Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 12 de Marzo de 2022

El vértigo del saber

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Esta guerra irracional nos ha conmovido las entrañas. ¿Por qué? Todas las guerras son irracionales y en todas se hacen tantas barbaridades y tantas crueldades como en esta. ¿Qué pasa con esta? Se alude a que tanta barbaridad no se puede admitir en el siglo XXI, como si estuviéramos en otra Galaxia. Del siglo XXI sólo llevamos 22 años, es decir que el siglo XX fue antes de ayer, y grandes masacres ha habido antes de ayer. Al día de hoy hay mucha violencia en el mundo, además de en Ucrania,  muchos conflictos sangrientos, crueles e irracionales.

 

El país de Yemen está sumido en una guerra civil  desde hace seis años. Se calcula que el 80% de la población necesita asistencia humanitaria por lo que se considera la mayor crisis humanitaria a nivel mundial.

 

Siria lleva 10 años en guerra. La ONU estima que ocho de cada diez sirios viven en condiciones de pobreza a causa de este conflicto armado. Cerca de seis  millones de sirios, más de una cuarta parte de la población, han tenido que refugiarse en otros países. Y la guerra sigue.

 

Israel y Palestina llevan en conflicto muchísimos años y siguen, con el apoyo de Estados Unidos  por sus intereses económicos.

 

En Afganistán, hace unos meses, los talibanes subieron al poder provocando la diáspora de una gran parte de la población afgana y una situación cruel para los que no han podido huir del país. Los Estados Unidos propiciaron  esta situación a cambio de su seguridad.

 

El Camerún, sumido en  conflictos armados. La ONU estima que cuatro millones de personas necesitan ayuda humanitaria. También se necesita ayuda en  Etiopía, en Mozambique, en el Sahara Occidental, en el Sahel, en la República Centroafricana…

 

A lo que voy ¿por qué nos está sensibilizado tanto esta guerra? Me pregunto. Y busco la respuesta en la cercanía humana que nos está proporcionando la tecnología.

 

A Zelenski, que hasta hace pocos días no sabíamos que existía, ahora le admiramos, le queremos, le apoyamos y le compadecemos. Es el Presidente de Ucrania y le estamos viendo todos los días en la pantalla del salón de nuestras casas hablándonos directamente a los ojos pidiéndonos ayuda, rogándonos ayuda para su población, con una granproximidad en gestos y palabras, y nosotros sentimos sus ruegos como si vinieran del vecino de enfrente. Y es que Zelenski se introduce en nuestras vidas diarias como un sencillo hombre acorralado por una fuerza superior; vemos como explica a la gente de la calle cómo tiene que defenderse, cómo tiene que cuidarse, cómo tiene que hacer bombas con botellas, cómo no debe desfallecer, y es como si nos lo explicara a nosotros. Sentimos la guerra porque Zelenski nos la transmite. Y eso pasa porque controla el poder de la imagen y de la tecnología digital.

 

Vemos, oímos y sentimos la desigualdad de fuerzas cada día a cada hora. Putin, el agresor, aparece frío e inmutable, amenazante y amenazando, sobrecogiendo al mundo con sus decisiones perversas. No habla de razones sino de imposiciones. Parece el chacal de Siberia tratando de cazar a la ardilla de la pradera.

 

Zelenski nos ha introducido el pavor y el dolor de la guerra en nuestras casas, en nuestro espíritu, en nuestro ánimo, mientras que Putin, con su superioridad, nos introduce el odio al poder, a la prepotencia, al egoísmo, a la crueldad.

 

La diferencia entre estos dos Presidentes podría deberse a que uno, el que ataca, lleva 20 años en el poder absoluto con una autoridad basada en el terror, en la fuerza, en una inteligencia perversa y en un soberbio espíritu dominador. Y el otro, el atacado, lleva poquísimo tiempo en el poder democrático y su autoridad está basada en unas ideas democráticas, en un ánimo diletante y conciliador y en un espíritu sencillo y humano. Son, o parecen, Presidentes en las antípodas.

 

Según los perfiles y trayectorias de cada uno la balanza de este enfrentamiento debería inclinarse hacia el más fuerte, pero la fuerza no siempre gana a la voluntad y la rabia, y esas parece que son las armas del ‘débil’ ucraniano.

 

¿Por qué se le ocurre a Putin ahora, así, de pronto, atacar a Ucrania?

 

La Historia debería servir para aprender de comportamientos y decisiones erróneas pero, por desgracia, se olvida con facilidad. Este episodio internacional  que estamos viviendo recuerda mucho a otro vivido en 1938.

 

En los Acuerdos de Munich (1938) Inglaterra, Italia y Francia aprueban, sin la participación de Checoslovaquia, la incorporación de los Sudetes (una territorio checo de habla mayoritariamente alemana) a la Alemania de Hitler que, humillada por el tratado de Versalles tras su derrota de la Primera Guerra, iniciaba una política expansionista y reclamaba esa región checa basándose en el idioma. Pasando por alto que en 1919, en el Tratado de Versalles (final de la Primera Guerra Mundial)  las potencias  Occidentales acordaron defender la integridad territorial de Checoslovaquia.

 

Hitler jugó con el miedo de Europa a una nueva Guerra Internacional y Europa creyó que con ese ‘regalo’ aplacaba los ánimos belicistas de Hitler. Fue entonces cuando Winston Curchill tomo la palabra en el Parlamento inglés y expresó aquella famosa frase premonitoria: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra…, elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”. Así fue, el 1 septiembre de 1939 Hitler invade Polonia iniciándose la Segunda Guerra Mundial.

