Teatro de mediocres
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En España la política se ha convertido en puro teatro, donde lo que vale son las fotos, las declaraciones y el ‘figurear’. La mínima decencia que tienen algunos políticos, se les escapa en el ‘postureo’ continuo, el narcisismo que les puede y envuelve. Cuando suben al estrado es como cuando los actores lo hacen al escenario, algo cambia en sus caras, se meten dentro del traje de representante político, donde ellos son los buenos, los impolutos, quienes encarnan y conocen todas las necesidades de los ciudadanos. Interpretando un papel de mediocres, que la mayoría de las veces no se han aprendido y tienen que leer para mentir mejor. Lo hacen de textos escritos por asesores en la sombra, y ellos como muñecos de ventrílocuos se limitan a mover los labios desde el estrado, actuando, prometiendo un sinfín de cosas que saben que no van a cumplir. Así es el teatro de la política.
Su puesta en escena está diseñada para hacer que “sus mentiras suenen a verdades, que los corruptos aparezcan como respetables y dar una apariencia de firmeza al humo que nos venden a diario”. En fin, la mediocridad en política es muy atrevida y no conoce la vergüenza, tampoco la responsabilidad. Mientras los políticos siguen convirtiendo la política en un ejercicio de funambulismo, jugando y tomándonos el pelo a los ciudadanos, sin grandes consecuencias inmediatas para ellos, los problemas persisten, se enquistan y se agravan, sin que nadie los solucione. Teatro, puro teatro del malo.
Un ejemplo claro lo tenemos en el presidente del Gobierno, que interpretando en su sainete un personaje de sí mismo, llegó a la presidencia engañando a un buen número de españoles. Ha mentido en la calle, en las televisiones, en las radios y hasta en sede parlamentaria. Ha mentido en todas partes y a todo el mundo. Teatro, teatro convertido en mentira que está definiendo el mandato de Pedro Sánchez. De sus muchas mentiras podemos recordar el pacto con Podemos, ERC o Bildu después de haberlo negado, el cambio de la calificación penal de los políticos independentistas pasando de la rebelión a la sedición después de haberlo negado y otros muchos, como por ejemplo el indulto de los presos políticos catalanes condenados en firme por el delito de sedición y malversación.
Incorregible éste personaje que no se conformó con mentir en su campaña electoral, que ha seguido mintiendo durante el tiempo que lleva gobernando, convirtiendo esta legislatura en teatro, puro teatro, falsedades medianamente ensayadas y estudiados simulacros que dejan en evidencia al sanchismo y a sus ambiciosas hordas. Un comediante que intenta transformar sus delirios en logros, acostumbrado a hacer el ridículo siempre que puede e incapaz de controlar su faceta despótica, al que resulta difícil definir si su incompetencia es fruto de la arrogancia que tiene o si por el contrario la arrogancia es un truco para disimular su incompetencia.
Teatro y más teatro en el que éste plagiador de tesis va de mal en peor. En Europa ya son conscientes de que no da más de sí y por eso los líderes que la gobiernan lo ningunean. El presidente de Estados Unidos, Biden, tardó seis meses en atender a Sánchez y lo hizo durante 29 segundos caminando por un pasillo. Hace pocos días lo excluyó de una videollamada de urgencia con los aliados europeos sobre Ucrania. Triste, muy triste tener de primer actor a un mediocre con ambiciones mesiánicas. Pero más triste es que este teatro deplorable, sea aplaudido por sus palmeros mientras que a muchos ciudadanos nos da pena, porque no solo ningunean a este mal actor, ningunean al Presidente de España, una persona de la que dependemos muchos millones de españoles, algo que tendría que preocuparnos a todos, en especial a los que en público aplauden a rabiar sus sainetes, aunque en el calor del hogar les rechinen los dientes.
El arte de la mentira de Sánchez, su teatro, su puesta escena, nos hace difícil distinguir lo verdadero de lo falso y el bien del mal. Necesitamos menos teatro, menos mentiras y que se restaure la verdad en la política.
