curiosa. Llegué al pueblo, junto con el escritor Rubén Darío Jaimes, y por el inclemente sol, nos refugiamos en el único bar. Allí conocimos al primer policía que tuvo Manicuare, de nombre o apellido, Bautista. Recorrimos a pie sus calles. Fuimos en peregrinación hasta la casa natal del poeta, que es un museo y está en lo alto y mirando hacia Cumaná. De ahí nos fuimos hasta las ruinas del fuerte de antigua época. Lo que nos llamó la atención fue que sus calles, su plaza principal, entre otros sitios, tienen el nombre del poeta y demás escritores. Ese sentido de civilidad es hermoso frente a la tradición militarista venezolana. ¿Podrán la poesía y el arte lograr esa alquimia de transformación?
Sí, Manicuare es una alucinante aldea de pescadores y loceras con una atávica tradición cultural que data de tiempos precolombinos donde la voz del mar y de la poesía están presentes a cada instante del día. La primera vez que visité la cuna de Cruz María Salmerón Acosta, hace ya muchos años, me impresionó ver su famoso poema, Azul en una pared del poblado y en otra pared su conocida oración: Mi pluma no se presta para escribir a un tirano, refiriéndose a Juan Vicente Gómez, el dictador al cual enfrentó cuando estudiaba en la Universidad Central de Venezuela.
Respecto a tu pregunta, Juan, no sé si podrán la poesía y el arte lograr la transformación de los pueblos. Tal vez, sí. Tal vez, no. Es demasiado conocido por los demonios del hombre ese relato de la lucha entre el bien y el mal a lo largo y ancho de la historia. Hemos tenido casos demás en los cuales sociedades con apreciables niveles de cultura se ven engañados, de la noche a la mañana, de la manera más estúpida, por vendehúmos recién aparecidos, por militares violentos e ignorantes, por farsantes tragasables, que tiranizan a la razón hasta hacerla probar el polvo de la pobreza y la miseria moral. Nosotros estamos viviendo uno de esos casos históricos. Pero (también son ángeles los demonios), siempre llega el tiempo de reconquistar la libertad a través de la lucha permanente: la conciencia individual transformada en acción colectiva.
A mi manera de entender, creo que la poesía y el arte son para otros espectros, son resonancias del espíritu que buscan respuestas recónditas en la belleza, en el efímero misterio del universo.
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¿Qué te acercó a la poesía?
El hogar. La poesía siempre estuvo presente en casa. Mi padre fue un señor creador que hacía poesía con su verbo. Mi madre, una señora auto ilustrada que nos inculcó a nosotros, a mis hermanos y a mí, desde la más tierna edad, el amor por la lectura y los libros. Rememoro uno, entre tantos que era un tesoro especial para mí madre: el Cancionero del amor y del dolor. Una Antología Universal de la Poesía, editado por la Librería Piñango, de Caracas.
Todos los días del mundo, a cualquier hora, mi madre o cualquiera de mis siete hermanos abría sus páginas y leía para los demás poemas guardados en la querida, gruesa y acariciada reliquia. Fue en los pasillos del hogar donde tuve mis primeros encuentros con muchos poetas universales.
¿Es un misterio la poesía, tu poesía, o será un instrumento para la trascendencia, para el acercamiento del hombre con la divinidad?
La verdad, no sé. Pero me imagino que serán ambas cosas al mismo tiempo y, más allá de ellas, muchas cosas más. No soy muy propenso a teorizar ni poseo los aparejos epistemológicos de los sabios eruditos para discurrir sobre la poesía. En todo caso, hablaré acerca de mi poesía, únicamente. No recuerdo cuando empecé a escribir poemas ni estoy interesado en despejar ese signo del tiempo. Utilizando la mirada retrospectiva creo que mis poemas fueron reflejos de mi formación dentro del hogar donde cohabitan demiurgos de la universalidad mistérica. Creo que todo el universo es símbolo del misterio. El primer sorbo de la mañana es un milagroso misterio, así como la hoja temblando en el frío al anochecer. Es misterio la llama del espíritu que da calor al meollo de la materia. Es misterio la visión cegadora que tenemos de nuestro mundo. Es un misterio la luz que, en un santiamén, desaparece y se convierte en sombra. Para mí todo es sacramento y lo que pretendo hacer cuando escribo poemas, creo, es plantearle mis preguntas a la esfinge, sin esperar respuestas.
No pretendo que mi poesía trascienda, aunque de alguna manera ya está trascendida. Yo y mis símbolos vamos de vuelta. No busco más acercamiento con la divinidad porque yo hombre, yo ser humano, yo ser con alma, con mis ingentes miserias y virtudes, soy una divinidad.
¿Siguen tus libros una misma temática, la soledad y la nostalgia, o despliegas tus metáforas hacia otros temas?
Mis libros son lo que soy, y no solo soy nostálgico y solitario. Creo que cuando escribimos nos describimos con todas las características que nos son inmanentes. También toco los temas de la fe, le escribo a la vida, al hombre y a la mujer que amo, a lo desconocido, al vértigo, a la muerte, a la esperanza…
Mis libros fueron escritos por voces líricas que claman en distintos desiertos. Soy alguien inmensamente afortunado por lo que tengo, tanto como por lo que no tengo y puedo decir, si quiero, que no tengo pequeñas ni medianas ambiciones. Me permito expresarme con unos versos de Walt Whitman en su poema Canto a mí mismo, para concluir la respuesta: “¿Que me contradigo? / Sí, me contradigo. Y ¿qué?/ (Yo soy inmenso… / y contengo multitudes.”)
