Los antruejos de la Ribera Alta del Órbigo vistos por la cámara de fotos de Carmen Coque
La fotógrafa leonesa Carmen Coque expone en el Museo Casa Botines Gaudí 'Los ojos del antruejo'. Son 24 fotografías sobre los antruejos de la Ribera Alta del Órbigo. La muestra organizada por FUNDOS y el Museo Casa Botines Gaudí, con la colaboración de la Diputación de León y el Instituto Leonés de Cultura, se puede visitar hasta el 6 de marzo.
![[Img #57033]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2022/5166_carmen-coque.jpg)
Asegura Carmen Coque (León, 1970) que “el antruejo se huele y se ve, se escucha y se saborea”. Y sabe lo que dice. Primero junto al fotógrafo leonés Marc GreenBase y después en solitario ha disfrutado de los antruejos de la Ribera Alta del Órbigo y ha sabido capturar el misterio que encierra este carnaval único que se pierde en la noche de los tiempos; toda una fiesta para los sentidos, y muy en especial para los ojos de la cámara. “Conozco muy bien los antruejos de esta zona y me fascinan como espectadora. Siempre quise hacer un proyecto serio sobre esta fiesta. Busco su estética porque es la fiesta de las percepciones. Pero mi trabajo es artístico, no es antropológico ni documental”.
Aunque la fotógrafa leonesa insiste en que su obra solo se inspira en lo tradicional como argumento estético, no puede evitar, como hizo ya en su día Cristina García Rodero, un referente en la fotografía documental de este país y la primera fotógrafa española integrante de la Agencia Magnum, sacar a la luz y poner en valor, con su objetivo, estos rituales de invierno cargados de magia que son parte de la identidad y diversidad de la cultura tradicional leonesa. “Cristina García Rodero ha sido una gran influencia en mi trabajo y con su ‘España Oculta’ me inspiró para hacer algo parecido en nuestra tierra de León”.
En “Los ojos del antruejo” muestra 24 fotografías, de ellas diez pertenecen a la colección de la Diputación de León y 14 restantes son inéditas. Y están realizadas entre 2016 y 2020 en Llamas de la Ribera, Velilla de la Reina y Carrizo de la Ribera.
Mirada en blanco y negro
Entre sus grandes referentes se encuentra el peruano Martín Chambi, pionero de la fotografía de retrato y el estadounidense Irving Penn, uno de los grandes retratistas de moda. El fuerte contraste del blanco y el negro distinguió el trabajo de ambos fotógrafos, también el de su idolatrada Cristina García Rodero. Siguiendo los pasos de la fotógrafa manchega y su «España oculta», pero sin ambición documentalista, Coque fotografía en blanco y negro en “Los ojos del antruejo” un carnaval ligado al color. “El blanco y el negro elabora otro discurso, potencia más la imagen”, explica. Y lo utiliza para subrayar texturas, como las vestimentas que lucen los distintos personajes que participan en los desfiles: los “guirrios”, vestidos de blanco y portando una llamativa máscara; o los “gorrios”, vestidos de saco y con pieles en el carnaval de Velilla de la Reina, uno de los más antiguos de España. “Me gusta mostrar las pieles con las que se cubren, medio humanos, medio animales. Y cuando veo una máscara siempre pienso quién hay detrás. Para mí es un retrato en toda regla. Me llama la atención la fuerza de los contrastes, de las texturas, los tejidos, las pieles. Es chocante y muy impactante”.
Pocos disparos
Dispara poco, pero lo piensa mucho. Una forma de trabajar con poco espacio para la improvisación. “El proceso es muy de cabeza, cada vez más. Soy muy reflexiva y me inspiro mucho en la lectura y el cine clásico en blanco y negro”. Y no dispara a cualquier personaje, aunque reconoce que en ese maremágnum de máscaras que es el carnaval es difícil hacer retratos, “el ojo se te va y a veces ha pedido que posen”.
![[Img #57033]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/01_2022/5166_carmen-coque.jpg)
Asegura Carmen Coque (León, 1970) que “el antruejo se huele y se ve, se escucha y se saborea”. Y sabe lo que dice. Primero junto al fotógrafo leonés Marc GreenBase y después en solitario ha disfrutado de los antruejos de la Ribera Alta del Órbigo y ha sabido capturar el misterio que encierra este carnaval único que se pierde en la noche de los tiempos; toda una fiesta para los sentidos, y muy en especial para los ojos de la cámara. “Conozco muy bien los antruejos de esta zona y me fascinan como espectadora. Siempre quise hacer un proyecto serio sobre esta fiesta. Busco su estética porque es la fiesta de las percepciones. Pero mi trabajo es artístico, no es antropológico ni documental”.
Aunque la fotógrafa leonesa insiste en que su obra solo se inspira en lo tradicional como argumento estético, no puede evitar, como hizo ya en su día Cristina García Rodero, un referente en la fotografía documental de este país y la primera fotógrafa española integrante de la Agencia Magnum, sacar a la luz y poner en valor, con su objetivo, estos rituales de invierno cargados de magia que son parte de la identidad y diversidad de la cultura tradicional leonesa. “Cristina García Rodero ha sido una gran influencia en mi trabajo y con su ‘España Oculta’ me inspiró para hacer algo parecido en nuestra tierra de León”.
En “Los ojos del antruejo” muestra 24 fotografías, de ellas diez pertenecen a la colección de la Diputación de León y 14 restantes son inéditas. Y están realizadas entre 2016 y 2020 en Llamas de la Ribera, Velilla de la Reina y Carrizo de la Ribera.
Mirada en blanco y negro
Entre sus grandes referentes se encuentra el peruano Martín Chambi, pionero de la fotografía de retrato y el estadounidense Irving Penn, uno de los grandes retratistas de moda. El fuerte contraste del blanco y el negro distinguió el trabajo de ambos fotógrafos, también el de su idolatrada Cristina García Rodero. Siguiendo los pasos de la fotógrafa manchega y su «España oculta», pero sin ambición documentalista, Coque fotografía en blanco y negro en “Los ojos del antruejo” un carnaval ligado al color. “El blanco y el negro elabora otro discurso, potencia más la imagen”, explica. Y lo utiliza para subrayar texturas, como las vestimentas que lucen los distintos personajes que participan en los desfiles: los “guirrios”, vestidos de blanco y portando una llamativa máscara; o los “gorrios”, vestidos de saco y con pieles en el carnaval de Velilla de la Reina, uno de los más antiguos de España. “Me gusta mostrar las pieles con las que se cubren, medio humanos, medio animales. Y cuando veo una máscara siempre pienso quién hay detrás. Para mí es un retrato en toda regla. Me llama la atención la fuerza de los contrastes, de las texturas, los tejidos, las pieles. Es chocante y muy impactante”.
Pocos disparos
Dispara poco, pero lo piensa mucho. Una forma de trabajar con poco espacio para la improvisación. “El proceso es muy de cabeza, cada vez más. Soy muy reflexiva y me inspiro mucho en la lectura y el cine clásico en blanco y negro”. Y no dispara a cualquier personaje, aunque reconoce que en ese maremágnum de máscaras que es el carnaval es difícil hacer retratos, “el ojo se te va y a veces ha pedido que posen”.






