Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 09 de Abril de 2022

Hoy no madrugo

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Todos los días me levanto a eso de las ocho, me visto semidormida, con varias capas de abrigo y boina de lana, y salgo al frío de la mañana (estos días 5º bajo cero según mi termómetro exterior) a pasear con Baloo, mi mastín que parece un pequeño oso más que un perro (de ahí el nombre), una media horita, lo que tardo en llegar por el camino de tierra entre cultivos hasta las primeras casas del pueblo, y de ahí media vuelta. Suelo ver salir el sol, claro que con el cambio de horario ahora le pillo un poco más levantado. Baloo me espera dando saltos de alegría en cuanto me oye bajar por las escaleras. Y es que, a pesar de estar libre en la finca ladrando a los jabalíes y asustando a los corzos, le gusta pasear acompañado. Creo que ese es un placer de todos los perros (y de muchos humanos). Bueno, no quería entretenerme tanto en esos despertares, quiero hablar del despertar de hoy.

 

Hoy he abierto los ojos y he visto que ya había luz, he oído al viento crujir entre los entresijos del tejado, he visto las copas de los árboles cimbrear… y he vuelto a cerrar los ojos a la vez que me envolvía hasta las orejas en el edredón. No, hoy no voy a pasear, decido. Lo siento por Baloo pero hoy me quedo un ratito más en la cama alargando el placer de sentirme protegida; protegida por  el confortable refugio de la cama, protegida por la seguridad del hogar, por tener el calor de la familia y amigos a tiro de teléfono, protegida por vivir tranquilamente en un trocito de la Tierra que todavía es humanamente amigable.

 

La mente en estado relajado, y con los ojos cerrados, a esas horas de la mañana se toma la libertad de dar saltos de un tema a otro, sin orden ni concierto, como las páginas de un libro movidas alocadamente por un fuerte viento. Y mi mente me lleva a  la ciudad de Bucha, esta localidad ucraniana que hasta hace unos días el mundo no sabía que existía y ahora el mundo sabe que ya no existe.

 

Me da escalofríos el pensar que en cuestión de un mes, un pueblo tranquilo y feliz, sin más preocupación que vivir su vida, casi ha desaparecido del mapa y sus habitantes han quedado sin vida esparcidos por las calles, sin ningún motivo y sin previo aviso. De pronto les sorprendió una lluvia de bombas destruyendo sus casas y un grupo de impulsivos jóvenes  violentos  tiroteaban con ofuscación a todo aquel que salía a la calle o huía consternado por el terror.

 

Ni por mucho que oiga a los corresponsales en vivo y en directo, y vea las terribles imágenes en las crónicas televisivas, puedo imaginarme la realidad y el terrible dolor y pavor que han sufrido y sufren estas sencillas personas por el mero hecho de estar en el camino del objetivo de una mente ávida, perversa y tiránica. Ya le han puesto nombre al responsable de este exterminio, “el carnicero de Bucha”, un joven siberiano de 40 años. Cuando se es sanguinario y además joven se es mucho más sanguinario, y este joven al mando de 1.600 hombres, según dice la inteligencia ucraniana, ha demostrado ser el más salvaje de los sanguinarios. ¿Qué mentalidad hace falta tener para cometer tales atrocidades? Sin duda una mente enferma, una vida insatisfecha y una infancia dura, con poco amor a su alrededor.

 

Tampoco puedo imaginar, como no imaginarían los ucranianos, que nos pudiera pasar algo parecido, no ya en el país, sino en este pequeño pueblo donde vivo, que de pronto todo se hiciera nada;  casas, habitantes, animales…, de pronto fueran tan sólo escombros y cadáveres.  No, no puedo imaginármelo, no entra en mis esquemas humanos que eso pueda suceder. Pero seguirá sucediendo en la codiciada Ucrania y parece que la ciudad de Mariupol acabará arrasada, como Bucha, y seguramente como otras pequeñas poblaciones de las que de momento no nos llega  información.

 

Los rusos dicen que eso no ha sucedido, que ellos no han matado ni a un civil, que eso es cosa de los ucranianos que matan a su propia gente para echarles la culpa a ellos. ¿Quién puede creerse eso, algo ya de por sí muy poco creíble pero menos después de ver las imágenes y oír a nuestros periodistas, no a los ucranianos ni a los rusos, no, oímos a los periodistas españoles que están allí para contar lo que ven? Que estén tan engañados los rusos de Rusia es comprensible si sólo pueden acceder a esa falsa información oficial, pero que esa teoría lo piensen los rusos que viven fuera de Rusia y tienen acceso a toda la información de todos los países, es verdaderamente increíble, como parece que le pasa al embajador ruso en España. Inconcebible.

 

No he entendido muy bien la actitud de los políticos de Podemos, de IU y del PC. Se niegan a hacer un gesto de solidaridad tan inocente, natural y espontáneo, como es aplaudir a una persona que acaba de pedir auxilio, en un discurso cargado de razones para pedirlo, no para él mismo sino para una población que está siendo injustamente masacrada, y hacen el feo gesto de no aplaudir para hacer notar su desacuerdo, ¿descuerdo con qué? 