¿El uso del verso libre es el mejor abrigo que te sirve para mostrar tu obra poética?
Sí, el verso libre es la forma que utilizo para escribir los poemas porque me parece que permite más amplitud expresiva, sin embargo, no dejo de admirar la riqueza lingüística y el encanto que tiene un buen soneto. Últimamente, en la plataforma social Steemit he publicado algunos poemas rimados.
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Ya que mencionas las redes sociales, ¿qué han aportado a tu poesía?
La respuesta rápida a esta pregunta, es: producción. Ahora te explico con detalles: tengo un blog en la blockchainSteemit, y otro en Hive desde hace cuatro años, aproximadamente, y en ese tiempo he publicado muchos poemas y textos narrativos en ellos. Estas redes sociales, así como otras plataformas que cada día surgen en el mercado, son un instrumento fascinante pues en ellas podemos ver recompensados con criptomonedas nuestro trabajo intelectual.
Uno de los aspectos que considero no tan bueno, aunque también, por supuesto, esto es relativo, es que muchas veces he escrito textos literarios para participar en alguno de las decenas de concursos, iniciativas y retos que cada día son convocados por comunidades y usuarios que hacen vida en la cadena de bloques. Entonces, me he visto en la circunstancia de crear poemas, o relatos, en cuestión de horas o minutos, algunas veces, cuando yo estaba acostumbrado a sobar y resobar mis textos durante períodos de tiempo indefinidos.
Sin embargo, creo que esto es ‘un admisible daño colateral’ya que también por la misma razón me he visto en la necesidad de ser más constante con mi labor creativa, amén de que he obtenido aportes considerables en el aspecto económico. Sobre todo, para los usuarios venezolanos que pasamos por la terrible y prolongadísima crisis nacional que sufrimos desde hace décadas, estas redes sociales han sido una bendición milagrosa porque nos ha permitido llevar la arepa a las mesas de nuestros hogares.
Estoy muy agradecido con la novedosa red virtual donde se publican miles de artículos con importante información en innumerables áreas de la cultura general y las artes. Aprovecho la entrevista para invitarte a que te incorpores a estas fantásticas blockchains, estoy seguro de que se enriquecerían aún más con tu valiosa participación.
Agradezco tu invitación, Oswaldo. Volviendo al tema de las redes sociales, quería referirme al lenguaje de los emoticones, porque es una realidad que en los últimos años forma parte de la cotidianidad. ¿Consideras posible incorporarlo al lenguaje poético?
Creo que no es descabellado pensar que la escritura se inventó hace más de cinco mil años mediante signografía y jeroglíficos que transmitían una información determinada a quienes los decodificaban. Después de largos siglos de evolución del lenguaje nos encontramos hoy con los emoticones de moda que vendrían a ser equivalentes, salvando las distancias, a aquellos trazos originarios. Los ‘emojis’ han llegado de la mano de ese colosal prodigio llamado Internet que nos está cambiando de nuevo la vida, como ha ocurrido con otras maravillas como la invención de la imprenta, por poner un gran ejemplo. Y está muy bien, según mi parecer.
Recuerdo una frase que estuvo de moda en el argot popular venezolano durante mis años de juventud: Con el lenguaje no hay güey, esto quería significar que lo importante en una conversación no era el modo de expresarnos, sino que nos hiciéramos entender. Tal vez los emojis cumplan una función expresa en este sentido ya que con solo un carácter podemos expresar sentimientos que nos supondrían muchas palabras para definirlos y el mundo de hoy necesita urgentemente ganar tiempo para no sé qué.
Es una cuestión de gustos personales. Yo trato de minimizar el uso de los emoticones en los textos que envío a través del teléfono. Pero me parece bien que quien los quiera incorporar al lenguaje poético, pues que los utilice según su criterio y le sea de provecho. Ya veremos de qué manera evolucionará esa forma expresiva.
Oswaldo, para finalizar. ¿En qué proyectos literarios trabajas?
Por ahora no tengo ningún proyecto literario, en especial, puesto en el tintero, salvo seguir trabajando en las redes, seguir haciendo mis oraciones cotidianas para ver si con ellas y mi acción social puedo ayudar a recuperar el esplendor cultural que hace algunas décadas tuvimos en nuestro decadente país.
Confieso, sí, que quisiera retomar en el corto plazo, Dios mediante, mi proyecto editorial Himno-Ovación, que suspendí por los insufragables costos (para mis bolsillos) de las imprentas tradicionales para la edición de libros. En Cumaná hay excelentes escritores que han encontrado en la blockchain un espacio virtual donde publicar sus textos y a mí me encantaría hacer, entre otras cosas, antologías en físico de sus extraordinarios trabajos literarios que incluyen narrativa, ensayos, poesía, plástica, dramaturgia… Me sirvo de la ocasión para saludar desde aquí a los integrantes del Equipo Cardumen, que estuvo conformado por mis grandes amigos, mi familia, mis amores. Hay mucho trabajo por realizar, mi apreciado Juan. Seguimos adelante. Amén.






