Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 26 de Marzo de 2022

La íntima rebeldía

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El mes de marzo está apunto de acabar. Un mes dedicado a la mujer. En verdad soy poco partidaria de estas ‘acotaciones’ universales aunque parece que es la única manera de hacer visibles asuntos básicos. Se reclama, en general con sonido quedo, bien es verdad, la igualdad humana, ya sea de sexos, de color de piel, o de lugar de nacimiento…, y se dedica un mes a reivindicar a la mujer y un día al resto de reivindicaciones. Veo un pequeño desajuste de tiempos claro que, sopesado por cantidad, hay muchísimas más mujeres en el mundo que los distintos colores de piel o de nacionalidades, así que tiene cierta lógica que le corresponda más tiempo de exigencias. Aun así…

 

La mujer tiene todavía camino que recorrer para llegar al mismo rasero que los hombres y sí, eso hay que hacerlo ver y sentir para que la sociedad lo vea y lo sienta. Pero si estamos por la igualdad de derechos universales pienso que también avanzaríamos si hubiera un mes dedicado al hombre, a poner ‘en abierto’ sus defectos tradicionales y, también, sus virtudes; a abordar cómo, cuándo y dónde hay que reconducir los comportamientos poco dignos, poco respetuosos y poco nobles con el género femenino; un mes dedicado a analizar las necesidades y estudiar las posibilidades para colocara todos los géneros humanos en el mismo ‘rasero’. Igualmente debería haber más tiempo que un día para insistir en la igualdad de la humanidad sin tener en cuenta ‘la piel’. Más tiempo y esfuerzo dedicado a cambiar la mentalidad sobre la discriminación social por el color de la piel, algo elemental y básico; este supuesto mes le vendría muy bien a la democracia de los Estados Unidos de América. Y así…

 

Estas semanas pasadas he estado sobrecogida y enfrascada en la increíble y desafortunada guerra que Putin ha desatado, y no me ‘he ocupado de la mujer’. Así que, antes de que acabe este mes ‘dedicado’, transcribo unos apuntes del diario de una mujer atrapada en su ‘oficio’ de mujer. Es una mujer de ‘antes’, de hace unos años, ahora creo, veo, que la mujer va más ‘suelta’, menos sujeta a los corsés de género. En cualquier caso es representativo de la evolución del papel asignado a la mujer.

 

Una mujer escribió en su diario su íntima rebeldía.

 

“Tengo un volcán dentro a punto de estallar. Son muchas las cosas que tengo en la cabeza, que me bullen y de las que quisiera ocuparme, pero son tantas que no sé por dónde empezar y lo malo es que no empiezo por ninguna.”

 

“Dejo que el tiempo se apodere de mi tiempo mientras yo sigo tratando de controlar esa bola de pensamientos, ideas, reflexiones que unas veces se expanden copando todo mi ser, e inquietando mi espíritu, y otras veces se empequeñece haciéndose minúscula y dejándome en blanco, como automatizada, ocupándome tan sólo de las cosas más triviales y prosaicas con el temor de que la bola crezca de nuevo y me invada el desasosiego del querer y no poder.”

 

“¿Por qué no puedo? Me estoy torturando a mí misma. Mi mayor satisfacción es dedicarme a la creación, a poder expresar todo lo que tengo y quiero expresar a través de la pintura y la escritura, y voy retrasando el momento de hacerlo porque sé que si empiezo me sumerjo de lleno en ello y ya no estoy para nada ni para nadie, es como una droga, y ¡hay tantas cosas de las que me tengo que ocupar…!”

 

“Necesito resolver, antes que desaparecer entre las brumas creativas, los muchos asuntos que danzan a mi alrededor como un lastre: las cuestiones (o tensiones) familiares, tema niños y su educación, el coche, los bancos, las facturas, los dineros…, toda esa maraña de asuntos externos que no dejan respiro.”

 

“Pero mucho menos puedo huir de los abrumadores asuntos cotidianos. Estas ocupaciones me hacen muy infeliz. A parte de los asuntos externos, me deprimen los temas domésticos diarios como la limpieza, la comida, compra, ropa…, no puedo con ello. Me da mucho coraje y rebeldía perder mi tiempo en eso, pero no hay dinero suficiente ni persona adecuada para abordar todos los asuntos domésticos y liberar mi cabeza y mi tiempo de ellos. Resisto a duras penas.”

 

“El día está como mi ánimo, triste y lluvioso.”

 

“Necesito relacionarme, nutrirme, contrastar opiniones, jugar con la creatividad, con la inocencia, con la maldad. Necesito no ser ‘mujer casada’, ‘mujer de’, no ser ‘ama de casa’, no ser el soporte de la infraestructura familiar, no ser el denominador común de todo lo que sucede en mi pequeño mundo, no ser ‘apagafuegos’.”

 

“Quiero poder tener mi espacio exterior e interior, respirar mi propio aire, buscar mis nutrientes para poder crecer y no sentirme como me siento, metida en una pequeña caja con poco respiradero y menos campo de expansión. Quiero ser compañera, amante, amiga y madre con libertad de andadura y entrega sin sometimientos.”

 

“Necesito no estar en función de nadie.Necesito la aventura, lo desconocido, desarrollar mi versatilidad. Necesito ser todo lo que soy, necesito ser yo.”

 

“Necesito el infinito como meta.”

 

 

Madre, mujer de, ama de casa y mujer sin ‘de’, suelen convivir en una misma persona y, no siempre, pero si con mucha frecuencia, todas esas versiones armonizan difícilmente en un espíritu inquieto. Cuando estas distintas versiones de una misma mujer no se ajustan a un devenir feliz: o un volcán se alimenta en su interior, volcán que en cualquier momento puede explosionar esparciendo ‘piroclastos’ a su alrededor y reventando la situación; o, por el contrario, su espíritu queda inhibido, reducido a cenizas tras una combustión lenta, provocando importantes y graves desajustes emocionales. Cualquiera de estos posicionamientos espirituales no son nada gratificantes.

 

Para la mujer, combinar todos los papeles que se le han asignado insolentemente con los papeles que le hubieran gustado desarrollar y disfrutar, ha sido, y es, una cuestión titánica, a pesar de la versatilidad y entereza propias su sexo. Sí, ya va siendo hora de terminar de poner en valor el potencial femenino,y de aprovechar sus facultades,articulando definitivamente el sistema para que su naturaleza, sus necesidadesy sus aspiraciones puedan complementarse y favorecer así una vida digna y feliz.La mujer ganaría y la sociedad también. Qué no quede todo en el blablabla de un mes al año, porque “para luego es tarde”.

 

O témpora o mores

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