 

En cuanto a Ucrania. Era la tercera potencia nuclear después de Estados Unidos y Rusia tras la caída de la Unión Soviética, pues habían quedado en su territorio de nueva nación independiente alrededor de 3.000 armas nucleares  dejadas por Moscú. Eso pasaba en 1990. En 1994 se firma el Memorandum de Budapest en el que Ucrania, alentada  por los gobiernos de Estados Unidos, Rusia y Reino Unido,  acuerda renunciar a su arsenal nuclear con el compromiso internacional de respetar su independencia, su soberanía y sus fronteras, y de abstenerse de la amenaza o el uso de la fuerza contra su país.

 

En 2014 se producen las revueltas  en Ucrania llamadas del Euromaidan; enfrentamiento entre los territorios del Oeste ucranianos, mayoritariamente proeuropeos, y los del Este  mayoritariamente prorusos.  Aprovechando estos enfrentamientos Putin se anexiona la península ucraniana de Crimea con la importante ciudad portuaria de Sebastopol, saltándose a la torera aquellos acuerdos  internacionales de 1994.  Estados Unidos y la Unión Europea lo consideran una acción ilegal pero…, hubo quejas pero no pasó de ahí,  Putin se quedó con Crimea desde entonces. Esto recuerda a aquello de  Alemania y los Sudetes y la frase de Churchill “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra…, elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”.

 

Y, como entonces, el deshonor ha dado pie a la guerra. No le pasó nada a Putin con Crimea y ahora,envalentonado, dice que quiere el Dombas, el territorio más proruso del Este de Ucrania,  aunque avanza con sus tanques por todo el país.

 

Estados Unidos azuza, parece que tira la piedra y esconde la mano. El miedo a otra guerra mundial atenaza decisiones (como cuando los Sudetes), mientras que las medidas coercitivas como los cierres de multinacionales parece que de momento se la refanfinfla al inconmovible Vladimir quien no esgrime más razones que la exigencia de sus pretensiones.

 

Putin es cruel, perverso, desalmado, un hombre de la guerra que no respeta los acuerdos internacionales, pero…

 

Analistas  de la historia  geopolítica profundizan en las motivaciones de esta agresión rusa y surge una nueva mirada a estos movimientos del malo de Putin. Documentos desclasificados  de soviéticos y americanos confirman que tras el desmoronamiento de la Unión Soviética (1991) los países Occidentales negociaron con Rusia que La OTAN no avanzaría hacia el Este como medida de buena voluntad para establecer una paz duradera tras la Guerra Fría. Sin embargo a partir de 1999 la OTAN fue avanzando sus fronteras  hacia los países recién desmembrados de la Unión Soviética incorporando a 14 nuevos estados miembros como Polonia, Hungría, la República Checa, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, etc…, rompiendo los acuerdos de 1999, despreciando las protestas rusas y boicoteando sin necesidad (no existía amenaza de  ningún tipo) el equilibrio de armonía de fuerzas al que se había llegado tras dos Guerras Mundiales y una siniestra Guerra Fría.

 

La OTAN, petulante, con este acercamiento a las fronteras rusas, ha estado desde entonces metiendo el dedo en el sensible ojo ruso de su seguridad  nacional.

 

En la Conferencia de Seguridad de Munich (2007) Putin expresó su preocupación sobre la seguridad internacional, consciente de que Estados Unidos interviene impunemente en países soberanos con ofensivas militares cuando quiere y como quiere. “Debemos reflexionar seriamente sobre la arquitectura de la seguridad mundial y buscar un equilibrio razonable entre los intereses de todos”, dijo Putin. Solo un año más tarde la OTAN considera la incorporación de Georgia y Ucrania, una provocación muy osada para las fronteras de la Rusia de Putin.

 

De ahí llegamos a 2014 cuando el Presiente ucraniano quiso establecer acuerdos comerciales con la Unión Europea con posible adhesión a la OTAN. Rusia consiguió con ayudas económicas desmontar esos acuerdos. Se produjo entonces la ‘Revolución del Maidán’ pro-europeos eucranianos contra pro-rusos eucranianos (revolución, según todos los indicios, apoyada por Estados Unidos). Huye el Presidente y hay nuevas elecciones. Y… el nuevo Presidente sale proamericano. Putín empieza a cabrearse ante el ascendente predominio en sus fronteras de los Estados Unidos de América. Hasta que se cabrea de verdad y decide saltarse todos los acuerdos, como han hecho ‘los otros’, y empezar la guerra abierta.

 

Importantes analistas internacionales afirman que son los Estados Unidos los que han provocado esta crisis.  Hay tantas profundidades bajo la superficie que seguramente nos daría un jamacuco de asomarnos un poquito al abismo.

 

Vaya. Como siempre me pasa me desvío por derroteros cuando de lo que quería hablar es de la fuerza de la imagen y de cómo hoy, ahora, podemos reír o llorar por lo que estamos viendo que pasa, en nuestro mismo momento, a miles de kilómetros  de distancia. Podemos sufrir con, y por, las personas sin nombre, pero con rostro, que sufren y lloran, personas que las hacemos nuestras amigas, nuestra preocupación, nuestro dolor y que nos mueven a su ayuda. La tecnología nos proporciona esta hermandad mundial. Qué gran acierto, y qué vértigo.

 

O témpora o mores

 

 

 

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