En España la política se ha convertido en puro teatro, donde lo que vale son las fotos, las declaraciones y el ‘figurear’. La mínima decencia que tienen algunos políticos, se les escapa en el ‘postureo’ continuo, el narcisismo que les puede y envuelve. Cuando suben al estrado es como cuando los actores lo hacen al escenario, algo cambia en sus caras, se meten dentro del traje de representante político, donde ellos son los buenos, los impolutos, quienes encarnan y conocen todas las necesidades de los ciudadanos. Interpretando un papel de mediocres, que la mayoría de las veces no se han aprendido y tienen que leer para mentir mejor. Lo hacen de textos escritos por asesores en la sombra, y ellos como muñecos de ventrílocuos se limitan a mover los labios desde el estrado, actuando, prometiendo un sinfín de cosas que saben que no van a cumplir. Así es el teatro de la política.
Su puesta en escena está diseñada para hacer que “sus mentiras suenen a verdades, que los corruptos aparezcan como respetables y dar una apariencia de firmeza al humo que nos venden a diario”. En fin, la mediocridad en política es muy atrevida y no conoce la vergüenza, tampoco la responsabilidad. Mientras los políticos siguen convirtiendo la política en un ejercicio de funambulismo, jugando y tomándonos el pelo a los ciudadanos, sin grandes consecuencias inmediatas para ellos, los problemas persisten, se enquistan y se agravan, sin que nadie los solucione. Teatro, puro teatro del malo.
Un ejemplo claro lo tenemos en el presidente del Gobierno, que interpretando en su sainete un personaje de sí mismo, llegó a la presidencia engañando a un buen número de españoles. Ha mentido en la calle, en las televisiones, en las radios y hasta en sede parlamentaria. Ha mentido en todas partes y a todo el mundo. Teatro, teatro convertido en mentira que está definiendo el mandato de Pedro Sánchez. De sus muchas mentiras podemos recordar el pacto con Podemos, ERC o Bildu después de haberlo negado, el cambio de la calificación penal de los políticos independentistas pasando de la rebelión a la sedición después de haberlo negado y otros muchos, como por ejemplo el indulto de los presos políticos catalanes condenados en firme por el delito de sedición y malversación.
Incorregible éste personaje que no se conformó con mentir en su campaña electoral, que ha seguido mintiendo durante el tiempo que lleva gobernando, convirtiendo esta legislatura en teatro, puro teatro, falsedades medianamente ensayadas y estudiados simulacros que dejan en evidencia al sanchismo y a sus ambiciosas hordas. Un comediante que intenta transformar sus delirios en logros, acostumbrado a hacer el ridículo siempre que puede e incapaz de controlar su faceta despótica, al que resulta difícil definir si su incompetencia es fruto de la arrogancia que tiene o si por el contrario la arrogancia es un truco para disimular su incompetencia.
Teatro y más teatro en el que éste plagiador de tesis va de mal en peor. En Europa ya son conscientes de que no da más de sí y por eso los líderes que la gobiernan lo ningunean. El presidente de Estados Unidos, Biden, tardó seis meses en atender a Sánchez y lo hizo durante 29 segundos caminando por un pasillo. Hace pocos días lo excluyó de una videollamada de urgencia con los aliados europeos sobre Ucrania. Triste, muy triste tener de primer actor a un mediocre con ambiciones mesiánicas. Pero más triste es que este teatro deplorable, sea aplaudido por sus palmeros mientras que a muchos ciudadanos nos da pena, porque no solo ningunean a este mal actor, ningunean al Presidente de España, una persona de la que dependemos muchos millones de españoles, algo que tendría que preocuparnos a todos, en especial a los que en público aplauden a rabiar sus sainetes, aunque en el calor del hogar les rechinen los dientes.
El arte de la mentira de Sánchez, su teatro, su puesta escena, nos hace difícil distinguir lo verdadero de lo falso y el bien del mal. Necesitamos menos teatro, menos mentiras y que se restaure la verdad en la política.