El aniversario
![[Img #56943]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2022/7709_3naciones-inauguracion-de-placas-220.jpg)
En esta semana pasada sucedió un nuevo aniversario de mi nacimiento.Un feliz acontecimiento ocurrido allá por la década de los años 50. Feliz sí, pero a medida que pasan los años esta conmemoración anual me va generando un creciente desasosiego.
Hubo una época, cuando la juventud empujaba hacia adelante y la vida se ofrecía abierta a un sinfín de apetecibles posibilidades, cuando el tiempo era tan sólo una anécdota sin definir, cuando la ilusión alimentaba diariamente el espíritu, cuando todavía la presión mediática no se había inventado, cuando la imposición económica no era una violenta amenaza para la existencia, cuando al hablar de ‘tensión’ se entendía, sin lugar a dudas, que se estaba hablando de la electricidad, cuando al guardia urbano con casco blanco (llamado coloquialmente guardia de la porra) formaba parte del entorno familiar (siempre estaba en el mismo cruce de calles) y se le hacían regalos por navidad, cuando la universidad era un punto de encuentro de ideologías y saberes y se aprendía muchas más cosas que lo que enseñaban los libros, cuando la pasión y el ardor movían los hilos de la existencia, cuando todo esto pasaba a mi alrededor y me pasaba a mí y pasaban otras muchas cosas amables y bondadosas para la vida, yo cumplía años con gran ilusión y gran festejo.
Pero los tiempos van cambiando y nos van cambiando. En el recorrido de la existencia se va eligiendo y, por fuerza, vamos dejando cosas en el camino. Unas veces piensas que ya las recogerás más adelante y otras veces dejas en la elección cosas sin pensar más en ellas. Mientras, el recorrido por hacer se va acortando, el ‘tiempo’ va tomando poco a poco mucho más protagonismo, las ilusiones van haciéndose más y más racionales, podrían llamarse más sensatas, menos falaces; el espíritu se sosiega, el ímpetu se vuelve reflexión, la viveza se debilita, las canas aparecen, las arrugas marcan, el cuerpo baila el tango con poca lozanía… y, aunque el aniversario del nacimiento, como tal, es digno de festejo, el hecho de poner una cifra más en el calendario personal me resulta algo/bastante asustante y angustioso porque veo que se me acorta el tiempo a gran velocidad y todavía no he recogido todo lo que había dejado en el camino ‘para después’.
No, ahora no me gusta nada festejar un año más porque significa una año menos. Y no es que me fastidie irme de este mundo (que ha ido evolucionando a más complicado, grosero y mostrenco), lo que me fastidia es que no me dé tiempo a hacer lo que quiero hacer antes de irme.
De momento los hados están favoreciendo mi existencia y me han sacado de las múltiples dificultades de salud por las que he ido pasando a lo largo de los años, y con las que he estado más allá que acá en muchas ocasiones. Varios fuertes envenenamientos por distintas causas (semillas de ricino, arsénico, setas) y en distintas circunstancias que en algunos momentos me trasladaron al más allá de la frontera de esta vida pero que, por alguna razón de ese destino misterioso, no me quedé allá sino que volví a pesar de que en el otro lado sentí una inmensa felicidad diluida en una brillante y acogedora luz blanca; el virus de Guillain-Barréen en el Amazonas que le faltó poco para dejarme paralítica; una complicada caída de caballo que gracias a terapias alternativas no me quedé manca; un cáncer con fuerte tratamiento de radio y quimio; el covid 19 que se esforzó en fastidiarme duro; y ya lo último, último, un infarto cerebral. Esta enumeración es sólo lo más significativo, y ya es algo.
