José Paulino Cordero
Jueves, 03 de Febrero de 2022

Con bayonetas y con tetas

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Se produce una curiosa circunstancia, producto de los legajos mal leídos, de las conversiones de los diferentes formatos de calendarios, de la geografía o vaya uno a saber... Así mejor, porque si no, de qué sucedidos hablaríamos en estas letras juntadas.

 

El día 23 fue y no fue. Tal número de un mes de enero y otro de abril ¿fallecieron? dos genios españoles que han dejado impronta por su rigor y por su creatividad, manifestándose de forma estudiada o espontánea, incluso con libre albedrío. No vivieron en el mismo siglo ni en las mismas circunstancias. Ni tenían los mismos medios con los que acercarse o alejarse de su 'clientela'.

 

Miguel de Cervantes, hace cuatro centurias. Salvador Dalí, tres décadas atrás. Bueno, o no, como dicen algunos gallegos con esa sorna que les permite bajar o subir escaleras sin darse a conocer

 

El creador del hidalgo ingenioso no tenía la excentricidad del artista catalán, en la medida en que no existía, ni por asomo, el movimiento cultural llamado Surrealismo. Pero sí que 'ha sabido' confundir a sus historiadores, sus admiradores y más, con la fecha de su óbito y el lugar de su descanso eterno. No fue el 23 de abril, hoy Día del Libro, sino una jornada antes. Para ser enterrado hay que estar muerto, si no se muere no se da la sepultación, con permiso de Íker Jiménez.

 

Pero aventuras surrealistas y más, sí que creó con su imaginación don Miguel desde La Mancha que luego 'viajaría' el Nobel Cela: El Gordo y El Flaco del siglo XX en la cinematografía USA (Hardy y Laurel), recorrieron molinos, tabernas y hospedajes del siglo XVI como Sancho y Quijote.

 

No sé el día en que nació y ojalá se vaya tarde. Pero sí que conocí a un artista cordobés al que tuve varias oportunidades de preguntarle cosas. Era 'daliniano' a muerte y surrealista por extensión en sus pinturas, poemas, esculturas... Se tiró media vida averiguando un lugar para exponer sus infinitas obras, como los personajes de Pirandello buscaron un autor. La casa de su abuela se le quedó pequeña, la suya también. Variados concejales de Cultura le ofrecieron, de palabra (de boquita), espacios. Y solo encontró una casita en la que si entrabas un poco despistado podías rozar un dibujo, romper una escultura con el hombro, pisar un lienzo o tropezar en los tres. Todo amontonado cual despensa, surrealista, eso sí. Mi conocido se presentaba en el medio de comunicación buscando la entrevista (encontró un tonto a las tres y luego también). Al menos llamaba a la puerta como lo hizo a la de un marchante catalán que decía le gestionaba la cosa en Nueva York. Dividió sus etapas creadoras por años y periodos, de nombres irrepetibles o fue capaz de ver caras en las rocas de su pueblo (que no es Bélmez)...Todo esto con la tele como testigo. Y, además, no sé lo que les pedía a sus musas, ni comparar quiero con Gala, la de Dalí, pero este cordobés polifacético y jornalero de la polivalencia encontró su media naranja en un programa de búsqueda de compañía en la televisión andaluza.

 

Vital a tope, aunque mi conocido también planeó lo que pasaría con uno de sus proyectos después de sus días aquí. Legó a su ayuntamiento una escultura en la que se depositaban documentos, dibujos y otras creaciones populares para que, dentro de muchos años pudieran ser vistos y descubiertos por otras generaciones. Lo surrealista, si ya no lo era suficientemente la idea, es que la abrió varias veces, rompió cadenas y candados antes del plazo final previsto, para depositar más mensajes. Del británico William Shakespeare, que también murió un 23, o casi, hablaríamos en el próximo programa (de Tip y Coll), o cuando volvamos a ver la octogenaria película 'Murieron con las botas puestas'.

 

Ahora, no siguiendo la costumbre periodística de atacar el cuerpo de la noticia en las primeras letras (si es que esto fuera noticia y tuviese núcleo), echamos mano de otra jornada con esos dos dígitos que separados son un muy deficiente (o eran), y juntos suman (o sumaban), un suficiente o aprobado raspado.

 

Y aunque aún quedaba algo más de un siglo para que se manifestase el 'surrealismeee' daliniano como movimiento, la fecha del 22 de abril de 1810, al margen de aquella tragedia, también indica, sumando el despiste al valor de quienes usaron sus cuerpos contra las bayonetas, que fuimos capaces en el primer Sitio de Astorga de engañar a los invasores llegados del país que parió el surrealismo. Creyeron habernos conquistado entonces, pero eso cambió dos años y poco después cuando superamos la realidad para darle la vuelta, repeliendo otro asedio, cual león pisando al águila napoleónica. Ahhh, tampoco fue el 23 sino el 22.

 

Un día 23 de enero (sí), murió el genio de Cadaqués, quien pintó bayonetas y tetas en el sueño provocado por una abeja. Pero con Dalí no se fue su 'surrealismeee'. Un pedacito de su momia embalsamada sirvió para una prueba de paternidad.

 

Después de muy muerto siguió convirtiéndose en protagonista de aquella tan seguida noticia de pitonisa. Y él, segurísimo, encantado. No tanto de que se le reclamara condición de progenitor, que no lo era, sino de que aquellos no supieran que era un convencido místico y asceta. Y hasta anacoreta.

 

Lo cuento como lo digo o escucho. Hace días alguien tira una bolsa de basura a un contenedor del extrarradio y exclama a continuación: "¡Me cago en la p***, he tirado las llaves...!" . Sucedió este 23. Ah no, antes, el 22. O fue el 17... No es surrealismo, es el baile de la memoria sin faltar a la verdad.

 

La memoria colectiva no debe olvidar nuestro 23 de febrero o 23-F.

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