 

El secretario del PC tacha al presidente ucraniano Zelenski de “peligro para la paz y su pueblo” y a su régimen de filonazi (como hace Putin). Argumentan que Zelenski  ilegalizó al Partido Comunista en 2014.  Y sí, cuando en el 2014 fue ocupado el Dombás por los rusos y estos pusieron en los puestos claves  a comunistas, Zelenski los ilegalizó.  Sí, Zelenski reaccionó a una invasión política de Moscú en su territorio. Pero… ¿qué tiene que ver el culo con las témporas?

 

Pregunto  ¿Qué significa ser comunista hoy en día?  ¿Es que se creen los comunistas que Putin es comunista, que reparte el bien común y actúa por el bien de su pueblo? ¿Qué quieren decir, o demostrar, con esa absurda postura de no solidarizarse ante un conmovedor ruego de socorro? No entiendo.

 

Tampoco entiendo cómo todavía se le sigue dando vueltas a la consideración del Rey emérito como un rey con mérito si a medida que se rasca un poco más allá de la superficie aparecen nuevos datos impropios, muy impropios de un rey,  como va pareciendo impropio el calificativo de emérito que se le ha adjudicado. Veo una foto en un periódico en la que está nuestro Emérito en Dubai hablando alrededor de una mesa de comida/trabajo (en el 2017) con el príncipe heredero de Abu Dhabi (subcomandante supremo de las Fuerzas Armadas de Emiratos Árabes Unidos) Mohammed bin Zayed Al Nahyan , y el príncipe Andrés de Inglaterra. Sólo aparecen ellos tres. Vaya trío. Para ponerse a temblar. Tienen toda la pinta de estar hablando de negocios, ¿de qué si no van a hablar estos tres?, bueno de mujeres también podrían hablar pero la cara del príncipe Andrés no dice mucho de estar hablando de placeres, más bien de bien tiene un gesto de preocupación financiera. La noticia va de la implicación del Rey emérito en varias empresas dedicadas al tráfico de armas, lo que le faltaba en el curriculum al ex rey Juan Carlos. “Dime con quién andas y te diré quién eres”, dice un refrán campechano.

 

Y, cómo entender ‘los balones fuera’ que están echando el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid ante los ‘primeros’ (sí, pienso que habrá más) affaires de malversación ‘dineril’ en los cruciales momentos de la pandemia. Con este nuevo y escandaloso asunto de escandalosas comisiones que se han llevado dos nuevos escandalosos estafadores, oportunistas del desconcierto sanitario, se destapa el poco control, y el ‘todo vale’ en cuanto a modos y precios, de las Administraciones de la capital para poder cacarear con insistencia su competencia frente a la Administración central y ponerse  grandes medallas de eficacia de su gestión ante el caos y la urgencia. Pero pagar seis millones de comisiones por una mercancía es de ciegos, o de majaderos (me encanta esta palabra, es rotunda), no darse cuenta de que se está pagando chorizo a precio de caviar, a chorizos y no a honrados empresarios.  Seis millones de más (o, a mayores, como dicen por aquí) son muchos millones para que pase desapercibido el ‘extra’.  Como era de esperar la Administración pertinente “no sabe, no contesta”.  Por lo menos estos nuevos mangantes, como son influencers, están fácilmente localizados, no como el ‘fantasma Ayuso’ que nadie le ha visto ni nadie sabe dónde está, ni la Justicia ni su celebérrima hermana.

 

Puff, hay muchas cosas que no entiendo. Me viene a la cabeza el episodio  bíblico de la Torre de Babel que empezaron a construir los descendientes de Noé que se salvaron, en la mítica arca, de la catástrofe del Planeta por el Diluvio Universal. Las teorías sobre la finalidad de construir una torre de 90 metros (otros dicen que 60) es variada. Unos dicen que se trataba de construir una torre que conectara directamente con el cielo, otros que la torre serviría para refugiarse si volvía a haber otro gran diluvio. El caso es que la famosa Torre no acabó de construirse porque las personas que la construían hablaban distintos idiomas y no hubo manera de entenderse entre ellos.

 

Pues en esa situación estamos. No hay quien entienda las palabras de los políticos; ni sus actitudes; ni las traiciones personales dentro de los partidos políticos; ni los movimientos económicos de las empresas financieras; ni los importantes dineros que mueve la estupidez de ser influencer; ni las expresiones demasiadas veces subjetivas de la Justicia; ni la gestión de los dineros, los impuestos, los desmesurados sueldos del  nivel superior en banca, política y empresas…; ni  las descomunales ambiciones de excesivos personajes; ni la muerte por hambre; ni ocasionar la muerte por dinero;  ni el ansia de acumular riquezas; ni las estrategias geopolíticas;  ni la matanza de todo un pueblo por el mero hecho de querer un pequeño trozo de tierra a añadir a los 17,1 millones de kilómetros cuadrados que tiene Rusia…

 

Hay tantas y tantas cosas  que yo no entiendo, y creo que no entiende la mayoría de los habitantes de este planeta Tierra, que en cualquier momento nos puede pasar como a la Torre de Babel, que tendremos que abandonar lo que hemos construido y empezar a construir una nueva sociedad con un mismo lenguaje para todos, una sociedad nueva más equilibrada, más justa y más feliz.

 

Todos estos pensamientos se me retuercen con dolor en el estómago. Se me acabó la placidez. Me entra la inquietud de la angustia y necesito levantarme para que la cabeza cambie de rumbo. Con la puesta en marcha del día los pesares se diluyen en lo cotidiano. Ahí voy, a abordar el día con ánimo.

 

O témpora o mores

 

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