Suena muy fuerte lo de ‘infarto cerebral’, pero me he asustado a posteriori porque cuando me pasó no tenía idea de que me estaba pasando. Llevaba unos días que no me encontraba nada bien y la vista me iba haciendo cosas raras, pero llegó el puente de todos los santos y asistí sin mucha gana a la representación de un Don Juan como correspondía a la fecha. Curiosamente vi toda la representación en doble. Cada personaje lo veía doblado, uno al lado del otro; todo estaba duplicado como si cada ojo mirara por separado ofreciendo una incorrecta superposición de imágenes.Me parecía muy raro. No conseguía colocar las imágenes para ver correctamente. Al principio me esforzaba pero luego me resigné a ver la obra desdoblada. Al salir del teatro me convencieron mis amigos para que fuera con ellos al Casino porque había baile de disfraces. Yo no iba disfrazada ni tenía ninguna gana de ir porque no me encontraba bien pero la insistencia me pudo y fui. Me encontraron con mala cara y yo sostenía que no me encontraba bien, pero la música sonaba en la sala y poco a poco me animé a bailar, y ahí estuve dando saltos de baile sin parar. A la mañana siguiente amanecí fatal y estuve varios días en la cama en estado catatónico. Luego me olvidé.
Cuento esta pequeña historia porque tiempo después se lo conté a mi médico de cabecera de casualidad porque había ido por otra cuestión, y la médico me mandó al oftalmólogo. Pasaron algunas semanas hasta que me llegó la cita y ahí es cuando apareció por primera vez el diagnóstico ‘infarto cerebral’. Sí, me asusté, suena a algo muy grave. La médico también se preocupó. El infarto me había dañado un nervio óptico, creí entender que lo había como quemado. No sé, pero ‘cerebro’ y ‘vista’ en juego es francamente alarmante. En ese momento me quedé en shock, la médico me hacía preguntas que no sabía responder. Parece que había pasado un momento clave muy peligroso que podía haberme afectado seriamente mis capacidades. Entonces me enteré que eso de ver doble es un síntoma clarísimo de ictus, que es lo mismo que ‘infarto cerebral’ pero suena más suave, y que cuando te pasa tienes que ir rápidamente a urgencias. Pero como yo no tenía ni idea, en lugar de urgencias me fui a bailar. La médico me miraba asombrada.
Un ictus consiste en una obstrucción, o una rotura, de un vaso sanguíneo en el cerebro que impide el riego del mismo. Más tarde, analizando lo vivido, creo que lo que me salvó de males mayores, y posibles muy mayores según me dicen, fue precisamente el bailar y bailar. ¿A qué suena a estupidez? Pues creo en ello.
El ictus, en este caso, parece que consistió en la obstrucción de un vaso sanguíneo, motivo por el cual alguna parte del cerebro empezó provocar cosas raras en los ojos al no llegarle bien la sangre. Pienso que mi baile esa noche, con sus rápidos movimientos sin parar durante casi dos horas, consiguió liberar ese tapón sanguíneo, desatascar la oclusión, y conseguir que el flujo de la sangre siguiera su curso. Es decir, que eso de irme a bailar en lugar de ir a urgencias del hospital, lo que parece una barbaridad y una banalidad por mi parte fruto de la ignorancia, ha podido ser mi salvación.
Concluyo con un axioma: baile movido (no agarrado) ante un ictus es igual a desatascador de goma del desagüe de la cocina, que a base de darle movimiento se consigue destaponar la obstrucción y restaurar la libre circulación del agua. Ojo, esta teoría pseudo-empírica es muy particular, recomiendo no seguirla por si acaso.
Lo que parece es que los hados me volvieron a salvar una vez más de marcharme sin decir adiós, y así he podido pasar a la cifra siguiente en mi identidad numérica. Y…, aquí estoy, vivita y coleando, con la perspectiva puesta en conseguir que el tiempo no engulla mis esperanzas y pueda realizar lo que quiero dejar hecho antes de decir el adiós definitivo. Espero que los hados me sigan protegiendo a mí y a todos aquellos que tienen cosas personales que resolver antes de irse.
Pensándolo bien, después de este repaso de la salud, es un triunfo que haya cumplido un nuevo año. Quizás deba de celebrarlo ahora porque el mañana es una caja de sorpresas y no siempre agradables. Bueno, como decía Scarlett O’Hara en ‘Lo que el viento se llevó’: “ya lo pensaré mañana”.
