Esteban Carro Celada
Domingo, 03 de Abril de 2022

Siete vidas de la Sociedad Alonso Cordero y Franco Hermanos (y XIX)

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La viuda de Botana, el 18 de marzo, pide un aumento de comisión por la cobranza de letras. Se le niega porque sería una excepción. Y las operaciones son escasas y escatimadas y no proporcionan estos aumentos. Le dan esperanza cuando los tiempos mejoren y haya más posibilidades de margen: "Tendremos presente su indignación pero por ahora no podemos complacerla."

 

Es una pena que no dispongamos de la carta que escribe a finales de marzo Francisco desde Santiago de Millas, porque los otros santiagomilleses de Madrid le contestan con fuerte andanada: "No sea tan ligero para escribir y echar reconvenciones injustas, pues raro es el correo que no viene con alguna, y tanto esta que nos viene haciendo, de la letra de don José Gullón, que no tiene motivo para hacerla porque con fecha del 16 del presente está dada la letra y con la misma fecha se le ha avisado a usted para que la pague, y así repórtese en venirnos reclamando cosas injustas y de chiquillos, pues algunas veces nos hace creer que ha perdido la cabeza o está en Bamba (sic), y no venga haciendo más reconvenciones injustas porque las miraremos con indiferencia".

 

En el banco madrileño han conocido la muerte de José Coria y Álvarez, jefe de la Casa, que es su corresponsal en Zamora. No varía por el momento el crédito con sus sucesores.

 

Ya está visto que la casa de Santander les proporciona disgustos, pero es un buen introductor de negocios, aunque a veces sean fallidos. Tenemos la alusión a dos de ellos, al del bacalao y al del azúcar. Escriben de Madrid los maragatos a sus subalternos en Santander: "Nos hemos enterado de la cuestión habida con Muela acerca del bacalao, de que el mismo había ya escrito y que nosotros sabíamos, aunque nada habíamos querido decirles; pero lo que hemos sentido extraordinariamente es el que en el cambio del azúcar hemos visto por nuestros propios ojos, entre sacos que hemos hecho abrir, que la primera capa es igual a la nuestra, pero la de abajo enteramente diversa y muy mala. Nadie puede decirnos lo contrario pues, repetimos, que lo hemos visto, pero debemos encargarles que presencien y cuiden del enfarde de los géneros, pues sucesos de esta especie atacan al crédito de la Casa y alejan a los parroquianos que tan necesario es conservar, a lo menos al principio".

 

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El 27 de abril el confidente es Pedro García Matanzo. Hay dinero por valor de 125000 reales en Santiago de Millas. No le mandan a hacer conducta a él, porque no consideran que sea suficiente para una determinación semejante. Le dicen que "si esta suma la pudiese poner en buena moneda, nos la remitirá con un maragato de confianza, encargándole que la traiga con las precauciones convenientes, regularidad y sigilo; pero si no estuviesen buena moneda la mandara en dos o tres veces también por sujeto de confianza, para evitar mayor riesgo".

 

A partir del 18 de mayo todo se precipita. De las diez cartas que venían produciéndose como mínimo día tras día, se pasa a otras anodinas. Ya ninguno de los dos socios fundamentales pasa sus días en Santiago de Millas. Se producen negocios en Londres como el crédito de 1500 libras esterlinas ante la casa Jadler y Harrison. Resultan ser los azarosos años en que Santiago Alonso Cordero tuvo que purgar su liberalismo en el exilio. Bastante les tocaría a sus hermanos y cuñados. Tras la última carta el 30 de julio de 1844, la siguiente, con distinta caligrafía, se fecha con destino a Villalón (Antonio llamas), el 19 de noviembre. Hasta la dirigida a Bobo, el 3 de diciembre: "por haber estado ausente el socio don Francisco que estaba al frente de la liquidación”. Ya tenemos la clave. Naváez ha sido la ocasión de que ‘los Cordero’ vuelvan otra vez a deshacer su clan de negocios; eso sí, lo llevan con la honradez de siempre, pagando hasta el último céntimo. Es la cola de la pescadilla que se muerde. Comenzarán de nuevo. La eterna ruleta. La última carta de este grueso volumen de 600 folios está dirigida a Juan De Prado, el 27 de septiembre de 1845. Y aparece truncada. No le ha contestado antes por “haber estado ausentes de la corte". Pero este último año, ya no hubo expresiones ni frioleras navideñas, ni cartas de regañina. Se notaba ya que las cosas se habían puesto cada vez más candentes por la intemperancia de Francisco al escribirla y al echar las culpas como fuera, a condición de no ser responsable.

 

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