O témpora o mores.
En esta semana pasada sucedió un nuevo aniversario de mi nacimiento.Un feliz acontecimiento ocurrido allá por la década de los años 50. Feliz sí, pero a medida que pasan los años esta conmemoración anual me va generando un creciente desasosiego.
Hubo una época, cuando la juventud empujaba hacia adelante y la vida se ofrecía abierta a un sinfín de apetecibles posibilidades, cuando el tiempo era tan sólo una anécdota sin definir, cuando la ilusión alimentaba diariamente el espíritu, cuando todavía la presión mediática no se había inventado, cuando la imposición económica no era una violenta amenaza para la existencia, cuando al hablar de ‘tensión’ se entendía, sin lugar a dudas, que se estaba hablando de la electricidad, cuando al guardia urbano con casco blanco (llamado coloquialmente guardia de la porra) formaba parte del entorno familiar (siempre estaba en el mismo cruce de calles) y se le hacían regalos por navidad, cuando la universidad era un punto de encuentro de ideologías y saberes y se aprendía muchas más cosas que lo que enseñaban los libros, cuando la pasión y el ardor movían los hilos de la existencia, cuando todo esto pasaba a mi alrededor y me pasaba a mí y pasaban otras muchas cosas amables y bondadosas para la vida, yo cumplía años con gran ilusión y gran festejo.
Pero los tiempos van cambiando y nos van cambiando. En el recorrido de la existencia se va eligiendo y, por fuerza, vamos dejando cosas en el camino. Unas veces piensas que ya las recogerás más adelante y otras veces dejas en la elección cosas sin pensar más en ellas. Mientras, el recorrido por hacer se va acortando, el ‘tiempo’ va tomando poco a poco mucho más protagonismo, las ilusiones van haciéndose más y más racionales, podrían llamarse más sensatas, menos falaces; el espíritu se sosiega, el ímpetu se vuelve reflexión, la viveza se debilita, las canas aparecen, las arrugas marcan, el cuerpo baila el tango con poca lozanía… y, aunque el aniversario del nacimiento, como tal, es digno de festejo, el hecho de poner una cifra más en el calendario personal me resulta algo/bastante asustante y angustioso porque veo que se me acorta el tiempo a gran velocidad y todavía no he recogido todo lo que había dejado en el camino ‘para después’.
No, ahora no me gusta nada festejar un año más porque significa una año menos. Y no es que me fastidie irme de este mundo (que ha ido evolucionando a más complicado, grosero y mostrenco), lo que me fastidia es que no me dé tiempo a hacer lo que quiero hacer antes de irme.
De momento los hados están favoreciendo mi existencia y me han sacado de las múltiples dificultades de salud por las que he ido pasando a lo largo de los años, y con las que he estado más allá que acá en muchas ocasiones. Varios fuertes envenenamientos por distintas causas (semillas de ricino, arsénico, setas) y en distintas circunstancias que en algunos momentos me trasladaron al más allá de la frontera de esta vida pero que, por alguna razón de ese destino misterioso, no me quedé allá sino que volví a pesar de que en el otro lado sentí una inmensa felicidad diluida en una brillante y acogedora luz blanca; el virus de Guillain-Barréen en el Amazonas que le faltó poco para dejarme paralítica; una complicada caída de caballo que gracias a terapias alternativas no me quedé manca; un cáncer con fuerte tratamiento de radio y quimio; el covid 19 que se esforzó en fastidiarme duro; y ya lo último, último, un infarto cerebral. Esta enumeración es sólo lo más significativo, y ya es algo.
Suena muy fuerte lo de ‘infarto cerebral’, pero me he asustado a posteriori porque cuando me pasó no tenía idea de que me estaba pasando. Llevaba unos días que no me encontraba nada bien y la vista me iba haciendo cosas raras, pero llegó el puente de todos los santos y asistí sin mucha gana a la representación de un Don Juan como correspondía a la fecha. Curiosamente vi toda la representación en doble. Cada personaje lo veía doblado, uno al lado del otro; todo estaba duplicado como si cada ojo mirara por separado ofreciendo una incorrecta superposición de imágenes.Me parecía muy raro. No conseguía colocar las imágenes para ver correctamente. Al principio me esforzaba pero luego me resigné a ver la obra desdoblada. Al salir del teatro me convencieron mis amigos para que fuera con ellos al Casino porque había baile de disfraces. Yo no iba disfrazada ni tenía ninguna gana de ir porque no me encontraba bien pero la insistencia me pudo y fui. Me encontraron con mala cara y yo sostenía que no me encontraba bien, pero la música sonaba en la sala y poco a poco me animé a bailar, y ahí estuve dando saltos de baile sin parar. A la mañana siguiente amanecí fatal y estuve varios días en la cama en estado catatónico. Luego me olvidé.
Cuento esta pequeña historia porque tiempo después se lo conté a mi médico de cabecera de casualidad porque había ido por otra cuestión, y la médico me mandó al oftalmólogo. Pasaron algunas semanas hasta que me llegó la cita y ahí es cuando apareció por primera vez el diagnóstico ‘infarto cerebral’. Sí, me asusté, suena a algo muy grave. La médico también se preocupó. El infarto me había dañado un nervio óptico, creí entender que lo había como quemado. No sé, pero ‘cerebro’ y ‘vista’ en juego es francamente alarmante. En ese momento me quedé en shock, la médico me hacía preguntas que no sabía responder. Parece que había pasado un momento clave muy peligroso que podía haberme afectado seriamente mis capacidades. Entonces me enteré que eso de ver doble es un síntoma clarísimo de ictus, que es lo mismo que ‘infarto cerebral’ pero suena más suave, y que cuando te pasa tienes que ir rápidamente a urgencias. Pero como yo no tenía ni idea, en lugar de urgencias me fui a bailar. La médico me miraba asombrada.
Un ictus consiste en una obstrucción, o una rotura, de un vaso sanguíneo en el cerebro que impide el riego del mismo. Más tarde, analizando lo vivido, creo que lo que me salvó de males mayores, y posibles muy mayores según me dicen, fue precisamente el bailar y bailar. ¿A qué suena a estupidez? Pues creo en ello.
El ictus, en este caso, parece que consistió en la obstrucción de un vaso sanguíneo, motivo por el cual alguna parte del cerebro empezó provocar cosas raras en los ojos al no llegarle bien la sangre. Pienso que mi baile esa noche, con sus rápidos movimientos sin parar durante casi dos horas, consiguió liberar ese tapón sanguíneo, desatascar la oclusión, y conseguir que el flujo de la sangre siguiera su curso. Es decir, que eso de irme a bailar en lugar de ir a urgencias del hospital, lo que parece una barbaridad y una banalidad por mi parte fruto de la ignorancia, ha podido ser mi salvación.
Concluyo con un axioma: baile movido (no agarrado) ante un ictus es igual a desatascador de goma del desagüe de la cocina, que a base de darle movimiento se consigue destaponar la obstrucción y restaurar la libre circulación del agua. Ojo, esta teoría pseudo-empírica es muy particular, recomiendo no seguirla por si acaso.
Lo que parece es que los hados me volvieron a salvar una vez más de marcharme sin decir adiós, y así he podido pasar a la cifra siguiente en mi identidad numérica. Y…, aquí estoy, vivita y coleando, con la perspectiva puesta en conseguir que el tiempo no engulla mis esperanzas y pueda realizar lo que quiero dejar hecho antes de decir el adiós definitivo. Espero que los hados me sigan protegiendo a mí y a todos aquellos que tienen cosas personales que resolver antes de irse.
Pensándolo bien, después de este repaso de la salud, es un triunfo que haya cumplido un nuevo año. Quizás deba de celebrarlo ahora porque el mañana es una caja de sorpresas y no siempre agradables. Bueno, como decía Scarlett O’Hara en ‘Lo que el viento se llevó’: “ya lo pensaré mañana”.
O témpora o mores.